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jueves, 26 de diciembre de 2019

EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

    "Me gustaría decirle que soy un hombre que no da la belleza ni la soledad por perdidas, pero a veces cuando se intenta explicar ciertas cosas, solo se consigue que parezcan algo ridículas..."

lunes, 23 de diciembre de 2019

TRES TIPOS DE ALEMANES. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe

TRES TIPOS DE ALEMANES. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe 

Resultado de imagen de berlin    "Adenauer afirmaba que Alemania, como la antigua Galia, era un país dividido en tres partes en función de las preferencias alcohólicas de sus habitantes. Él denominaba Prusia a la Alemania de los bebedores de aguardiente; Baviera a la de los bebedores de cerveza, y Renania a la de los bebedores de vino. De esos tres tipos de alemán, Adenauer consideraba que sólo los bebedores de vino eran lo bastante sobrios como para dirigir a los demás."

domingo, 22 de diciembre de 2019

EL ENCUENTRO CON LA NATURALEZA. EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

EL ENCUENTRO CON LA NATURALEZA. EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa 

    "Me siento bien al pisar después de tanto tiempo fuera del asfalto y me tranquiliza oír los leves crujidos de las hojas secas y los pequeños trozos de ramas al romperse bajo mis botas, sonidos cálidos, con aromas del bosque que nada tienen que ver con el del hielo muy fino al resquebrajarse. No se trata de fetichismo por el cielo abierto, sino de la felicidad de volver a los viejos caminos, a las sendas tantas veces recorridas.

    Asciendo tras el pequeño grupo manteniendo el ritmo vivo con el que tanto me gusta caminar. El fondo del valle va desapareciendo a medida que nuestros pasos nos hacen ganar altura.

    Disfruto, me esfuerzo, sudo. Miro a mi alrededor y lo que veo es una gran extensión hermosa y caótica, un paisaje escarpado sin ondulaciones ni concesiones, con grandes moles, tan pedregosas en su aspecto que podrían ser de marfil y a las que justamente comienza a iluminar la luz. Por todas partes, mire donde mire, las sombras retroceden y se dispersan a la espera de que vuelva la noche.

    Mientras tanto,  el sol hace que todo despierte y recobre sus formas. Que se llene de vida y parezca tener movimiento...

    Que abandone la negrura en la que estaba sumido apenas unas horas antes.

    Que la oscuridad sepa que tendrá que rendirse y dar, un amanecer más, la partida por pérdida.

    Se adivina un día claro que ahora parece encerrar cientos de promesas."
LA MUERTE DEL HERMANO. MAN IN BLACK, de Johnny Cash

Resultado de imagen de Johnny Cash    "Más allá del algodonal había un pequeño pantano y justo en medio de aquel pantano se alzaba el ciprés más alto que había en varios kilómetros a la redonda. Se alzaba en la más completa soledad, tal y como debía aprender a hacer yo a partir de entonces. El árbol estaba muerto pero el tronco seguía erguido, fuerte y alto. A su alrededor estaban brotando un montón de pequeños cipreses. En lo más alto del árbol las ramas viejas estaban rotas, retorcidas y destrozadas a causa de alguna pasada tormenta de verano. Jack y yo trepabamos a menudo por aquellas ramas para balancearnos en las enredaderas que colgaban de ellas.

    Algún día el viejo ciprés se derrumbará. Yo me alegraré. Jamás he vuelto a aquel lugar. Pero seguro que será una caída prolongada, y los nuevos y pequeños brotes tendrán a su vez un prolongado crecimiento. Del mismo modo que mi pena tardará aún mucho en desvanecerse"

sábado, 21 de diciembre de 2019

EL CARTEL DE LOS ZETAS. HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

EL CARTEL DE LOS ZETAS. HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes 

Resultado de imagen de EL CARTEL DE LOS ZETAS    "Al ser una organización con operaciones tan extendidas territorialmente por el curso de los trasiegos terrestres de cocaína, desde Guatemala hasta la frontera tamaulipeca, Los Zetas aprovecharon sus capacidades militares para someter a cuanto grupo criminal había en las entidades donde operaba el cártel del Golfo. El modo de operación era más o menos el siguiente: en cualquier ciudad grande o pequeña de las diversas rutas de trasiego —Villahermosa, Macuspana, Coatzacoalcos, Veracruz, Poza Rica, Tampico, etcétera— identificaban a las bandas de robacoches, de secuestradores, de ladrones de de robo de hidrocarburos, de traficantes de indocumentados centroamericanos, de narcomenudistas y les fijaban un impuesto o el cobro de piso por dejarlos trabajar a cambio de protección; si se rehusaban mataban al líder o a sus guardaespaldas (su superioridad en armamento y en experiencia era muy evidente) y al día siguiente tenían sometido al grupo. Además, los obligaban a abrir nuevas líneas de negocio: el narcomenudeo pero ya controlado por ellos, la extorsión a los pequeños negocios comenzando por los giros negros (bares, cantinas, prostíbulos, table dance) y siguiendo después con farmacias, fondas y restaurantes; gasolineras, hoteles, talleres mecánicos, etcétera. Parte de las ganancias de esas nuevas actividades eran para ellos. Para que el modelo funcionara nombraban un jefe de plaza de Los Zetas que se convertía en el zar de todo el crimen de la ciudad y varias unidades militares, llamadas “estacas”, que vigilaban al resto de bandas de delincuentes y las sometían si no pagaban su derecho de piso. Un contador completaba el equipo de trabajo.
    Además, compraban a la policía municipal entera para que no estorbara sus operaciones, protegiera a quienes trabajaban bajo la tutela de Los Zetas, hostigara a quienes no lo hacían y aportaran información sobre los operativos de las autoridades federales (Policía Judicial Federal o ejército). En otras palabras, implantaron un modelo nuevo: sin dejar de operar el tráfico de drogas se dedicaron a quitarle una parte de los ingresos y del patrimonio a los ciudadanos, potenciando las capacidades de la delincuencia ya existente, al mismo tiempo que anulaban a las policías y en muchas ocasiones las sumaban a las actividades criminales. Crimen fuerte, Estado anulado y débil en sus instituciones responsables de la seguridad y justicia, y la sociedad totalmente indefensa. El infierno. Porque conforme pasaron los años y el cártel del Golfo y Los Zetas fueron ampliando su presencia, lo que construyeron fue una enorme federación criminal de alcance casi nacional, pues por medio de la red de líderes y sicarios que dejaban en las plazas de decenas de ciudades de 16 estados de la república (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Guanajuato, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Chiapas), controlaban cientos de bandas delincuenciales de extorsionadores, secuestradores, ladrones de todo tipo, de tráfico de personas y trata de mujeres, redes de narcomenudeo. Un verdadero imperio del crimen creado mediante el terror y la violencia para someter a cuanto delincuente pudiera ser extorsionado. Un crimen de segundo piso. El mismo nombre de la organización daba cuenta de ese nuevo modelo operativo: ya no se le denominaba el Golfo, sino en todos lados se le comenzó a llamar Golfo-Zetas, cosa que no ocurrió con las otras organizaciones.
(...)
    ¿Por qué Los Zetas desarrollaron este modelo de crimen depredador de los ingresos de la sociedad? La hipótesis que me parece más aceptable es que en un principio Osiel Cárdenas, líder del Golfo, no tenía con qué o no quería financiar un aparato militar tan grande y les permitió buscar sus propias fuentes de financiamiento. Los Zetas comenzaron siendo asalariados. En el libro de Ravelo se afirma que a los kaibiles guatemaltecos los contrataron por seis mil pesos mensuales con la posibilidad de incrementos al poco tiempo. No se sabe cuánto le pagaba Osiel al Z-1 y al resto de sus compañeros. Por los testimonios de otros soldados que llegaron a ser guardaespaldas de importantes capos, se sabe que les pagaban el doble (entre 25 mil y 30 mil pesos) de lo que ganaban en el ejército, sueldo que para comenzar les debe haber parecido muy bueno. Sin embargo, al pasar el tiempo e incrementarse la relevancia de las tareas desempeñadas y la dependencia que tenía toda la organización del Golfo de la fuerza y la violencia de su ejército privado, es muy probable que los líderes de Los Zetas ya no quisieran ser asalariados sino socios de Osiel. Tenían con qué negociar. Y por lo que han hecho desde entonces Los Zetas es razonable deducir que los jefes del Golfo les dieron manos libres para hacer su propia empresa criminal sin entrar de lleno, quizá sólo marginalmente, al negocio del trasiego de droga a Estados Unidos que, definitivamente, era mucho más rentable que las extorsiones y el secuestro.

