Ver Viajes del Mundo en un mapa más grande

jueves, 26 de diciembre de 2019

EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

    "Me gustaría decirle que soy un hombre que no da la belleza ni la soledad por perdidas, pero a veces cuando se intenta explicar ciertas cosas, solo se consigue que parezcan algo ridículas..."

lunes, 23 de diciembre de 2019

TRES TIPOS DE ALEMANES. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe

TRES TIPOS DE ALEMANES. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe 

Resultado de imagen de berlin    "Adenauer afirmaba que Alemania, como la antigua Galia, era un país dividido en tres partes en función de las preferencias alcohólicas de sus habitantes. Él denominaba Prusia a la Alemania de los bebedores de aguardiente; Baviera a la de los bebedores de cerveza, y Renania a la de los bebedores de vino. De esos tres tipos de alemán, Adenauer consideraba que sólo los bebedores de vino eran lo bastante sobrios como para dirigir a los demás."

domingo, 22 de diciembre de 2019

EL ENCUENTRO CON LA NATURALEZA. EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa

EL ENCUENTRO CON LA NATURALEZA. EL TIEMPO DEL VACÍO, de Jokin Azketa 

    "Me siento bien al pisar después de tanto tiempo fuera del asfalto y me tranquiliza oír los leves crujidos de las hojas secas y los pequeños trozos de ramas al romperse bajo mis botas, sonidos cálidos, con aromas del bosque que nada tienen que ver con el del hielo muy fino al resquebrajarse. No se trata de fetichismo por el cielo abierto, sino de la felicidad de volver a los viejos caminos, a las sendas tantas veces recorridas.

    Asciendo tras el pequeño grupo manteniendo el ritmo vivo con el que tanto me gusta caminar. El fondo del valle va desapareciendo a medida que nuestros pasos nos hacen ganar altura.

    Disfruto, me esfuerzo, sudo. Miro a mi alrededor y lo que veo es una gran extensión hermosa y caótica, un paisaje escarpado sin ondulaciones ni concesiones, con grandes moles, tan pedregosas en su aspecto que podrían ser de marfil y a las que justamente comienza a iluminar la luz. Por todas partes, mire donde mire, las sombras retroceden y se dispersan a la espera de que vuelva la noche.

    Mientras tanto,  el sol hace que todo despierte y recobre sus formas. Que se llene de vida y parezca tener movimiento...

    Que abandone la negrura en la que estaba sumido apenas unas horas antes.

    Que la oscuridad sepa que tendrá que rendirse y dar, un amanecer más, la partida por pérdida.

    Se adivina un día claro que ahora parece encerrar cientos de promesas."
LA MUERTE DEL HERMANO. MAN IN BLACK, de Johnny Cash

Resultado de imagen de Johnny Cash    "Más allá del algodonal había un pequeño pantano y justo en medio de aquel pantano se alzaba el ciprés más alto que había en varios kilómetros a la redonda. Se alzaba en la más completa soledad, tal y como debía aprender a hacer yo a partir de entonces. El árbol estaba muerto pero el tronco seguía erguido, fuerte y alto. A su alrededor estaban brotando un montón de pequeños cipreses. En lo más alto del árbol las ramas viejas estaban rotas, retorcidas y destrozadas a causa de alguna pasada tormenta de verano. Jack y yo trepabamos a menudo por aquellas ramas para balancearnos en las enredaderas que colgaban de ellas.

    Algún día el viejo ciprés se derrumbará. Yo me alegraré. Jamás he vuelto a aquel lugar. Pero seguro que será una caída prolongada, y los nuevos y pequeños brotes tendrán a su vez un prolongado crecimiento. Del mismo modo que mi pena tardará aún mucho en desvanecerse"

