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miércoles, 31 de mayo de 2017

EL ESPÍRITU EUROPEO DE ENTREGUERRAS. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

EL ESPÍRITU EUROPEO DE ENTREGUERRAS. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Hasta 1914 habían perdurado determinados conceptos, normas e ideas. En 1909 Anatole France, con su escepticismo, con su culto a la belleza, su humanismo algo frío, formaba parte del paisaje de París. En 1929 Paul Valéry parecía un anacronismo. Las viejas concepciones sobre el bien y el mal, sobre lo bello y lo feo, se habían derrumbado sin que nadie hubiera conseguido crear otras.
    Por lo general, se atribuye la influencia de Estados Unidos a su poder económico: el tío rico y enérgico trata de llevar por el camino recto a los sobrinos descarriados, caídos en la pobreza. Pero el influjo de Estados Unidos que yo veía por todas partes no estaba relacionado solamente con la economía. Después de la Primera Guerra Mundial la psicología de la gente había cambiado. Lo que gustaba eran los espectáculos asequibles de Broadway, las películas estadounidenses más estúpidas, las novelas de detectives. El perfeccionamiento de la técnica se producía a la par que la simplificación del mundo interior. Todos los acontecimientos que iban a surgir estaban ya en el aire: desaparecía poco a poco la resistencia. Se avecinaban años oscuros en los que se pisotearía la dignidad del hombre en varios países y el culto a la violencia sería algo natural; avanzaba la época del nacionalismo y del racismo, de las torturas y de los procesos monstruosos, de los eslóganes sucintos y de los perfeccionados campos de concentración, de los retratos de los dictadores y de las epidemias de denuncias, del desarrollo de las armas y de la acumulación de la barbarie primitiva. Y así, casi imperceptiblemente, la posguerra se convirtió en la víspera de una nueva guerra."
1933

EL PASO CLAVE. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

EL PASO CLAVE. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

    "Desde arriba me llegaban las risas de los turistas que había en la cima, ajenos a lo que me sucedía. Había montones de ellos. yo estaba en un infierno muy particular.
    
    Acaricie el mosquetón varias veces, luchando contra la urgencia de agarrarlo, pero pensando también lo estúpido que sería matarme en una placa, resbalando y rebotando casi 600 metros hasta morir cuando podía salvarme tan fácilmente. Los gemelos se me estaban cargando poco a poco. Sabía que debía hacer algo enseguida,  pues esa postura, que era como caminar sobre agua, me estaba agotando. Nunca se me pasó por la cabeza destrepar. Iba a seguir subiendo fuera como fuese, pero la cuestión era hasta qué altura. Pero entonces un miedo real se apoderó de mí. Una vez más, respire hondo estudiar los agarres que tenía ante mí y tratar de pensar racionalmente acerca de lo que tenía que hacer.

    Aunque para empezar nunca quise estar en esa placa,  tenía que terminar lo que había empezado sin invalidar mi ascensión. Al final, adopté un compromiso. Mantuve mi mano en la patética rebaba pero estiré mi dedo índice lo suficiente como para que la última falange descansara en el interior del mosquetón. Lo que pensé fue que si se me iba el pie podría trincar el mosquetón con un dedo y detener mi caída.

    Puse el pie en adherencia, me supere sobre él y agarré el canto bueno. Ningún problema. Me había liberado de mi pequeña prisión, en la que había permanecido en silencio durante cinco largos minutos. Y no había hecho trampas al no agarrar el mosquetón.

    Subir la placa final de 5.7 casi a la carrera. Una veintena de excursionistas estaban sentados al borde del cortado,  contemplando mi sprint final pero ninguno dijo una palabra. Ni gritos, ni fotos, nada. Tal vez pensaban que era una excursión perdido. Quizá no supieran concebir de dónde salía o tal vez les importara todo un carajo.  Cuando llegue a la cima con una última superación, me tope con un aluvión de seres humanos, un centenar de personas dispersas por toda la llambria cimera. Junto a mí los turistas se tomaban el bocadillo. Contemplaban el paisaje, sacaban fotos. Gente por todos los lados.

    Era una situación extrañísima. Como saltar en paracaídas en Vietnam y aterrizar en un centro comercial.

    Estaba sin camiseta, agotado, jadeante, febril. Me inundaban emociones contradictorias. Me avergonzaba haberme asustado en la placa, pero no tenía palabras para expresar el júbilo de haber hecho por fin algo en lo que llevaba meses pensando. Avergonzado de mí mismo por haber forzado las cosas tal vez un poco más allá de lo que había planeado. Pero a pesar de todo,  orgulloso de mí mismo"

viernes, 26 de mayo de 2017

EN EL DENALI. AL FILO DE LA ESCALADA, de Cesar Pérez de Tudela

EN EL DENALI. AL FILO DE LA ESCALADA, de Cesar Pérez de Tudela 

    "Son esos momentos de soledad y tristeza cuando sentí la compañía de los poetas. Leí unos versos de Machado y de Miguel Hernández, y capté su hondo valor. Ellos me mostraban el camino; ahora comprendo como solo los poetas esencialistas pueden hacernos levantar el ánimo perdido, salir del desastre, aceptar el pasado y borrar el resentimiento; no se escala solo para llegar a la cima, sino para vivir en el camino. A través de esa dura experiencia descubrir la gran parte invisible de mi alma, gracias a los versos que me ayudaron a superar las angustias en las dudas. Ellos me enseñaron a vencer la depresión y el desánimo. Pude dormirme pensando que me encontraba inmerso en el calor de una playa del Mediterráneo.
Dormí mucho y al día siguiente me encontré mejor. La niebla empezó a disiparse. Desmonte la tienda y la plegue lo mejor que pude. Lentamente, con pasos muy cortos, fui subiendo mientras observaba la nieve. Más arriba descubrí una cuerda fija casi tapada que me sirvió para asegurarme con el jumar. Era un paraje de gran belleza atravesado por los rayos del sol que me generaban un especial optimismo. Volvió a mí el entusiasmo y me encontré con fuerzas. La niebla se había despejado y con el sol renacía el espíritu de lucha al tiempo que me atraía hacia el camino de la cumbre. Ya no era un hombre perdido en Alaska. Me sentí feliz ejercitando mi oficio de explorador y alpinista abriendo huellas sobre unas aristas de nieve inestables"
Denali, via Cassin

VACAS QUE ALIMENTAN CERDOS, DINAMARCA 1933. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