    De ser cierta esta hipótesis, ello podría explicar la diversificación criminal que desarrollaron Los Zetas y, además, la audacia y voracidad con que lo hicieron por todo el país sería el método para compensar el desequilibrio respecto a los ingresos que dejaba el narcotráfico."

miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL CONTRABANDO INGLES DE OPIO EN EL SIGLO XIX. LA HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

EL CONTRABANDO INGLES DE OPIO EN EL SIGLO XIX. LA HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

    "Sucedió en el siglo XIX cuando el emperador chino Qing vedó el opio en su país.
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    La prohibición creó a los primeros contrabandistas en forma de amables y elegantes caballeros fumadores de pipa del Imperio Británico. Viendo una oportunidad de oro, los mercaderes ingleses de la East India Company contrabandearon miles de toneladas de opio de la India y las introdujeron en la tierra del dragón [China]. Cuando los soldados del emperador Qing tomaron por asalto los barcos británicos, los galeones de guerra de la reina Victoria hicieron llover balas de cañón sobre las costas chinas. Si la East India Company fue el primer cártel de las drogas, entonces la Armada Británica fue la primera banda que operó como la ejecutora violenta del cártel inglés. Después de las dos Guerras del Opio, la compañía inglesa se ganó en 1860 el derecho de traficar opio. Los chinos continuaron fumando y se llevaron la amapola con ellos en su diáspora por el mundo entero.

    México no sería la excepción, pues los emigrantes chinos llegarían a Sinaloa en las últimas décadas del siglo XIX."

jueves, 12 de diciembre de 2019

LAS PRESAS EMBRUTECIDAS. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon

LAS PRESAS EMBRUTECIDAS. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon 

Resultado de imagen de MUJERES EN CAMPO DE EXTERMINIO    "...Le llega la vez a Jenny. Se arma un lío ya desde los primeros compases y sigue tocando de cualquier manera. Lo ha olvidado todo. Está sofocada y, a pesar del frío, le brotan gruesas gotas de sudor. Alma renuncia a dirigir los maullidos gatunos producidos por el arco de Jenny, puesto que no siguen ningún compás, pero no le quita los ojos de encima y su mirada refleja tal ironía que Jenny la acusa como si de una bofetada se tratara. Por fin detiene el suplicio con un gesto seco de su batuta. Jenny llora avergonzada mientras que las demás, olvidándonos del lugar y del momento, reímos hasta saltarnos las lágrimas; inducidas por nuestras carcajadas, las mujeres del bloque empiezan a reírse. Nos sentimos incapaces de dominarnos, a pesar de que ninguna ignora que la falta de Jenny es tan grave que podría costarle la vida.

    Cuando ya no me dominan a mí, esas carcajadas histéricas e incoercibles me preocupan mucho. En cuanto cesan, quedamos físicamente agotadas y profundamente indiferentes; se diría que en cierto modo nos han apartado del ambiente en que estamos, que nos han insensibilizado.

    Recogemos nuestro material y abandonamos el Revier, al igual que hacen los empleados al terminar su trabajo. Después de marcharnos nosotras, a cien o doscientas de las mujeres que nos han escuchado, tal vez a más, las dirigirán hacia los crematorios. ¿Nos hemos ya embrutecido del todo? ¿Cómo puede explicarse nuestra indiferencia?..."

ESCAPAR DE BERLÍN ESTE. BERLIN, 1961, de Frederick Kempe

ESCAPAR DE BERLÍN ESTE. BERLIN, 1961, de Frederick Kempe 

Resultado de imagen de formas de escapar del muro de berlin    "Schorr intentó explicar a sus oyentes estadounidenses por qué el Ejército de EEUU contemplaba pasivamente cómo los comunistas convertían un metafórico telón de acero en una realidad física de hormigón y mortero. «Posiblemente estaríamos dispuestos a ir a la guerra para defender nuestro derecho a permanecer en Berlín», dijo, «pero ¿podemos ir a la guerra para defender el derecho de los alemanes del Este a salir de su país?»

    Los equipos de construcción habían empezado a trabajar también en Potsdamer Platz, iluminados por unos potentes focos que les permitían mantenerse activos veinticuatro horas al día. Sin embargo, la Bernauer Strasse se convertiría en el centro y el símbolo de la intención de Ulbricht de lograr que la división de Berlín fuera tan permanente como impermeable.

    Un golpe de suerte durante la planificación de preguerra había colocado la Bernauer Strasse en la línea que dividía el barrio de Mitte, en la zona soviética, del de Wedding, en el sector francés. Hasta 1938, la línea de demarcación pasaba por el centro de la Bernauer Strasse, una calle de adoquines de un kilómetro de largo, pero aquel año los barrenderos del barrio de Wedding habían protestado. Para facilitar su tarea, las autoridades del Tercer Reich en Berlín habían decidido expandir el territorio de Wedding hasta el límite de los edificios de cuatro plantas situados en la parte este, de modo que los barrenderos pudieran disponer de toda la vía pública.

Resultado de imagen de formas de escapar del muro de berlin    A consecuencia de ello, la división de Berlín durante la guerra fría había dejado los bloques de la acera norte en Berlín Oeste y los de la acera sur en Berlín Este. Así pues, durante los primeros días después del 13 de agosto, los residentes de aquella zona de Berlín Este pudieron huir al Oeste (en función de la ubicación de sus pisos dentro de los edificios) o bien saliendo simplemente por la puerta del edificio, o utilizando una cuerda o una sábana para descender a la calle a través de una ventana abierta.

    Como muchos de los soldados destinados a Berlín Este para la Operación Rosa, Hans Conrad Schumann, de diecinueve años, había nacido en la Sajonia rural, donde su padre criaba ovejas en el pueblo de Leutewitz. Las autoridades sabían por experiencia que, con aquellas raíces, el joven Schumann tenía menos posibilidades de actuar de forma políticamente susceptible. Sin embargo, aquel 15 de agosto, mientras patrullaba por el lado correspondiente a la Alemania del Este de la fronterera Bernauer Strasse, Schumann no logró ver la amenaza para su patria socialista que le habían ordenado combatir. Lo único que vio fue un grupo de manifestantes justificadamente airados que agitaban sus puños y le gritaban que era un cerdo, un traidor o (lo que resultaba aún más ofensivo teniendo en cuenta el pasado alemán) un guardia de campo de concentración.

    Para Schumann había sido una experiencia confusa, pues había experimentado una simpatía mayor hacia la multitud que hacia los soldados que pretendían dispersarla utilizando latas de humo y cañones de agua. Fue en aquel momento cuando Schumann empezó a planear su propia huida. Teniendo en cuenta el ritmo al que trabajaban los obreros, pensó Schumann, harían falta pocos días para que la alambrada de púas que aún separaba las dos aceras de la Bernauer Strasse se viera reemplazada por un muro de hormigón. En cuestión de semanas, todo Berlín Este quedaría rodeado y, con ello, su posibilidad de huir se habría desvanecido.

    Mientras imaginaba su huida, Schumann pisó con la punta del pie la alambrada de púas para comprobar en qué medida cedía a la presión.

    «Oye, ¿qué haces?», le preguntó un colega.

    Aunque el corazón le iba a cien por hora, Schumann respondió con voz tranquila:
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    «El alambre ha empezado ya a oxidarse», dijo. Y era cierto.

    Un joven fotógrafo observaba a Schumann desde unos metros de distancia, en Berlín Oeste. Peter Leibing, que trabajaba para la agencia Conti-Press, de Hamburgo, había acudido rápidamente a Berlín para capturar aquel momento histórico crucial. Las imágenes eran poderosas: soldados de la Alemania del Este armados con metralletas, mujeres llorando, caras furiosas y tristes, todo ello enmarcado por las alambradas de púas. Cuando Leibing llegó al epicentro del drama, la Bernauer Strasse, se unió a una multitud de berlineses del Oeste que ya se habían congregado en aquel punto para presenciar la construcción del muro. En una esquina de la Ruppinerstrasse, en el Oeste, Leibing observó a través de su lente a Conrad Schumann, que fumaba un cigarrillo apoyado en un edificio del lado Este. Algunos de los presentes le contaron a Leibing que Schumann se había aproximado varias veces a la alambrada, y que en cada ocasión la había chafado un poco con el pie, como si deseara comprobar hasta qué punto cedía a la presión.

    Cuanto mayor fuera el número de espectadores, se dijo Schumann, más probabilidades tenía de huir, pues sus colegas se lo pensarían dos veces antes de dispararle mientras huía. Schumann le gritó a un joven berlinés del Oeste que se había acercado demasiado a la frontera que retrocediera, pero a continuación, y en voz baja, había añadido: «Ich werde springen» (Voy a saltar).

    El joven se marchó corriendo y al poco tiempo una furgoneta de la policía de Berlín Oeste se aproximó tanto como pudo a la línea de demarcación sin atraer la atención de otros soldados de la Alemania del Este. Leibing enfocó el punto de la alambrada que Schumann había estado tanteando; le pareció irónico que fuera a utilizar una cámara Exakta, de la Alemania del Este, para sacar aquella fotografía. Cuanto más esperaba, más le parecía a Leibing que Schumann había perdido el valor o que no había tenido intención de saltar en ningún momento.

    Sobre las cuatro de la tarde, Schumann vio como sus dos colegas desaparecían tras la esquina y se perdían de vista. Entonces arrojó el cigarrillo, esprintó y saltó por encima del rollo de alambre de púas, apoyándose con la bota lo justo para darse impulso sin hundirse. A medio salto, agarró la metralleta Kalashnikov con la mano derecha mientras extendía el brazo izquierdo para mantener el equilibrio. La multitud que lo ovacionaba tuvo la sensación de que estaba desplegando las alas, como si fuera a salir volando. Su casco de acero se mantuvo inmóvil sobre su cabeza, al tiempo que Schumann encogía el cuello. Como si de un saltador de vallas experimentado se tratara, aterrizó sobre el pie izquierdo y, sin dejar de correr, entró a través de la puerta abierta de la furgoneta policial, una Opel Blitz, que lo estaba esperando.