sábado, 21 de diciembre de 2019

EL CARTEL DE LOS ZETAS. HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

EL CARTEL DE LOS ZETAS. HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes 

Resultado de imagen de EL CARTEL DE LOS ZETAS    "Al ser una organización con operaciones tan extendidas territorialmente por el curso de los trasiegos terrestres de cocaína, desde Guatemala hasta la frontera tamaulipeca, Los Zetas aprovecharon sus capacidades militares para someter a cuanto grupo criminal había en las entidades donde operaba el cártel del Golfo. El modo de operación era más o menos el siguiente: en cualquier ciudad grande o pequeña de las diversas rutas de trasiego —Villahermosa, Macuspana, Coatzacoalcos, Veracruz, Poza Rica, Tampico, etcétera— identificaban a las bandas de robacoches, de secuestradores, de ladrones de de robo de hidrocarburos, de traficantes de indocumentados centroamericanos, de narcomenudistas y les fijaban un impuesto o el cobro de piso por dejarlos trabajar a cambio de protección; si se rehusaban mataban al líder o a sus guardaespaldas (su superioridad en armamento y en experiencia era muy evidente) y al día siguiente tenían sometido al grupo. Además, los obligaban a abrir nuevas líneas de negocio: el narcomenudeo pero ya controlado por ellos, la extorsión a los pequeños negocios comenzando por los giros negros (bares, cantinas, prostíbulos, table dance) y siguiendo después con farmacias, fondas y restaurantes; gasolineras, hoteles, talleres mecánicos, etcétera. Parte de las ganancias de esas nuevas actividades eran para ellos. Para que el modelo funcionara nombraban un jefe de plaza de Los Zetas que se convertía en el zar de todo el crimen de la ciudad y varias unidades militares, llamadas “estacas”, que vigilaban al resto de bandas de delincuentes y las sometían si no pagaban su derecho de piso. Un contador completaba el equipo de trabajo.
    Además, compraban a la policía municipal entera para que no estorbara sus operaciones, protegiera a quienes trabajaban bajo la tutela de Los Zetas, hostigara a quienes no lo hacían y aportaran información sobre los operativos de las autoridades federales (Policía Judicial Federal o ejército). En otras palabras, implantaron un modelo nuevo: sin dejar de operar el tráfico de drogas se dedicaron a quitarle una parte de los ingresos y del patrimonio a los ciudadanos, potenciando las capacidades de la delincuencia ya existente, al mismo tiempo que anulaban a las policías y en muchas ocasiones las sumaban a las actividades criminales. Crimen fuerte, Estado anulado y débil en sus instituciones responsables de la seguridad y justicia, y la sociedad totalmente indefensa. El infierno. Porque conforme pasaron los años y el cártel del Golfo y Los Zetas fueron ampliando su presencia, lo que construyeron fue una enorme federación criminal de alcance casi nacional, pues por medio de la red de líderes y sicarios que dejaban en las plazas de decenas de ciudades de 16 estados de la república (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Guanajuato, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Chiapas), controlaban cientos de bandas delincuenciales de extorsionadores, secuestradores, ladrones de todo tipo, de tráfico de personas y trata de mujeres, redes de narcomenudeo. Un verdadero imperio del crimen creado mediante el terror y la violencia para someter a cuanto delincuente pudiera ser extorsionado. Un crimen de segundo piso. El mismo nombre de la organización daba cuenta de ese nuevo modelo operativo: ya no se le denominaba el Golfo, sino en todos lados se le comenzó a llamar Golfo-Zetas, cosa que no ocurrió con las otras organizaciones.
(...)
    ¿Por qué Los Zetas desarrollaron este modelo de crimen depredador de los ingresos de la sociedad? La hipótesis que me parece más aceptable es que en un principio Osiel Cárdenas, líder del Golfo, no tenía con qué o no quería financiar un aparato militar tan grande y les permitió buscar sus propias fuentes de financiamiento. Los Zetas comenzaron siendo asalariados. En el libro de Ravelo se afirma que a los kaibiles guatemaltecos los contrataron por seis mil pesos mensuales con la posibilidad de incrementos al poco tiempo. No se sabe cuánto le pagaba Osiel al Z-1 y al resto de sus compañeros. Por los testimonios de otros soldados que llegaron a ser guardaespaldas de importantes capos, se sabe que les pagaban el doble (entre 25 mil y 30 mil pesos) de lo que ganaban en el ejército, sueldo que para comenzar les debe haber parecido muy bueno. Sin embargo, al pasar el tiempo e incrementarse la relevancia de las tareas desempeñadas y la dependencia que tenía toda la organización del Golfo de la fuerza y la violencia de su ejército privado, es muy probable que los líderes de Los Zetas ya no quisieran ser asalariados sino socios de Osiel. Tenían con qué negociar. Y por lo que han hecho desde entonces Los Zetas es razonable deducir que los jefes del Golfo les dieron manos libres para hacer su propia empresa criminal sin entrar de lleno, quizá sólo marginalmente, al negocio del trasiego de droga a Estados Unidos que, definitivamente, era mucho más rentable que las extorsiones y el secuestro.