VACAS QUE ALIMENTAN CERDOS, DINAMARCA 1933. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Los representantes de cuarenta y seis Estados se reunieron en Roma para discutir qué se iba a hacer con los excedentes de trigo. Era la primavera de 1931. La locura se apoderó de todo el mundo. En Brasil quemaban café. En Estados Unidos quemaban algodón. En la conferencia se propuso desnaturalizar el trigo con la ayuda de eosina. El grano rojo podía servir como pienso para el ganado.     Lanzaron el eslogan: «Dad trigo al ganado, es más barato y nutritivo que el maíz». Se iban sucediendo las quiebras de los bancos. Los campesinos, hambrientos, abandonaban sus campos y se iban lejos en busca de pan.
    Las vacas comían trigo de primera calidad, Manitoba o Bartela. Pero unos meses más tarde los periódicos anunciaron que en el mundo había demasiada mantequilla y carne, y que por esta razón, justamente, la gente se estaba muriendo de hambre.
    En 1933 estuve en Dinamarca. Ya había visitado antes ese país tranquilo, verde y próspero. Los daneses vendían mantequilla, carne y tocino a los ingleses y a los alemanes. En la isla de Lolann, en la pequeña ciudad de Naiskof, vi una máquina increíble que transformaba las vacas en tortas redondas destinadas al engorde de los cerdos. La máquina molía los huesos y los mezclaba con la carne formando una masa de color terroso. (Inglaterra compraba aún tocino, pero ya estaba claro que había manteca en exceso en el mundo, y que si la situación mundial no mejoraba, pronto habría que sacrificar también los cerdos).
    Me mostró la máquina el veterinario local, hombre de cabello blanco, honesto y muy triste. Había pasado la vida cuidando vacas y no podía asistir tranquilamente a su masacre.
    En Copenhague vi a parados hambrientos. Yo sabía lo que es el hambre y al cruzarme con ellos dirigía la vista hacia otro lado.
    Los antiguos griegos crearon el mito de Sísifo. Era rey de Corinto y un bandido. Cuando murió, los dioses le impusieron un castigo terrible: debía transportar una gran piedra a la cima de una montaña, pero en cuanto llegaba allí la piedra rodaba hacia abajo. Sísifo había robado y asesinado. Pero ¿a cuenta de qué pecados había centenares de millones de hombres condenados al trabajo de Sísifo? Primero ampliaron la superficie de siembra; luego tiñeron el trigo con eosina para dárselo a las vacas; luego comenzaron a matar vacas para alimentar con ellas a los cerdos…
    Aquellos cuatro años no pasaron en vano para mí. No sé si conseguí hacer ver alguna cosa a mis lectores, pero yo, personalmente, vi muchas. Ya antes aborrecía el mundo del dinero, de la codicia, pero con el odio no basta. Llegué a comprender que no se trataba del carácter de las personas: entre los empresarios, los financieros, los reyes de la industria y magnates de las finanzas había personas buenas y malas, inteligentes y con pocas entendederas, simpáticas y detestables; no se trataba de su esencia diabólica, sino de la absurdidad del sistema. En la época de Balzac los capitalistas eran codiciosos, avaros, a veces violentos, pero construían fábricas, criaban vacas de raza, mejoraban el nivel de vida de la gente. Se les podía acusar de no tener corazón, pero no de estar locos. Cien años más tarde, los nietos de los personajes de Balzac parecían dementes furiosos.
    Me alegro de haber comprendido y reflexionado sobre esta verdad en el umbral de la década de 1930. La humanidad se aproximaba a una época de grandes pruebas. Cuando recuerdo mi pasado, pienso en la Alemania de Hitler, en los años transcurridos en España, en la guerra. Una de las pruebas más amargas por las que pasé fue a finales de 1937, cuando llegué a Moscú directamente desde el frente de Teruel. Hablaré de ello en el siguiente volumen de estas memorias, pero ahora quiero decir que, si bien no pude prever mucho de lo que se habló en 1956 en el Congreso del Partido y en cualquier piso moscovita, había estudiado a conciencia la estupidez, la barbarie y la crueldad del mundo enemigo antes de Hitler, antes de Guernica, antes de los pueblos quemados y las vacas ametralladas en los campos de Bielorrusia."


miércoles, 24 de mayo de 2017

LA ESCALADA PERFECTA. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

LA ESCALADA PERFECTA. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

"No era en modo alguno el paso más difícil de la vida, pero la obvia simplicidad del movimiento me acompaño durante mucho tiempo. Para mí, esa es la esencia máxima de escalar en solo integral: estar casi desconectado de la pared, rodeado de aire. Hay una cierta pureza en ese tipo de movimiento que no puede darse cuando hay cuerda y material. Pero con todo lo que amo la simplicidad, no siempre es simple llegar a esas posiciones. Alli, en Sendero Luminoso, todo confluyo: una mezcla perfecta de estética y desafío, escalada lo suficientemente difícil que exige una concentración total y decisión, y en una vía de continuidad que asciende por la pared más grande de todo el macizo.
    Desde ahí hasta la cumbre escale con facilidad, fiándome cada vez más de los pies con cada paso que daba. En unos cuantos largos use secuencias nuevas, confiando en mí mismo para encontrar la manera más fácil de superar ese mar de caliza aparentemente liso. En la repisa que hay a mitad de la via, me quite los gatos, y volví a hacerlo cinco largos más arriba, para dejar que se me relajaran los dedos tras centenares de metros de escalada técnica en placa. En resumen, había encontrado exactamente la experiencia que andaba buscando: ser apenas un puntito en una enorme pared que no perdona errores. Pero durante esas 2 horas, pude saborear la perfección"

UN VIAJERO COSMOPOLITA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

UN VIAJERO COSMOPOLITA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Pushkin escribía en Oneguin: «Empezó a viajar sin un fin, guiado sólo por el sentimiento, y también los viajes, como todo en el mundo, acabaron aburriéndole». Yo tampoco tenía un «fin», pero los viajes no me cansaban. Evidentemente, no es posible huir de uno mismo y, dondequiera que estuviese, no me abandonaban mis pensamientos. Sin duda, por eso me gustaba (y me sigue gustando) viajar: a veces, en algún lugar remoto, observando la vida ajena, uno encuentra la explicación que en vano buscaba sentado a la mesa de trabajo… Entonces yo tenía casi cuarenta años, por tanto ya había abandonado lo que, por lo general, se suele considerar como el período de formación de la personalidad, pero continuaba sintiéndome como un escolar.
    Todos los hombres se van rodeando poco a poco de gente con la que se sienten ligados por intereses comunes, por el trabajo. No es posible huir de uno mismo, pero sí que es posible desgajarse por algún tiempo del círculo de los conocidos habituales. Desde luego, también en otros países me encontraba a menudo entre escritores; conocí a Majerová, a Novomeský, a Antoni Słonimski, a Broniewski, a Andersen Nexø, a Johan Nordahl Grieg, a Joseph Roth.
(...)
    Podían obtener el visado del tiempo. Los viajes me ayudaron a desprenderme de muchos convencionalismos, tanto antiguos como nuevos, me ayudaron a ver la vida tal como era. Al hablar con granjeros daneses me esforzaba en comprender el camino de un escritor soviético."

martes, 23 de mayo de 2017

EL ARTE MODERNO PARA ENTENDER EL PRESENTE. LOS CÍNICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO, de Ryszard Kapuściński

EL ARTE MODERNO PARA ENTENDER EL PRESENTE. LOS CÍNICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO, de Ryszard Kapuściński 

    «Hoy, para entender hacia dónde vamos», sostiene Kapuściński, «no hace falta fijarse en la política, sino en el arte. Siempre ha sido el arte el que, con gran anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y las grandes transformaciones que se preparaban. Es más útil entrar en un museo que hablar con cien políticos profesionales. Hoy en día, como el arte nos revela, la historia se está posmodernizando. Si le aplicáramos a ella las categorías interpretativas que hemos elaborado para el arte, quizá lograríamos desentrañarla mejor y tendríamos instrumentos de análisis menos obsoletos que los que, generalmente, nos empeñamos en utilizar. Caídas las grandes ideologías unificadoras y, a su manera, totalitarias, y en crisis todos los sistemas de valores y de referencia apropiados para aplicar universalmente, nos queda, en efecto, la diversidad, la convivencia de opuestos, la contigüidad de lo incompatible. Puede derivarse de todo ello una conflictividad abierta y sanguinaria, arcaica, el enfrentamiento difuso, el renacimiento de los localismos y de los más feroces tribalismos, pero también podría surgir un lento aprendizaje de la aceptación de lo distinto a uno mismo, de la renuncia a un centro, a una representación única. Como el arte posmoderno nos enseña, quizá podríamos darnos cuenta de que hay espacio para todos y que nadie tiene más derecho de ciudadanía que los demás».

RIESGOS. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

RIESGOS. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

    "Me tomo el riesgo de una manera que sorprende a mucha gente. No creo que lo que acabe matandome sean las escaladas superdifíciles, ni siquiera en solo integral. Creo que es la ingente cantidad de escalada de dificultad moderada la que te puede costar la vida. John Bachar no murió a los 52 porque estuviera intentando un solo integral que estuviera en su límite. En lugar de ello, se cayó en una vía de encima de su casa en Mammoth Lakes que había hecho a menudo y para la que tenía el grado más que de sobra. Sea lo que fuere que se torció aquel día de 2009, puede que lo que ocurrió fuera que la enorme cantidad de solos integrales que llevaba (casi tres décadas y media haciéndolo) lo que acabo atrapandole"

lunes, 22 de mayo de 2017

EL PÉNDULO. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

EL PÉNDULO. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

    "En 2010, cuando hice en solitario la No se,  llevé una cuerda  fina de 60 metros en mi mochila, solo porque sabía que había unos cuantos largos en los que tendría que usarla para autoasegurarme. Entre esos largos estaba el conocido como King Swing, un enorme péndulo que te permite escapar de la aparente callejón sin salida de Boot Flake, una gran laja en forma de bota. Me descolgué 30 metros desde la reunión en la que estaba y luego me puse a correr de lado sobre el granito liso, para ganar inercia y poder dar péndulos cada vez mayores hasta ser capaz de alcanzar finalmente el borde de una grieta situada muy a la izquierda que conduce el sistema de fisuras por las que continúa la ví. Es una maniobra que puede parecer divertida,  pero que haciendola en solitario resulta bastante intimidante. El King Swing debe ser el mayor péndulo que hay. Al menos es el mayor que haya hecho yo".

