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lunes, 25 de noviembre de 2013

ERASE UNA VEZ EL SEXTO GRADO, de George Livanos


ricardo cassin

    Si hubiera que hablar del escalador Ricardo Cassin, se podría escribir un libro mejor que este. Si algo tiene la biografía de Livanos, es que añade épica a la propia de Cassin, y eso no da un buen resultado. No por ello dejamos de enterarnos de la vida de Cassin, un italiano que murió a los 100 años en el 2009. Mucho vio en ese periodo porque la historia no da tiempo a recuperarse de un lío gordo y ya se está metiendo en otro. Y lo mismo ocurre con la escalada, el atraviesa el periodo más clásico de la escalada (la de los Piaz, Lochmatter, etc), la época en que se reinventa el mosquetón para uso de escaladores, y lo mismo pasó con la reinvención del Prusik... el libro se recrea en estos aspectos de la escalada, los inventos y otros temas que retienen demasiado la biografía. Porque este es el defecto del libro (a mi entender): a veces lo que menos importa es Cassin, sustituido por las opiniones entorno a temas que no dejan de ser distracciones del asunto (los materiales como la suela vibram inventada en 1936, criticas a A. Charlet o los grados de dificultad añadidos con los años) , además de ensalzar demasiado al amigo (hasta un punto sonrojante) sin hacer la más mínima crítica a sus escaladas. Porque no todas salieron bien, como es de esperar, y el caso palmario es cuando asciende al Badile.

george livanos y sonia

    Cassin nació en la zona del Friul y se hizo herrero; se desplazó a Lecco para ganarse la vida en el seno de una familia muy humilde. Allí hay montañas, y el empezó a conocerlas en la Grigna. Le gustó tanto que abandonó el boxeo e inició la sección de montaña del club Nuova Italia, imbuidos un poco del ambiente fascista de la época. El autor describe la bizarría con que se tomaban estas escaladas a la Corna di Medale. El siguiente paso es acudir a la llamada de los Dolomitas y conocer a la figura italiana del momento, Comici. La escalada que practican es la de tracción sobre los clavos y usando la brida en los salientes, pero si podían, también escalaban en libre. En una tercera vuelta a los dolomitas, conseguirá la Cimone della Bagozza.

    "Se tiene la impresión de que solo un milagro autoriza la presencia del hombre en estas paredes y le impide ser aspirado por este vacío inimaginable"

    En 1934 hace la primera ascensión a la Picolisima de las Tre Cima di Lavaredo. Tambien la Torre Trieste:

    "A tres días de luz y fuego les suceden unas sensaciones paradisiacas: la cima es un islote solitario en pleno cielo, una pequeña meseta con un poco de hierba acariciada por una pequeña brisa, y un gran bloque para descansar a su sombra"
 
grandes jorases
    Sube por vez primera la cara oeste del Piz Badile en 1937, en la que uno de sus compañeros muere por querer ser los primeros en unas condiciones climatológicas dantescas. Aqui no hay ni una leve critica a esto, como si fueran daños colaterales o gajes del oficio. Da la sensación de haber subido con un sentido vanal de la existencia. Sube la norte de los Drus, y logra la cima Ovest de Lavaredo con Ratti. Son en muchos casos no solo primeras ascensiones, sino que él y otros muchos van a la caza de ellas intentando que nadie se les adelante, y eso lo cuenta muy bien el libro. En este ultimo caso Comici se había retirado sin lograrlo, y ellos tienen que saltar para arriba con mal tiempo para que no se les adelanten, y dejar una fina cuerda colgada hasta el suelo por si se les acaba el material y el tío del refugio tiene que proporcionarles algo. En esos años, los desplomes y techo se rodean, no se superan directamente.


    Cuando Harrier, Heckmaier y los otros logran el Eiger, se han adelantado unos pocos días al intento de Cassin. Pasados unos días de enfado, alguien le señaló una postal con otra bonita pared, el Espolón Walker en los Grandes Jorases. Acompañado de Esposito y Tizzoni llegó a la cima en los primeros dias de agosto de 1938 con un tiempo tan malo que debieron vivaquear en la cima.


    Después vinieron dos primeras: el Spigolo de los Golem y la Aguja Leschaux. Pero la II Guerra Mundial cortaría su progresion alpina, y se metió en la resistencia antifascista, donde murieron muchos de sus amigos. Al acabar la contienda es elegido presidente de la CAI de Lecco y funda el famoso grupo de las Arañas de Lecco, También estableció una tienda de material deportivo para ganarse la vida con su apellido como marca.
bonatti y cassin


cassin
    En 1953 participa en una expedición que evalúe la forma de subir el K2, pero no volverá a la expedición que lo conquistará (otra digresión del autor contra Desio) un año después. Sin embargo en 1958 volvió al Baltoro para diriguir la expedicion al Gasherbrum IV, coronada con exito por Bonatti y Mauri. Mientras, él pateó hasta los 7300m del GIII. En 1961 comandó otra expedición al Denali en la que Canali hizo cima por la inédita cara sur, y en 1969, con 60 años, toda la expedición al Jirishanca, de 6094m llamado el Cervino del Perú, hizo cima con él de jefe de expedición.