    De ser cierta esta hipótesis, ello podría explicar la diversificación criminal que desarrollaron Los Zetas y, además, la audacia y voracidad con que lo hicieron por todo el país sería el método para compensar el desequilibrio respecto a los ingresos que dejaba el narcotráfico."

miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL CONTRABANDO INGLES DE OPIO EN EL SIGLO XIX. LA HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

EL CONTRABANDO INGLES DE OPIO EN EL SIGLO XIX. LA HISTORIA DEL NARCOTRÁFICO, de Guillermo Valdes

    "Sucedió en el siglo XIX cuando el emperador chino Qing vedó el opio en su país.
Resultado de imagen de GUERRA DEL OPIO  
    La prohibición creó a los primeros contrabandistas en forma de amables y elegantes caballeros fumadores de pipa del Imperio Británico. Viendo una oportunidad de oro, los mercaderes ingleses de la East India Company contrabandearon miles de toneladas de opio de la India y las introdujeron en la tierra del dragón [China]. Cuando los soldados del emperador Qing tomaron por asalto los barcos británicos, los galeones de guerra de la reina Victoria hicieron llover balas de cañón sobre las costas chinas. Si la East India Company fue el primer cártel de las drogas, entonces la Armada Británica fue la primera banda que operó como la ejecutora violenta del cártel inglés. Después de las dos Guerras del Opio, la compañía inglesa se ganó en 1860 el derecho de traficar opio. Los chinos continuaron fumando y se llevaron la amapola con ellos en su diáspora por el mundo entero.

    México no sería la excepción, pues los emigrantes chinos llegarían a Sinaloa en las últimas décadas del siglo XIX."

jueves, 12 de diciembre de 2019

LAS PRESAS EMBRUTECIDAS. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon

LAS PRESAS EMBRUTECIDAS. TREGUA PARA LA ORQUESTA, de Fania Fenelon 

Resultado de imagen de MUJERES EN CAMPO DE EXTERMINIO    "...Le llega la vez a Jenny. Se arma un lío ya desde los primeros compases y sigue tocando de cualquier manera. Lo ha olvidado todo. Está sofocada y, a pesar del frío, le brotan gruesas gotas de sudor. Alma renuncia a dirigir los maullidos gatunos producidos por el arco de Jenny, puesto que no siguen ningún compás, pero no le quita los ojos de encima y su mirada refleja tal ironía que Jenny la acusa como si de una bofetada se tratara. Por fin detiene el suplicio con un gesto seco de su batuta. Jenny llora avergonzada mientras que las demás, olvidándonos del lugar y del momento, reímos hasta saltarnos las lágrimas; inducidas por nuestras carcajadas, las mujeres del bloque empiezan a reírse. Nos sentimos incapaces de dominarnos, a pesar de que ninguna ignora que la falta de Jenny es tan grave que podría costarle la vida.

    Cuando ya no me dominan a mí, esas carcajadas histéricas e incoercibles me preocupan mucho. En cuanto cesan, quedamos físicamente agotadas y profundamente indiferentes; se diría que en cierto modo nos han apartado del ambiente en que estamos, que nos han insensibilizado.

    Recogemos nuestro material y abandonamos el Revier, al igual que hacen los empleados al terminar su trabajo. Después de marcharnos nosotras, a cien o doscientas de las mujeres que nos han escuchado, tal vez a más, las dirigirán hacia los crematorios. ¿Nos hemos ya embrutecido del todo? ¿Cómo puede explicarse nuestra indiferencia?..."

ESCAPAR DE BERLÍN ESTE. BERLIN, 1961, de Frederick Kempe

ESCAPAR DE BERLÍN ESTE. BERLIN, 1961, de Frederick Kempe 

Resultado de imagen de formas de escapar del muro de berlin    "Schorr intentó explicar a sus oyentes estadounidenses por qué el Ejército de EEUU contemplaba pasivamente cómo los comunistas convertían un metafórico telón de acero en una realidad física de hormigón y mortero. «Posiblemente estaríamos dispuestos a ir a la guerra para defender nuestro derecho a permanecer en Berlín», dijo, «pero ¿podemos ir a la guerra para defender el derecho de los alemanes del Este a salir de su país?»