VIAJERO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

VIAJERO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Qué se le va a hacer, comencé mi vida nómada a los diecisiete años, durante años he dormido en habitaciones de hotel de mala muerte, he cambiado de dirección con frecuencia, he viajado en vagones verdes, llenos de hollín, que saltaban de aquí para allá, traqueteando, he descansado en la cubierta de los barcos, he dormido en los aviones, he recorrido a pie cientos de kilómetros, y todo ello sin sentirme nunca turista; tampoco he dado vueltas por el mundo movido por el deseo de recoger datos para mis libros. He viajado por impulsos de mi voluntad y también porque me han enviado, he viajado con dinero y sin él: en un principio veía cómo se sucedían, raudos, los postes leguarios, después fueron montones de nubarrones; gastaba con rapidez las suelas de los zapatos y, en vez de comprar armarios, adquiría maletas. Así ha discurrido mi vida. Sin duda, se trata de una particularidad de mi naturaleza: hay quien gusta de permanecer en su casa, existen también los «judíos errantes»; no es motivo para enorgullecerse ni tampoco para que deba uno justificarse."
Ilya Ehrenburg, Paris, 1954

viernes, 19 de mayo de 2017

EL NSDAP. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler

EL NSDAP. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler 

    "Heinrich iba con frecuencia de Schleissheim a Múnich, no sólo para ver a la familia y los amigos, sino también para asistir a las asambleas políticas de diferentes grupúsculos de derecha. Estuvo presente, por ejemplo, cuando Adolf Hitler habló en la gran concentración de protesta de las Asociaciones Patrióticas Unidas de Baviera, celebrada en la Königsplatz el 16 de agosto. El acto, que reunió a 30.000 hombres armados de distintas organizaciones de extrema derecha, tuvo como lema «Por Alemania-Contra Berlín» y se dirigía contra el «bolchevismo judío», acusado de hacerse cada vez más fuerte bajo la tapadera de la República.

   Más allá de sus rivalidades, los grupos derechistas de Baviera coincidían en su hostilidad al gobierno de Berlín. El 24 de febrero de 1920, en la tradicional cervecería Hofbräuhaus, sita en pleno centro de Múnich, había tenido lugar la primera asamblea masiva del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) —que hasta febrero de 1919 había sido el Partido Obrero Alemán—, fundado el 5 de enero de 1919. Ante un público de 2.000 oyentes enfervorizados, el nuevo jefe de enganche del Partido, Adolf Hitler, quien se llamaba a sí mismo «propagandista» del movimiento de derechas, proclamaba los 25 puntos del programa de su formación, que incluían, entre otras cosas, una «Gran Alemania» para todos los alemanes étnicos, la anulación de los «Tratados de Versalles», «tierra y territorio» (colonias) y una declaración de lucha contra el capitalismo «judío». Llevar estas reivindicaciones a la práctica pasaba por crear «un fuerte poder central», por sustituir la democracia por un sistema autoritario y dictatorial. Las soflamas incesantes de Hitler contra los «criminales de noviembre» tuvieron cada vez más resonancia entre la población. Sus intervenciones como orador llenaban ya el inmenso aforo del circo Krone, en el que tan sólo entre mayo y agosto de 1923 habló cinco veces en asambleas atestadas de gente.

    Entretanto, las condiciones de vida empeoraban a un ritmo vertiginoso. Los efectos de la inflación golpeaban con particular dureza a la ahorradora clase media, que quedó prácticamente expropiada, lo que causó una acritud infinita. Nada predispuso a la burguesía alemana más a favor de Hitler que la inflación de los años 1919 a 1923, escribió Stefan Zweig. La dramática hiperinflación de 1922-23 supuso también una nueva sacudida para la acomodada familia Himmler; con los empréstitos de guerra habían perdido ya gran parte de su antigua fortuna, que no sólo les había dado bienestar sino también seguridad en los primeros años de su matrimonio. Es muy probable que, después de la conflagración, volvieran a ahorrar celosamente. Pero la inflación constante acabó con los nuevos ahorros. Si bien es cierto que disponían de más recursos que muchos otros gracias al sueldo del director de instituto Himmler, no lo es menos que el dinero no valía literalmente nada. En agosto de 1923, el dólar tenía un contravalor de un millón de marcos; en septiembre, los precios se calculaban en miles de millones, y a finales de octubre, en billones."



UNA ANTIGUA HISTORIA DE ESCALADA. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

UNA ANTIGUA HISTORIA DE ESCALADA. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

"Independence monument es una aguja de arenisca de 140 metros que hay cerca de Grand Junction, Colorado. Ese lugar fue testigo de una historia extraordinaria hace más de un siglo. En 1911, un loco llamado John Otto tallo agarres en la planta arenisca, con lo que hizo accesible esa torre al convertirla en una especie de escalera artificial. El 4 de julio, ondeo en su cumbre la bandera de barras y estrellas. Y más de un siglo después persiste la traición de que cada 4 de julio, Independence Day en Estados Unidos, se asciende esa torre y se hacen ondear banderas americanas desde lo alto. Otto acabo convirtiéndose en el primer guarda del Colorado National Monument por lo que cobraba el pingüe salario de 1 $ al mes, ya en plena década de 1920.
Alex y Cenar suben en un pis pas la vía Otto al Independance Monument, a la que dan un grado de 5,9 obligado (6a), y se maravillan con los agujeros y peldaños tallados en la roca hace tantos años. Alex diría más tarde que me pareció una vida sorprendente, histórica y disfrutona."



jueves, 18 de mayo de 2017

VOCACION VIAJERA. CINCO VIAJES AL INFIERNO, de Martha Gellhorn

VOCACION VIAJERA. CINCO VIAJES AL INFIERNO, de Martha Gellhorn

"Para mi, viajar era como para un leopardo sus manchas. Llevaba toda la vida viajando, desde la infancia en los tranvías de mi ciudad natal que me transportaban a Samarcanda, Beijing, Tahiti, Constantinopla. Los topónimos eran la magia más poderosa que conocía. y lo siguen siendo. Y viajaba de verdad desde los 21 años, cuando decidí que sería un buen plan verlo todo y a todos, y escribir sobre ello"---MARTHA GELLHORN

VIAJAR. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

VIAJAR. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

"Un viaje es como una especie de relleno entre aventuras de escalada de las de verdad. Viajé, escalé, probé cosas nuevas, aprendí otras que no sabía y todo mientras me estaba preparando para algo los grande...
Borneo, Chad e incluso Terranova fueron para mí nuevas experiencias, pero lo largo de mí, todavía relativamente breve, trayectoria como escalador, cuando quiero exigirme más sigo regresando a Yosemite. Gracias a la enorme escala y a la dificultad de sus altas y limpias paredes de granito, Yosemite ofrece unos retos casi ilimitados a los mejores escaladores actuales, como los ofrecerá, de eso estoy seguro, a las estrellas de la generación siguiente. Nadie, por ejemplo, ha intentado todavía hacer una de las vías de El Capitán en solo integral".
Alex vive en su furgoneta

LA GESTACIÓN DE OTRA GUERRA MUNDIAL. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

