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viernes, 22 de diciembre de 2017

NO TENER CONTRADICCIONES ES EL PRIVILEGIO DE LOS DOGMATICOS, de Rebecca Solnit

NO TENER CONTRADICCIONES ES EL PRIVILEGIO DE LOS DOGMATICOS, de Rebecca Solnit 

“F. Scott Fitzgerald lo dijo brillantemente: ‘la prueba de una inteligencia de primera clase reside en la capacidad de retener en la mente dos ideas opuestas al mismo tiempo sin que se pierda por ello la capacidad de funcionamiento’. Pero las recapitulaciones del estado del mundo a menudo asumen que todo ha de ser de una manera o de otra, y como no todo es positivo, entonces todo debe ser una mierda absoluta. La siguiente frase, olvidad, de Fitzgerlad es: ‘una debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a hacer que sean de otro modo.'

Esperanza en la oscuridad. la historia jamás contada del poder de la gente

Isaac Newton

ISAAC NEWTON

"No sé qué opina el mundo de mí, pero yo me siento como un niño que juega en la orilla del mar, y se divierte descubriendo de vez en cuando un guijarro más liso o una concha más bella de lo corriente, mientras el gran océano de la verdad se extiende ante mí, todo él por descubrir."

LA PRIMERA VISIÓN DEL K2. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

LA PRIMERA VISIÓN DEL K2. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "El caso es que conforme llegas andando a Concordia ves al monstruo por primera vez, asomando poco a poco tras una arista, y quedas impresionado de nuevo, no importa cuantas veces hayas venido. El monstruo está ahí, inmutable, bello y eterno. Ninguna otra montaña producirá en ti la misma impresión, ni siquiera el Everest, dijo alguien, y tenía razón."
Este podria ser el momento que describe Iñaki: cuando empiezas a verlo y a emocionarte

martes, 19 de diciembre de 2017

ESCALADORES DE LA LIBERTAD, de Bernardette McDonald

ESCALADORES DE LA LIBERTAD, de Bernardette McDonald 

    "La reacción de 'Jurek' Kukuczka al perder la carrera fue curiosa. A cierto nivel debió de quedar devastado. No era únicamente él quien había sufrido de manera cruel en ese juego: sus compañeros de escalada habían sufrido con el. Varios habían muerto. Sin duda debía de haber una parte de Jurek que se arrepentía de los sacrificios y se preguntaba si había valido la pena. Pero daba la impresión de que él también superaba esa decepción con demasiada facilidad. ¿Había sido tan importante para él la carrera?  La magnitud de su ambición sugeriría que sí, pero Jurek era más complicado que eso. Es cierto que había perdido la carrera con Messner pero había modificado las reglas del juego a medida en que éste se desarrollaba y, en su opinión y la de muchos alpinistas entendidos, su versión de la carrera se situaba a un nivel superior al de Messner por la manera en la que los coronaba él. Mientras siguiera subiendo esos gigantes por vías nuevas o en invierno podría seguir siendo un ganador.
    O tal vez Jurek que había engañado a todos con esa competición y quizá la carrera le supuso una herramienta, una estrategia de financiación y mercadotecnia que le proporcionaba un modo de seguir haciendo lo que amaba: regresar a las montañas una y otra vez."
    ESCALADORES DE LA LIBERTAD, de Bernardette McDonald

LA ANTIGUA ESLOVAQUIA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

LA ANTIGUA ESLOVAQUIA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "En 1928, cuando visité por primera vez Eslovaquia, había conocido un país sin ciudades. Desde luego, en Bratislava había escritores eslovacos, se publicaban periódicos y revistas, pero entre los habitantes de la ciudad los alemanes y los húngaros eran numéricamente superiores a los eslovacos. En Kosice sólo escuché hablar eslovaco en los mercados donde compraban los campesinos. Las pequeñas ciudades alemanas de Levoca y Kezmarok, con sus ayuntamientos y sus iglesias góticas y sus suscriptores a Die Woche, parecían algo de otro planeta. Por otro lado, las ciudades pequeñas en las que vivían los eslovacos (Brezno, Zvolen, Ruzomberok, Martin) eran poco más que aldeas: apenas unas pocas casas y, al lado, casas de campo, huertos y gansos. Todos los intelectuales eslovacos estaban unidos al campo. Me llevaron a la cabaña en la que había nacido Kukucin, uno de los fundadores de la literatura eslovaca, y luego a una casa muy similar, donde conocí a Jilemnický, que estaba por ese entonces consagrado a la escritura de una novela. Una vez me fue dado visitar Eslovaquia durante el invierno, y el poeta Laco Novomeský me invitó a pasar las navidades en Senica, donde vivían sus padres y su abuela. Allí se nos unió un joven poeta de Dav llamado Ivan Horvát. Se nos invitó a una tradicional comida navideña, donde Novomeský y Horvát disertaron sobre la obra de Maiakovski, Nezval, Aragón y Pasternak. Clementis me llevó de visita a su pueblo natal, Tisovec, donde sus padres, con extremado celo y hospitalidad, nos agasajaron con comida y licores locales. Los miembros del Dav soñaban con una belleza industrial, sin dejar por ello de amar a los campesinos eslovacos, analfabetos pero llenos de nobleza, todavía inmunes a los males del capitalismo."
Museo ruteno de Svednik