    Su experiencia fotografiando saltos de caballos en Hamburgo le permitió a Leibing tomar una instantánea que capturó a la perfección el momento en el que el soldado saltaba el obstáculo. Su disparador manual tan sólo le permitía tomar una foto, pero eso le bastó para conseguir una imagen icónica.

    «Bienvenido a Occidente, joven», le dijo el agente de la policía de Berlín Oeste a un Schumann tembloroso y silencioso, que se hundió en el asiento de la furgoneta.[*] Entonces, la puerta se cerró de golpe y el vehículo se alejó a gran velocidad. Fue un breve triunfo.

    Al cabo de una semana, Ulbricht estaba ya tan seguro de que Kennedy no iba a intervenir que el 22 de agosto empezó a ampliar la construcción del muro a otros puntos. Aunque el 13 de agosto pasaría a la historia como la fecha de construcción del Muro de Berlín, lo cierto es que éste fue creciendo gradualmente a lo largo de los siguientes días, cuando los comunistas estuvieron seguros de que no iban a hallar resistencia.

    [*] Más tarde, Schumann se instaló en Baviera, en la Alemania Federal, donde conoció a su mujer. Tras la caída del Muro de Berlín declaró: «Sólo me he sentido verdaderamente libre desde el 9 de noviembre de 1989 [fecha de la caída del Muro]». Sin embargo, experimentó tensiones con antiguos colegas y familiares de Sajonia; el 20 de junio de 1998, aquejado de depresión, se suicidó ahorcado de un árbol. 

lunes, 9 de diciembre de 2019

BAHÍA DE COCHINOS, CUBA. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe

BAHÍA DE COCHINOS, CUBA. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe 

    "Jackie bailó con los senadores. El presidente cotilleó con los asistentes, propulsado por unos índices de popularidad que superaban aún el 70 por ciento.
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    A las 23.45, el presidente abandonó a sus invitados para incorporarse a una reunión que supondría la última oportunidad de evitar el fracaso de la misión en Cuba. Era una escena propia de Hollywood: el presidente y los miembros de su gabinete vestidos con corbatín blanco discutiendo planes de batalla con los miembros del alto mando militar, vestidos con sus mejores galas y con la pechera llena de condecoraciones. Mientras tanto, en Cuba, los hombres que habían enviado a la batalla morían como moscas. Aunque Kennedy se había negado a emplear soldados o aviones estadounidenses en la operación, en un intento por mantenerse en una posición que le permitiera negarlo todo, lo cierto era que sus huellas eran visibles en toda la operación, que se encaminaba ya hacia el desastre absoluto.

    La mayor parte de los altos cargos militares ocupaban ya su puesto cuando, en enero de 1960, Eisenhower había aprobado el plan para derrocar a Castro. Allen Dulles, director de la CIA desde la presidencia de Eisenhower, de sesenta y ocho años y a quien Kennedy había decidido conservar, supervisaba la operación. Dulles había trazado las directrices del plan de asalto, basado en el golpe de estado que en 1954 había logrado derrocar al gobierno de izquierdas de Guatemala utilizando a 150 exiliados y pilotos estadounidenses al mando de un puñado de cazas de la Segunda Guerra Mundial. Los miembros de la CIA involucrados en la operación de Guatemala habían colaborado también en el nuevo plan cubano.

    La figura más importante de la reunión era Richard Bissell, el tipo de personaje intelectual, hermético y con clase que encajaba con la fascinación de los hermanos Kennedy por el mundo de los espías. El antiguo profesor de economía de Yale, un hombre alto y encorvado, era el director de planificación de la CIA y responsable directo de la operación de Cuba. Sofisticado y crítico consigo mismo, el hombre había hecho reír a Kennedy cuando, en su primer encuentro durante una cena organizada por el nuevo presidente para los miembros de la CIA en el Alibi Club, se había descrito a sí mismo como un «tiburón devorador de hombres».

    Ahora que trabajaban para Kennedy, Dulles y Bissell habían dado los toques finales al plan de desembarco anfibio de unos 1400 soldados exiliados. La idea era que el éxito de las tropas de asalto provocara una rebelión entre los anticastristas, que los servicios de inteligencia estadounidenses estimaban en un 25 por ciento de la población, espoleados por 2500 miembros de organizaciones de resistencia y sus 20 000 simpatizantes.

    Kennedy nunca había discutido los números de la operación, pero había ordenado una serie de cambios que habían reducido sus opciones de éxito. Había modificado el lugar del desembarco, originalmente previsto en Trinidad, ciudad cubana situada en el centro de la costa sur, por Bahía Cochinos, con el argumento de que la nueva ubicación permitiría un desembarco nocturno, menos espectacular y con menos probabilidades de hallar oposición. Kennedy había insistido en que no podía haber apoyo aéreo ni de ningún otro tipo que pudiera vincularse directamente a EEUU y había reducido el contingente encargado de llevar a cabo el ataque aéreo inicial de dieciséis a ocho aviones, una vez más, para «minimizar la magnitud de la invasión». Berlín había influido en los cálculos del presidente: Kennedy no quería ofrecerle a Jrushchov ningún pretexto para emprender acciones militares en la ciudad dividida con un apoyo demasiado explícito a la invasión cubana.

    Los cambios de última hora que Kennedy había introducido en la operación habían obligado a tomar una serie de decisiones precipitadas que se habían traducido en descuidos. Así, por ejemplo, nadie había considerado la posibilidad de que en Bahía Cochinos pudiera haber un traicionero arrecife de coral; nadie había pensado en buscar nuevas rutas a través de las montañas por las que los insurgentes pudieran huir si las cosas se ponían feas. Por otro lado, se habían producido numerosas filtraciones. El 10 de enero, el New York Times había publicado un titular de tres columnas en la primera página: EEUU ENTRENA A UN CONTINGENTE ANTICASTRISTA EN UNA BASE AÉREA SECRETA EN GUATEMALA. Entonces, unas horas antes de la invasión, Kennedy había tenido que intervenir a través de Arthur Schlesinger para evitar que la revista New Republic publicara un extenso y detallado artículo sobre los planes de la invasión cubana.

    «Castro no necesita agentes secretos en Estados Unidos», se había quejado Kennedy. «Lo único que tiene que hacer es leer los periódicos.»"

lunes, 2 de diciembre de 2019

LA LIBERACIÓN PARA LOS ESCLAVOS POLACOS DEL TERCER REICH. EL VIAJE, de Ida Fink

LA LIBERACIÓN PARA LOS ESCLAVOS POLACOS DEL TERCER REICH. EL VIAJE, de Ida Fink 


    "El ejército llegó de noche, una cocina castrense humeaba en el patio delante de la herrería, aparcaban coches camuflados bajo los castaños. Dos militares han sacado a Serguei de la jardinería y lo han enviado fuera del pueblo: vi cómo lo llevaban, con el rostro blanco, sin gota de sangre. Al parecer, había dicho algo. Nadie volvió a verlo. Unos días después el ejército abandonó el pueblo. 

—Nosotros somos gente sencilla, honrada —repetía Hermina—, no hemos hecho daño a nadie, no tenemos miedo… No se vengarán de inocentes. Sie werden uns doch nicht verhungern lassen …
 Alguna que otra vez ha ordeñado sola las vacas.
    Cayeron algunas bombas sobre el camino, los campos, una piedra arrebatada por la fuerza de la explosión atravesó el tejado de la casa del panadero, arrancó tejas aquí y allá. Eso fue todo.
    Esa noche, que resultaría ser la última, Bárbara se quedó conmigo. El frente se situaba a pocos kilómetros, los franceses ya estaban en Waldbach.
    Acalló el tiroteo al alba, cesaron las explosiones, reinó el silencio. Salimos del sótano y nos dirigimos a la parte delantera de la casa. El amanecer era gris, olía a tierra fresca. Llegaba desde el bosque un leve murmullo. Un enorme avión surgió entre los árboles y voló por el cielo pálido con vuelo raso, lento y silencioso. Dibujó un círculo sobre los prados, desapareció tras el bosque y volvió a rondarnos.
—Ya está… —le dije a Bárbara y con la garganta atenazada seguí ese vuelo quedo, silencioso.
    Hasta la llegada de los dos coches blindados ya mencionados pasarían aún unas horas. Vendrían a las diez de la mañana.
    Es el primer domingo de abril, un día precioso, soleado. Los coches blindados bajan lentamente desde el pueblo de arriba hasta el de abajo; cuelga del tejado de Gottfried una sábana blanca; espero inmóvil. En ese momento pasan dos coches sobre el vacío camino comarcal. No siento nada, sólo mi garganta se halla atenazada, duele.
    Sólo cuando los coches pasen a mi lado, sólo entonces estallará mi alegría. Pero todavía tengo miedo a gritar la verdad. Exclamaré «Vive la France, nous somme polonais» y los coches blindados, sin detenerse, seguirán, desaparecerán tras la curva del camino que se introduce en el bosque.
    No aparecería nadie más hasta la noche. Ha desaparecido la sábana del tejado de Gottfried, el pueblo se mostraba igual, pudiera pensarse que nada había cambiado.
    Estaba ya oscuro cuando  arribó un tanque y se detuvo bajo los tilos para pasar la noche.
    Al avistarlo desde la ventana de su cuarto, Bárbara arrancó una rama de jazmín en flor y se la llevó a los soldados franceses. Nos fuimos al día siguiente, por la mañana muy temprano.
    Hermina miraba estupefacta la caja de margarina atada con la cuerda de amarrar el trigo: en ella se hallaban todas mis pertenencias. Bajo el brazo, apretaba el bolso con mi ausweis y la media herradura. «¿Cómo… te vas? ¿Precisamente ahora cuando hay tanto trabajo en el campo?» No comprendía. ¿Estaba mal con ellos? Creía que me quedaría hasta la cosecha… El panadero permaneció callado, lleno de rabia.
    Bárbara esperaba debajo de los tilos, ella también con una enorme caja bajo el brazo. Salimos a la carretera principal que nos conducía hacia la ciudad, recorrida ya por multitudes de extranjeros y exclamaciones de gozo y cantos en diversas lenguas."