LA GESTACIÓN DE OTRA GUERRA MUNDIAL. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Un velero entró en el puerto con una buena pesca. La tripulación, calada hasta los huesos y aterida de frío, estaba contenta. Pero nadie quiso comprarles las sardinas, a pesar de sus argumentos, insistencias y gritos. En otro puerto, Audierne, había una fábrica que no formaba parte del consorcio y los pescadores decidieron probar suerte ahí, pese a que el viento arreciaba y se estaba desencadenando un temporal. Los que se quedaron en la orilla comentaban, con aire sombrío: «¿Qué otra cosa pueden hacer? Son padres de familias numerosas».
   Están las meditaciones sobre la «caña pensante», las fantasías de Villiers de L’Isle-Adam, los paisajes bretones de Gauguin. Pero hay también otra cosa: niños hambrientos. Una de las tragedias de nuestra época reside en esta contradicción entre el vuelo del genio humano y la antigua miseria bestial.
   Las mujeres que se habían quedado en la orilla vieron una ola enorme tumbar el velero. Se desencadenó una tormenta humana: la gente se precipitó hacia las puertas cerradas de la fábrica. Los patrones no estaban, probablemente descansaban en algún balneario cercano. Los administradores, despavoridos, corrieron hacia el teléfono, suplicaron que se les enviase un destacamento de gendarmes.
    Del faro partió un barco de motor y lograron salvar a los náufragos. Enseguida se calmaron los ánimos. A la mañana siguiente las embarcaciones se hicieron a la mar; las mujeres descabezaban las sardinas con mucho cuidado y colocaban el pescado en las latas.
    Así que no pasó nada. ¿Por qué, no obstante, el episodio se ha grabado en mi memoria? De sobra sabía que quien está saciado no comprende al hambriento, y no sólo por los libros, sino por experiencia personal. Tampoco podía sorprenderme la vida de los pescadores de Penmarch, demasiadas veces había observado la pobreza humana. Fue otra cosa lo que me impresionó.
    Los pescadores de Penmarch libraban cada día un combate con el océano. En el cementerio vi muchas cruces sobre tumbas vacías a las que acudían las viudas de quienes habían perecido en el mar. La lucha del hombre contra la naturaleza ennoblece siempre el espíritu y no creo que haya en el mundo mito más hermoso que el de Prometeo. Poco antes de mi llegada a Penmarch, un joven piloto estadounidense, Lindbergh, había llevado a cabo el primer vuelo transatlántico, y vi en las casas de los pescadores retratos suyos, recortados de los periódicos. De niño, me apasioné por un libro que hablaba de la expedición Fram de Nansen, y luego, a lo largo de mi vida, he sido testigo de hechos, más o menos relevantes, que han mantenido en vilo el alma de todos: Blériot sobrevoló el canal de la Mancha, marinos rusos salvaron a los habitantes de Mesina durante el terremoto de 1908, Calmette descubrió la vacuna contra la tuberculosis; el rompehielos Krasin salvó a la expedición polar de Nobile, la muerte de Amundsen, los hombres del Cheliuskin se mantuvieron sobre un bloque de hielo a la deriva, los pilotos soviéticos vuelan hasta América a través del Polo Norte, Fleming descubrió la penicilina, los ingleses escalaron la cima del Everest, los noruegos llegaron a la Polinesia en balsa, un satélite soviético giró en torno a la Tierra y, por último, el mundo está admirado y atónito ante Yuri Gagarin, que por primera vez ve el cosmos.
   Junto a estos hechos, que nos llenan de admiración, los hombres corrientes —pescadores y médicos, mineros y pilotos de la flota civil— luchan día y noche contra la naturaleza ciega.
    En 1929 conocí en Suecia a Dalen, físico e ingeniero ciego. Trabajaba sobre las luces de los faros y había perdido la vista durante uno de sus experimentos: había sacrificado sus ojos para que pudieran ver otros: capitanes de navío, timoneles y pescadores. Pero en Penmarch yo había sido testigo de otra cosa… Hay actos heroicos y existen los intereses particulares. ¡Eso es lo intolerable! Siempre hay gente dispuesta a mandar a la muerte no sólo a tres pescadores bretones, sino a toda la «caña pensante», sólo para que no bajen los precios de las sardinas, del petróleo o del uranio.
    Tal vez me haya alejado de la narración, pero, como ya he dicho, en Penmarch no pasó nada. Sólo un periódico dedicó unas líneas al incidente. Los pescadores siguieron echando sus redes al mar y los accionistas de las fábricas de conservas siguieron recibiendo dividendos.
(...)
    En invierno regresé a Penmarch con Moholy-Nagy, que soñaba con hacer una película sobre las sardinas y los empresarios sin alma. Decía que se la financiaría un mecenas de izquierda. Los pescadores nos hablaron de los fabricantes y de las tormentas. El mar se embravecía. Las mujeres acunaban a sus niños y cantaban canciones tristes.
    Moholy-Nagy no encontró al mecenas y no pudo rodar la película. Yo, al volver de Penmarch, escribí: «¡Qué horrible es el mundo en que Caín es, a la vez, legislador, gendarme y juez! Se van a cumplir diez años desde que terminó la Guerra Mundial. Si las cosas no cambian, antes de que se cumpla otra década asistiremos a una nueva guerra, mucho más espantosa». No sé por qué señalé esa fecha, pero sólo me equivoqué por año y medio."
'Pêcheurs, femme de pêcheurs Sardinier Breton, Audiernes' 1931

miércoles, 17 de mayo de 2017

UN PASEO POR EL BOSQUE ,  de Bill Bryson



    Pocas, por no decir ninguna hasta el momento, referencias literarias del Trail de los Apalaches existirán a dia de hoy editadas en castellano. Y aunque la visión del conjunto de sus tres mil y pico de kilómetros es muy personal, la narración de Bryson (Des Moines, Iowa, 1951) es muy entretenida e interesante, hasta el punto de haber hecho una película de ella.
    Tenemos a un escritor inglés, viajero y consagrado en este oficio, metiéndose en lo que parece para él mismo, según confesión propia, es un asunto que le venía grande. Lo inicia desde el extremo sur con su amigo Katz, un tipo un poco impresentable pero entrañable. Otro que no se creía lo que acabaría haciendo. Aunque justo es decir que se saltan tramos y que no lo hacen entero ni de un tirón. Hay gente que lo logra incluso en tres meses. Pero en este caso no importa, el relato es ágil, variado, entretenido, un conjunto de páginas disfrutonas.

    Así lo describe National Geographic: "Con más de 3.300 kilómetros de longitud, el sendero de los Montes Apalaches va desde Georgia hasta Maine pasando por 14 estados. Un recorrido que, si bien muchos senderistas experimentados, y también aficcionados, han intentado terminárselo, solo unas 15.500 personas han logrado hacerlo desde los años 30. La gran mayoría, van recorriendo pequeños tramos durante los fines de semana."

    Si algo me ha llamado la atención del personal relato de Bryson, comparándolo especialmente con los libros que se suelen escribir  en Europa del tema, es que en ningún momento se pone transcendental, ni intenta que cambies de vida ni salvarte de tus propios demonios. Muy al contrario aporta bastantes datos sobre la ruta de los Apalaches, sobre la naturaleza en EEUU y las tropelías contra su conservación, además de los divertidos apartados de la relación senderista apetitoso-carnívoro de los bosques (osos, pumas, etc). Y por supuesto, Bryson nos gana para su causa siendo simpático, haciéndonos sonreír y tomándose a si mismo no muy en serio. En ese sentido, nosotros somos mucho mas dados a encumbrarnos en nuestro esfuerzo redentor... parece que tengamos en algún apartado recóndito de nuestro cerebro un cura de tapadillo transmitiendo eslóganes, máximas o directamente ordenes. En eso, Bryson es mucho menos dogmático. El solo va al sendero a tener una buena experiencia, con sus momentos buenos, con otros malos pero superables... y, ciertamente, se nota. Cuando reinicia el viaje sin Katz, ya hay una cierta interiorización de la belleza del paisaje. Esa parte es una cierta ruptura del ritmo de la narración con respecto a las semanas anteriores de senderismo donde todo es sorpresa y novedad, lo cual significa tres cosas: que tener tiempo para hacer la Senda de un tirón es un privilegio de muy pocos, que le apetece cambiar de aires de vez en cuando (un hotel, un restaurante, etc), y de que en ocasiones opta por acercarse a la naturaleza de la forma más común mas habitual: salidas de pocos días a un objetivo concreto, como un pequeño trek o una cima.

    Por lo demás, la vivisección del viaje incluye su desacralización en los detalles diarios: lo que cuesta subir la maldita cuesta, las ganas de pillar una ducha o una buena cama donde dormir, el deseo de más comodidades en el viaje.... ¿Quién no ha pensado alguna vez así? Pero, ¿cuantos escritores de este perfil senderista lo reconocen tan humildemente? Lo que pesa la mochila (que no es más que un maldito pero imprescindible fardo) es un buen ejemplo: Cheryl Strayed, en su libro Salvaje, la sublima con un nombre, creo que Monstruo. Aqui no es más que otro jodido peso, y encima siempre aparece el listillo de turno a examinar el material de acampada con el que viajas para extraer de sus comparaciones un juicio sobre sobre la pericia del senderista. Algo que resulta odioso y no solo para Bryson. Es en esos detalles en los que el autor gana por goleada a muchos otros escritores de experiencias en la naturaleza: la humaniza, la hace atractiva a gente que tal vez nunca se acerque a un bosque durante 3 dias sin, por ello, justificar, en absoluto, la destrucción de la naturaleza con urbanizaciones, instalaciones, carreteras, etc para que venga cualquiera de cualquier modo a "consumir naturaleza" porque mola.
      Particularmente interesante son los ejemplos bien documentados e innegables de la decadencia de cualquier obra humana que arremete contra los bosques y las montañas: acaban perdiendiendo su interés, dejan de ser viables económica, son una cicatriz en la tierra aunque la naturaleza vuelva a surgir entre los cimientos. Sirva como ejemplo los resorts de inicios del siglo XX cerca del monte Washington, un dispendio económico inútil a estas alturas. Un ataque a nuestro único y duradero patrimonio, la Tierra.