lunes, 18 de diciembre de 2017

LAS MOTIVACIONES DE UN ALPINISTA. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

LAS MOTIVACIONES DE UN ALPINISTA. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "Los hombres y mujeres que van al Himalaya son iguales que los que no lo hacen. Tan buenos y tan malos, tan egoístas o altruistas, tan motivados y tan hastiados como cualquiera. Sólo somos tan apasionados como cualquier otra persona apasionada.
    Hay tantas motivaciones diferentes como personas, también para escalar. Algunos buscamos aventuras y autoconocimiento, otros quieren hacer ejercicio, o quizá esperan autoafirmarse. Otros no soportan más su vida en casa y quieren escapar, hay quien no puede vivir sin la fama e incluso alguno lo hace por dinero. O por una combinación de todos estos pobres intentos de explicación.
    A lo largo de mi carrera he participado en más de treinta expediciones al Himalaya. He tenido casi cuatrocientos compañeros diferentes, además de haber estado en el mismo campo base que otros miles de escaladores. Y no todos eran tan honestos, generosos, motivados, amigables o bienintencionados como se suele hacer creer en la literatura barata, ésa que emplea a menudo los términos «conquista», «ataque a la cumbre», «camarada», «éxito», «gloria»."

MIJAIL GORBACHOV. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher

MIJAIL GORBACHOV. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher 

    "No pasó mucho tiempo antes de que la conversación cambiase las trivialidades, que ni al señor Gorbachov ni a mí nos gustaban, por un enérgico debate a dos bandas. En cierto sentido, la polémica ha continuado desde entonces y surge dondequiera que nos encontramos y, como siempre se dirige directamente a la esencia de lo que realmente es la política, nunca me canso de ella.
    Me habló de los programas económicos del sistema soviético, de la transformación de grandes plantas industriales en pequeños proyectos y «negocios», de los ambiciosos planes de regadío y de la forma en que los planificadores industriales adaptaban la capacidad industrial a la fuerza de trabajo para evitar el desempleo. Le pregunté si todo aquello no sería ser más fácil si la reforma partiese desde un supuesto de libre empresa, con la aportación de incentivos y la libertad para que las empresas locales llevaran la voz cantante, en vez de estar todo centralizado. El señor Gorbachov rechazó indignado el que todo estuviese centralizado en la URSS. Cambié de táctica y le expliqué que en el sistema occidental todo el mundo, incluidos los más pobres, a la larga recibían más de la forma en que lo hacíamos nosotros que si dependiesen simplemente de un sistema de redistribución. En realidad, en Gran Bretaña estábamos intentando reducir los impuestos para incrementar los incentivos de forma que pudiéramos crear riqueza, compitiendo en los mercados mundiales. Le dije que no deseaba tener el poder de decidir donde debía trabajar la gente y lo que debía recibir a cambio de su trabajo.
    El señor Gorbachov, sin embargo, insistió en la superioridad del sistema soviético. No sólo producía mayores índices de crecimiento sino que, si iba a la URSS, vería como vivía el pueblo soviético: «alegremente». Si aquello era así, contraataqué, ¿por qué las autoridades soviéticas no permitían a la gente abandonar el país con la misma facilidad con que podían hacerlo los británicos?
    Critiqué, en particular, las limitaciones impuestas a los judíos para emigrar a Israel. Él afirmó que el 80 por ciento de los que habían expresado el deseo de salir de la Unión Soviética lo habían hecho. Dije que esa no era la información que yo tenía. Pero repitió la línea soviética, que yo tampoco creía, de que aquellos a los que se les prohibía salir habían estado trabajando en áreas relacionadas con la seguridad nacional. Sabía que en aquel momento no valía la pena seguir insistiendo; pero el tema había quedado sobre la mesa. Los soviéticos tenían que saber que cada vez que nos reuniésemos volvería a plantearse el tema del tratamiento que daban a los refuseniks.
    Si en aquella fase sólo hubiese prestado atención al contenido de las afirmaciones hechas por Gorbachov, en su mayor parte pertenecientes a la línea marxista oficial, habría llegado a la conclusión de que estaba forjado en el habitual modelo comunista. Pero su personalidad no podía diferir más de la inexpresiva ventriloquia del apparatchik soviético medio. Sonreía, se reía, utilizaba las manos para enfatizar, modulaba la voz, llevaba su argumentación hasta el final y era un agudo polemista. Se le veía seguro de sí mismo y aunque entreveraba sus afirmaciones con respetuosas referencias al señor Chernenko, de quien había traído un mensaje escrito no muy alentador, no parecía oponerse en absoluto a entrar en áreas controvertidas de la alta política. Aquella impresión se vio reforzada durante las horas de discusión que vinieron a continuación. Nunca leía informes preparados de antemano, sino que recurría a un pequeño bloc con notas. Tan sólo en lo referente a la pronunciación de nombres extranjeros buscaba consejo en sus colegas. Su línea de pensamiento no difería de lo que ya habría esperado; su estilo, sí. Según transcurría el día, comprendí que era mucho más el estilo que la retórica marxista lo que expresaba la esencia de la personalidad subyacente. Descubrí que me gustaba."