viernes, 29 de noviembre de 2019

EL SAQUEO DEL ESTADO. EL ESTABLISHMENT, de Owen Jones

EL SAQUEO DEL ESTADO. EL ESTABLISHMENT, de Owen Jones

    "La venta a precio de saldo de los recursos públicos no busca mejorar los servicios, ni tampoco obtener una mayor eficiencia ni una mejor relación calidad-precio. Se ha convertido en un simple dogma del Establishment, y se considera un fin en sí mismo, provisto de una lógica propia. Cuando son las empresas privadas las que gestionan los servicios, y no los gobiernos electos, se pierde compromiso democrático y las condiciones de trabajo de los empleados se vienen invariablemente abajo. Tal como concluyó un estudio realizado en toda Europa, «la liberalización y la privatización de los servicios públicos tienen unos efectos mayoritariamente negativos en el empleo y en las condiciones de trabajo». Los contratistas obsesionados con los beneficios lo han recortado todo hasta el mismo hueso. Sin embargo, la venta de recursos públicos es un negocio provechoso, cuando menos, donde se ofrecen miles de millones de libras de dinero público para quien los quiera. Se trata de una forma de estatalismo, donde el Estado llena las cuentas bancadas de los accionistas privados. Y así queda expuesta la naturaleza del capitalismo moderno: un chanchullo financiado públicamente, donde los verdaderos «gorrones» no están en el escalafón más bajo de la sociedad, sino en lo más alto. Y los grandes saldos de recursos públicos han llegado incluso a una institución que antaño el conservador ministro de Economía Nigel Lawson definió como «lo más parecido que tenemos los ingleses a una religión»: el NHS, el sistema de sanidad pública."

jueves, 28 de noviembre de 2019

LA LIBERACIÓN. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon

LA LIBERACIÓN. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon

Resultado de imagen de FANIA FENELON, Tregua para la orquesta, Auschwitz,    "Lo que sucede: los soldados detienen a los SS, los alinean contra los muros. Ese momento que tanto habíamos deseado, cuyo pensamiento nos colmaba de alegría, ha llegado, lo vivimos.

    Los deportados salen de todos los barracones. Los hombres, de los que habíamos estado separadas tanto tiempo, vienen hacia nosotras y se busca a los que se conoce: un padre, un hermano, un tío, un primo, un marido, se le busca…

    Me encuentro en un edificio limpio, el de los SS Me rodea una muchedumbre caqui. ¡Dios mío, qué bien huelen! ¡Qué perfume tan suave tiene el sudor de estos hombres!

    Es la infantería que nos ha liberado y empiezan a llegar los elementos motorizados. Por la ventana veo entrar en nuestro campo el primer jeep. Un oficial holandés, salta del coche aún en marcha; mira ante él, a su alrededor… y echa a correr como un loco con los brazos abiertos gritando: «¡Margrett! ¡Margrett!» y hasta él llega una mujer tambaleándose. Los jirones de su traje rayado flotan como trapos clavados a un asta: es su mujer. Murió tres cuartos de hora después, en un estado de degradación y suciedad inenarrables. Ahora la abraza, estrecha contra él aquel resto de vida que le sonríe.

    Me tienden un micro…

    Se produjo el milagro: cuando sólo el respirar me consumía y mi corazón economizaba sus latidos y la vida me abandonaba, me incorporo; un estallido de júbilo me enardece y vuelvo a cantar La Marsellesa. Esta vez surge de mí con una violencia, una fuerza, como no había poseído nunca y que, sin duda, jamás volvería a tener.

    Con una voz dulce que no le conocía, Florette balbucea:

—Fania, has cantado de una manera que… Esta Marsellesa era… —Y temblaba, temblaba de los pies a la cabeza—. ¡Jamás la olvidaré! ¡Ah… además, me has hecho llorar… déjame que te abrace!

    Emocionado, un oficial belga hunde la mano en el bolsillo de su uniforme y me ofrece… un pintalabios. ¡Qué regalo tan maravilloso! No logro imaginarme nada más bello que este viejo lápiz de labios usado en sus tres cuartas partes que procede no sé de dónde ni de quién. Tal vez de su mujer, su novia, una prostituta…


    El que lleva el micro insiste:

—Si me hace el favor, señorita, es para la BBC.

    «Señorita», «la BBC», la vida vuelve a empezar.

    Canto el God save the King y las lágrimas brotan de los ojos de estos militares, se deslizan por sus caras sudorosas, trazan regueros en sus mejillas sucias por la guerra.

    Canto L’Internationale y los deportados rusos la corean.

    Canto… y delante de mí, a mi alrededor, surgiendo de todos los ámbitos del campo, caminan, sosteniéndose en las paredes de los barracones, sombras moribundas, esqueletos que se mueven, se levantan, crecen, se agrandan. De su pecho brota un enorme «Hurra» que confluye, arrastra y se lo lleva todo. Han vuelto a ser hombres y mujeres.

    Meses después supe que aquel día y a esa hora, en Londres, mi prima se desmayó ante su aparato de radio al oírme cantar, a la vez que se enteraba de que yo había sido deportada y acababan de liberarme."

miércoles, 27 de noviembre de 2019

LOS CONCIERTOS EN CÁRCELES DE JOHNNY CASH. MAN IN BLACK, de Johnny Cash

LOS CONCIERTOS EN CÁRCELES DE JOHNNY CASH. MAN IN BLACK, de Johnny Cash

Resultado de imagen de folsom prison johnny cash    "Hice mi primer concierto en una prisión a finales de los años 50. Fue en Huntsville, la Prisión Estatal de Texas, en 1957. En años posteriores Carl y yo actuaríamos en muchas presiones, junto a los Statler Brothers y la Carter Family. Siempre sentí que era una manera de devolverle al pueblo americano algo de lo mucho que nos había dado.

    Además, al hacer un concierto en una prisión, les estábamos haciendo saber a los reclusos que más allá de los muros de la cárcel, ahí fuera, en el mundo libre, aún había alguien que se preocupaba por ellos, como seres humanos. Con la idea de conseguir una tierra y unas calles con menos crímenes como principal objetivo, quizás -pensábamos-, cuando aquellos hombres saliesen en libertad condicional y se incorporasen a la corriente principal de la sociedad, habría menos hostilidad entre ambas partes si se les hacía saber que alguien se había estado preocupando por ellos.

Resultado de imagen de folsom prison johnny cash    Hicimos entre 35 y 40 conciertos en prisiones y una breve carta que recibí de un preso de la Penitenciaría del Estado de Nevada me hizo comprender que verdaderamente merecía la pena todo el tiempo, el coste y las innumerables dificultades de hasta la última de aquellas actuaciones. Aquel día en Nevada me dirigí a los recursos para decirles: 'Por si no sabéis porque estamos aquí quiero dejaros claro que estamos aquí por varias razones. En primer lugar porque vosotros nos habéis pedido que viniesemos. En segundo lugar porque nos encanta escuchar los aplausos que recibimos en las prisiones. Y, por último, estoy aquí porque me considero cristiano'.
    La carta del preso decía: 'Estimado Johnny, ahora se a que se refería Jesús cuando dijo que había sido enviado a los cautivos, porque hoy le he visto en ti'.

