La Tierra de los Libros
miércoles, 1 de enero de 2025
EL REY SE INCLINA Y MATA, de Herta Müller
lunes, 30 de diciembre de 2024
EN BUSCA DEL VIKINGO NEGRO, de Bergsveinn Birgisson
EN BUSCA DEL VIKINGO NEGRO, de Bergsveinn Birgisson
El autor se dice descendiente directo de un vikingo de hace más de 1000 años. En la tradición de Islandia, resulta posible, dados los datos que aporta. Esa isla estuvo bastante aislada durante siglos. Esa es la justificación directa del libro, saber acerca de este curioso antepasado conocido como Geirmundur Piel Negra, nacido en el 846 en Rogaland, Noruega. La idea más general del libro es hacernos una idea general del siglo IX en el ámbito vikingo europeo. Porque como buen vikingo, navegó todas las aguas que tuvo más a mano: desde Irlanda al Mar Blanco, desde Islandia hasta los fjordos noruegos. Esos son todos los escenarios del libro, motivo por el que seguir los viajes de Geirmundur es tan interesante: diferentes motivos le llevan a cada región, y su descendiente va a sacar conclusiones inéditas de cada uno de estos intereses. Lo que Geirmundur logró al final de sus días fue ser uno de los grandes terratenientes de Islandia. Eso se sabe. ¿Qué significaba eso exactamente? ¿Cómo se conseguía? ¿Por qué, en comparación con otros vikingos más conocidos, protagonistas de sagas, llenos de acciones famosas para la posteridad, Geirmundur no posee una saga, salvo escasas menciones dispersas en las sagas conocidas? ¿Es que no fue un personaje épico? Aquí es donde el autor echa el resto, porque veremos que sí fue un personajazo. Hay que decir que le echa también mucho amor por el tema, una evaluación de las fuentes extensa y mucha implicacion como si quisiera desvelar secretos del abuelo que no llegó a conocer.
Aunque muchos hayamos caído en las redes vikingas a través de las Sagas, todas estas historias, que se han tenido muchas veces por realistas, se deben tomar con más cuidado. No hay más que tomar el caso del prolífico Snorri Sturluson, un escritor de legendarias tramas novelescas con un trasfondo de verdad del que no se sabe donde tiene su frontera con la ficción. Lo bueno del En busca del vikingo negro es su debilidad inicial: se lo nombra escasamente, pero sin saber que hizo. Entonces, ¿cómo llegar hasta él? Por otros procedimientos más rigurosos, históricos y casi detectivescos: la arqueología, la paleogenética y la toponimia antigua. Eso es lo que busca en varios ámbitos geográficos mientras desentrañamos la biografía de este enigmático Geirmundur: la costa noruega de Rogaland, los viajes en busca de materiales estratégicos para sus embarcaciones en las costas del Mar Blanco y su contacto con las tribus del norte de Siberia. Aquí también nos describe un periplo de cabotaje muy interesante, novelando algunas escenas de Hjör, el padre de Geirnundur. El padre casó anteriormente con la hija de un jefe tribal de Biarmaland, o tal vez de las orillas de la desembocadura del río Obi. De esa unión nacería Geirmundur, que se volvió a casar en este nuevo viaje, novelado en parte, con una hija de aquellas regiones polares, donde aprendió algunos conocimientos cruciales en el porvenir de este chico. Como vemos, las posibilidades de lo que pudo ocurrir dentro de lo que nos ofrece la arqueología proporcionan unas aventuras literarias sobre vikingos como yo no había leído hasta ahora. Es entretenido, sin ser novelesco.