viernes, 15 de diciembre de 2017

EEUU, AÑOS 60. ECOLOGÍA O CATÁSTROFE, LA VIDA DE MURRAY BOOKCHIN, de Janet Biehl

EEUU, AÑOS 60. ECOLOGÍA O CATÁSTROFE, LA VIDA DE MURRAY BOOKCHIN, de Janet Biehl

    -"Entre los negros y la juventud, la oposición a la guerra se estaba transformando en un profundo desprecio por las instituciones establecidas y un odio a la manipulación política. Los estadounidenses corrientes estaban saliendo de la inmovilidad de la década de los 50 y cada vez se sentían más irritados por el conflicto bélico. Poseían una larga tradición de desconfianza hacia el gobierno y la autoridad. Millones de ellos se cuestionaban lo que es -la realidad del sistema dominación y del capitalismo- y visualizaban lo que podría ser -la potencialidad de la libertad-, lo que suponía el tipo de pensamiento que, desde los 50, Bookchin consideraba necesario para crear un movimiento revolucionario.
    Esto daría lugar a que, en breve, tal vez el estadounidense medio pasase a estar interesado en la democracia participativa. Y, sin embargo, justo en aquel momento, la nueva izquierda estaba abandonando la democracia y abrazando la propaganda leninista. En lugar de reclamar una mayor democracia estaban imitando a la Guardia Roja con su inflexible autoritarismo sus insufribles cuadros y su agrio escarnio a los impulsos populistas de la gente corriente. Esa no era la manera de lograr la libertad.
(...)
    La realidad -explicaba Bookchin- era que los movimientos estadounidenses no formaban parte de ninguna lucha internacional revolucionaria común. Las revoluciones del Tercer Mundo que admiraba la Nueva Izquierda estaban teniendo lugar en sitios que aún debían superar el problema de la escasez: China, Vietnam y Cuba todavía estaban peleando por transformarse en paises industrializados, un estadio que tanto Estados Unidos como Europa Occidental ya habían alcanzado hacía mucho tiempo. Es más, Mao Zedong, Ho Chi Minh y Fidel Castro -decía él- no promueven el desarrollo industrial, lo fuerzan utilizando métodos dictatoriales. Los Estados que creaban en nombre del socialismo, no eran -afirmaba Bookchin- realmente socialistas, sino estados policiales, envueltos en banderas rojas y adornados con retratos de Marx, Engels y Lenin. Sus pequeños libros rojos, invocando el socialismo, no ofrecían más que las máximas fraudulentas de la tiranía
    En realidad -aseguraba Bookchin- la mejor manera que tenía la juventud radical estadounidense de ayudar a los pueblos del Tercer Mundo era provocar cambios revolucionarios aquí, en su casa. '¡No te escondas detrás de la camiseta de Mao Zedong y Ho Chi Minh -imploraba- cuando tu tarea es destruir el capitalismo local!'. la Nueva Izquierda debía dejar de hablar en alemán -es decir, el idioma marxista- y el ruso -es decir, el leninismo'. Debía cesar de postular la absurda noción de que el Tercer Mundo al completo era el proletariado, y de que los estudiantes universitarios, obreros y dictadores del Tercer Mundo representaban la liberación.
(...)
   Los estadounidenses tenían sueños utópicos. Los radicales debían proporcionarles una visión utópica basada en sus propios problemas. Dada su profunda desconfianza hacia el gobierno era más probable que los estadounidenses respondiesen al lenguaje del anarquismo que al del marxismo, que se uniesen a un movimiento que intentara acabar con la jerarquía y la dominación cuando llegue, si lo hace, la revolución a Estados Unidos. No será una que nazca de una vanguardia marxista-leninista, dijo. Surgirá espontáneamente desde abajo, gracias a un 'movimiento molecular de las masas' que tendrá como objetivo abolir la dominación del Estado burocrático y centralizado, y el autoritarismo de todo tipo, incluyendo el racial y el sexual, para emancipar una individualidad espontánea, la personalidad creativa y las diferentes comunidades. Es decir, intentar a disolver la jerarquía como tal. Y, como mucho, los revolucionarios actuarán como catalizadores, nunca como comisarios."

