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viernes, 27 de julio de 2018

EL JUICIO DE EICHMANN . LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

EL JUICIO DE EICHMANN . LOS ASESINOS ENTRE NOSOTROS, de Simon Wiesenthal

    "Hasta que tuvo lugar el juicio de Eichmann, hubo millones de personas en Alemania y en Austria que pretendían no saber o no querían saber nada de la magnitud de los crímenes de la SS. El juicio puso fin a su propio engaño. Ahora nadie podía pretextar ignorancia. Eichmann, el hombre, no contaba: Estaba muerto desde el momento en que entró en la sala. Pero con aquella ocasión millones de personas leyeron cosas sobre él, escucharon la historia de la «Solución Final» en la radio y vieron el drama del palacio de justicia en sus pantallas de televisión. Oyeron la voz opaca de Eichmann, vieron su rostro impasible, que sólo en una ocasión llegó a algo que podía parecerse a la emoción, en el día noventa y cinco del proceso, cuando dijo: «Debo admitir que ahora considero la aniquilación de los judíos como uno de los peores crímenes de la historia de la humanidad. Pero ese crimen se cometió y todos debemos hacer lo posible para que no vuelva a repetirse otra vez»"


martes, 3 de julio de 2018

LEYENDAS DEL DESIERTO DEL SÁHARA. EL CAMINO MÁS CORTO, de Manuel Leguineche

LEYENDAS DEL DESIERTO DEL SÁHARA. EL CAMINO MÁS CORTO, de Manuel Leguineche 

    "Me hablaron en Biskra de Henri Lothe, que exploró el Sahara empujado por la lectura de La Atlántida, la novela de Pierre Benoit. En el monte de Garet el Yenun situó el folletinista albigense la morada de Antinea.
    «¿Descendiente de los dioses o hija de una bailarina parisiense?», se preguntaba Benoit. «Nos encontramos al pie de una negra montaña cuyos contrafuertes se elevaban a 2000 metros sobre nuestras cabezas. Era un enorme y tenebroso castillo feudal que se dibujaba con increíble limpieza sobre el cielo anaranjado», escribe Benoit. Aún hoy la gente del país habla de los genios del mal que habitan este tenebroso macizo donde Antinea reinó como «mujer, reina, sultana y soberana absoluta del Hoggar». No lejos de donde acampamos por la noche hallaron un túmulo en cuyo interior se descubrió la tumba de una reina, Tin Hinan. ¿Antinea? Junto al esqueleto recogieron pulseras de oro y plata sin aleación y los elementos de un collar de oro completado por granos de cornalina y de piedra pulimentada. La reina del desierto dominaba desde el río Abalesa las rutas de las caravanas entre el Mediterráneo y el África Ecuatorial y poseía, según todos los indicios, la seducción de la hechicera y la crueldad fría de la heroína de Benoit."

lunes, 2 de julio de 2018

EL MAQUIS FRANCES EN JUNIO DE 1944. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

EL MAQUIS FRANCES EN JUNIO DE 1944. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