Pero la vida de Geirmundur continuó por otros derroteros que lo llevaron a Dublín pasando por las Islas Orcadas y Hébridas, sus peleas y sus alianzas con otros jefes vikingos que serían cruciales para su siguiente paso: colonizar el noroeste de Islandia. El fue de los primeros en llegar, y por allí continúan las indagaciones del autor, sumamente interesante porque aquella isla ha quedado durante siglos como un rincón aislado del mundo, con poco interés por invertir capital para extraer beneficios. Paradigma del tema es el caballo islandés, el descendiente más cercano que se conoce a los caballos de épocas medievales. Los datos que obtiene el autor son múltiples, y él es de allí, puede emplear tiempo y recursos para saber donde habitó su lejano antepasado, donde tuvo sus diversas granjas, como llego a ser tan poderoso y por qué cayó en el olvido... pero eso ya se lo dejo al lector. Una pista: fue por el mismo motivo por el que Snorri Sturluson si nos llegó hasta nuestros días.
Por ponerle pegas al libro, echo de menos un índice como el de toda la vida, mas especifico para encontrar los detalles que has leído fácilmente. Y tal vez el gancho que tiene el título del libro: ¿un vikingo negro de verdad? No exactamente, pero a ese enigma también da una respuesta razonable Birgisson. Confieso que el gancho conmigo funcionó. No me arrepiento si con eso me enganché a esta lectura de casi 400 páginas editada originalmente en 2013.
Ahí lo dejo. Este libro parece ser la saga de Geirmundur Piel Negra que tal vez nunca existió, es decir, una posibilidad de hecho histórico imposible de corroborar al 100%. Pero a diferencia de las sagas tradicionales, el autor si deslinda los materiales que ha utilizado en sus indagaciones y la ficción que a él le han sugerido dichos materiales. Esa parte de ficción, de saga tal y como la conocemos, puede ser sólo probable, o no, pero no imposible, se dan buenas razones para que así sea. Buena lectura no solo para los que nos encanta el mundo vikingo, sino como ejemplo de como hacer otro tipo de historia diferente a las que nos han contado siempre, que viene a ser una mezcla de verdad y trolas a veces muy mal intencionada.
domingo, 29 de diciembre de 2024
LA PIEL DEL ZORRO, de Herta Müller
LA PIEL DEL ZORRO, de Herta Müller
LAS MONTAÑAS DE LA LIBERTAD, de Josep Calvet
LAS MONTAÑAS DE LA LIBERTAD, de Josep Calvet
viernes, 6 de diciembre de 2024
CIELOS VACIOS, de Georges Ferdinandy
CIELOS VACIOS, de Georges Ferdinandy
Georges Ferdinandy (1935-2024) es un húngaro que escapó tras la represión soviética del 56 y, después de varios otros países, se afincó en Puerto Rico durante 36 años, tiempo que dedicó a dar clases en la universidad, a traducir y a escribir sobre todo cuentos, género por el que ha alcanzado cierta fama. Estos 5 relatos tienen esos años caribeños como referencia, y el que más me ha gustado de ellos es el relato titulado "Chica". Los dos primeros no me interesaron demasiado acerca de lo que contaban, me parecieron bastante planos, aunque con un interés sincero de la voz narrativa por el mundo que lo rodea. El autor casi se mimetiza con ese narrador, a veces femenino también, que lo observa todo, cuenta lo que pasa a su alrededor y como le van las cosas en un medio lleno de contrastes: la gran diferencia entre la vida de los hombres y la vida que llevan las mujeres de la isla, el anhelo de llegar a EEUU en contraste con la gran decepción que sufren después, la gran diferencia que supone tener un trabajo normal y no tenerlo... hay mucha observación de la vida del prójimo. Las personas no son genéricas en estos relatos, hay mucho cariño e interés por saber cómo lo están pasando, casi como el que podríamos tener hacia un vecino nuestro al que conocemos y tratamos desde hace tiempo. En cierto modo, cuenta de forma los años consumieron a estos personajes desde la extrañeza frente de lo que les pasa, porque intentan dar un sentido a sus vidas cambiando de dirección vital, haciendo cosas que les desarrollen como personas (un mejor trabajo generalmente), pero parece que todo, por un ambiente hostil, acaba siendo inútil. Hay un poco de fracaso al final del proceso temporal de cada narrador, de cada cuento, es un tono de fatalidad que surge de momentos oscuros en la biografía que, por lo demás, se nombran como quien no quiere volver a los detalles de esos malos momentos.