jueves, 14 de diciembre de 2017

LAS CARRETERAS DE NEPAL. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

LAS CARRETERAS DE NEPAL. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "Bus, en Asia, quiere decir que estamos en la parte más peligrosa, sin duda, de toda la expedición. Nos aguardan diez mil curvas y puertos, adelantamientos a ciegas y una mecánica muy poco fiable. En la carretera sólo cabe uno, así que cuando dos vehículos se han de cruzar, ambos conductores aceleran a tope… y cuando el más cobarde se aparta, es abucheado por sus compinches. El año pasado, en Pakistán, un amigo llamado Antxón se hartó después de un buen rato de conducción suicida. Se acercó al conductor y le metió un buen meneo, diciéndole: «Tú, pedazo de cabrón, que yo tengo tres hijos…». El conductor no se inmutó, y sonriendo mientras aceleraba un poco más respondió: «¿Ah sí?, pues yo ocho…».


LUIS COMPANYS. APÓSTOLES Y ASESINOS, de Antonio Soler

LUIS COMPANYS. APÓSTOLES Y ASESINOS, de Antonio Soler

  "El siglo XX da sus primeros y equívocos pasos y el joven Companys, guiado por los preceptos de la familia, comienza a trabajar como pasante en el bufete de su tío Sebastián. Pero aquel despacho con aire de funeraria de lujo produce asfixia al burbujeante Lluís. A pesar de ello, se queda allí hasta altas horas de la madrugada estudiando no los casos en sí, sino las argucias que usa la gente principal de Barcelona para solventar sus negocios y sus batallas judiciales.
«Ese sitio donde trabajo no es un bufete de abogacía sino un hipódromo donde se saltan obstáculos legales. Y con qué elegancia», le cuenta a Layret.
«¿Los derriban? Los obstáculos, digo. ¿Los derriban?», pregunta el inválido.
«No. Nada. Todo es limpio.»
Layret asiente, desaprobando. Cuestiona:
«Limpio según las normas del hipódromo.»
«Exacto. Eso es. Según las normas impuestas por los dueños del hipódromo nacional.»"

miércoles, 13 de diciembre de 2017

POR QUÉ VAMOS A LA MONTAÑA? BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

POR QUÉ VAMOS A LA MONTAÑA? BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "...hace años que sé que andar a través de las montañas salvajes es un camino hacia la liberación. O quizá «hacia la iluminación», diría un budista. «No, hacia la redención», responderá el cristiano. Que más me da a mí. Las montañas nos liberan, nos iluminan, nos redimen. Las montañas nos hacen ser como somos, nos dan y nos quitan la vida.
    ¿Por qué escalamos? Vaya pregunta más estúpida. Pues por lo mismo que reímos, amamos o lloramos. Porque vivimos."