    Al final, Bryson y Katz intentan proseguir por el tramo de los Apalaches llamado Las Cien Millas del Bosque Cerrado de Maine. Tras un pequeño susto, abandonan el sendero. Lo idílico del viaje se acaba, salen sus naturalezas urbanas, falta la ambición, el deseo de aventura. Es cierto, a veces pasa. Deseas no estar allí, seguro. Demasiado esfuerzo para quienes no se sienten montañeros de verdad, a todas horas (¿es eso posible?), por vocación. Aun así, han aprendido a admirar tanto el esfuerzo que supone como la naturaleza en que se desarrolla. Es un buen ejemplo de sensibilización social hacia la naturaleza sin la necesidad de ser montañeros. La vida de Bryson se enriquecio un poco mas, de todas formas, y puede añadir una experiencia nueva a su vida, ya de por si inquieta y activa. Porque hemos venido para eso, para vivir experiencias, buenas experiencias (aunque sea al final de ellas).
    El paseo por el bosque de 1400 km ha merecido la pena.

    Una entrevista con Bill Bryson en El Pais
    Reseña, de alguien que ha pasado superficialmente por el libro, en El Pais

UN PASEO POR EL BOSQUE, de Bill Bryson , en RBA Editores, año 2014 sobre un libro editado en EEUU en 1997. Son 355 paginas

ITALIA 1924. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

ITALIA 1924. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Resulta difícil prever de qué modo va a reaccionar la gente ante los acontecimientos. A veces, la matanza de miles de víctimas inocentes pasa casi inadvertida y otras el asesinato de un solo hombre perturba al mundo entero. En su sencilla evidencia, la represión contra Matteotti tenía la perfección ejemplar de una parábola. Por dondequiera que fuese, oía pronunciar el nombre de la víctima.
(...)
    Entonces, en Italia, aún existía un parlamento. En primavera habían tenido lugar las elecciones. Los fascistas, por medio del vino, el aceite de ricino y las promesas, se aseguraron la mayoría. Los partidos de la oposición, no obstante, contaban con el cuarenta por ciento de los votos. El 30 de mayo el joven diputado Matteotti pronunció en el Parlamento un discurso muy audaz sobre la violencia y los asesinatos. Los fascistas le interrumpieron con aullidos. Uno le gritó: «Lárgate a Rusia».
    Cuando Matteotti bajó de la tribuna, los diputados de izquierda le felicitaron; él, con una sonrisa irónica, contestó a uno de ellos: «Ahora prepárenme la necrológica». Once días después, salió de casa a comprar cigarrillos y no regresó.
    Mussolini ya no podía soportar las críticas, pero todavía no osaba detener a los diputados. Encargó a su amigo Cesare Rossi la misión de liquidar a Matteotti. Rossi dirigía la sección de prensa del Ministerio del Interior; era sólo una tapadera, en realidad la «sección de prensa» se encargaba del asesinato de los enemigos políticos. Rossi mandó llamar al director de Il Corriere Italiano, Filippelli, que, a su vez, se puso en contacto con un tal Dumini.
    A orillas del Tíber, no lejos de la casa en que vivía, Matteotti fue rodeado por unos desconocidos que lo metieron a la fuerza en un coche. El vehículo se dirigió a las afueras de la ciudad. Los secuestradores habían amordazado a la víctima. Dumini conocía su oficio (después confesaría haber asesinado a doce antifascistas). Matteotti era tuberculoso; la lucha duró poco: cuando Matteotti trató de abrir la puerta del coche, Dumini le asestó una puñalada letal.
    En un paraje desierto, cerca de la Quartarella, los fascistas enterraron a toda prisa el cuerpo de la víctima. Mussolini se enteró con satisfacción de que se había hecho un trabajo limpio; no quería que el caso trascendiera: Matteotti había desaparecido y eso era todo… Resultó, no obstante, que unas mujeres habían presenciado cómo introducían a un hombre por la fuerza en un automóvil rojo. Los periódicos de la oposición aún se publicaban. Comenzó la instrucción. Encontraron el coche de Filippelli con el asiento posterior manchado de sangre. Hubo que encarcelar a Dumini. Fue llamado a declarar incluso Rossi, pero enseguida se dio carpetazo al caso. Poco después Rossi se enfadó con Mussolini, huyó a París y, ya a salvo, se puso a contar las fechorías de su ex amigo.
    Roma era un hervidero: parecía que la revolución iba a estallar de un momento a otro. Los diputados de la oposición prometieron ofrecer resistencia a aquella banda de asesinos. En todos los países, la gente estaba indignada ante el cinismo desplegado por los fascistas. Y el Duce se acobardó: declaró que la noticia del asesinato le había conmovido hasta lo más íntimo y prometió que aplicaría un severo castigo a los culpables; incluso dimitió como secretario general del Partido Fascista. Al parecer, hasta él pensaba que el incendio iba a comenzar de un momento a otro…
    El carácter de los italianos no se parece al de los alemanes; pero el desenlace resultó ser el mismo. Los diputados pronunciaron discursos rebosantes de indignación. Los romanos quemaron montones de periódicos fascistas y se fueron a sus casas. Mussolini se tranquilizó enseguida. Estaba todavía en Italia cuando me entregaron un ejemplar de L’Impero en que los fascistas se burlaban de los que protestaban: «Que se envalentonen esos locos. Quien ríe último ríe mejor. […] Nadie impedirá que los fascistas fusilemos a los criminales en todas las plazas de Italia». Luego leí un discurso de Mussolini en el que hablaba del asesinato de Matteotti y decía que era estúpido e inútil buscar a los culpables y que el léxico de los fascistas era el de la revolución…
    Sí, los italianos no se parecen a los alemanes. Los italianos son gente que ama la libertad, la perpetua rebelión, la imaginación, la indisciplina. Pero Mussolini estuvo al frente de Italia durante veintitrés años, y los guerrilleros le ajusticiaron pocos días antes del suicidio de Hitler. Leí las reflexiones de un autor francés; decía que un pueblo puede tolerar cualquier crimen de un dictador si el dictador lo conduce a donde el pueblo quiere ir. No creo que el italiano común ansiara conquistar Etiopía, someter a los españoles, apoderarse de Vorónezh… ¿Y acaso el pueblo que ha dado al mundo a don Quijote está hecho para el fascismo? ¿Acaso el pueblo de Quevedo y de Goya está predestinado a un obtuso y arrinconado despotismo? Sin embargo, hace ya un cuarto de siglo que un general de pequeña estatura y de pequeño calibre gobierna España. No, no es posible explicar nada con el carácter del pueblo, y sobre los italianos sólo se puede decir una cosa: cumplieron muy mal su papel de «legionarios romanos», y esto les honra."
Roma, Piazza Venezia,1920.

martes, 16 de mayo de 2017

¿PARA QUE SIRVE ESCALAR? SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

¿PARA QUE SIRVE ESCALAR? SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

    "Mano a mano con la crítica de que la escalada es egoísta va la proclamación de que la escalada no sirve para nada. Pero yo creo que perfeccionar tus destrezas sobre la roca (o el hielo y la nieve) acaba mejorandote en otros aspectos. Creo por completo que lo que he aprendido en la escalada se traslada a otros aspectos de la vida. Apañarmelas para suprimir mi miedo mientras escalo en solo integral, estoy bastante seguro, me ha ayudado a suprimir mi miedo a, por ejemplo, hablar en público. Desde luego me ha ayudado a curar mi timidez, la cual si crees a mi amigo de la infancia Ben Smalley, rayaba en lo patológico. Y si el tipo de escalada que hago inspira a otros a llevar más allá sus propios límites,  pues bien, porque eso no es algo malo. (...) Cada cierto tiempo oigo que alguien piensa que soy un mal ejemplo para los niños (...) Los escaladores que fuerzan los límites de su deporte están bastante automotivados. Lo que les mueve es el reto en si, no la necesidad de imitar a algún héroe radical. En ese sentido, atravesar el Atlántico navegando en 1492 fue un negocio bastante peligroso. Un estudioso ha calculado que en cualquier viaje desde Europa al Nuevo Mundo durante el Renacimiento, tenías un 33% de posibilidades de morir. Pero dudo que nadie en España acusara a Colón de ser un mal ejemplo para los niños"