Libro fácil de leer, de 104 páginas, y no hay mucho más de este autor en España que yo haya localizado. Al principio, el libro cuenta con una interesante introducción que nos acerca un poco más los relatos.
MI VIDA EN LA MAFIA, de Vincent Teresa
MI VIDA EN LA MAFIA, de Vincent Teresa
FUEGO Y CENIZAS, de Michael Ignatieff
FUEGO Y CENIZAS, de Michael Ignatieff
domingo, 1 de diciembre de 2024
LA TIZA ROJA, de Atilano Alonso Ruiz
LA TIZA ROJA, de Atilano Alonso Ruiz
Tenemos una autobiografía de esas que recorren la historia de España de una época a otra, la que va de hacer la mili poco más que con una lanza hasta la época mucho mas sofisticada en la que los misiles nucleares apuntan hacia la destrucción de la vida humana. El autor nació al norte de Palencia, cerca de Cervera del Pisuerga, allá por 1900, donde el atraso social y económico solo era superado por una buena herencia o con mucho esfuerzo. La segunda opción es la tomada por Atilano, que no era de familia de posibles, pero tampoco tan tonto o acomodado a las circunstancias como para no hacerse profesor de colegio titulado, ganar dinero poco a poco, casarse, hacer familia, comprar terrenos agrarios para prosperar. Hasta el 36 son las cosas que cuenta, se le ve bastante orgulloso de esto, muy gallito, sacando pecho de prosperidad y de sus ideas. Un ascenso social que le crearía muchas envidias incluso dentro de su familia. De esas que te mandan a la cárcel o al paredón. Que le hundieron el pecho. Como republicano en el frente norte, cuenta como fue el colapso de esa bolsa de resistencia, como acabó encarcelado. Si no fue paseado de madrugada por las fuerzas falangistas, se debió a sus contactos en el bando rebelde. El ser un simpatizante comunista no fue incompatible con una persona defensora de los más elementales derechos humanos, de la vida humana.
Llegaron las torturas de un tal Liaño, las cárceles por Reinosa, Santander y el País Vasco. La persecución de un conocido torturador franquista, Meliton Manzanas. Como el hambre y las enfermedades de sus hijos (murieron dos), le hicieron mirar hacia delante y volver a ser un trabajador duro y eficaz, haciéndose valer por sus conocimientos culturales y pedagógicos para obtener mejores puestos y remuneración sin renunciar a sus principios humanísticos. Asi se jubiló en Renteria, donde concluye esta biografía con visos de ajuste de cuentas contra el mundo, hacia 1983. Por tanto, describe, el infierno y la recuperación (con sobresaltos e incertidumbres) de un hombre que no solo lo había perdido todo, sino que muchos en su lugar habían sido fusilados.
La valoración del testimonio me merece algunas consideraciones. La primera es la subjetividad de los hechos. Evidentemente, tendemos a quedar siempre mejor de lo que somos, y aquí huele a lo mismo. Eso lo hacemos todos, somos asi. Sin embargo, hay muchas cosas sobre las que no se puede mentir, y yo le creo en casi todo. Otra cosa es que, en varias ocasiones, sus opiniones, con nuestra sensibilidad actual, parecen las de un viejo carcamal, por ejemplo al referirse a la nuera. Por otro lado, da nombres y apellidos, siempre que lo recuerda, de quienes le hicieron daño a él o su familia (pero daño de verdad): echa pestes de la Iglesia, del estado franquista, de unos cuantos de su pueblo. Por contra, deja en buen lugar a los Requetés (a navarros y vascos en general frente a los castellanos), a la Guardia Civil (aunque él mismo lo avisa, es su experiencia con ellos). En ese sentido, agradezco que el editor no limara asperezas, porque le da un sabor de autenticidad al texto como pocas veces se encuentra uno. También decir algo que siempre he creído: si estos hombres son de izquierdas, como debían ser las personas de derechas hace un siglo. Son gente ruda, que no duda en resolver las broncas con los puños o a tiros de escopeta, a pedradas si hace falta, una generación muy basta en muchos aspectos de la vida que contrastaría enormemente con nuestra sensibilidad social actual.
