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jueves, 29 de agosto de 2013

VIAJE A MI PAÍS YA INEXISTENTE, de Tamara Djermanovic.





    "A vuestra propia patria la estáis amando con ardor, pero de tres o cuatro maneras diferentes que se excluyen entre sí, que colisionan moralmente y se excluyen con frecuencia", escribía Ivo Andric, el premio nobel yugoslavo del año 1961.

ivo andric en el puente sobre el rio drina
    De la antigua Yugoslavia podemos decir que solo queda el recuerdo, la utopía de un estado socialista diferente a los de su época. Lo  que vino después, tras la muerte de Tito, fue la descomposición desde dentro y sus dolorosa desmembración en siete repúblicas cargadas de cultura y tradiciones. Visto desde la distancia, parece que el aspecto tribal, el más primitivo, ha vencido sobre la asociación libre de personas para obtener un bien común. Hoy Eslovenia esta al borde de pedir ayuda a la UE como Grecia. Los croatas no tienen ninguna fe en su entrada en la UE (algo que, dicen, es más la voluntad de sus políticos que del pueblo), una entrada programada para dentro de dos años y retrasada por casos de corrupción; los serbios deben solucionar diversos temas políticos en medio de su crisis y del resto de las repúblicas no aparecen en los medios de comunicación ni cuando juegan a fútbol sus selecciones. Salvo desgracia mayúscula, ni existen. Son sociedades pobres.
sarajevo

belgrado
    Tamara Djermanovic salió de allí con su marido al inicio de esta descomposición, se instaló en Cataluña y con el tiempo el periódico La Vanguardia le encomendó una serie de artículos cuando en Serbia detienen al criminal de guerra Radovan Karadzic. En verano de 2008 se propone contar los cambios sociales ocurridos en esos territorios a través de historias personales que va conociendo. Mi interés por el libro también estaba en haber conocido Eslovenia y Croacia este verano. Sin embargo, el libro no cuenta demasiado sobre las transformaciones actuales, aporta pocos datos generales y basa gran parte del peso narrativo en recuerdos personales que no profundizan en asuntos importantes de la anterior convivencia, la guerras de los años 90 y la posterior reconstrucción. Como encuesta de la situación, es inferior a Fantasmas Balcánicos de Kaplan, como recuerdos de su vida esta a años luz de Estambul de Orhan Pamuk, y como digresión política ni se acerca al libro de Saul Below Jerusalen, ida y vuelta. Digamos que la visión de conjunto de Tamara la ha conseguido a fuerza de reunir una serie de pequeñas y parciales historias a lo largo de su antigua patria.


montenegro
    El libro arranca desde Eslovenia, el más germánico y moderno de los territorios, del que se cuenta en realidad muy poco. En Croacia se extiende más páginas, se aportan pinceladas aquí y allá del conflicto generado en 1991, y de cómo lo han resuelto, en la paz, borrando cualquier vestigio que no sea nacional en sus vías públicas. Todavía de observan edificios acribillados a balazos y museos al aire libre con armamento de guerra (así me ocurrió este verano). Tamara nos habla de lo difícil que es ser serbio en la Krajina croata para un taxista pero también en la Serbia de Milosevic, como también lo fue cuando los ustashas, radicales croatas durante la II Guerra Mundial, forzaban a los serbios a hacerse católicos. La costa dálmata se vuelca en estos años en el turismo, mirando con desdén a sus vecinos bosnios. No deja de sorprenderse de que tenga que presentar su pasaporte por lugares en los que de pequeña paso libremente, ni del uso político que se hizo de la lengua serbocroata o de que la linea aérea entre la capital de Serbia y Dubrovnik (Croacia) no se haya restablecido aun. La visita a Split, Hvar o Mljet, bellas costas, islas y monumentos, serenan y endulzan un poco esos recuerdos.

    "Lo que ha sucedido en y con la antigua Yugoslavia ha cambiado por completo mi mundo. Antes de la década de 1990 vivía en un país que ahora ya no existe; me eduqué en una sociedad laica y de izquierdas, de la que tampoco queda nada, y hablaba una lengua, el serbocroata, cuyo nombre ha desaparecido"

montenegro
    En Bosnia, visita Sarajevo, y hablar de Sarajevo es hablar de mucho dolor. Bombardeos, francotiradores ,... En cambio, del puente de Mostar se vuelven a tirar los chicos al río para obtener el óbolo del turista, como se hacia antes.  

    "En Yugoslavia no estábamos predestinados a que pasase lo que pasó. Independientemente de confiar en el modelo yugoslavo, no creo que nadie imaginara que una guerra civil armada fuera posible. Entender esto me parece importante para acercarse al drama yugoslavo en toda su dimensión... Refugiarse en la idea de que el crimen es cosa de otros es a la vez demasiado peligroso y demasiado fácil" 

    El origen serbio de la autora no le granjea la amistad inicial de la gente fuera de Serbia. En Kosovo, el odio entre razas es mayor, y el problema del narcotráfico muy serio. Es una república instalada en el caos. Montenegro es una belleza montañosa y aislada salvo por el desembarco de numerosos magnates rusos. Macedonia es otra mezcla de etnias mal avenidas, con barrios exclusivos para cada uno, colegios con distintos nombres y horarios para que no se mezclen; una sociedad estancada. El final dedicado a Serbia, tras la visita a los numerosos monasterios, la adentran en los recuerdos de su infancia y adolescencia en Belgrado.

    "Después de 38 días de viaje por todos los países que componían la antigua Yugoslavia y miles de kilómetros recorridos, he visto, he escuchado y he hablado con mucha gente. He visto a muchas personas insatisfechas, apagadas y sufrientes, la clase de personas que son proclives a todo tipo de fanatismos y radicalismos"
    
mostar
    Sin embargo, contar la historia de esta región de los Balcanes a través de historias personales como las que aporta la autora es una de las formas más típicas de hacerlo. Si algo no es de extrañar, es que la gente de estos países sean renuentes a hablar de la guerra y de las agresiones vecinales. En el mercado de  Zagreb yo solo obtuve por respuesta la animadversión de los croatas hacia los serbios como respuesta clara y fiel. Con el resto de nacionalidades, la chica del mercado no tenía problemas, pero con los serbios... Así que Tamara nos plantea sus propios recuerdos familiares y vivencias. Es arriesgado, porque se queda corto, pero como ella dice, es una de las formas genuinas de conocer el pasado entre los ciudadanos de un país , el yugoslavo, que ya no existe.

    Decir que el primer libro que lei de la autora fue uno que me gustó sobre Dostoyevski hace varios años, que ella es de origen serbio y que se ha planteado un libro de fácil lectura, ameno en sensaciones, y bastante emotivo en cuanto a los recuerdos adolescentes y familiares que asocia a los muchos lugares que acaba visitando 20 años después. Sabores, aromas, colores de una geografía humana y física que parecen también brotar de su palabra con emoción.

    Si algo queda claro, es que la región sigue siendo un avispero a falta de un político retorcido que lo remueva.

VIAJE A MI PAIS YA INEXISTENTE, de Tamara Djermanovic. Editorial Altair, colección Heterodoxos. Año 2013, 254 páginas