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viernes, 29 de enero de 2021

EL PERRO ANTROPÓLOGO. EN LA MENTE DE UN PERRO, de Alexandra Horowitz

EL PERRO ANTROPÓLOGO. EN LA MENTE DE UN PERRO, de Alexandra Horowitz


    "En el orgullo que sentimos por los perros no es poco lo que influye el hecho de que nos conozcan y se nos anticipen en lo que pensamos hacer. Quien haya vivido la experiencia de la primera sonrisa del bebé al acercársele sabe la emoción que produce que a uno lo reconozcan. Los perros son antropólogos porque nos estudian y descubren cómo somos. Observan una parte significativa de nuestras interacciones —nuestra atención, nuestra mirada, adónde señalamos—; el resultado no es que puedan leernos la mente, sino que nos reconocen y prevén nuestras acciones. Es lo que hace que el bebé sea humano y es lo que hace que el perro sea también un poco humano."

jueves, 28 de enero de 2021

SUSTANCIAS TÓXICAS DEL KGB. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf

SUSTANCIAS TÓXICAS DEL KGB. EL HOMBRE SIN ROSTRO, de Markus Wolf 



"...yo sabía que, incluso después de la muerte de Stalin, los soviéticos aún tenían un departamento que inventaba modos extraños de matar a los enemigos. Incluso en el ámbito del KGB la existencia de este departamento era un secreto muy bien guardado. Además de asesinar a Stepan Bandera con una bala envenenada, el KGB asesinó al desertor Trajnovij, jefe de la organización de inmigrantes rusos denominada Unión Nacional, en Berlín, mientras intentaba secuestrarlo. Un miembro del KGB fue enviado a los distintos departamentos de inteligencia del bloque oriental, para mostrar artículos como las toxinas nerviosas que no dejaban rastros y los venenos por contacto con la piel, destinados a untar los tiradores de las puertas. Lo único que alguna vez acepté de este individuo fue un saquito de «droga de la los enemigos. Incluso en el ámbito del KGB la existencia de este departamento era un secreto muy bien guardado. Además de asesinar a Stepan Bandera con una bala envenenada, el KGB asesinó al desertor Trajnovij, jefe de la organización de inmigrantes rusos denominada Unión Nacional, en Berlín, mientras intentaba secuestrarlo. Un miembro del KGB fue enviado a los distintos departamentos de inteligencia del bloque oriental, para mostrar artículos como las toxinas nerviosas que no dejaban rastros y los venenos por contacto con la piel, destinados a untar los tiradores de las puertas. Lo único que alguna vez acepté de este individuo fue un saquito de «droga de la verdad» que según él me explicó era «insuperable», esto último dicho con el entusiasmo de un vendedor a domicilio. Durante años estuvo en mi caja fuerte personal. Cierto día, movido por la curiosidad, pedí a nuestro médico, un profesional cuidadosamente instruido, que analizara la sustancia en cuestión. Regresó sacudiendo la cabeza, horrorizado. «Si usa esta droga sin constante supervisión médica, es muy probable que el tipo a quien quiera arrancarle la verdad esté muerto en pocos segundos», dijo. Jamás utilizamos la «droga de la verdad»."

domingo, 24 de enero de 2021

ALEXANDER MARIUS JACOB, RECUERDOS DE UN REBELDE, de Bernard Thomas

 ALEXANDER MARIUS JACOB, RECUERDOS DE UN REBELDE, de Bernard Thomas

POR QUÉ HE ROBADO Y OTROS ESCRITOS, de Alexander M. Jacob

    Es dificil encontrar un ideario consecuente del anarquismo, mas que nada porque es un tipo de literatura enterrada en montañas de otros géneros que, en su mayoria, le hacen la guerra. 

