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viernes, 23 de noviembre de 2012


EN BUSCA DEL DOCTOR LIVINGSTONE


    Este es uno de esos clásicos que crean escuela y afición por viajar. Escrito en 1872, dio noticia global en su tiempo de un rincón del mundo que solo recorrian los árabes para abastecer el mercado de esclavos en las naciones bañadas por el Indico. La política antiesclavista de los británicos concedía un punto de interés a la opinión publica de la metrópoli ante estos atropellos, pero es el New York Herald quien envia a Stanley a buscar al famoso misionero escocés en medio de la aventura.

    Stanley recala en Zanzibar, donde se concentraba el comercio de cualquier tipo en el area central del continente. El nuevo capitalismo sin fronteras éticas es una versión económica del determinismo biológico de Darwin donde el pez grande se come al chico, y esa va a ser la actitud del periodista a lo largo de los meses, con su material expedicionario y más de 190 hombres, entre soldados y porteadores. Como cualquier extranjero, Stanley se queja de que por cada reyezuelo que se topa, debe aflojar una buena cantidad de tela, que es la moneda al uso (de ahi la famosa expresión "soltar la tela", o "es el que corta la tela"). Pero es que es un guiri, imagino que colorado como un cangrejo. Empieza su camino desde Bagamoyo hacia el interior del continente con la muerte de los caballos por la mosca tse-tse, el ataque de las fiebres, la espantosa estación de las lluvias y las batallas campales en las que se mezcla. Escarmentado de la experiencia, debera ingeniarselas para rodear las zonas de conflicto tribal o atravesar el territorio de jefes codiciosos con rapidez y sigilo.

    La caravana avanzaba en 3 grupos, compraba viveres por el camino, y muchos de sus hombres desertaban con sus fardos. Stanley deplora del negro la codicia, y no duda en apalear a su jefe de porteadores o encadenarlos con argollas si es necesario. Recae varias veces enfermo de malaria.

    La narración es fluida, cuenta su asombro ante la belleza del paisaje, la mania de dispararle a todo lo que se menea y como se las tiene con sus hombres cuando le fallan hasta el punto de plantarles el cañon de la escopeta en la cara. Porque él es el jefe, la parte contratante que exige y negocia. Las frases son lapidarias, varias veces supremacistas:

    "... No retroceda delante de estos árabes; recuerde que pertenece a la raza blanca." (pag 72).

    "No podia mirar aquellas banderas sin enorgullecerme (la britanica y la de EEUU), al ver  las dos naciones anglosajonas representadas en aquel mar interior, frente a una naturaleza primitiva y a unos pueblos enteramente salvajes" (Pag 248).


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    Pero asi se las gastaban en aquellos años. Observa como solo alli por donde ya pasaron los esclavistas antes, los nativos los reciben con mucho recelo. Stanley los describe, pero solo se relaciona con los musulmanes hasta que llega al lago Tanganika, en cuyas orillas hay una poblacion, Ujiji, en donde podra decir por fin aquello de "El doctor Livingstone, supongo", mientras esta rodeado solo por negros en miles de kilometros a la redonda. La admiración por él parece sincera, es el unico con quien no se cree superior ni trata con altaneria. Como no hay en esos años aventurero sin su descubrimiento bajo el brazo, se fueron al norte del lago Tanganika en canoa. Estuvieron juntos 4 meses. Cuando Stanley lo encontró, Livingstone estaba viviendo de la caridad de la población, sin medios para viajar y deprimido. La prensa mundial se habia inventado a un heroe misogino, que huia de la civilización, un tipo de explorador formidable dominando a los salvajes, pero el que halla el periodista es un hombre sabio, entrado en años, humilde y agradecido a los africanos, y con ganas de culminar sus proyectos.

    La Sociedad Geográfica Británica no quiso reconocer el auxilio que Stanley le prestó. El 6 de mayo de 1872 Stanley regresa a Bagamayo, frente a Zanzibar, y el libro se diluye al final en una dura diatriba con los engolados exploradores de salón de Londres. Curioso el manejo de la figura de Livingstone por parte de la prensa de la época sin conocerlo de verdad.

   
   El primer vídeo ilustra los hechos contados en el libro, el segundo muestra unos grabados de Stanley.


EN BUSCA DEL DOCTOR LIVINGSTONE, de Henry Stanley. Ed Martnez Roca, 337 pag

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