    Los aplausos y la apasionada respuesta de los recursos eran la única manera en que se les permitía desahogarse. Pegaban patadas en el suelo, golpeaban las mesas, chillaban, silbaban, aplaudían y hacían todo el ruido que podían, porque estaba dentro de los límites de lo 'permitido'. Siempre pensé que sería emocionante poder grabar toda aquella excitación en un disco."
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martes, 26 de noviembre de 2019

EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos

EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos 


Resultado de imagen de españa 1940"Frente a las bayonetas, ¿qué puede hacer la inteligencia? No somos dioses, ni genios, sino simplemente muchachos y muchachas plenos de actividad y de entusiasmo. Creíamos en la libertad y en el poder de la palabra para contribuir al advenimiento de un mundo mejor. Muchos de los nuestros han muerto ya en los calabozos, por una Gestapo cualquiera, después de atroces sufrimientos. Se les torturó para hacerles confesar. ¿Qué? No teníamos armas. Nos lanzamos adelante con palabras y con la pluma. Ahora pienso en Elvira. Sé que la suerte de Marisa y de Gloria fue peor. Marisa, que era fea, fue violada lo mismo que Gloria, que era guapa. Y luego las fusilaron con toda su vergüenza, sin volver a ver el día, sin divisar la aurora, en el curso mismo de aquella noche sin sábanas, de aquella noche de duras mantas raídas y rugosas que manchan y no abrigan. Aquella noche que debió de cubrir de placas rojas el cuerpo delicioso y blanco de Gloria. No pienso en ambas en este momento, pienso en Elvira. Cuando ya estaba hondamente asqueada de todo, se casó con un rechoncho, calvo, muy rico, que poseía fábricas y que, sin exponerse, había hecho mucho en pro de la victoria de los partidos de derecha, porque ello le parecía más seguro y sin peligro para después. Dio un poco de dinero para sus obreros y lo divulgó por todas partes. Elvira era hermosa. En la Facultad de Derecho había hecho los cursos brillantemente. Se especializó en economía política. Hablaba siempre de grandes proyectos, de grandes reformas. Ahora, silenciosa, frente a una sociedad muda, vive en Tarrasa o tal vez en Sabadell. Su marido se ha casado con ella por su educación y porque es una mujer admirable para la cama. Yo me pregunto cómo pueden acostarse juntos. Se sobreentiende que ella lo desprecia, pero se desprecia también a sí misma, y esto es atroz. Un día los vi en un viaje que hicieron a Madrid. Él desconfía de los antiguos amigos de su mujer. Cuando ella se detuvo para hablarme, brillaron su ojos. Estaba contenta de verme. Yo también sentí alegría. Él, el señor, el amo, no se dignó mirarme; entonces, no sabiendo qué decirnos, nos separamos. En aquel momento ella tenía tantas ganas de llorar que me pareció vieja y fea. Estaba seguro que no volvería a ver a Elvira, o en todo caso yo cambiaría de acera o ella fingiría mirar hacia otra parte."

lunes, 25 de noviembre de 2019

LA CORRUPCIÓN FRANQUISTA. EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos

LA CORRUPCIÓN FRANQUISTA. EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos 

    "...Bajo esta aparente tranquilidad se ejercía silenciosa opresión: la prensa amordazada, las noticias deformadas sistemáticamente; discursos que afirmaban que todos éramos felices y estábamos contentos. Quisiera saber el porqué de estos discursos. ¿Se imaginaban que a fuerza de repetirnos que estábamos de acuerdo con nuestros opresores terminaríamos por pensarlo? La formación de ciertas fortunas era una de las cosas más extraordinarias. Si uno inspiraba confianza, el gobierno lo enriquecía de una manera fabulosa. Para ello bastaba solicitar una autorización para importar artículos que faltaban en España. Dichas autorizaciones no eran concedidas más que a gentes seguras, a condición de repartir los beneficios con las autoridades competentes. Todo el mundo sabía que el asunto era oficial. La condición sine qua non era trabajar en favor del régimen. El resto era una simple cuestión de precio. Las tarifas de la corrupción eran oficiales, todo el mundo las conocía, aunque no se publicaran por decoro.
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    Todo se vendía, desde un simple pasaporte hasta las patentes. Con este fin se crearon agencias, que publicaban anuncios en los periódicos. Mediante una suma elevada, estas agencias «privadas» proporcionaban los papeles que uno necesitaba en cuarenta y ocho horas. Este estado de cosas era aceptado por todos. La injusticia se había convertido en ley. No estando seguros del mañana para confiar en un aumento honesto de beneficios, los que podían reunir dinero lo hacían. No se respetaba a las gentes sino en función de su cuenta en el banco. Los intelectuales, los profesores, los médicos de los hospitales, reducidos a un tren de vida particularmente modesto, excepto si eran «patriotas», se convertían en el hazmerreír del público. La literatura, que había alcanzado durante la República un esplendor extraordinario, estaba prácticamente muerta. No se escribía. No se leía."

viernes, 22 de noviembre de 2019

ESTIMA SOCIAL. ORDESA, de Manuel Vilas

ESTIMA SOCIAL. ORDESA, de Manuel Vilas

    "Nadie sabe si se puede vivir si no es socialmente. La estimación de los demás acaba siendo la única cédula de tu existencia. La estimación es una moral, conforma los valores y el juicio que existe sobre ti, y de ese juicio se desprende tu posición en el mundo. Es una lucha entre el cuerpo, tu cuerpo, donde reside la vida, y el valor de tu cuerpo para los demás. Si la gente te codicia, si codicia tu presencia, te irá bien."

jueves, 21 de noviembre de 2019

LA ORQUESTA FEMENINA DE AUSCHWITZ. TREGUA PARA LA ORQUESTA de Fania Fenelon

LA ORQUESTA FEMENINA DE AUSCHWITZ. TREGUA PARA LA ORQUESTA  de Fania Fenelon

    'En el cruce de los campos A y B se alza nuestro estrado con sus cuatro escalones y las sillas alineadas ¿por qué no un kiosco de música? Ocupamos nuestros puestos. Alma mira la extensión, se vuelve a las músicas, levanta la batuta y mientras las oficiales, las kapos, vociferan sus Achtung! cuyo eco repercute a través de las callejas de los campos, estalla una marcha marcial arrebatadora, casi alegre.

    Eins, zwei, la batuta de Alma lleva el compás; Eins, zwei… drei… vier… ordenan las kapos y comienza el desfile. Acuden de todos los caminos y callejones y pasan delante de nosotras. Ahora me atrevo a mirarlas. Me esfuerzo, debo acordarme de todo pues más tarde atestiguaré.

    Esta resolución toma consistencia y me sostendrá hasta el final.

    Macilentas, andrajosas, chapoteando en el fango y la nieve, luchando para no tropezar, a veces se sostienen una contra otra, se les permite ese derecho, la cohorte de las deportadas avanza hacia la salida. Una mirada de odio o de desprecio me atraviesa como una herida. Un insulto me llega como un escupitajo: «¡Enchufadas, guarras, judas!». Sufro por todas esas infelices, por cada una, en conjunto y por separado. Otras, alzan los hombros huesudos que emergen de los andrajos, algunos, rayados. ¡Cuánto dolor se oculta en las mujeres que ni siquiera levantan la cabeza, que pasan amorfas, desprendidas del odio y del amor, en el umbral de la muerte! Pero quizá las que me sonríen son las que más daño me causan; su comprensión me acongoja como una complicidad que no merezco.

    Únicamente en este instante empiezo a darme cuenta del lugar donde me encuentro, de su locura. En el barracón de la cuarentena, anulada por la ducha, el tatuaje, el afeitado, hambrienta, atónita, golpeada, no tenía conciencia de lo que pasaba. Aquí, en este paisaje geométrico de barracones chatos, aplastados sobre el suelo, dominados por las alambradas, las torres de control, sin un solo árbol en el horizonte, bajo este techo de humo estancado, me doy cuenta del campo de exterminio de Birkenau y de su espantosa payasada: la de esta orquesta dirigida por esta mujer elegante, esas jóvenes cómodamente vestidas, sentadas en sillas, tocando para marcar el compás de los pasos de esos esqueletos, de sombras que nos muestran unos rostros que ya no existen.

    En aquella madrugada siniestra, como una mañana de patíbulo, las Arbeitskommandos parten hacia el trabajo regenerador, la alegría por el trabajo. ¿Qué alegría? ¿Qué trabajo? Ni siquiera consigo representármelo. Van, ni más ni menos, que a apresurar su muerte. Esas mujeres que apenas pueden arrastrarse, todavía tienen que imprimir a sus pasos un aire militar, y me percato, espantada, de que sólo estamos allí para acentuar su martirio.

    Un, dos, un, dos, la batuta de Alma acompasa ese desfile que no termina nunca. Un SS marca el compás con la punta de la bota, mientras que la última mujer, seguida del último soldado y del último perro, cruza la puerta del campo."

miércoles, 20 de noviembre de 2019

EL CAMBIO CLIMÁTICO. ENTRE LIMONES, de Chris Stewart

EL CAMBIO CLIMATICO. ENTRE LIMONES, de Chris Stewart

Chris Stewart cruza el puente separa su valle del camino a la civilización. En 27 años ha construido ocho. Los levantaba en dos días. "Las crecidas del río son feroces". Este es el que más le está durado.    "A mí me había parecido bastante atractiva la idea de vivir cerca de una fuerza de la naturaleza realmente peligrosa, pero esta fuerza se había convertido en algo tan salvaje como puede ser un estanque de patos en el parque de una ciudad. Parecía como si el río estuviera en vías de extinción. Cuando les hablaba de esto a Domingo o a sus padres, sacudían la cabeza y me miraban consternados. No obstante, cuando llegó septiembre y aún no había habido ninguna señal de las tormentas que vienen a poner fin al calor del verano, la gente empezó a preocuparse. 