    Hace un tiempo lei los escritos de Jakob, hilvanados cronologicamente a lo largo de una vida llena de experiencias. Son escritos de caracter politico y social para renovar nuestro propio pensamiento, para confrontarlo con nuestro mundo y tal vez, reordenar las prioridades un poquito. Porque, a fin de cuentas, su mundo esta lejos del nuestro, hasta que te das cuenta que, en sustancia, es el mismo.

    Posteriormente he leido el libro de Thomas, con mas detalles biograficos. Digamos que es el personaje que inspiro a Leblanc cuando creo a su mejor personaje literario, Arsene Lupin, del que ahora Netflix tiene una serie de exito. Sin embargo, cuantas mas interpretaciones comerciales se hacen de la persona del anarquista, mas lejos y deformado queda el original: un tipo duro entre los duros, idealista hasta inflarlo a hostias en la carcel, inteligente como para ser de lo mejor en sus "expropiaciones" a gran escala... y buscando por encima de todo un sentido humanista a lo que hace (hasta el punto de reconocer sus errores, cosa que no hace un vulgar criminal), con un sentido de la amistad con frecuencia traicionado.

Algunos datos de estas biografias: el regimen carcelario de la Guayana francesa es un punto menos que salvaje, digno de un estamento de sicopatas y nazis pasados de rosca; la descripcion del ambiente de la Belle Epoque tan literario, antiguo ya y evocador, donde las sociedades civiles tratan de no venirse abajo frente al capitalismo que lo justifica todo con aquel "laissez faire". Y la honrada obligacion de este hombre a evolucionar en sus creencias para dar un sentido a su vida, a sus aciertos y errores, la resistencia ante la injusticia legalmente instaurada, junto a esa flexibilidad para no acabar roto por el sistema carcelario: esa inteligencia, esa obstinación en no morir de cualquier manera, ese ideal al margen de lo que cree injusto y que no es el mismo sino que va cambiando junto a su experiencia adquirida con los años dentro del anarquismo. 

Un anarquismo que no hace falta compartir para tenerlo en cuenta.



UNA TEMPORADA EN TINKER CREEK, de Anne Dillard

UNA TEMPORADA EN TINKER CREEK, de Annie Dillard



"Si el paisaje pone de manifiesto alguna certeza, es que la exageración es la verdadera esencia de la creación."

PICASSO. GUERNICA, de Gijs Van Hensbergen

 PICASSO. GUERNICA, de Gijs Van Hensbergen



"...es obvio que el motivo tiene para Picasso un profundo significado psicológico y autobiográfico que sugiere censura, impotencia y, por último, la amenaza de la muerte creativa. En Naturaleza muerta —una obra maestra del cubismo sintético expuesta en el MOMA en 1925— hay dos brazos, uno de los cuales sujeta un manuscrito que nos recuerda a un senador romano ejecutado, mientras el otro se apoya en una escuadra de arquitecto en un complejo juego entre el espacio interior y el exterior. Se trata, de manera bastante evidente, de una moderna vanitas , que remite con fuerza a la vela apagada de El sueño del caballero , de Antonio de Pereda, expuesto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, o a los ensayos monocromos sobre la mortalidad de Pieter Claesz. Sin embargo, Picasso se replantearía el asunto una y otra vez y permitiría al brazo cortado ocupar el centro de la escena."


lunes, 4 de enero de 2021

SOBRE "UNA MUJER EN BERLÍN". BERLÍN 1961, de Frederick Kempe

SOBRE "UNA MUJER EN BERLÍN". BERLÍN 1961, de Frederick Kempe



"...había narrado meticulosamente la conquista soviética de Berlín durante la fría primavera de 1945, una época en que su vida (como la de miles de otras mujeres y niñas berlinesas) se había convertido en una pesadilla de miedo, hambre y violaciones.

Publicado por primera vez en Alemania en 1959, el libro daba cuenta de una de las mayores atrocidades militares de la historia. Según estimaciones realizadas a partir de los registros hospitalarios, entre 90 000 y 130 000 mujeres berlinesas fueron violadas durante los últimos días de la guerra y los primeros compases de la ocupación soviética. Decenas de millares de mujeres más habían corrido la misma suerte en otras partes de la zona soviética.