    "En el ataque de la noche del 7 junio, Eleouet fue herido en el rostro y murieron cuarenta alemanes. Los maquis se replegaron rápidamente al bosque, pero la División Das Reich, procedente del sudoeste, llegó a Tulle.
    Los alemanes creían que los «terroristas» tenían cómplices en la ciudad que debían ser castigados a modo de escarmiento. A primeras horas del 9 de junio, la población masculina de Tulle fue concentrada en la plaza. Muchos de ellos eran trabajadores de la fábrica de armamentos, de la de ingeniería de precisión y de las instalaciones de gas de la localidad. Su documentación fue inspeccionada en presencia del alcalde y se dejó marchar a trabajadores clave, como los ferroviarios, electricistas, médicos y farmacéuticos. El alcalde solicitó que se dejara marchar también a otras categorías de trabajadores: los empleados de la prefectura y del Ayuntamiento, correos y del gas, los artesanos, mecánicos y carniceros. A algunos se les permitió irse y a otros se les hizo volver. Unos quinientos, en su mayoría jóvenes, quedaron en la plaza y fueron divididos en tres columnas. El maestro local, Antoine Soulier, describió cómo «el siniestro Walter», cabeza de la Gestapo en Tulle, «con la cabeza descubierta y su pelo largo peinado hacia atrás, los ojos entrecerrados, sin agallas, con un gabán largo con flecos sin otra identificación que la insignia de las SS en la manga derecha», fue de un grupo a otro interrogando a individuos, dirigiéndose a ellos en un francés impecable y «de vez en cuando, con un gesto del dedo índice, enviaba a algún desgraciado a la columna de en medio».
   Mientras sucedía esto, los soldados alemanes estaban requisando cuerdas y escaleras de tiendas de la localidad, y amarraron las cuerdas a los balcones de la calle principal, que daba al río Corrèze. A mediodía se puso una notificación que decía que puesto que cuarenta alemanes habían sido asesinados por bandas comunistas, ciento veinte maquisards y sus cómplices iban a ser ejecutados. Las ejecuciones comenzaron hacia las 17:00. La columna de en medio, «un bloque compacto, como una melé de rugby», fue empujada rápidamente hacia las escaleras que aquellos hombres, con las manos atadas a la espalda, fueron obligados a subir. Soulier lo describió así:
    Cae una escalera, se oye un disparo, un ser cae en el vacío. La escena se desarrolló como si se tratara de una fiesta local. Un acordeón tocaba música de acompañamiento. En el café Tivoli, bajo la sombra de los plátanos, los oficiales alemanes tomaban refrigerios y flirteaban con una mujer muy conocida en Tulle, la intérprete de la fábrica de armamentos.
    Noventa y nueve hombres, entre ellos el hijo del propio Soulier, estudiante de Matemáticas en el Lycée Louis-le-Grand de París, fueron ahorcados. Los demás eran obreros de las fábricas de armamento e ingeniería, artesanos, dependientes, oficinistas y estudiantes. Veinticinco de ellos tenían entre dieiciocho y veinticinco años y siete de ellos eran menores de dieciocho años. Los hombres restantes que estaban en la plaza, «petrificados de terror», fueron encerrados en la fábrica de armamentos por la noche y al día siguiente más de trescientos de ellos fueron transportados a Limoges, desde donde ciento cuarenta y nueve fueron deportados a Alemania.
    A más de setecientos veinte kilómetros de allí, en las Ardenas francesas, cerca de la frontera con Bélgica, se estaba formando otro maquis de desastrosas consecuencias. Se suponía que el llamado «plan Paul», ideado por antiguos dirigentes del Ejército Secreto, iba a establecer una red de maquis desde Nancy, en Lorena, y Charleville-Mézières, en las Ardenas, a Reims y el sur de París, que iba a entorpecer el avance de las fuerzas alemanas desde el este a hacia Normandía. Uno de estos maquis fue establecido en Revin, en el bosque de las Ardenas y fue el objetivo de una misión Jedburgh, llamada «Citronelle» en clave, el 12 de abril de 1944. Jacques de Bollardière, que se había unido a las fuerzas de la Francia Libre en 1940 y había sido herido durante la campaña libia, fue lanzado en paracaídas junto a un oficial estadounidense y otro británico. El comandante local del maquis era Robert Charton, de veinticuatro años de edad, empleado de la banca Société Générale que había servido brevemente en el Ejército en 1940. Arrebatado por la emoción del 6 de junio, introdujo a doscientos hombres sin experiencia en el corazón del maquis, lo que incrementó el número de estos hasta los trescientos: «Era una locura —dijo más tarde uno de sus superiores—, porque aquellos jóvenes no tenían ropa adecuada ni armamento. Los maquis no tenían los medios para ocuparse de todos ellos de golpe», pero ahora tuvieron que equiparlos, alimentarlos y entrenarlos como mejor supieran. Carentes de disciplina, uno de los maquis se fue a su casa a contarle a su mujer enferma dónde estaba, y fue capturado e interrogado por los alemanes. El bosque estaba rodeado ahora por tres mil alemanes de una división Panzer, que atacó a los maquis el 12 de junio. Aquella noche, algunos maquisards, encabezados por Jacques de Bollardière, lograron encontrar una vía de escapatoria a través de las líneas enemigas. Otros, menos afortunados, fueron apresados por los alemanes, golpeados con palos y culatas de fusil, y luego fusilados: ciento seis cadáveres fueron arrojados a unas fosas poco profundas"

WHO I AM, de Pete Townshend

WHO I AM, de Pete Townshend 

  "Tocamos R&B: «Smokestack Lightning», «I’m a Man», «Road Runner», y otros clásicos con garra. Ante el micrófono, sigo rasgando sin parar la aullante guitarra Rickenbacker, luego le doy al interruptor que instalé para que chisporrotee y acribille la primera fila con ráfagas de sonido. La arrojo al aire con violencia y siento un estremecimiento repentino mientras el sonido se degrada de un rugido a un estertor: miro hacia arriba y veo el cuerpo fracturado de la guitarra, mientras la extraigo del agujero practicado en el techo bajo.
  En ese momento tomo una decisión repentina, y en un frenesí demente vuelvo a arrojar una y otra vez la guitarra contra el techo. Lo que antes era una simple fractura, ahora es un astillado estropicio. Sostengo la guitarra ante el gentío con gesto triunfal. No la he machacado: la he esculpido para ellos. Despreocupado, arrojo la guitarra hecha añicos al suelo, agarro una Rickenbacker nueva de doce cuerdas y prosigo el espectáculo.
  Aquel martes por la noche di con algo más potente que las palabras, algo más emotivo que mis tentativas de chico blanco por tocar blues. Y como respuesta recibí la unánime aclamación del público. Algo así como una semana más tarde, en el mismo local, me quedé sin guitarras y derribé la pila de amplificadores Marshall. Poco amigo de quedar en segundo plano, Keith Moon se sumó a la fiesta pateando su batería. Roger empezó a raspar el micrófono contra los platillos quebrados de Keith. Algunas personas contemplaron la destrucción como un ardid publicitario, pero yo sabía que el mundo estaba cambiando y estábamos mandando un mensaje. La vieja manera, convencional, de hacer música ya nunca iba a ser la misma."