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miércoles, 31 de julio de 2019

VIEJOS CAMINOS. LOS SENDEROS DEL MAR, de María Belmonte

VIEJOS CAMINOS. LOS SENDEROS DEL MAR, de María Belmonte

    "Cuando uno se dispone a explorar los viejos caminos le salen al paso de los fantasmas y las voces del pasado; voces que te cuentan historias y relatos que allí sucedieron y han quedado suspendidos en el aire y a los que el nuevo viajero, sin siquiera proponérselo, añade con sus pasos otras líneas argumentales, pasando, el también, a formar parte de su historia. Cuando llevas un tiempo andando te fundes con el camino: ya no vas sobre él, sino dentro de él, y junto a los antepasados que lo recorrieron antes que tú"

martes, 30 de julio de 2019

AGOTAMIENTO. UN PASEO POR EL BOSQUE, de Bill Bryson

AGOTAMIENTO. UN PASEO POR EL BOSQUE, de Bill Bryson

    "Cuando, pasada una eternidad, llegas a una zona en la que todo indica que de verdad estás en lo más alto, donde el aire huele a resina de pino y la vegetación es dura, retorcida y doblada por el efecto del viento, cuando llegas a la cumbre despejada... para entonces, por desgracia, ya no te importa nada. Te dejas caer boca abajo sobre una pared de gneis en pendiente, con el peso de la mochila empujandote contra la roca, y pasas algunos minutos allí tendido, mientras piensas de manera ausente, como en una experiencia extracorpórea, que nunca está entonces has contemplado un liquen tan de cerca; que nunca has mirado ningún elemento del mundo natural, en realidad, desde que tenías 4 años y te regalaron tu primera lupa. Por último, con un resoplido de resignación, ruedas sobre ti mismo, descuelgas la mochila, te pones en pie como buenamente puedes y te das cuenta (de nuevo con esa sensación distante y ligeramente vertiginosa de no estar del todo dónde estás) de que las vistas son sensacionales; ante ti se abre un panorama ilimitado de montes boscosos jamás tocados por la mano del hombre, que se extienden hasta donde alcanza la vista. Bien podría ser el cielo. Es un espectáculo espléndido, sin duda, pero la idea que no deja de darte vueltas por la cabeza es que vas a tener que recorrer ese paisaje a pie... y que lo que ves no es más que una porción mínima de lo que tendrás que atravesar antes de terminar."

viernes, 26 de julio de 2019

TRABAJADORES INMIGRANTES. LAS SILLITAS ROJAS, de Edna O'Brien

TRABAJADORES INMIGRANTES. LAS SILLITAS ROJAS, de Edna O'Brien

    "Observaba cómo trabajaban las demás para aprender sus técnicas: unas eran enérgicas, otras movían el paño muy rápido y lo pasaban y repasaban por las superficies, salvo María, que procedía con sus tareas con gran celo, porque todo tenía su importancia, incluso la faena más insignificante. Ésa era su filosofía, ésa, y la del éxtasis del tango. María estaba convencida de que una noche aparecería un hombre alto y enigmático, un gran jefe del banco, con el que recorrería el pasillo ejecutando un tango igual que dos almas gemelas. No se trataba de un sueño, aseguraba, sino de un cuento de hadas, y, en el brete en que todas se encontraban, los cuentos de hadas eran cruciales.

    Eran gente nocturna, a un paso de los fantasmas, y desconocidas entre sí. Algunas estaban casadas, según adivinó por las alianzas, y muchas tenían hijos que, contraviniendo las normas, llamaban en mitad de la noche para dar parte de alguna crisis. Las madres, sabiendo que las llamadas estaban prohibidas, remoloneaban por las esquinas para atender el teléfono. Muchas habían huido del horror, de países a los que jamás regresarían, mientras otras aún añoraban su tierra. Todas atesoraban los recuerdos y la esencia de su primer lugar en el mundo, que no compartían con nadie. Para Fidelma se trataba de un recuerdo insignificante: el de la hierba joven bañada por el sol matinal y el rocío nocturno; luz y agua interactuaban como en un prisma, y también las hojas superiores de un fresno que desprendían un halo diamantino por la lluvia, y el verdor circundante protector, vasto, envolvente."

jueves, 25 de julio de 2019

LA ETICA SOCIAL DEL ALPINISTA LIONEL TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray

LA ETICA SOCIAL DEL ALPINISTA LIONEL TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray


   "Durante el verano, acumulé ascensiones al ritmo de un guía profesional. En medio de toda esta intensa actividad, todavía encontraba la manera de dar larguísimos paseos en bicicleta y practicar la natación, el atletismo y la gimnasia.

  Tengo que reconocer que mis actividades culturales eran mucho más moderadas, limitándose a la lectura de algunos libros, cuyo carácter intelectual contrastaba con la otra vertiente, esencialmente física, de mi existencia. Fue más o menos en esta época cuando leí gran parte de la obra de diversos autores, entre los que destacaré aquí a Balzac, Musset, Baudelaire y Proust.