Hillers esperaba que el libro despertara el interés de un pueblo que deseaba que el mundo supiera que también ellos habían sido víctimas de la guerra. Sin embargo, los berlineses habían reaccionado bien con hostilidad, bien con silencio. El mundo aún no estaba preparado para empatizar con los males sufridos por el pueblo alemán, que tantos sufrimientos había provocado al mundo. Las berlinesas que habían tenido que soportar aquella humillación tampoco tenían ganas de recordarla. Y para los hombres berlineses resultaba demasiado doloroso tener que admitir su propio fracaso a la hora de proteger a sus mujeres e hijas. Los inicios de 1961 eran una época de complacencia y de amnesia en la Alemania del Este y en el Berlín Este, dominados por los soviéticos, y no parecía que hubiera mucho interés por una historia que ya nadie podía cambiar y que pocos tenían estómago para digerir.

Pero tal vez Hillers no debería haberse sorprendido por la reacción de los alemanes, sobre todo teniendo en cuenta que su propia vergüenza la había llevado a firmar sus memorias Eine Frau in Berlin (Una mujer en Berlín) simplemente como «Anónima». Tan sólo había publicado el libro después de casarse y de trasladarse a la segura Suiza. El libro no había circulado ni había recibido ninguna crítica en la Alemania del Este, y tan sólo un puñado de ejemplares habían entrado en la zona comunista de contrabando, ocultos en maletas llenas de revistas de moda occidentales y otras lecturas más amenas. En el Berlín Oeste, las memorias de esa mujer anónima se vendieron poco y los críticos la acusaron o bien de propaganda anticomunista, o bien de mancillar el honor de las mujeres alemanas, algo de lo que, según sus propias palabras, los soldados soviéticos ya se habían encargado suficientemente.


Una de esas críticas, enterrada en la página 35 del periódico del Berlín Oeste Der Tagesspiegel se titulaba: «UN FLACO FAVOR A LAS MUJERES BERLINESAS / ÉXITO DE VENTAS EN EL EXTRANJERO: UN CASO ESPECIAL FALSEADO». Lo que más irritaba al crítico, que acusaba a la autora de «inmoralidad y poca vergüenza», era el estilo carente de concesiones del libro, que tan bien recoge el cinismo de los meses que siguieron al fin de la guerra. Críticas como la de Der Tagesspiegel llevaron a Hillers a no revelar su identidad y a prohibir posteriores ediciones del libro hasta después de su muerte, que se produjo en 2001, cuando tenía noventa años.

Hillers nunca supo que, tras su muerte, el libro se volvió a publicar y se convirtió en un éxito de ventas en varias lenguas, incluida la edición alemana de 2003. Tampoco tuvo la satisfacción de saber que su historia sería adaptada para la gran pantalla en una gran película alemana de 2008, que se convertiría en una de las preferidas de las feministas de todo el mundo.

En 1961 Hillers estaba más preocupada intentando eludir a los periodistas que pretendían dar con ella a partir de las pocas pistas que ofrecían las páginas de sus memorias. El libro revelaba que era una periodista de treinta años, que había vivido en el barrio de Tempelhof, que había pasado el tiempo suficiente en la Unión Soviética como para hablar algo de ruso y que era una «rubia de cara pálida, que vestía el mismo abrigo durante todo el invierno». Pero esa información no bastó para identificarla.