    Los equipos de construcción habían empezado a trabajar también en Potsdamer Platz, iluminados por unos potentes focos que les permitían mantenerse activos veinticuatro horas al día. Sin embargo, la Bernauer Strasse se convertiría en el centro y el símbolo de la intención de Ulbricht de lograr que la división de Berlín fuera tan permanente como impermeable.

    Un golpe de suerte durante la planificación de preguerra había colocado la Bernauer Strasse en la línea que dividía el barrio de Mitte, en la zona soviética, del de Wedding, en el sector francés. Hasta 1938, la línea de demarcación pasaba por el centro de la Bernauer Strasse, una calle de adoquines de un kilómetro de largo, pero aquel año los barrenderos del barrio de Wedding habían protestado. Para facilitar su tarea, las autoridades del Tercer Reich en Berlín habían decidido expandir el territorio de Wedding hasta el límite de los edificios de cuatro plantas situados en la parte este, de modo que los barrenderos pudieran disponer de toda la vía pública.

Resultado de imagen de formas de escapar del muro de berlin    A consecuencia de ello, la división de Berlín durante la guerra fría había dejado los bloques de la acera norte en Berlín Oeste y los de la acera sur en Berlín Este. Así pues, durante los primeros días después del 13 de agosto, los residentes de aquella zona de Berlín Este pudieron huir al Oeste (en función de la ubicación de sus pisos dentro de los edificios) o bien saliendo simplemente por la puerta del edificio, o utilizando una cuerda o una sábana para descender a la calle a través de una ventana abierta.

    Como muchos de los soldados destinados a Berlín Este para la Operación Rosa, Hans Conrad Schumann, de diecinueve años, había nacido en la Sajonia rural, donde su padre criaba ovejas en el pueblo de Leutewitz. Las autoridades sabían por experiencia que, con aquellas raíces, el joven Schumann tenía menos posibilidades de actuar de forma políticamente susceptible. Sin embargo, aquel 15 de agosto, mientras patrullaba por el lado correspondiente a la Alemania del Este de la fronterera Bernauer Strasse, Schumann no logró ver la amenaza para su patria socialista que le habían ordenado combatir. Lo único que vio fue un grupo de manifestantes justificadamente airados que agitaban sus puños y le gritaban que era un cerdo, un traidor o (lo que resultaba aún más ofensivo teniendo en cuenta el pasado alemán) un guardia de campo de concentración.

    Para Schumann había sido una experiencia confusa, pues había experimentado una simpatía mayor hacia la multitud que hacia los soldados que pretendían dispersarla utilizando latas de humo y cañones de agua. Fue en aquel momento cuando Schumann empezó a planear su propia huida. Teniendo en cuenta el ritmo al que trabajaban los obreros, pensó Schumann, harían falta pocos días para que la alambrada de púas que aún separaba las dos aceras de la Bernauer Strasse se viera reemplazada por un muro de hormigón. En cuestión de semanas, todo Berlín Este quedaría rodeado y, con ello, su posibilidad de huir se habría desvanecido.

    Mientras imaginaba su huida, Schumann pisó con la punta del pie la alambrada de púas para comprobar en qué medida cedía a la presión.

    «Oye, ¿qué haces?», le preguntó un colega.

    Aunque el corazón le iba a cien por hora, Schumann respondió con voz tranquila:
Imagen relacionada
    «El alambre ha empezado ya a oxidarse», dijo. Y era cierto.