lunes, 11 de diciembre de 2017

KARAKORUM. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

KARAKORUM. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

    "...ese lugar mágico que se llama Concordia, el punto donde confluyen en una armonía imposible tres glaciares inmensos, donde el tiempo se detuvo hace siglos. Los sueños, si nacen en alguna parte, debe ser por aquí cerca."
Broad Peak desde Concordia, Karakorum, Pakistan

LOS CLARETIANOS EN GUINEA. UN GUARDIA CIVIL EN LA SELVA, de Gustau Nerin

LOS CLARETIANOS EN GUINEA. UN GUARDIA CIVIL EN LA SELVA, de Gustau Nerin

    "Una vez, en una audiencia, se presentó ante él una mujer que quería separarse de su marido porque el hombre había desenterrado el cráneo de su hijo para preparar un filtro mágico. Ayala resolvió el asunto de la separación, pero no castigó al hombre por haber recurrido a la brujería. El teniente nunca se opuso a la realización de ceremonias rituales tradicionales, «por ser éstas inofensivas y costumbre del país».
    Años más tarde, la administración colonial cambiaría por completo de actitud y reprimiría brutalmente la religión fang. Se ordenó a la Guardia Colonial que confiscara a los fang los cráneos de sus antepasados, a los que rendían culto (creían que las almas de los muertos permanecían en la tierra para proteger a sus descendientes). A partir de 1930 se impusieron penas de cárcel a quienes poseyeran cajas con calaveras, y se recurrió sistemáticamente a la tortura para encontrar objetos rituales ocultos. Los instigadores de aquella persecución fueron los claretianos. Los mismos claretianos que veneraban, en Vic, el cuerpo de su fundador, el padre Claret. No conservaban únicamente su cráneo: guardaban el cuerpo entero, momificado. Hasta hace pocos años aún podía contemplarse aquella momia, a través de un cristal situado en el ataúd. Y al lado, en un relicario —como si de un tesoro se tratase—, los misioneros conservaban  conservaban el cerebro del santo. Nadie les sometió a persecuciones ni torturas por ello."

domingo, 10 de diciembre de 2017

LA GRATITUD. La Rochefoucauld

LA GRATITUD. La Rochefoucauld

«La única gratitud que existe en la política es la que se reserva para los favores que aún han de recibirse».

jueves, 7 de diciembre de 2017

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

FRENTE REPUBLICANO EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Estuve en la villa de Fraga, que contaba con diez mil habitantes. Los anarquistas habían quitado a todos el dinero y lo habían sustituido por unas cartillas que daban el derecho a comprar mercancías por una determinada cantidad de pesetas a la semana. Los cafés estaban abiertos, pero no se servía nada; simplemente, uno podía sentarse un rato y luego marcharse. Un médico me contó que había querido encargar en Barcelona un libro de medicina; el presidente del comité le respondió: «Si demuestras que el libro es imprescindible, te lo imprimiremos aquí, tenemos una imprenta. No tenemos relaciones comerciales con Barcelona». En Pina también se abolió el dinero y se estableció un complicadísimo sistema de cartillas; había cartillas que daban derecho a cortarse el pelo y afeitarse. Muchos miembros de esos comités eran sinceros y entusiastas, pero sabían poco de economía. En el pueblo grande de Membrilla (La Mancha), los anarquistas, una vez abolido el dinero, declararon que cada familia, de media, constaba de cuatro personas y media, y por consiguiente, para simplificar la burocracia, cada familia recibiría víveres para cuatro personas y media.
    En una pequeña ciudad de Aragón el comité decidió llevarse las vías del ferrocarril, dado que los habitantes lo utilizaban poco y el humo de las locomotoras envenenaba el aire. Los anarquistas en el frente, al enterarse de esta decisión, se inquietaron: tenían que recibir víveres y municiones de la retaguardia; las vías no fueron arrancadas.
    Nosotros organizábamos sesiones de cine tanto en las plazas —una pared blanca servía de pantalla— como en una iglesia que de milagro permaneciese intacta, o en los comedores. Los anarquistas adoraban Chapáiev. Después de la primera velada suprimimos el final de la película: los combatientes jóvenes no podían aceptar que Chapáiev muriese. Decían: «¿Para qué vamos a combatir si los mejores mueren?». Stefa traducía el texto; a veces la interrumpían exclamaciones del tipo: «¡Viva Chapáiev!». Recuerdo que una vez un anarquista gritó: «¡Abajo el comisario!», y todos se pusieron a aplaudir. Por enésima vez comprendí que el arte apela ante todo al corazón: en la película, Chapáiev es un héroe y Fúrmanov un palabrero.
    No obstante, la película tenía a veces resultados prácticos: en una unidad, terminada la sesión, decidieron ser más prudentes en el futuro y apostar centinelas durante la noche."