LA GUERRA DEL FÚTBOL, de Ryszard Kapuściński

LA GUERRA DEL FÚTBOL, de Ryszard Kapuściński 

    "En vista de las circunstancias, hay quienes deciden llevar una existencia paradójica, a saber: al llegar a África desaparecen en hoteles que les brindan todas las comodidades, y nunca abandonan los lujosos barrios de los blancos; en una palabra, estando topográficamente en África, siguen viviendo en Europa, sólo que se trata de una Europa en miniatura, de un sucedáneo reducido a la mínima expresión. Es un estilo de vida que, sin embargo, resulta indigno de un auténtico viajero e inconcebible para un reportero, que tiene que vivirlo todo en su propia carne"


lunes, 15 de mayo de 2017

BERLÍN Y GEORGE GROSZ. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

BERLÍN Y GEORGE GROSZ. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Un día de verano, en la calle de Grünewald, un fascista de la organización Konsul mató a Rathenau, ministro de Asuntos Exteriores. Cuando la policía encontró las huellas de los asesinos, se suicidaron. Dieron sepultura a los fascistas con honores militares.
   Los comerciantes no daban abasto cambiando los precios de las etiquetas. Encontraron una solución: los precios seguían siendo los mismos, pero se debían multiplicar por un Schlüsselzahl, un coeficiente. Un día era cuatrocientos; al día siguiente, seiscientos. El doctor Caligari seguía delirando en las pantallas de los cines de barrio. En un solo día, en Berlín, se registraron nueve suicidios. Empezó a publicarse la revista Amistad, dedicada a la teoría y a la práctica de la homosexualidad.
    La Alemania de aquella época dio con su retratista: George Grosz. Representaba a los estraperlistas con dedos parecidos a pequeñas salchichas. Representaba a los héroes de la guerra pasada y la futura, a misántropos condecorados con cruces de hierro. Los críticos lo calificaban de expresionista, pero sus dibujos presentaban esa mezcla de realismo feroz y de carácter profético que la gente, no se sabe por qué, llama fantasía. Sí, Grosz se atrevió a representar a los consejeros privados desnudos detrás de sus escritorios, a señoras gordas emperifolladas despedazando cadáveres, a asesinos que se lavaban con cuidado las manos en una palangana. En 1922 eso parecía fantástico. En 1942 se había convertido en la realidad cotidiana. Los dibujos de Grosz, aun con toda su brutalidad, son líricos, afines a las Leda en madera de Hildesheim, a los gnomos tipográficos del alfabeto gótico, a las tabernuchas al pie de los ayuntamientos, al olor a tristeza y a malta que impregna las estrechas calles medievales.
    Grosz tenía los ojos claros de un niño, una sonrisa tímida. Era un hombre dulce y bueno, detestaba la crueldad, soñaba con la felicidad de los hombres; quizá fue esto, justamente, lo que le ayudó a representar de manera despiadada los invernaderos, bien abonados con estiércol, en los que echaban raíces los futuros Obersturmführer, las mujeres ansiosas de trofeos de guerra, los verdugos de las cámaras de gas de Auschwitz.
    El mundo entero miraba entonces a Berlín. Unos con temor, otros con esperanza: en aquella ciudad se decidía el destino de Europa para las próximas décadas. Allí, todo me resultaba ajeno: las casas y las costumbres, la depravación bien ordenada, la fe en las cifras, los tornillos y los diagramas. Pese a todo, escribí entonces: «He sazonado mis palabras de amor a Berlín con descripciones tan poco atrayentes que, seguramente, te alegrarás de no estar en esta ciudad… Te lo ruego, créeme y ama Berlín, ciudad de monumentos aborrecibles y ojos inquietos». Viví dos años en esta ciudad con inquietud y esperanza: me parecía que me encontraba en el frente y que la breve hora en que callan las armas se prolongaba mucho. Pero a menudo me preguntaba qué esperaba. Quería creer, pero no creía…"




viernes, 12 de mayo de 2017

LA FOTO MAS ESPECTACULAR. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

LA FOTO MAS ESPECTACULAR. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

    "El clímax de la película dramatiza el parón que hizo pasar a Alex sus cinco minutos de particular infierno, apenas 45 metros por debajo de la cumbre del Half Dome. Pero Mortimer y Rosen no iban a pedirte a Alex que repitiera esa terrorífica secuencia de precarias adherencias en la placa de 5.12 (7a) qué hay por encima de la Thank God Ledge, donde en septiembre de 2008 se vio ante la muy real posibilidad de caer casi 600 metros y matarse. En lugar de ello, en la película la propia Thank God Ledge sirve de escenario para una situación de vértigo. Cuando Alex se aleja pasito a pasito de la cámara a lo largo de esa repisa que se va estrechando, con la espalda contra la pared, se detiene y se escucha de fondo su voz en la narración diciendo: 'Básicamente, cuando escalo en solo integral suelo llevar conmigo una especie de armadura mental. Podría decirse que estoy 'en la zona', algo que está protegiendo a mi cabeza para que no piense demasiado. Y por alguna razón -dice riéndose al recordarlo- en el Half Dome se me acabó esa armadura que llevaba y... tuve un pequeño ataque de nervios'.
En la película, el invisible cámara Tim Kemple le dice a Álex qué puede deshacer la travesía y regresar a la seguridad si no le apetece pasar por ese trago. Pero Alex sigue arrastrando los pies por un terreno que en realidad era bastante sencillo para él. Y luego pronto se le ve dando brincos por los bloques de la cumbre solo con su júbilo.
    En únicamente 6 años, esos momentos filmados en Thank God Ledge se han convertido en una de las imágenes más icónicas de la historia de la escalada. Senter Films uso un fotograma de esa secuencia para la tapa de la caja de su colección titulada First Ascent, que contiene otras 4 peliculas aparte de Alone on the wall y Point of no return. Un par de años más tarde,  en su número de mayo del 2011, National Geographic publicó un reportaje sobre la generación más joven de escaladores punteros de Yosemite, para la que el fotógrafo Jimmy Chin duplicó esa instantánea. Fue la portada de la revista. Es el anuncio de Ball Watch de 2014, otra versión de Álex en la Thank God Ledge ilustró las condiciones verdaderamente adversas que afrontan los exploradores del mundo.
    En el último año y medio, esa imagen ha dado a una avalancha de imitaciones bajo la etiqueta 'Honnolding' en la que los escaladores posan en sus propias repisas (mucho más cerca del suelo) con la espalda contra la pared, los pies juntos, los brazos rígidos y pegados a los costados y con la mirada perdida, así como bastantes parodias...
    Sobre la foto original de Alex en la Thanks God Ledge, Mortimer dice lo siguiente: 'hay algo en esa postura que le hace a todo el mundo tomar conciencia de lo que los buenos escaladores hacen en grandes paredes. Y lo hace mejor que las fotos convencionales de escalada. Captura lo vulnerable que es uno. Es como si Alex estuviera de pie ahí frente a Dios. Completamente vulnerable"

DÚROV EL PAYASO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

DÚROV EL PAYASO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "El invierno del que estoy hablando vi a Dúrov con frecuencia, hacía lo posible por ayudarle y le tomé cariño. Después nuestros encuentros se fueron espaciando, pero me siguió divirtiendo, asombrando e inspirando cuando se daba la ocasión. Era una de las personas más fantásticas que he conocido en la vida. En la arena del circo quería predicar, enseñar, ofrecer explicaciones científicas, hablar de los reflejos, y al mismo tiempo aparecía con unas vestimentas deslumbrantes en un carrito tirado por seis perros o a lomos de un cerdo. Pero en su casa de la calle Bozhedomka, donde entre los invitados se contaban eminentes científicos como Chelpánov y Béjterev, no tenía ningún reparo en interrumpir inesperadamente una explicación sesuda con una broma propia de un payaso. Era de natural poeta y encontró la poesía en el mundo de los actores cuadrúpedos.

    Al hablar con la gente a menudo se hacía un lío. Mezclaba el materialismo con el tolstoísmo, el marxismo con el cristianismo. Firmaba sus trabajos científicos como Dúrov el Autodidacta. Pero donde verdaderamente se sentía bien y aliviado era en compañía de los animales. Exhortaba a los humanos a «sentir en cada animal una personalidad consciente, meditativa, susceptible de alegrías y sufrimientos».