    Un joven fotógrafo observaba a Schumann desde unos metros de distancia, en Berlín Oeste. Peter Leibing, que trabajaba para la agencia Conti-Press, de Hamburgo, había acudido rápidamente a Berlín para capturar aquel momento histórico crucial. Las imágenes eran poderosas: soldados de la Alemania del Este armados con metralletas, mujeres llorando, caras furiosas y tristes, todo ello enmarcado por las alambradas de púas. Cuando Leibing llegó al epicentro del drama, la Bernauer Strasse, se unió a una multitud de berlineses del Oeste que ya se habían congregado en aquel punto para presenciar la construcción del muro. En una esquina de la Ruppinerstrasse, en el Oeste, Leibing observó a través de su lente a Conrad Schumann, que fumaba un cigarrillo apoyado en un edificio del lado Este. Algunos de los presentes le contaron a Leibing que Schumann se había aproximado varias veces a la alambrada, y que en cada ocasión la había chafado un poco con el pie, como si deseara comprobar hasta qué punto cedía a la presión.

    Cuanto mayor fuera el número de espectadores, se dijo Schumann, más probabilidades tenía de huir, pues sus colegas se lo pensarían dos veces antes de dispararle mientras huía. Schumann le gritó a un joven berlinés del Oeste que se había acercado demasiado a la frontera que retrocediera, pero a continuación, y en voz baja, había añadido: «Ich werde springen» (Voy a saltar).

    El joven se marchó corriendo y al poco tiempo una furgoneta de la policía de Berlín Oeste se aproximó tanto como pudo a la línea de demarcación sin atraer la atención de otros soldados de la Alemania del Este. Leibing enfocó el punto de la alambrada que Schumann había estado tanteando; le pareció irónico que fuera a utilizar una cámara Exakta, de la Alemania del Este, para sacar aquella fotografía. Cuanto más esperaba, más le parecía a Leibing que Schumann había perdido el valor o que no había tenido intención de saltar en ningún momento.

    Sobre las cuatro de la tarde, Schumann vio como sus dos colegas desaparecían tras la esquina y se perdían de vista. Entonces arrojó el cigarrillo, esprintó y saltó por encima del rollo de alambre de púas, apoyándose con la bota lo justo para darse impulso sin hundirse. A medio salto, agarró la metralleta Kalashnikov con la mano derecha mientras extendía el brazo izquierdo para mantener el equilibrio. La multitud que lo ovacionaba tuvo la sensación de que estaba desplegando las alas, como si fuera a salir volando. Su casco de acero se mantuvo inmóvil sobre su cabeza, al tiempo que Schumann encogía el cuello. Como si de un saltador de vallas experimentado se tratara, aterrizó sobre el pie izquierdo y, sin dejar de correr, entró a través de la puerta abierta de la furgoneta policial, una Opel Blitz, que lo estaba esperando.

    Su experiencia fotografiando saltos de caballos en Hamburgo le permitió a Leibing tomar una instantánea que capturó a la perfección el momento en el que el soldado saltaba el obstáculo. Su disparador manual tan sólo le permitía tomar una foto, pero eso le bastó para conseguir una imagen icónica.

    «Bienvenido a Occidente, joven», le dijo el agente de la policía de Berlín Oeste a un Schumann tembloroso y silencioso, que se hundió en el asiento de la furgoneta.[*] Entonces, la puerta se cerró de golpe y el vehículo se alejó a gran velocidad. Fue un breve triunfo.

    Al cabo de una semana, Ulbricht estaba ya tan seguro de que Kennedy no iba a intervenir que el 22 de agosto empezó a ampliar la construcción del muro a otros puntos. Aunque el 13 de agosto pasaría a la historia como la fecha de construcción del Muro de Berlín, lo cierto es que éste fue creciendo gradualmente a lo largo de los siguientes días, cuando los comunistas estuvieron seguros de que no iban a hallar resistencia.

    [*] Más tarde, Schumann se instaló en Baviera, en la Alemania Federal, donde conoció a su mujer. Tras la caída del Muro de Berlín declaró: «Sólo me he sentido verdaderamente libre desde el 9 de noviembre de 1989 [fecha de la caída del Muro]». Sin embargo, experimentó tensiones con antiguos colegas y familiares de Sajonia; el 20 de junio de 1998, aquejado de depresión, se suicidó ahorcado de un árbol. 