LA ASCENSIÓN AL CHO OYU. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

LA ASCENSIÓN AL CHO OYU. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

"...Por mi parte, estoy encantado de haber escalado una montaña de ochomil metros en un estilo decente, sin molestar a nadie y pagándomelo todo yo, de mi bolsillo y del de la bolsa de Nueva York. El Cho Oyu me ha hecho un gran regalo. He aprendido que sin arriesgar algo es imposible ganar algo. También sé que sin conciencia de la muerte la vida resulta trivial. Que no quiero en ningún caso vivir una existencia vicaria. Una vez más he arriesgado voluntariamente mi vida y me he justificado, sobreviviendo."
Cho Oyu

martes, 5 de diciembre de 2017

APRENDER VIAJANDO. SIN FRONTERAS, de Gustavo Cuervo

APRENDER VIAJANDO. SIN FRONTERAS, de Gustavo Cuervo

    "Al descansar mi molido cuerpo entre las sábanas de aquel confortable hotel salteño, mi último pensamiento consciente fue que viajar enseña. Enseña, entre otras muchas cosas, a no juzgar con regla fija. Lo que en un lado es blanco, en otro puede ser negro. Al igual que el blanco radiante del Salar de Uyuni se podía convertir en una negra cárcel de oscuro futuro, nuestras creencias nos convierten en prisioneros, amarrandonos con las cuerdas de nuestros propios valores"


LA RUSIA DEL FUTURO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

LA RUSIA DEL FUTURO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Todo el mundo quería saberlo todo. Existen muchos libros que describen cómo se toman al asalto las fortificaciones, los cuarteles, las fortalezas. Por aquel entonces el pueblo tomaba al asalto los conocimientos. Mujeres viejas pasaban el rato inclinadas sobre los silabarios. Los manuales de texto llegaron a ser tan escasos como los incunables. Las instituciones de enseñanza superior estaban atestadas de jóvenes entusiastas. Era imposible entrar en una sala de conferencias; el auditorio del Museo Politécnico estaba hasta la bandera: era como tratar de subirse a un tranvía desvencijado. Se bombardeaba a los conferenciantes con preguntas formuladas por escrito. La gente pedía información sobre las huelgas en Westfalia, sobre la teoría de los reflejos de Pávlov, el suprematismo, la lucha por el petróleo, la eugenesia, las rimas de Maiakovski, la teoría de la relatividad, las fábricas Ford, la posibilidad de vencer a la muerte y un sinfín de temas.

    El camarada Adán consiguió carbón y empezaron a caldear el Kniazhi Dvor. Por la noche recibíamos en nuestra habitación a algunos amigos. Casi cada noche venía B. L. Pasternak, que vivía en la casa de al lado. Discutíamos acerca del devenir de los acontecimientos mundiales, la lucha entre futuristas e imaginistas, la pintura de Rozánova y Altman, los montajes escénicos de Meyerhold: queríamos pasar una página de la historia.

    Con frecuencia me sentía confundido y me contradecía. Me entusiasmaban las ciudades del futuro, que se asemejarían a los diseños de Tatlin, pero en calidad de Pablo Saúlovich escribí: «Diviso una ciudad terrible, una colmena, celdas de cristal y acero sin rostro y, en las calles ruidosas, carnavales como desfiles militares. Por los solares se alargarán las sombras de las espirales de tiempos venideros. El yugo de las ecuaciones meditadas y el hormigón de un nuevo paraíso».

  Entre los montones de nieve de los callejones moscovitas, vestido con mi pelliza teñida parcialmente con betún, tenía la férrea seguridad de que todos esos proyectos se harían realidad y que una nueva y extraordinaria ciudad se levantaría en el lugar de las casitas torcidas de madera, que tan bien conocía desde la infancia. De haber tenido diez años menos, habría reído entusiasmado; pero hijo de 1891, representante ordinario de la intelligentsia de la Rusia prerrevolucionaria, puesto que recordaba desde la infancia las palabras de Korolenko de que «el hombre está hecho para la felicidad como las aves están hechas para volar», a menudo me sentía atormentado por las especulaciones sobre cómo sería la vida del hombre en las ciudades del futuro.