    En la cabeza de Dúrov se gestaban proyectos fantásticos.

    En uno de sus libros, Dúrov cita el texto de una carta que recibió en agosto de 1917: «El Estado Mayor de la Marina ha examinado la propuesta del señor Dúrov concerniente al adiestramiento de los animales —leones de mar y focas— con el objeto de su utilización en la guerra marítima, y encuentra esta proposición muy interesante». La carta está firmada por el jefe del Estado Mayor, un contralmirante. No es difícil hacerse una idea de la disposición de ánimo en que se encontraban entonces los jefes militares si se planteaban seriamente emplear focas amaestradas contra los submarinos alemanes.
(...)
    Vladímir Dúrov adoraba a su chimpancé Mimus; me contó con todo lujo de detalles los progresos del simio: «Mimus ha aprendido a pronunciar sílabas, dice algunas palabras. Ahora comienza a escribir. Por el momento sólo conoce bien la letra “o”; ahora le estoy enseñando la “s”». Pero he aquí que acaeció una desgracia. Dúrov tenía que ir de gira a Minsk. Él se ocupaba de Mimus y no lo mostraba jamás en el circo. Así pues, se lo llevó consigo por temor a que le ocurriera algo durante su ausencia. El mono, que caía enfermo con frecuencia, se resfrió y pilló una pulmonía. Vladímir Leonídovich me contó el final del animal: «Dormía en mi cama en el hotel… Lo más difícil, con un mono, es enseñarle a ser limpio. Los gatitos se comportan como es debido. Pero los monos son unos despistados. Saben que tienen que salir, pero enseguida se distraen con cualquier tontería y el resultado es que acaban ensuciándolo todo. Pero Mimus, jamás. Vi que se levantaba, tomaba papel higiénico y se dirigía al bacín… Antes de llegar, cayó muerto».

    Y los ojos de Dúrov se llenaron de lágrimas.
   
    Ya he comentado que a veces resultaba difícil comprender su concepción del mundo. Sin embargo, sentía un odio visceral por la guerra; hablaba de ello tanto en la arena del circo como en sus conferencias científicas. En 1924 escribió: «La Rusia soviética ha sido la primera en tomar la valiente iniciativa en favor del desarme y hace un llamamiento abiertamente para que las demás naciones tomen ejemplo de ella». (Es duro pensar que han pasado casi cuarenta años, que hemos vivido una guerra como nunca antes la historia había conocido y que leamos las palabras de Dúrov como si se hubieran copiado del periódico del día).

    Dúrov fue durante toda su vida un poeta y un excéntrico. En un examen de religión en el tercer curso del instituto militar de Moscú, Vladímir Dúrov, hijo de un noble, entró en la clase caminando sobre las manos. Los profesores no habían oído hablar de los malabaristas medievales y expulsaron al descarado joven.

    En la edad madura, Dúrov estuvo rodeado de científicos; los profesores Kozhévnikov y Leóntovich prologaron uno de sus libros. Uno está tentado a preguntarse: ¿qué tenían en común Vladímir Leonídovich y los pelirrojos del circo, los payasos? Dúrov fue un hombre de circo hasta el final, maldecía la arena del circo pero no podía vivir sin ella.

    En el verano de 1934, cuando murió Vladímir Leonídovich, el cortejo fúnebre partió de la calle Bozhedomka y se dirigió hacia el circo. En el coche fúnebre iba el favorito de Dúrov, el pastor escocés Rizhka, acurrucado sobre el catafalco. Miles de personas acudieron a dar el último adiós al payaso que había hecho reír a generaciones de rusos.

    Los perros escuchaban, husmeaban y aguardaban; los leones marinos también esperaban; esperaba el cuervo, que repetía en vano su nombre: «Voronok…, Voronusha».Dúrov no acudió. Jamás habrá alguien como él…

    A principios de 1921, un día le acompañé desde la TEO hasta la calle Bozhedomka. Nuestro coche iba tirado por un camello flacucho pero entusiasta. De pronto Dúrov me dijo: «¿Por qué responden siempre a todas las preguntas con “Un payaso…, un payaso…”? ¿Sabe? Le contaré un secreto: no hay gente más seria en el mundo que los payasos»."

jueves, 11 de mayo de 2017

LA MUERTE DE MEYERHOLD. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

LA MUERTE DE MEYERHOLD. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "De todos aquellos a quienes puedo llamar amigos con motivo, Vsévolod Emílievich era el mayor por edad. Yo nací en el siglo  XIX, pero él lo vivió: frecuentó a Chéjov, trabajó con V. F. Komissarzhévskaia, conoció a Scriabin, a Yermólova… Lo más sorprendente de todo es que vivía en una eterna juventud: siempre estaba inventando algo, se desataba como una tormenta de mayo.
Recibió ataques durante toda la vida. En 1911, Ménshikov se indignaba por la puesta en escena de Borís Godunov. «Creo que el señor Meyerhold ha sacado de su alma judía a los comisarios de policía y no de Pushkin, en el que no hay ni comisarios de policía ni látigos». Algunos artículos escritos un cuarto de siglo después no eran en verdad ni más limpios ni más justos que las palabras que acabo de citar…
    Meyerhold no tenía nada de mártir: amaba apasionadamente la vida, a los niños y los mítines ruidosos, las barracas y los lienzos de Renoir, la poesía y los andamios de las construcciones. Amaba su trabajo. Asistí varias veces a los ensayos: no se limitaba a dar explicaciones, también actuaba. Recuerdo los ensayos de los vodeviles de Chéjov. Meyerhold tenía más de sesenta años, pero sorprendía a los jóvenes actores por su resistencia, por la lucidez de sus hallazgos, por su inmensa alegría espiritual.
    Ya he dicho que los espectáculos mueren y no se los puede resucitar. Sabemos que André Chénier fue un magnífico poeta, pero sólo podemos creer que su contemporáneo Taima era un magnífico actor. La creación puede resultar invisible durante cierto tiempo, como un río que se oculta bajo tierra, pero no muere. Cuando asisto a algún espectáculo en París y, a mi alrededor, todo el mundo exclama: «¡Qué nuevo!», me vienen a la memoria los espectáculos de Meyerhold. Me acuerdo de ellos también en muchos teatros moscovitas. Vajtángov escribió: «Meyerhold ha plantado las raíces del teatro del futuro; el futuro se lo reconocerá». Ante Meyerhold se inclinaba no sólo Vajtángov, sino también Craig, Jouvet y muchos otros grandes directores de escena. En cierta ocasión Eisenstein me dijo que sin Meyerhold él no habría sido quien era.
    Ya en agosto de 1930 Meyerhold me escribía: «El teatro puede morir. Los enemigos no se duermen. Hay mucha gente en Moscú para quien el teatro de Meyerhold es una raspa en el ojo. ¡Oh, es una historia larga y aburrida de contar!».
    Nuestros últimos encuentros no fueron alegres. Regresé de España en diciembre de 1937. El teatro de Meyerhold había cerrado. Su mujer, Zinaída Nikoláievna Raij, había enfermado a causa de todo lo que habían pasado. A Meyerhold le apoyaba K. S. Stanislavski, quien le telefoneaba con frecuencia para darle ánimos.
    En aquella época el artista Konchalovski pintó un retrato extraordinario de Meyerhold. Muchos retratos de Konchalovski son decorativos, pero el pintor tenía en gran estima a Meyerhold y en su retrato reveló su inspiración, su angustia y su belleza espiritual.
Meyerhold pasaba mucho tiempo en casa de Konchalovski leyendo y examinando monografías de arte. No cejaba en su empeño: soñaba con representar Hamlet. Decía: «Creo que ahora podría hacerlo. Antes no me atrevía. Si desaparecieran todas las obras del mundo y sólo permaneciera Hamlet, el teatro seguiría vivo».
    Quisiera añadir aún que Zinaída Nikoláievna apoyó de un modo admirable a Meyerhold en aquel período tan difícil para él. Tengo ante mí una copia de una carta que éste le escribió en octubre de 1938 desde Górienki, una localidad de veraneo: «Llegué a Górienki el día 13, vi los abedules y se me cortó la respiración… Las hojas están esparcidas por el aire. Esparcidas, permanecen inmóviles, como congeladas… Inmóviles, esperan algo. ¡Cómo las han vigilado! He contado los segundos de su última vida como el pulso de un moribundo. ¿Las encontraré aún con vida cuando vuelva de nuevo a Górienki dentro de un día, dentro de una hora? Cuando el día 13 contemplé este mundo mágico del otoño dorado, todas estas maravillas, balbucée para mí: “¡Zina, Zinóchka, contempla estas maravillas y no me abandones! Te amo a ti, esposa mía, hermana, madre, amiga, eres de oro como esta naturaleza que obra milagros. ¡Zina, no me abandones! ¡No hay nada en el mundo más terrible que la soledad!”».
    Nos despedimos en la primavera de 1938, yo me marchaba a España. Nos abrazamos. Fue una despedida muy triste. No volví a verlo: en junio de 1939 Meyerhold fue arrestado en Leningrado, el primero de febrero de 1940 fue condenado a diez años sin derecho a correspondencia. El certificado de defunción data del 2 de febrero.
    En 1955 un joven fiscal que nunca había oído el nombre de Meyerhold me contó la manera en que éste había sido calumniado. Me leyó la declaración que hizo en una sesión a puerta cerrada del tribunal militar: «Tengo sesenta años. Quiero que mi hija y mis amigos sepan algún día que fui un comunista honrado hasta el final». Al leer estas palabras, el fiscal se levantó. Yo también me levanté."