    Para colmo de desgracias, imponentes masas de nubes de cabeza de yunque se acumulaban alrededor de las montañas, y otras nubes negras ascendían por el valle amenazadoras, pero no caía ni una gota de lluvia. A medida que se hacía de noche, las estrellas iban apareciendo por los agujeros que se abrían en la capa de nubes, y para la medianoche el cielo estaba despejado una vez más. Tal vez esto fuera realmente un cambio radical del tiempo.

    Algunos extranjeros decidieron que éste era el caso y empezaron a hablar de abandonar sus casas andaluzas. Los salvadores de Barkis, George y Alison, que viven en la parte alta de la Contraviesa, estaban pensando en trasladarse al norte, a la lluviosa Galicia. Habían construido un jardín de agua con un estanque y una cascada al lado de su casa, pero el manantial que abastecía de agua a su arroyuelo se había secado el año anterior, y ahora apenas quedaba agua suficiente para los conejos. 

    Irnos de allí no era precisamente una opción para nosotros, dado que ya habíamos quemado nuestras naves comprando un cortijo que muy posiblemente nadie más querría comprar, aunque al menos era un consuelo no tener que preocuparnos por tomar esa decisión. Al igual que Domingo, nosotros nos quedaríamos hiciera el tiempo que hiciese, y saber que esto era así sirvió para reforzar los vínculos que había entre nosotros."

lunes, 18 de noviembre de 2019

LAS DELACIONES DE ELIA KAZAN. TIEMPO DE CANALLAS,de Lillian Hellman

LAS DELACIONES DE ELIA KAZAN. TIEMPO DE CANALLAS,de Lillian Hellman 

Resultado de imagen de TIEMPO DE CANALLAS,de Lillian Hellman    "....Algunas semanas después de mi cena con Odets, Elia Kazan, a quien todo el mundo llamaba Gadge, me informó que Spyros Skouras le había dicho que, a menos que se presentara ante el Comité como «testigo bien dispuesto», no volvería a hacer otra película en Hollywood. Antes de decirme algo tan sencillo, pasamos una media hora extraña en el bar del hotel Plaza. Me era imposible comprender lo que estaba tratando de decirme, entre tartamudeos e indirectas. Gadge no es un tipo ambiguo; con la excusa de que yo necesitaba hacer una llamada, telefoneé a Kermit Bloomgarden, productor teatral de mis obras y de La muerte de un viajante, dirigida por Kazan. (Kermit y Gadge se conocían desde jóvenes, pero yo nunca había conocido bien a Kazan). Le dije a Kermit por el teléfono que no entendía por qué Kazan me había invitado a unos tragos con él, y que si tenía alguna idea de qué estaba tratando de decirme.

    —Te está diciendo que ha decidido colaborar con el Comité. Lo sé porque me lo confesó esta mañana.

    Cuando regresé de hacer mi llamada, hablamos unos minutos más y me inventé la excusa de un compromiso ineludible. Estaba lloviendo y tuvimos que esperar frente a la puerta del hotel, mientras llegaba un taxi. Yo no quería hablar más con él, y aguardamos allí en silencio un buen rato, hasta que Kazan dijo súbitamente.

    —Para ti es fácil hacer lo que te dé la gana, porque de seguro ya te habrás gastado toda la plata que ganaste.

    Esto me desconcertó durante semanas, hasta que entendí por fin lo que había querido decirme; era lo mismo que mi abuela rica solía repetirle a sus amistades de clase media baja y a sus parientes venidos a menos; lo mismo que en una ocasión le oí decir a su chofer, Fritz, a quien ella había bautizado Hal: «Los pobres tienen menos preocupaciones que los ricos. El dinero no agobia a quienes no lo tienen»."

domingo, 17 de noviembre de 2019

LANGREO MINERO, 1934. TRES PERIODISTAS EN LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS. EL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS, de José Díaz Fernández

LANGREO MINERO, 1934. TRES PERIODISTAS EN LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS. EL OCTUBRE ROJO EN ASTURIAS, de José Díaz Fernández 

Imagen relacionada    "Así como en la cuenca de Mieres fue fácil rendir a la fuerza pública, en la de Langreo no sucedió lo mismo. Langreo es un inmenso valle, a orillas del río Nalón, que corre sucio, desgarrado y espeso, en medio de unos pueblos apretados y oscuros, desparramados al azar en la falda de la montaña llena de caries y de túneles. La vegetación está manchada de carbonilla y de humo. Allí, en efecto, se perdió la aldea de que hablaba Palacio Valdés. En época normal los trenes mineros entran y salen en las explotaciones, como alimañas en sus madrigueras. Desde Sama hasta Sotrondio, corre una inmensa prole de pequeños pueblos, donde se amontonan las casas estrechas, sucias, pitañosas, morada de numerosas familias obreras. Lo característico de las zonas mineras es la escasez de viviendas. De modo que los obreros viven hacinados en misérrimos zaquizamíes que en vez de atraerlos al hogar, les expulsan de él. Gracias a los chigres (tabernas) y a las Casas del Pueblo, donde encontraban el mundo civilizado —cine, teatro, cantina, biblioteca—, los mineros aprendían los rudimentos de la solidaridad social. La pobreza y el destierro alimentaban cada día su odio de clase y encendían en ellos la rebeldía, atizada más tarde con la propaganda de un marxismo puramente sentimental."

jueves, 14 de noviembre de 2019

CONTAR HISTORIAS. CUENTOS, de Isaac B. Singer

CONTAR HISTORIAS. CUENTOS, de Isaac B. Singer

    "El afán por transmitir mensajes ha hecho olvidar a muchos escritores que contar una historia es la razón de ser de la prosa artística."
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martes, 12 de noviembre de 2019

LA LENGUA DE LOS ENAMORADOS ORDESA, de Manuel Vilas

LA LENGUA DE LOS ENAMORADOS  ORDESA, de Manuel Vilas 

    "Me dolía especialmente el desmoronamiento de la ternura. Vienen a mi cabeza frases que ella decía, llenas de bondad. Entonces supe que la muerte de una relación es en realidad la muerte de un lenguaje secreto. Una relación que muere da origen a una lengua muerta. Lo dijo el escritor Jordi Carrión en un estado de Facebook: «Cada pareja, cuando se enamora y se frecuenta y convive y se ama, crea un idioma que solo pertenece a ellos dos. Ese idioma privado, lleno de neologismos, inflexiones, campos semánticos y sobrentendidos, tiene solamente dos hablantes. Empieza a morir cuando se separan. Muere del todo cuando los dos encuentran nuevas parejas, inventan nuevos lenguajes, superan el duelo que sobrevive a toda muerte. Son millones, las lenguas muertas»."

lunes, 11 de noviembre de 2019

LA ALTANERIA DE LOS ALTOS MANDOS DEL EJÉRCITO NAZI CUANDO SON APRESADOS. PILOTO DE STUKAS, de Ulrich Rudel

LA ALTANERIA DE LOS ALTOS MANDOS DEL EJÉRCITO NAZI CUANDO SON APRESADOS. PILOTO DE STUKAS, de Ulrich Rudel

Resultado de imagen de Ulrich Rudel    "Mi avión es el primero que se posa en la pista. Un soldado americano viene corriendo, amenazándome con una pistola. Abro el techo de la cabina y alarga la mano hacia mi condecoración para arrancármela; lo rechazo para atrás y cierro de nuevo mi cabina. Creo que este contacto hubiera terminado probablemente mal si en este momento no llegan a intervenir unos oficiales americanos que se habían acercado en un «jeep»; echan de allí a su soldado tan codicioso. Al acercarse se dan cuenta de que el vendaje de mi pierna está todo ensangrentado; es una consecuencia de los combates sostenidos en el Saaz. Me llevan primero a su botiquín, donde me hacen una cura. Niermann me acompaña a todas partes y no me pierde de vista. Por último, me instalan en una gran habitación de una de las edificaciones, convertida en el pabellón de oficiales.


    Aquí me encuentro con los demás compañeros; cuando entro se ponen en pie y me saludan en la forma que nos fue ordenado por el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas del Reich. En el otro extremo de la sala se encuentran varios oficiales de la U. S. Army; parece que a ellos no les gusta este saludo, pues se levanta un murmullo. Creo que pertenecen a un grupo mixto de caza que está estacionado en esta base con sus Mustangs y Thunderbolt. Se me acerca un intérprete preguntándome si hablo inglés. Me hace saber en seguida que a su comandante no le ha gustado este saludo provocador.

—Aunque supiera hablar el inglés, eso sería lo de menos; aquí estamos en Alemania y hablamos alemán —le contesto—. En lo que al saludo se refiere, éste nos ha sido ordenado así por la superioridad, y como somos soldados estamos acostumbrados a cumplir con las órdenes que nos dan. Además, nos interesa muy poco si este saludo es de su agrado o no. Dígale a su comandante que constituimos la escuadra «Immelmann» y que hemos aterrizado aquí porque no queremos permanecer con los soviets. Tampoco es nuestra intención discutir sobre este asunto. Quisiéramos lavarnos y comer cualquier cosa.