En todo caso, nada sintetiza tan bien la actitud alemana de la época hacia los ocupantes como el contenido del libro de Hillers y la aversión de los berlineses a leerlo. La relación entre la Alemania del Este y sus ocupantes militares soviéticos, que eran entre 400 000 y 500 000 en 1961, se basaba en una mezcla de lástima y temor, de complacencia y amnesia. La mayoría de alemanes del Este parecían haberse resignado a una cohabitación que se antojaba como permanente. Entre los que no lo habían hecho, muchos habían huido ya como refugiados.
(...)
Hillers se desesperaba ante la estupidez de los líderes nazis, que habían ordenado que las ciudades abandonadas dejaran intactas sus reservas de licor ante el avance de las tropas soviéticas, basándose en la teoría de que los soldados ebrios serían adversarios menos peligrosos. De no ser por la embriaguez de los soviéticos, escribió Hillers, las mujeres berlinesas no habrían sufrido ni la mitad de violaciones a manos de los rusos, que no eran «Casanovas natos» y, por lo tanto, tenían que «ahogar su inhibición en alcohol».

Con su característica energía, Hillers describe una de las muchas veces en que la violaron, y cómo eso la empujó a buscar protección:

El que me empuja es un hombre entrado en años con la barba ya casi cana. Huele a aguardiente y a caballo. […] Ni un sonido. Sólo cuando se desgarra la ropa interior con un crujido, mis dientes rechinan involuntariamente. Eran las últimas bragas intactas.

De pronto siento unos dedos en mi boca, olor pestilente a jaco y a tabaco. Abro los ojos de golpe. Hábilmente, esas manos me tienen inmovilizada la mandíbula abierta. Cara a cara. Entonces, el que está encima de mí deja caer lentamente en mi boca la saliva acumulada en su boca.

Me quedé petrificada. No era asco, sólo frío. La columna vertebral se congela, un vértigo glacial me da vueltas en el cogote. Me siento resbalar y caer, profundamente, a través de las almohadas y de las tablas del suelo. Sumergirse en el suelo…, así que es eso.

De nuevo cara a cara. Los labios extraños se abren, dientes amarillos, un diente incisivo medio roto. Las comisuras de la boca se alzan. De los contornos de los ojos irradian pequeñas arrugas. Sonríe.

Antes de marcharse revuelve entre sus bolsillos en busca de algo. Lo arroja sin decir palabra sobre la mesita de noche. Desplaza a un lado el sillón que atrancaba la puerta, y da un portazo al salir. Lo que deja tras de sí: una cajetilla arrugada con algunos cigarrillos dentro. Mi paga.

Cuando me levanté, mareos, náuseas. Los jirones cayeron a mis pies. Fui tambaleándome por el pasillo camino del baño, pasé al lado de la viuda que sollozaba. Vómitos. La cara verdosa en el espejo, los restos de comida en el lavabo. Me senté en el canto de la tina, no me atrevía a limpiar aquello porque me venían constantemente las arcadas y el agua en el cubo era escasa.

Fue entonces cuando Hillers tomó la decisión: se lavó un poco y salió a la calle en busca de un «lobo», un oficial soviético de alto rango que se convirtiera en su protector. Había concluido que era mejor que la violara un único ruso de forma regular a que lo hicieran una retahíla interminable de soldados. Como millones de alemanes más, Hillers buscaba una forma de encajar en aquella ocupación a la que no podía oponer resistencia.

Tendrían que pasar muchos años antes de que los historiadores intentaran reconstruir todo el terror de aquella época. Entre finales del verano y principios del otoño de 1945, un mínimo de 110 000 mujeres de entre doce y treinta y ocho años habían sido violadas. Un 40 por ciento de las víctimas fueron violadas en múltiples ocasiones. Una de cada cinco de esas víctimas de violación quedaron embarazadas, aproximadamente la mitad dieron a luz y la otra mitad abortaron, a menudo sin anestesia. Miles de mujeres se quitaron la vida para no tener que soportar el oprobio de haber sido violadas o por miedo a ser las siguientes víctimas. Un 5 por ciento de todos los nacimientos registrados en Berlín durante el año siguiente fueron Russenbabys; en toda Alemania, el total fue de entre 150 000 y 200 000."