    En mi interior luchaban lo patético y la ironía, la fe y la lógica. Una vez me encontré a un huésped belga en la tercera residencia comunal del Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores. Me habló del lamentable estado de nuestro transporte y las ventajas de una constitución garantista. Contesté con vehemencia que el mundo burgués estaba condenado, que un bautizo humilde era mucho más apetecible que un opulento funeral. Me llamó fanático. Pero, a decir verdad, no me parecía en nada al chico de dieciséis años que se había reído de Nadia Lvova porque admiraba los versos de Blok. Muchas cosas me preocupaban e incluso me causaban indignación: la tendencia a la simplificación, la intolerancia, el desdén por la cultura del pasado, la frase que oía con mucha frecuencia: «¿A qué viene toda esta cháchara? Todo está claro». Pero ahora sabía que la historia no se hace por arte de magia, ni como uno quiere, ni como en las hermosas novelas decimonónicas. Sabía que mi destino estaba íntimamente ligado al destino de la nueva Rusia."

lunes, 4 de diciembre de 2017

LA SEGREGACIÓN RACIAL EN NORTEAMÉRICA. LADY SINGS THE BLUES, de Billie Holliday

LA SEGREGACIÓN RACIAL EN NORTEAMÉRICA. LADY SINGS THE BLUES, de Billie Holliday

    "Mi bisabuela era la amante de un blanco, o la querida, o la mujer por derecho consuetudinario, o como se quiera llamar. También era esclava de su plantación. Por mal que estuvieran las cosas en aquellos tiempos, los blancos y los negros vivían, al menos, en el mismo mundo. Un mundo que hacían los blancos: construían los alojamientos, decidían quién trabajaría en el campo, quién recogería algodón, quién exprimiría hierbabuena en la casona. Decidían quién comería qué, quién sería comprado, quién sería vendido.
    Las mujeres blancas no tuvieron tanto que ver con eso como los hombres. Pero les bastaba asomarse a la ventana para saber lo que ocurría. Había muy poca «segregación» en las plantaciones durante el día, e incluso menos durante la noche. Más de una noche mi bisabuelo blanco iba al fondo, a la casita donde vivía mi bisabuela... con los hijos de ambos. El no necesitaba que ninguna asistenta social le hablara de «condiciones». Sabía lo que era vivir allí.
    A principios de los treinta, cuando mamá y yo comenzamos a tratar de ganarnos el pan en Harlem, el mundo en que vivíamos seguía siendo el que hacían los blancos, aunque se había transformado en un mundo que ellos casi nunca veían. Es cierto que algunos frecuentaban los lugares de trasnoche; iban al Cotton Club... un lugar que los negros nunca conocían por dentro a menos que fueran músicos, prepararan los cócteles o bailaran el shimmy. Pero éstas sólo eran atracciones secundarias, montadas especialmente para que los blancos fueran allí y pagaran las gracias de los negros.
    Esos lugares no eran reales, aunque sí la vida que vivíamos. Pero todo ocurría entre bambalinas, muy pocos blancos llegaban allí y, si se asomaban, parecían llegados de otro planeta. Todo era novedoso para ellos.
    Las cosas eran muy toscas. A veces me pregunto cómo sobrevivimos. Pero lo logramos."

¿POR QUE ESPIABA KIM PHILBY? UN ESPIA ENTRE AMIGOS, de Ben Macintyre

¿POR QUE ESPIABA KIM PHILBY? UN ESPIA ENTRE AMIGOS, de Ben Macintyre

    "En Beirut, Philby era un hombre de costumbres fijas. A mediodía recalaba en el Hotel Normandie, menos llamativo y más barato que el St. Georges, para tomarse la primera copa del día (vodka con V8), abrir el correo y leer los periódicos. Una tarde, un joven corpulento de unos treinta años, a todas luces extranjero, se acercó a la mesa que Philby ocupaba en un rincón y le extendió una tarjeta: «Petujov, Misión Comercial Soviética»

    «He leído sus artículos en el Observer y en el Economist, señor Philby —explicó—. Me parecen muy profundos. Le he buscado para preguntarle si me concedería algo de tiempo para que pudiéramos conversar. Me interesa especialmente el proyecto de un mercado común para los países árabes».