lunes, 9 de diciembre de 2019

BAHÍA DE COCHINOS, CUBA. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe

BAHÍA DE COCHINOS, CUBA. BERLÍN, 1961, de Frederick Kempe 

    "Jackie bailó con los senadores. El presidente cotilleó con los asistentes, propulsado por unos índices de popularidad que superaban aún el 70 por ciento.
Imagen relacionada
    A las 23.45, el presidente abandonó a sus invitados para incorporarse a una reunión que supondría la última oportunidad de evitar el fracaso de la misión en Cuba. Era una escena propia de Hollywood: el presidente y los miembros de su gabinete vestidos con corbatín blanco discutiendo planes de batalla con los miembros del alto mando militar, vestidos con sus mejores galas y con la pechera llena de condecoraciones. Mientras tanto, en Cuba, los hombres que habían enviado a la batalla morían como moscas. Aunque Kennedy se había negado a emplear soldados o aviones estadounidenses en la operación, en un intento por mantenerse en una posición que le permitiera negarlo todo, lo cierto era que sus huellas eran visibles en toda la operación, que se encaminaba ya hacia el desastre absoluto.

    La mayor parte de los altos cargos militares ocupaban ya su puesto cuando, en enero de 1960, Eisenhower había aprobado el plan para derrocar a Castro. Allen Dulles, director de la CIA desde la presidencia de Eisenhower, de sesenta y ocho años y a quien Kennedy había decidido conservar, supervisaba la operación. Dulles había trazado las directrices del plan de asalto, basado en el golpe de estado que en 1954 había logrado derrocar al gobierno de izquierdas de Guatemala utilizando a 150 exiliados y pilotos estadounidenses al mando de un puñado de cazas de la Segunda Guerra Mundial. Los miembros de la CIA involucrados en la operación de Guatemala habían colaborado también en el nuevo plan cubano.

    La figura más importante de la reunión era Richard Bissell, el tipo de personaje intelectual, hermético y con clase que encajaba con la fascinación de los hermanos Kennedy por el mundo de los espías. El antiguo profesor de economía de Yale, un hombre alto y encorvado, era el director de planificación de la CIA y responsable directo de la operación de Cuba. Sofisticado y crítico consigo mismo, el hombre había hecho reír a Kennedy cuando, en su primer encuentro durante una cena organizada por el nuevo presidente para los miembros de la CIA en el Alibi Club, se había descrito a sí mismo como un «tiburón devorador de hombres».

    Ahora que trabajaban para Kennedy, Dulles y Bissell habían dado los toques finales al plan de desembarco anfibio de unos 1400 soldados exiliados. La idea era que el éxito de las tropas de asalto provocara una rebelión entre los anticastristas, que los servicios de inteligencia estadounidenses estimaban en un 25 por ciento de la población, espoleados por 2500 miembros de organizaciones de resistencia y sus 20 000 simpatizantes.

    Kennedy nunca había discutido los números de la operación, pero había ordenado una serie de cambios que habían reducido sus opciones de éxito. Había modificado el lugar del desembarco, originalmente previsto en Trinidad, ciudad cubana situada en el centro de la costa sur, por Bahía Cochinos, con el argumento de que la nueva ubicación permitiría un desembarco nocturno, menos espectacular y con menos probabilidades de hallar oposición. Kennedy había insistido en que no podía haber apoyo aéreo ni de ningún otro tipo que pudiera vincularse directamente a EEUU y había reducido el contingente encargado de llevar a cabo el ataque aéreo inicial de dieciséis a ocho aviones, una vez más, para «minimizar la magnitud de la invasión». Berlín había influido en los cálculos del presidente: Kennedy no quería ofrecerle a Jrushchov ningún pretexto para emprender acciones militares en la ciudad dividida con un apoyo demasiado explícito a la invasión cubana.

    Los cambios de última hora que Kennedy había introducido en la operación habían obligado a tomar una serie de decisiones precipitadas que se habían traducido en descuidos. Así, por ejemplo, nadie había considerado la posibilidad de que en Bahía Cochinos pudiera haber un traicionero arrecife de coral; nadie había pensado en buscar nuevas rutas a través de las montañas por las que los insurgentes pudieran huir si las cosas se ponían feas. Por otro lado, se habían producido numerosas filtraciones. El 10 de enero, el New York Times había publicado un titular de tres columnas en la primera página: EEUU ENTRENA A UN CONTINGENTE ANTICASTRISTA EN UNA BASE AÉREA SECRETA EN GUATEMALA. Entonces, unas horas antes de la invasión, Kennedy había tenido que intervenir a través de Arthur Schlesinger para evitar que la revista New Republic publicara un extenso y detallado artículo sobre los planes de la invasión cubana.