SOBRE LA REPISA THANK GOD LEDGE. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold

SOBRE LA REPISA THANK GOD LEDGE. SOLO EN LA PARED, de Alex Honnold 

    "Superado el último zigzag, en seguida me vi caminando por la Thank God Ledge, esa sorprendente repisa que atraviesa un tramo de pared bajo la Visera, apenas 60 metros por debajo de la cumbre. Podía oír voces arriba y sabía que en ese perfecto día de finales de verano habría un montón de gente en la cumbre. La vía normal del Half Dome es fácil y permite gracias al cable que tiene instalado en su último tramo que sea una de las excursiones más populares del Valle. Culmina con una placa de 55 grados en la que el National Park Service instaló un par de tramos de cable de acero a modo de pasamanos. Un día soleado de verano como ese hay casi una procesión de excursionistas haciendo cola en los cables como si fueran viajeros en la cola de los taxis de un aeropuerto.

    Podía oír los murmullos de los turistas de la cima, pero ninguna cabeza se asomaba a mirar por el borde. Me alegré de que nadie estuviera mirando.

    Caminé a través de la Thank God Ledge por cuestión de orgullo. Ya había recorrido antes de pie sus 10 metros de longitud, pero también la había hecho a gatas o atravesado agarrándome con las manos. Tiene una anchura inferior a 30 centímetros en su punto más estrecho, y hay un sitio en el que la pared que tiene por encima desploma una pizca. Pero no quería ensuciar ni ascensión en solo integral y tenía que hacer esa travesía correctamente. Curiosamente, caminar por la Thank God Ledge es otra de esas cosas que resulta bastante más fácil de hacer sin cuerda, arnés, material o mochila. El equilibrio es más natural. Los primeros pasos por la repisa fueron completamente normales,  como si estuviera caminando por una acera estrecha en el cielo. Pero cuando se estrechó,  me encontré avanzando milímetro a milímetro, de espaldas a la pared, o sea, de cara al vacío, con el cuerpo pegado a la roca arrastrando los pies y manteniendo una postura perfecta. Podía haber mirado hacia abajo y habría visto mi mochila a pie de vía 550 metros más abajo, pero eso me habría hecho caer de cabeza al vacío. La repisa termina en una chimenea corta y estrecha que protege el comienzo de la placa final que conduce hacia la cumbre"

miércoles, 10 de mayo de 2017

SIMPATÍA POR EL DIABLO. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler

"En 1946 y 1947, se celebraron los juicios de Núremberg, que fueron seguidos con gran atención por la opinión pública mundial. Mientras que en el juicio contra los principales criminales de guerra se condenó a los responsables de primera fila, una serie de procesos ulteriores investigaron la culpa de los jefes de grupos de operación, de los guardias de campos de concentración, de médicos y enfermeros.
También Paula siguió los juicios de Núremberg, sobre todo porque desde 1947 estaba entre los acusados un viejo conocido suyo, Oswald Pohl, a quien había conocido en 1941 en el balneario de Jungborn de Eckertal, en el macizo del Harz. Entonces era el director de las empresas de producción de la SS. Desde 1942, era jefe del Departamento Central de Administración Económica y como tal tenía que responder de la explotación implacable de los trabajadores esclavos en los campos de concentración y del «aprovechamiento» completo de los asesinados. No tenía ninguna conciencia de culpa y dijo que todo el mundo estaba al tanto de los acontecimientos: «Por lo que se refiere a los productos textiles y a la entrega de objetos de valor, todos —desde la cúspide del escalafón hasta el empleado de categoría más baja— tuvieron que saber lo que ocurría en los campos de concentración». Entonces regían otras leyes. Acusó al tribunal de no querer encontrar la verdad, sino de buscar únicamente «la destrucción del mayor número posible de adversarios», sin duda porque la «fiscalía, movida por una obvia sed de venganza, está dominada por los representantes judíos». Los jueces eran unos «gánsteres».
El 3 de noviembre de 1947, Pohl fue condenado a muerte y trasladado a Landsberg junto con otros criminales de guerra. En los años siguientes, los presos de aquel penal, entre ellos veinte exjefes de grupos de operación responsables de decenas de miles de asesinatos, se las daban de víctimas que, como si fueran rehenes, tenían que pagar por otros. La solidaridad que les tributaron grandes sectores de la población los hizo perseverar en esta actitud. Hasta el presidente federal, Theodor Heuss, se acordó de ellos en su alocución de Año Nuevo de 1950.
El 31 de enero de 1951, el alto comisario americano McCloy concedió la amnistía a todos los condenados de Núremberg con penas inferiores a quince años. Diez sentencias de muerte se vieron conmutadas por cadenas perpetuas, pero cinco fueron confirmadas, entre ellas la de Pohl. A continuación, McCloy se vio avasallado por una lluvia de peticiones, la mayoría de las cuales eran para Oswald Pohl. El 9 de enero, incluso una delegación del Parlamento alemán pidió su amnistía.
También mi abuela se solidarizó con el prominente recluso. En el otoño de 1950 ya le había escrito una carta, y en Navidad le mandó un paquete. Pohl, conmovido por su apoyo y su solidaridad, le dio las gracias en cuanto pudo. El 26 de diciembre de 1950 le escribió:

Querida señora Melters:

Le agradezco mucho la gran comprensión que dispensa a mi situación; aunque me fue imposible responderle a su amable carta del 12/11, no se ha dejado usted disuadir de agasajarme con estos estimables presentes de Navidad. Hoy, y por vía indirecta, puedo darle las gracias por ambas cosas. [Me ha alegrado] sobremanera. He meditado a menudo sobre lo extraños que muchas veces resultan los caminos del hombre. Un encuentro fortuito en mi inolvidable hogar de ayuno de Just produce, años después, estos apreciados frutos de abnegada ayuda. Para mí la más valiosa es aquella que nace de las convicciones. Es lo que quiero agradecerle particularmente.

¿Qué empujó a mi abuela a enviarle paquetes de Navidad precisamente a este hombre? ¿Ella, que entonces no tenía casi nada? ¿Fue la compasión por un condenado a muerte a quien había conocido en tiempos mejores? Lo dudo. Paula debió de hacerle ver que los dos pensaban de forma muy similar. ¿Cómo interpretar si no la «ayuda que nace de las convicciones» de Paula? Posiblemente lo hiciera también pensando en Ernst. Pues la verdad es que conocían a Pohl mucho mejor de lo que sugiere su alusión a un «encuentro fortuito». De ello da fe una tarjeta postal que Heinrich escribió a Ernst en 1941 en la que le mandaba saludos cordiales de Pohl.

La carta de Pohl salió de la cárcel por vía clandestina y fue transmitida a su esposa, Eleonore, residente en Halfing, quien el 12 de enero de 1951 la reenvió a «Paula Melters, Dinslaken». Dos meses después, tras la confirmación de la pena de muerte para Pohl, Eleonore difundió una carta circular de su marido, destinada también a mi abuela, en la que agradecía «la consoladora simpatía del pueblo alemán». Había recibido «más de 100 cartas y telegramas» y hasta el papa le había trasladado «telegráficamente su saludo y su bendición». «El arzobispo de Ratisbona me ha mandado su cruz pectoral. Muchas mujeres y muchos hombres desconocidos se han ofrecido para morir en mi lugar.»"