    Philby pudo haber puesto fin a su doble vida en ese preciso instante. Pudo haberle dicho a Petujov que no tenía ningún interés en hablar con él sobre la economía árabe, y con ello le habría dado a entender al KGB que para él el juego se había acabado. Otros agentes captados en la década de 1930, incluido Anthony Blunt, habían logrado desvincularse con éxito de la inteligencia soviética. Tenía una vida nueva, una amante nueva y dos trabajos interesantes y bien remunerados; además, gracias a la protección de Nicholas Elliott, estaba a salvo de nuevas investigaciones por parte del MI5; su reputación como periodista y experto en Oriente Próximo iba en aumento. Podría haber rechazado al enviado del KGB y salir indemne. Sin embargo, invitó a Petujov a tomar té en su apartamento.

    Más tarde, Philby justificaría su decisión diciendo que fue un acto de pureza ideológica coherente con el «inquebrantable compromiso adquirido con la Unión Soviética» a los veintiún años. En su opinión, si hizo lo que hizo, fue por pura convicción política, el principio rector de toda su vida. Philby menospreciaba a quienes tras contemplar los horrores del estalinismo se habían bajado del barco. «Yo seguí con mi rumbo —escribió— con la fe de que los principios de la revolución sobrevivirían a las aberraciones de los individuos». Más tarde, Philby afirmaría que había vivido momentos de duda, y que sus ideas se habían visto «influenciadas y modificadas, en ocasiones de forma brusca, por los penosos acontecimientos de mi vida». Con todo, no hay pruebas de que en ningún momento se cuestionara la ideología que había descubierto en Cambridge, ni de que cambiara de opinión o reconociera seriamente las iniquidades del comunismo práctico. Philby nunca compartió ni discutió sus opiniones, ni con amigos ni con enemigos; su fe se sustentaba sin necesidad de popes ni de compañeros de viaje, en perfecto aislamiento. Philby se consideraba un ideólogo y un lealista; en realidad, era un dogmático que no valoraba más que una opinión: la suya.

    No obstante, había algo más que política en el entusiasta retorno de Philby a los brazos del KGB. Philby disfrutaba con el engaño. Es difícil renunciar al secretismo, del mismo modo que puede serlo renunciar a la erótica de la infidelidad. A algunas personas les gusta hacer ostentación de sus conocimientos; otras se deleitan en el hecho de poseer información que se niegan a compartir y en el íntimo sentimiento de superioridad que de ello se deriva. Philby era un marido infiel, pero un amante atento, un buen amigo, un padre delicado y un anfitrión generoso. Tenía un don para la ternura. Pero también se refocilaba ocultando la verdad a quienes tenía más cerca; uno era el Philby al que los demás conocían, y otro, el Philby al que solo él conocía. El alcohol le ayudaba a mantener esa doble vida, ya que el alcohólico vive divorciado de su verdadero ser, enganchado como está a una realidad artificial. Philby no quería abandonar el espionaje, y probablemente no habría podido aunque hubiera querido: porque estaba enganchado.

    Al día siguiente de su encuentro en el Normandie, Petujov se presentó en el apartamento de Philby a las tres de la tarde; era un lugar peligroso para reunirse, y, de hecho, sería la última vez que se vieran ahí. La cita sirvió para establecer las directrices básicas: cuando Philby quisiera convocar una reunión, saldría al balcón con un periódico a una hora determinada; cuando necesitara ver a Petujov con urgencia, lo haría con un libro. En adelante, Philby y su nuevo supervisor se reunirían a intervalos regulares, siempre después del anochecer, siempre en Beirut y siempre en algún rincón discreto de la ciudad. Según Yuri Modin, el cuartel del KGB en Beirut era «un hormiguero de actividad», con agentes desplegados por todo Oriente Próximo. A Philby le dijeron que su primera prioridad sería «averiguar las intenciones de los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña en la zona». Se puso manos a la obra encantado."

El sello de correos que le dedicó la URSS

domingo, 3 de diciembre de 2017

THE THIRD THING, de D. H. Lawrence

"El agua es H2O, dos partes de hidrógeno y
uno de oxígeno,
pero hay un tercer elemento que la
convierte en agua
y ese nadie sabe lo que es"
THE THIRD THING, de D. H. Lawrence
La Garganta del Diablo, Alpes franceses