Por último, creo que es una buena lectura para insertarla con otras de la época. Complementa la visión que podemos tener de España antes de la Guerra Civil, durante ella y la de después. Por ejemplo, he leído a renglón seguido los prólogos de un libro tan característico como Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, de Ronald Fraser. Se entienden mejor las grandes diferencias entre clases sociales, donde unos querían seguir igual porque a ellos ya les iba bien, mientras otros estaban dispuestos a todo lo que hiciera falta para prosperar, aunque no les dejaran. Una España muy muy atrasada desde el Rey al último mendigo pasando, por cualquier industrial, capitalista, alcalde o agricultor.
Es una historia subjetiva, por supuesto, como lo son todas las historias personales, pero también es muy valiosa. Y también entretenida, que es por donde se han de empezar estas historias.
jueves, 21 de noviembre de 2024
TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith
TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith
Hay muchos géneros concretos de la literatura que me gustan, y uno de ellos son las memorias escritas por quienes estuvieron en el meollo de un acontecimiento crucial para la posteridad. Waterloo es más que una canción de ABBA con la que conquistaron el festival de Eurovisión allá por el año 1974. Es el villorrio de 1815, a corta distancia de Bruselas, donde Europa conquistó un cierto tipo de libertad que no era la napoleónica. Es un claro pretexto para un What if, una de esas ucronias acerca de qué hubiera pasado con nosotros los europeos si el corso hubiera dominado Europa desde Londres a Moscú.
Pero en Waterloo lo que hubo fue una matanza de hombres, desarrollada en dos días, el primero, 17 de junio, con un resultado más o menos incierto según se mire. Pero el día siguiente los ejércitos de ambos bandos pusieron todo lo que tenían sobre el tapete verde de los pastos, cultivos y bosques del lugar. Napoleón salió perdiendo de manera definitiva. Y la gracia de este libro son las tres experiencias de otras tantas mujeres que, si no pelearon a bayoneta calada, si acompañaron a sus esposos, oficiales ingleses, hasta donde les estaba permitido. Desde Bruselas escuchaban las salvas de artillería. La marcha forzada de las compañías armadas corriendo por las calles hacia el campo de batalla penetraba por las ventanas de la ciudad. Los carros cargados de heridos penetraban hasta los portales buscando donde acomodarlos. Pero lo más veloz eran los rumores del descalabro de las tropas inglesas, el miedo a la llegada de los dragones franceses arrasando con la población de una ciudad que no tenía defensas. Encontrar la verdad entre lo que estaban viendo y escuchando es uno de los grandes temas a los que se acercan estas tres mujeres que dejaron sus recuerdos años después por escrito. Por supuesto, ellas son testigo de cómo la muchedumbre de tropas aliadas se concitaron en Waterloo, cómo se vivieron las horas previas, y nos describen con bastante realismo el estado en que se encontraba el campo de batalla cuando todo terminó, el coste humano de la victoria inglesa. Del lado francés no hay testimonios en este libro, una pena.