    Algunos de los oficiales siguen poniendo mala cara, pero conseguimos poder lavarnos en el cuarto de baño.
(...)

    Me comunican por la mañana que debo trasladarme inmediatamente al cuartel general de la Novena Fuerza Aérea en Erlangen. Me niego a cumplir la orden hasta tanto no me restituyan todos los objetos robados. Solamente cuando me dan las mayores seguridades de que me devolverán todos mis objetos cuando encuentren a los ladrones, y después de decirme que el asunto es muy importante, me dejo convencer y parto para la ciudad citada, siempre acompañado de Niermann. En la Novena Fuerza Aérea somos interrogados, en primer lugar, por tres jefes del Estado Mayor, todos con el grado de coronel. Para empezar, me muestran varias fotografías de supuestas torturas y barbaridades hechas por nosotros y fotografiadas por ellos. Como nosotros «hemos luchado para eso, somos cómplices y culpables». No quieren creerme cuando les digo que jamás vi ni oí nada sobre campos de concentración. Si efectivamente han ocurrido estas cosas, sería muy lamentable y despreciable en todo sentido y habría que castigar severamente a los verdaderos culpables. Sin embargo, les digo, no solamente en mi patria habría ocurrido esto. En todas las épocas, los pueblos han hecho cosas semejantes. Les recuerdo lo que los ingleses hicieron con los bóers en África del Sur. Por lo tanto, habría que juzgar con justicia. No puedo convencerme que estos montones de cadáveres que figuran en las fotografías sean de campos de concentración. Estas escenas, añado, aparecen sólo sobre el papel; pero cuando en realidad se han visto ha sido después de las incursiones de los cuatrimotores aliados sobre Dresden y Hamburgo y muchas otras ciudades alemanas que fueron atacadas y bombardeadas con bombas explosivas e incendiarias. Millares y millares de mujeres y niños han perecido de esta manera. Si además de esto los señores tienen tanto interés en atrocidades y crueldades, podrán encontrar un abundantísimo material «viviente» en los campos de sus aliados del Este.

    Nunca más vuelven a mostrarme las fotos. Después de mis palabras, un oficial, jefe del protocolo, dice, lanzándonos una mirada envenenada: «¡Típicos oficiales nazis!». No consigo comprender por qué se me cataloga de «típico oficial nazi» si únicamente he dicho la verdad. Parece que estos señores desconocen que nunca hemos luchado por un partido político, sino por Alemania. Cumpliendo este ideal han muerto millones de nuestros compañeros. Cuando les aseguro que algún día se arrepentirán de haber destruido el último bastión contra el comunismo, sólo dan una importancia propagandística a mis palabras y no me lo quieren creer.


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Hans-Ulrich Rudel (izquierda) con Isabel y Juan Perón en Buenos Aires.
    Están convencidos que decimos esto para tratar de separar a los aliados entre sí.
(...)

    El viaje a través de Cherburgo hasta el nuevo campamento, en las cercanías de Carentan, no es muy agradable; la población civil francesa recibe a pedradas hasta a soldados heridos de gravedad. Muchas veces pensamos en la vida tranquila que llevaban sus obreros en Alemania. Muchos de ellos sabían apreciar el hecho de que conteníamos a los rusos en el Este. También los que ahora nos tiran piedras despertarán algún día.

    Las condiciones de vida en este campamento son más o menos las mismas que en Inglaterra. Tampoco aquí me quieren operar, por el momento, ni puedo pensar en que me den de baja debido al empleo militar que ostento. Un buen día me llevan al aeródromo de Cherburgo, y mi primer pensamiento es que me quieren entregar a los rusos. ¡Esto sí que supondría algo para los soviets! Tener en sus manos al mariscal Schocrner, representante de las luchas en tierra, y a mí, exponente de la guerra en el aire. La brújula indica que volamos con rumbo 300 grados. ¿Así que vamos a Inglaterra? ¿Por qué? Aterrizamos a unos 30 kilómetros de la costa, en el campo de Tangmere, donde se halla instalada la escuela de pilotos de la RAF. Aquí me entero de que el group-captain Bader ha sido el promotor de mi traslado. Bader es el as número uno de Inglaterra y a la vez el aviador más popular de la RAF. Durante la campaña de Francia fue derribado por nosotros y desde ese momento vuela con dos piernas artificiales. Se había enterado de que me encontraba en el aeródromo de Carentan. El mismo estuvo prisionero de los alemanes, intentando en varias ocasiones evadirse, y sabe presentar de otra forma las cosas que como lo hacen esos eternos difamadores que nos quieren presentar a toda costa como bárbaros.

    Esta temporada en Inglaterra es como un veraneo para mí en el que puedo recuperar las fuerzas perdidas en los diferentes campamentos; por primera vez vuelvo a experimentar aquí que todavía existe una estimación por las hazañas y los sufrimientos del enemigo, que todavía hay un sentir caballeresco que debería ser común en todos los cuerpos de oficiales del mundo."

viernes, 8 de noviembre de 2019

NUESTRO PASADO. ORDESA, de Manuel Vilas

NUESTRO PASADO. ORDESA, de Manuel Vilas 

"El pasado de cualquier hombre o mujer de más de cincuenta años se convierte en un enigma. Es imposible resolverlo. Solo queda enamorarse del enigma."

LOS SACERDOTES SABOTEADORES. PILOTO DE STUKAS, de Hans-Ulrich Rudel

LOS SACERDOTES SABOTEADORES. PILOTO DE STUKAS, de Hans-Ulrich Rudel

    "...al recordar nuestra estancia en Crimea. Cuando me hallaba en Sarabous y después de los servicios me entretenía en el lanzamiento del peso y del disco, veía con frecuencia aterrizar un aparato pintado de negro. En él embarcaban unos misteriosos pasajeros. Un miembro de la tripulación me confió, bajo palabra de guardar el secreto, de lo que se trataba. Sacerdotes rusos, con sus largas barbas y sus ropajes, oriundos de la región del Cáucaso, donde tanto aprecian la libertad, volaban con frecuencia para cumplir volutariamente importantes misiones encomendadas por el mando alemán. Transportaban consigo un pequeño paquete: un aparato fotográfico o un explosivo, según la misión de que se tratase. Veían en la victoria alemana la sola posibilidad de recobrar su independencia, y con ella el derecho a practicar libremente su religión. Eran combatientes fanáticos de la libertad contra el bolchevismo mundial, lo que los convertía en nuestros aliados. Todavía los sigo viendo ante mí: hombres de barba blanca, con facciones viriles y de apostura escultural. Traían informes de toda clase de las más apartadas regiones de Rusia después de ausencias que duraban meses. Con mucha frecuencia sucumbían, al lanzarse en paracaídas, al cumplir su misión o, en el regreso, al intentar franquear las líneas soviéticas. Quedé vivamente impresionado al enterarme de que estos religiosos saltaban de noche en paracaídas, sin titubear un solo momento y sólo movidos por la fe y la justicia de su causa. En esta época nos estábamos batiendo en las inmediaciones del Cáucaso y ellos se lanzaban en diversos valles, donde encontraban a sus parientes o amigos, con los cuales organizaban la resistencia o preparaban los sabotajes.

    Todos estos recuerdos me vuelven a la memoria mientras pienso en el origen de las fotografías que tengo ante mis ojos."
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jueves, 7 de noviembre de 2019

VIDA INTIMA DE LA SOCIEDAD COMUNISTA EN CHECOSLOVAQUIA. HAVEL, de Michael Zantovsky

VIDA INTIMA DE LA SOCIEDAD COMUNISTA EN CHECOSLOVAQUIA. HAVEL, de Michael Zantovsky

Resultado de imagen de CHECOSLOVAQUIA    "De hecho, la amplitud de la opresión era inmensa, aunque su intensidad no fuera, en la mayoría de los casos directamente mortífera. Docenas de personas fueron encarceladas. Decenas de miles de checoslovacos abandonaron el país para empezar una nueva vida en otro lugar, a menudo para no regresar jamás. Más de 300.000 personas fueron expulsadas del partido comunista, no ya por haber apoyado las reformas liberales, sino por ser reacias abjurar de su herejia y a realizar humillantes actos públicos de arrepentimiento.

    La estrategia de normalizacion, pues este era el eufemismo oficial por el que se justificaba incesantemente en unos medios sometidos a una renovada censura, logro hacer que la vida en el país pareciera 'normal'. La gente iba a trabajar y veía la televisión por la tarde, seguían haciendo bebés, y los trenes llegaban más o menos a su hora. 
    Sin embargo, por debajo de la superficie toda la vida pública y social se detuvo en seco. En los medios, el fermento de 2 años atrás fue sustituido por una interminable, repetitiva y soporifera sarta de sandeces. Se disolvieron todas las organizaciones y asociaciones independientes, se repudiaba cualquier tipo de pensamiento autónomo. Los libros de texto eran purgados de cualquier contenido remotamente inconsistente con la línea oficial, o que oliera a creatividad y originalidad individual, que ahora se incluían en la lista de pecados mortales. Se arrasaron muchos barrios antiguos y hermosos, y el centro de muchos pueblos, a fin de poder hacer sitio para enormes bloques de viviendas donde se podía alojar y supervisar eficazmente a un gran número de personas, que así se veían obligadas a vigilarse mutuamente. Los viajes al extranjero se redujeron al mínimo, y solo se concedían a unos pocos elegidos; era necesario un permiso especial de salida incluso para viajar a la Yugoslavia socialista.