    En 1975, en un equipo que incluía a Mesner, intentaron la cara sur del Lhotse, habitualmente barrida por avalanchas. Era el reto alpino de la época. Una de esas avalanchas es la que barrió el campo base y los devolvió a casa. 
ruta cassin-ratti a la cima ovest de lavaredo
ruta cassin al denali


    Visto además el protagonismo del autor, George Livanos, en la biografía, cabe preguntarse quén demonios es: llamado "El griego" por sus orígenes, este marselles era el compañero de grandes escaladores de su época como Herzog, Lionel Terray, Rebufat, Barbier, Solda, Stenico, etc. Un tipo que se movía por medios de transporte publico para ir a los Alpes o Dolomitas, o con la vespa suya para ir al Vercors. Un escalador que aprovechaba los fines de semana y las vacaciones con Sonia, su mujer. Se le recuerda como uno de los buenos.

    En definitiva, para los fervorosos amantes de la escalada será un buen libro sobre Cassin con digresiones y apasionada admiración del autor, pero para los más críticos, entre los que me incluyo, sobra Livanos y falta Cassin: no sabemos nada del hombre fuera de la pared, faltan muchos detalles de su actividad tras la II Guerra Mundial, ya que toda la información es en conjunto muy escueta para un hombre que escaló hasta los 80 años. Además, uno piensa que compra un libro sobre Cassin, incluidas sus opiniones, no sobre las de Livanos.

    Una semblanza con todos los hitos de Cassin esta en el enlace siguiente: A los cien años de edad fallece Ricardo Cassin

CASSIN. ERASE UNA VEZ EL SEXTO GRADO. de George Livanos, en Rodes Edicions, 1987. Con 198 páginas

lunes, 11 de noviembre de 2013

TIERRA DORADA, de Norman Lewis


    Acabada la Segunda Guerra Mundial, el planeta fue repartido en zonas de influencia, básicamente dos, la americana y la soviética. Sin embargo, Lewis, un tipo que había estado en los servicios de inteligencia británicos, sabía que la influencia china, a partir de 1949, también era otra vital importancia para los países limítrofes. Hoy nadie duda de ello, pero en el año 1951 Lewis decide que si va a caer un telón de acero amarillo en esa región del mundo, tiene que darse prisa para ir cuanto antes y contarnos lo que se ve y lo que se escucha en Birmania, hoy Myanmar.

    El viaje de Lewis, hace 60 años, es de los más incómodos que uno pueda vivir sin jugarse el pellejo por ello: las infraestructuras modernas del país son inexistentes, la carreteras son patatales, los camiones y autobuses no valdrían ni para piezas, el hospedaje es en casas particulares muy particulares, quedan prisioneros japoneses penando en cárceles por sus atrocidades, hay campos minados, guerrillas de las etnias shan, mon y karen dedicadas a espantar toda intromisión foránea en sus cotos paramilitares,... Con decir que un tipo tan bregado como él estuvo a punto de tirar la toalla durante las primeras semanas de viaje, uno supondrá que moverse libremente por el país fue un intentó muy difícil, audaz, pero superado. Duró tres meses.


    "La perspectiva de viajar por mar a Mergui a bordo del vapor hacia ejercer mi imaginación... Navíos como este solían comandarlos marineros empíricos, capitanes que se perdían cuando no tenían a la vista puntos de referencia conocidos en la costa. Eran casi tan inútiles como los barcos que pilotaban, bebían como esponjas, incurrían en obsesiones religiosas y se sumían en largos periodos de ligera demencia en los que eran capaces de merodear desnudos por el puente de mando"
    Nada más aterrizar en Rangun (ahora Yangon), Lewis comprende que hay muchas otras influencias a parte de la comunista capaces de desvirtuar la cultura birmana: la huella británica se nota demasiado en una sociedad clasista, cuyos dirigentes se comparan con los ingleses de la época colonial. Así es como ven los birmanos a Lewis, y como le quieren tratar las autoridades del país, protegiéndolo con militares, obligándole a viajar con infinidad de permisos visados porque acceder a determinadas regiones es complicado. Pero él huye de todos y opta por viajar con la gente común, comer con ellos, dormir como lo hacen ellos, intentar enterarse de lo que de verdad les pasa, lo que sienten, lo que piensan, sin trabas, con los amigos que hace por el camino, sin pasar por ninguna ventanilla. Contarnos su visita a las pagodas de Sule y de Shwedagon, o un rato en el teatro tradicional pwe esta bien pero no es a lo que Lewis fue a Birmania. Prefiere contarnos cómo viven el budismo.