    «Castro no necesita agentes secretos en Estados Unidos», se había quejado Kennedy. «Lo único que tiene que hacer es leer los periódicos.»"

lunes, 2 de diciembre de 2019

LA LIBERACIÓN PARA LOS ESCLAVOS POLACOS DEL TERCER REICH. EL VIAJE, de Ida Fink

LA LIBERACIÓN PARA LOS ESCLAVOS POLACOS DEL TERCER REICH. EL VIAJE, de Ida Fink 


    "El ejército llegó de noche, una cocina castrense humeaba en el patio delante de la herrería, aparcaban coches camuflados bajo los castaños. Dos militares han sacado a Serguei de la jardinería y lo han enviado fuera del pueblo: vi cómo lo llevaban, con el rostro blanco, sin gota de sangre. Al parecer, había dicho algo. Nadie volvió a verlo. Unos días después el ejército abandonó el pueblo. 

—Nosotros somos gente sencilla, honrada —repetía Hermina—, no hemos hecho daño a nadie, no tenemos miedo… No se vengarán de inocentes. Sie werden uns doch nicht verhungern lassen …
 Alguna que otra vez ha ordeñado sola las vacas.
    Cayeron algunas bombas sobre el camino, los campos, una piedra arrebatada por la fuerza de la explosión atravesó el tejado de la casa del panadero, arrancó tejas aquí y allá. Eso fue todo.
    Esa noche, que resultaría ser la última, Bárbara se quedó conmigo. El frente se situaba a pocos kilómetros, los franceses ya estaban en Waldbach.
    Acalló el tiroteo al alba, cesaron las explosiones, reinó el silencio. Salimos del sótano y nos dirigimos a la parte delantera de la casa. El amanecer era gris, olía a tierra fresca. Llegaba desde el bosque un leve murmullo. Un enorme avión surgió entre los árboles y voló por el cielo pálido con vuelo raso, lento y silencioso. Dibujó un círculo sobre los prados, desapareció tras el bosque y volvió a rondarnos.
—Ya está… —le dije a Bárbara y con la garganta atenazada seguí ese vuelo quedo, silencioso.
    Hasta la llegada de los dos coches blindados ya mencionados pasarían aún unas horas. Vendrían a las diez de la mañana.
    Es el primer domingo de abril, un día precioso, soleado. Los coches blindados bajan lentamente desde el pueblo de arriba hasta el de abajo; cuelga del tejado de Gottfried una sábana blanca; espero inmóvil. En ese momento pasan dos coches sobre el vacío camino comarcal. No siento nada, sólo mi garganta se halla atenazada, duele.
    Sólo cuando los coches pasen a mi lado, sólo entonces estallará mi alegría. Pero todavía tengo miedo a gritar la verdad. Exclamaré «Vive la France, nous somme polonais» y los coches blindados, sin detenerse, seguirán, desaparecerán tras la curva del camino que se introduce en el bosque.
    No aparecería nadie más hasta la noche. Ha desaparecido la sábana del tejado de Gottfried, el pueblo se mostraba igual, pudiera pensarse que nada había cambiado.
    Estaba ya oscuro cuando  arribó un tanque y se detuvo bajo los tilos para pasar la noche.
    Al avistarlo desde la ventana de su cuarto, Bárbara arrancó una rama de jazmín en flor y se la llevó a los soldados franceses. Nos fuimos al día siguiente, por la mañana muy temprano.
    Hermina miraba estupefacta la caja de margarina atada con la cuerda de amarrar el trigo: en ella se hallaban todas mis pertenencias. Bajo el brazo, apretaba el bolso con mi ausweis y la media herradura. «¿Cómo… te vas? ¿Precisamente ahora cuando hay tanto trabajo en el campo?» No comprendía. ¿Estaba mal con ellos? Creía que me quedaría hasta la cosecha… El panadero permaneció callado, lleno de rabia.
    Bárbara esperaba debajo de los tilos, ella también con una enorme caja bajo el brazo. Salimos a la carretera principal que nos conducía hacia la ciudad, recorrida ya por multitudes de extranjeros y exclamaciones de gozo y cantos en diversas lenguas."