Resultado de imagen de CHECOSLOVAQUIA    Era comprensible que la gente intentara compensar en su vida privada el vacío y la desolación. El florecimiento de la industria de las casas de campo en sentido literal, la necesidad de disponer de un lugar en el campo donde la gente pudiera refugiarse en privado con la familia y sus amigos, y dedicar los fines de semana a un agotador pero para variar fructífero trabajo manual a fin de hacer habitables y embellecer aquellas viviendas, no era más que uno de los síntomas. Otro síntoma eran los bares a rebosar, donde la gente podía pasarse las tardes emborrachándose con cerveza barata pero excelente, o con vino barato pero espantoso. Otro indicio eran las costumbres sexuales más bien relajadas. Las distintas combinaciones de esos tres factores daban lugar a una interminable sucesión de fiestas y otro tipo de reuniones cuyo objetivo era matar el tiempo de la forma más absurda y placentera. Había numerosos establecimientos muy conocidos, y refugios abiertos hasta la madrugada, lugares como el Junior Club, no lejos de la casa de Havel, donde uno siempre podía encontrar a un compañero de borrachera o ligar con alguna chica. Había un salón, que Havel frecuentaba de vez en cuando, en casa del escritor Jiri Mucha, hijo de Alphonse, dónde hacía de anfitriona su amante, Marta Kadlecikova, y sobre el que circulaban turbias historias de orgías sexuales e intrigas politicas, algunas de las cuales eran verdaderas. Había una Sociedad, cuya misión era escribir su propia crónica en italiano, aunque ninguno de sus miembros sabía italiano, así como proporcionar transporte a las amigas de la misma, colectivamente denominadas cuerpo auxiliar intercambiable de mujeres, hasta las residencias campestres de sus miembros para su alojamiento durante los fines de semana. Había un Club de Vuelo Aerostático, donde unos pocos efectivamente echaban a volar sus globos, pero muchos eran más, entre ellos Havel, asistían a su baile anual. La más antigua, famosa y sofisticada de aquellas asociaciones era un club de artistas, cineastas y atletas amado La paleta de la patria. Entre sus muchas actividades, que incluyan un baile de gala anual donde abundaban las corbatas blancas y los trajes largos, y un equipo de hockey sobre hielo, estaba el Rally de Monte Patria anual, que en 1971 contó entre sus pilotos con un caballero de aspecto mexicano a bordo de un gran Mercedes, y que no era otro que Vaclav Havel.
(...)
    No obstante, para la mayoría de la gente, este tipo de consuelo era temporal en el mejor de los casos, y a fin de cuentas no podía mitigar lo desesperado de la situación ni la ausencia de cualquier perspectiva de mejora. Las cosas iban a ser siempre así, recuerdo que pensaba yo para mis adentros, yendo de una fiesta a otra, emborrachándome con la misma gente y acostándome con perfectas desconocidas, y despertándome por la mañana con una sensación que iba desde la suave indiferencia, pasando por una vaga nausea, hasta la desesperación total."

LA SATRAPIA, de C. P. Cavafis

LA SATRAPIA, de C. P. Cavafis

"Ay, qué desgracia, que, estando tú hecho
para obras hermosas e importantes,
la injusta suerte tuya tenga siempre
que negarte la osadía y el éxito.
Que te hayan de estorbar usos serviles,
cosas indignas e insignificantes.
Y qué terrible el día en que te rindes..."

martes, 5 de noviembre de 2019

EL PODER DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION SOBRE LA DEMOCRACIA. EL ESTABLISHMENT, de Owen Jones

EL PODER DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION SOBRE LA DEMOCRACIA. EL ESTABLISHMENT, de Owen Jones

santiago de chile
    Unos evasores fiscales como los hermanos Barclay —las figuras más ricas del panorama mediático británico— gozan de un poder formidable gracias al Daily Telegraph. Cuando visito la sede de este periódico conservador y tradicionalista en el barrio londinense de Victoria, casi espero cruzar un portal temporal que me lleve a los años cincuenta. Su sala de oficinas sin paredes interiores, sin embargo, es la cumbre de la modernidad; hileras de jóvenes revelación vestidos a la última y tecleando frenéticamente en ordenadores de gama alta, mientras otros se dedican a beber sus caffè latte congregados alrededor de pantallas planas gigantes que retransmiten la programación informativa. La llegada de alguien como yo —que se sabe que tiene unos valores algo distintos a los de su periódico— genera bastante interés y alguna que otra expresión de perplejidad. El subdirector (hasta una brutal purga llevada a cabo en el seno del periódico a mediados de 2014), Benedict Brogan —que lleva gafas sin montura y tiene unas cejas negras que contrastan poderosamente con su pelo blanco— me lleva a una oficina apartada. Antes de empezar la entrevista, me pide ansiosamente garantías de que no estoy intentando tenderle ninguna trampa. «Los periódicos no son servicios públicos —opina—. Son amalgamas privadas, operaciones comerciales, hechas con la esperanza de ganar algo de dinero y de vender sus productos. Creo que sería una completa locura decir, por ejemplo, que el propietario del tren de juguete no tiene poder sobre el tren de juguete. Iría en contra de la que ha sido la verdad sobre los periódicos desde tiempos inmemoriales ¿Qué sentido tiene ser propietario de un periódico si no puedes interesarte por sus estrategias?»

    La comparación que hace Brogan con los trenes de juguete resulta reveladora: los periódicos son los juguetes, los muñecos de sus propietarios. E interesarse es un eufemismo ñoño para describir cómo los propietarios estampan su huella ideológica sobre sus periódicos y transforman sus propias agendas políticas en fuerzas públicas que haya que tener en cuenta. «Sería sorprendente que un periódico reflejara un espectro de puntos de vista que no coincidie ran de alguna forma con los de sus propietarios», dice Brogan. El problema de lo que está admitiendo es que cualquiera que sea lo bastante rico como para comprar un periódico tiene un interés creado en mantener un orden que proteja la riqueza y el poder. Si de verdad es inevitable que las opiniones de los periódicos reflejen hasta cierto punto las de sus propietarios, entonces eso garantiza que los medios de comunicación británicos operen como meros portavoces de los intereses de los ricos.
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    Rupert Murdoch habla de su poder de forma muy abierta. En el caso del Sun y del antiguo News of the World, él se veía a sí mismo como un «propietario tradicional» que ejercía un «control editorial» tanto sobre uno como sobre el otro, de acuerdo con las pruebas que presentó en 2007 ante un comité de comunicación de la Cámara de los Lores. «El señor Murdoch no oculta para nada el hecho de que él tiene el control tanto económico como editorial —dicen las actas del comité—. Ejerce un control editorial sobre los temas de importancia, como a qué partido hay que respaldar en unas elecciones generales o cuál ha de ser la línea política sobre Europa.» Afirmó que no tenía el mismo poder sobre el Times o el Sunday Times, pero que, aun así, llamaba a los directores para preguntarles: «¿Qué estáis haciendo?». No parece muy probable que, teniendo a Murdoch al otro lado de la línea, a sus directores les diera por llevarle la contraria de ninguna forma. En la Comisión de Investigación Leveson sobre los medios de comunicación británicos de 2012, Murdoch declaró abiertamente: «Si quieren ustedes juzgar mis ideas, miren el Sun». Durante la misma investigación, la exdirectora del News of the World, Rebekah Brooks, explicó que, aunque ella hubiera preferido más noticias de famosos, «en general, y sobre los grandes temas, teníamos puntos de vista parecidos». Murdoch la contrató, básicamente, porque sabía que Brooks garantizaría que el News of the World proyectara las ideas personales de su dueño.

FACUNDO MANES

FACUNDO MANES

"La vida no es la que vivimos, sino cómo la recordamos para contarla"

lunes, 4 de noviembre de 2019

LA FORMACIÓN DE LOS SEAL. EL ÚLTIMO FRANCOTIRADOR, de Kevin Lacz

LA FORMACIÓN DE LOS SEAL. EL ÚLTIMO FRANCOTIRADOR, de Kevin Lacz 

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El autor participo en la pelicula sobre su compañero
    "El primero en «hacer un DOR» —abandonar a petición propia— se plantó el primer día, antes incluso de que empezáramos con los ejercicios físicos. Para abandonar hay que tocar tres veces «la Campana», con lo que anuncias a los compañeros que no estás hecho de la materia de los Equipos. Es aún más humillante cuando el tipo tiene que cruzar por delante de una formación de ciento cincuenta iguales que están sudando la gota gorda con el 300.º ejercicio de pataleo, arriba-abajo-arriba-abajo. La Campana va allí donde la clase va, tanto si son los Obstáculos como si es la playa o cualquier otro sitio. Tocarla es una promesa de café calentito, dónuts… y toda una vida de lamentarse.'