    "Todo se había decidido y establecido 2000 años antes de forma definitiva. Ninguna pregunta se había quedado sin respuesta. Todo estaba escrito en Las Tres Cestas de la Ley, sus crónicas y subcrónicas, diseccionadas y clasificadas más allá de toda controversia: las 7 cualidades, las 5 virtudes, las 6 máculas, los 8 peligros, las 96 enfermedades, los 10 castigos, los 32 resultados del karma. Aunque Birmania era una nación joven, había heredado una civilización con las arterias endurecidas de la senilidad."

    Lewis es un escritor que viaja y se interroga por lo que ve y le llama la atención. Si obtiene una idea negativa, también la cuenta.

    El relato no despega realmente hasta que no sale de Rangun y visita las tierras del sur, hacia Mergui, en un ferry donde las mesas se ocupan a la hora de cenar por clases sociales estrictas. Un viejo abogado, U Tun Win, será de los que le ayuden a interpretar lo que ve y a guiar sus pasos hacia lo que busca: contarnos una vida cotidiana en proceso de extinción. Muchas veces estos amigos quieren mostrarle monumentos, edificios oficiales, etc, pero él tuerce entonces el gesto y se va a descubrir la trastienda de todo lo que le enseñan. Eso les desconcierta. Por ejemplo, descubre que en ese momento son los hindúes los dueños de las finanzas del país con sus préstamos a los tenderos y agricultores. Solo profundizando en estas relaciones se llega a escuchar las amargas quejas que ocupaban a los birmanos en la vida real, no la turística.


    "Le pregunté a Tin Maung si creía que podía hacerles una fotografía, él se acercó a ellos y, a mi entender, con excesiva formalidad, preguntó por el cabeza de familia. Mantuvieron una larga discusión seguida de un rechazo... Tin Maug dijo: No se niegan por timidez, sino por superstición. Más tarde, cuando yo creía que ya había olvidado el incidente, añadió: Nuestras mentes deben adaptarse a las condiciones medievales, que son variables.
    Allí, en Kyaukme, habia un leproso sin piernas que se apoyaba en las caderas y llevaba almohadillas en las manos. Un niño le ayudó con ternura a cruzar el mercado rodeándole el cuello con un brazo. Por la experiencia en Mandalay, deduje que aquel niño se encontraba en las primeras fases de la lepra."

templo en bagan
    Lewis no olvida otros detalles de la vida rural, como la recogida de nidos de vencejos para comer y otras costumbres culinarias, las relaciones maritales tan extrañas para los occidentales o las fiestas de ingreso a un monasterio budista. Llegado a Mandalay en avión, vuelven a intentar aislarlo de la realidad por simple deferencia a la diferencia de clases victoriana que los birmanos aprendieron durante la colonización. Visita la pagoda de Arakan, pero también la leprosería, donde las monjas ejercen el proselitismo disfrazado de caridad. Más allá de todo ello, la historia de Mandalay es muy interesante. En Taungbyon nos hablará del panteón de los dioses nat y de otra de la infinidad de pagodas que encuentra, la de Anawrahta. De camino a Lashio se topa con una princesa de la antigua realeza, pero uno de los puntos fuertes del libro son las peripecias del autor por los caminos birmanos en autos destartalados porque lo hace con infinita paciencia y mucho humor. Otro seria la descripción de los guerreros shan y su cultura. El viaje por el norte le lleva aun tiro de piedra con la frontera china. Nos habla del mito del elefante blanco, algo que aun puedes encontrar en blogs sobre política actual de la Junta Militar en Myanmar. Montado en un camión en lo más alto del montón de patatas, escucha las historias de como huyeron miles de ellos de la invasión japonesa. Contempla las peleas de búfalos, y baja a Mandalay en barco por un rio en el que encuentra el monasterios de Kyaukmyaung donde amaestran a los peces. Tras otros desastrosos camiones y trenes, aliñados con disparos de la guerrilla, llega de vuelta a Rangun, a punto para la fiesta de la luna llena de Tabaung y para ver algo que le deja boquiabierto por su belleza: la pagoda de Shwedagn.

    En definitiva, TIERRA DORADA es un ejemplo de literatura de viaje, de actitud hacia mundos en peligro de extinción. Y de buena escritura, la que no olvida el placer de leer un texto bien escrito. Posteriormente he leído otros relatos de viajeros actuales por la región con el fin de contrastar, y la diferencia de todos ellos con Lewis está en que mientras él trata de comprender, de aprender in situ y con cierto riesgo personal (pasa algunos días de fiebre por la malaria en plena selva sin ayuda, tiroteos, etc), encontramos otros relatos, generalmente posteriores, en los que es difícil salirte del circuito para turistas y es difícil ver algo más de la progresiva universalización de las costumbres que impone la economía de mercado. Ahora se trata de conectar con la gente en un punto intermedio entre dos civilizaciones. Para Lewis el viaje es llegar a la otra civilización sin que se moviera de su punto de origen porque prefiere desplazarse él aunque sea incómodo. Leyendo relatos como este, uno comprende que la mayoría no pasamos de turistas.

TIERRA DORADA,de Norman Lewis, en Editorial Altair, colección Heterodoxos, año 2009. Son 325 páginas con 17 fotografías del autor en blanco y negro.