La primera es Charlotte A. Eaton fue conocida en su tiempo como escritora de viajes, y eso se nota en su implicación con los efectos de la batalla. Tiene algo de mirona, de reportera de la actualidad. Es la más hooligan de las tres, hasta el punto de que para no sonrojar más al lector, el editor ya advierte de que evitó los pasajes más laudatorios hacia el ejército y su patria (no aportan nada). Aun así, quedan párrafos de esos que me he saltado. Pero el resto es muy descriptivo y entretenido desde su llegada a Ostende, en los Países Bajos, hasta su salida hacia Inglaterra por el mismo puerto. Ella se centra en los prolegómenos de la batalla, la tremenda incertidumbre para los ciudadanos que acompañan a los aliados y el sufrimiento que la victoria provoca en quienes vuelven de ella con vida: los heridos, porque sobreviven con suerte (y ya es suerte que los recojan del campo de batalla). Están los soldados que perdieron a sus hermanos de armas, está la familia que siguió a estos soldados, y que, aun sin terminar la batalla, en cuanto saben que han caído, se meten en el fregado para llevarse al herido y curarlo, o acompañarlo en sus últimas horas, o recuperar el cuerpo, si es posible, antes de que sea robado de pertenencias, normalmente desnudado y perdido en alguna fosa olvidada entre los miles de cadáveres de soldados y caballos que por Waterloo quedaron. No fue el caso exactamente de esta mujer, que paso por el campo de batalla tres semanas después del último disparo. Mientras se pasea por Bélgica y los Países Bajos, poniendo a caer de un burro a los segundo y tratando con insultante condescendencia a los belgas. Por suerte para el lector, esta es una edición crítica, con numerosas anotaciones, y pasados dos siglos de aquello, podemos ajustar ajustarle las cuentas a esta nacionalista inglesa y señalarle los muchos muchos e injustos errores que comete tanto en datos que aporta como en las valoraciones que le merecen algunos contendientes y algunos sucesos de la batalla. Está claro que los vencedores describieron la batalla como mejor les convenía. Desde Wellington y la autora es lo que se ha transmitido hasta no hace mucho con muy pocos que les llevaran la contraria. Esta muy bien entender el ambiente que se respiraba por parte de algunos ingleses: ultranacionalista, confiado a ciegas en su destino, un destino que iba a llevarse por delante cualquier oposición (como así ocurrió durante mucho tiempo después). Es el texto más largo.
La segunda mujer es también famosa por motivos más tristes que la anterior. Su nombre, Magdelene de Lancey, era conocido porque estaba recién casada con su marido William, un hombre joven y muy prometedor perteneciente al estado mayor de Wellington. Se encargaba de la logística para entendernos, y fue una buena elección por parte del Duque, porque las batallas se empiezan ganando gracias a una buena logística. Sin ella hay que encomendarse a la suerte. El resultado de Waterloo se debe también a este William de Lancey. El caso es que, estando en una posición de dominio visual de la batalla junto al estado mayor, al lado del Duque de Wellington, le alcanzó una bala de cañón que no lo mató de milagro en ese momento. Su mujer se entero muy pronto y corrió a socorrerlo durante los días que aguantó vivo, primero en el mismo campo de batalla y luego evacuado a Bruselas.
La tercera experiencia es la más corta, nos la narra Juana Smith. ¿Y quién era esta mujer? Una española, y de lejos, la más interesante de las tres. El editor ha tenido el acierto de repasar la biografía de esta extremeña que, con catorce años, se fue con un oficial inglés cuando los franceses fueron expulsados de la península ibérica. Su historia en Waterloo es muy sumaria, más allá del susto de que su marido estuviera muerto, cosa que no pasó. Ambos vivieron lo suficiente como para vivir muchas vidas diferentes en Inglaterra, Sudáfrica y la India al servicio de su majestad y alcanzando honores y prestigio elevados. Casi es más intensa el resto de sus vidas que las jornadas de Waterloo.
El libro no tiene nada que ver con aspectos de estrategia militar, ni con los fallos o aciertos de uno u otro bando. No va de eso. Va del costo humano de estas aventuras vividas en primera persona, escritas por mujeres que sufrieron sus consecuencias, una salió sin pérdidas remarcables, otra se llevó un buen susto, y otra perdió a su marido. No se les puede pedir imparcialidad, pero esa misma actitud ya es una verdad histórica, tanto si erraban en los datos o si eran más hooligans de Wellington o de Inglaterra que una cuadrilla de aficionados del Arsenal FC.