  Al darme cuenta de que aquella forma de vida reposaba sobre bases frágiles, sentía una grave preocupación por mi futuro. De no ser por ese factor, esta rica existencia en acción me hubiera satisfecho plenamente, porque, al igual que hoy en día, pensaba que una actividad no es más noble por el hecho de ser más lucrativa. Además, el dinero es sucio y, a su paso, lo mancha todo. Entonces, y actualmente, lo que más me importaba era la acción y no su precio; porque la acción, en sí misma, posee un valor.
(...)
   Mi vida no ha sido más que un largo y delicado equilibrio entre la acción gratuita, que correspondía al ideal de mi juventud, y la honorable prostitución, que aseguraba mi pan cotidiano. ¿Qué espíritu vulgar puede pretender que la prostitución útil valga más que las hazañas gratuitas? Por otro lado, aparte de las sociedades primitivas, en las que cada actitud encuentra su razón en el instinto de conservación de la especie, ¿en qué consiste realmente una acción útil? Si, a fin de olvidar el vacío de su existencia, hay muchos que se emborrachan de palabras, y hablan de su «misión» o de su «papel» o de su «utilidad social», lo cierto es que todas estas palabras son convencionales y carecen de sentido. En nuestro mundo anárquico y superpoblado, ¿cuántos pueden enorgullecerse de ser realmente útiles? ¿Son útiles los millones de intermediarios que con sus títulos de honorabilidad entorpecen la marcha de la economía? ¿O los millones de chupatintas condecorados, titulares de canonjías que arruinan al Estado y paralizan la administración, y los millones de taberneros, cronistas, abogados y charlatanes que, mañana mismo, podrían ser suprimidos en bien de todos? ¿Y son útiles los médicos que, en las grandes ciudades, se disputan la clientela como perros hambrientos, mientras por todo el mundo hay hombres que mueren faltos de cuidados? En este siglo, en el que cien veces se ha demostrado que la organización racional permite reducir bastante el número de hombres necesarios en cada tarea, ¿cuántos pueden asegurar que son una de las ruedas verdaderamente útiles para la gran máquina del mundo?

   Al terminar el invierno de 1941, comprendí que los frágiles cimientos de mi libre y maravillosa existencia se hacían más inestables cada día. Era evidente que, a pesar de su inmensa bondad, mi madre no podía mantenerme siempre como si yo fuera un caballo de pura raza. Fue entonces cuando llegó a mis manos una cuerda salvadora."

miércoles, 24 de julio de 2019

UN SACO DE CANICAS, de Joseph Joffo

UN SACO DE CANICAS, de Joseph Joffo

"Mi abuelo no era de los que dejan que maten a sus amigos con los brazos cruzados.

  Por la noche se quitaba su hermosa bata rameada, bajaba a la bodega, y a la luz de una linterna sorda se ponía unas botas y un traje de mujik. Luego se escupía en las manos, las frotaba contra el muro, y se las pasaba por la cara. Entonces, negro de polvo y de hollín se iba solo y de noche hacia el barrio de los cuarteles y las tabernas frecuentadas por los soldados. Acechaba en la oscuridad, y cuando veía a tres o cuatro, sin prisa y sin cólera, con el alma pura del justo, los mataba golpeándoles la cabeza contra la pared, y luego, volvía a su casa satisfecho, canturreando una canción yiddish.

  Pero más tarde las matanzas se intensificaron y el abuelo comprendió que sus expediciones de castigo habían dejado de ser eficaces, y renunció a ellas a disgusto. Convocó a la familia y les anunció con tristeza que resultaba imposible que él solo se cargara a los tres batallones que el zar había enviado a la región.

  Así que había que huir, y deprisa.

  El resto de la historia es una animada y pintoresca cabalgata a través de Europa, Rumanía, Hungría, Alemania, donde se sucedieron las noches de tormenta, las juergas, las risas, las lágrimas y la muerte.

  Aquella noche nosotros escuchamos como siempre: con la boca abierta. Los doce años de Maurice no le impedían estar fascinado.

La lámpara formaba sombras en la tapicería, y los brazos de papá se agitaban en el techo. Las paredes se poblaban de fugitivos, de mujeres aterrorizadas, de niños temblorosos, con ojos de sombra inquieta, abandonaban aldeas sombrías y lluviosas, de arquitectura retorcida, un infierno de pasados tortuosos y de estepas glaciales, y luego, un buen día, pasaban una última frontera. Entonces el cielo se despejaba, y la procesión descubría una bella llanura bajo un sol tibio, había cantos de pájaros, campos de trigo, árboles, y un pueblecito muy claro, con tejados rojos y la torre de un campanario, y ancianas con delantales sentadas en sillas, muy amables.

  En la casa más grande había una inscripción: «Libertad-Igualdad-Fraternidad». Entonces todos los fugitivos dejaban sus fardos y desenganchaban las carretas, y el miedo se desvanecía en sus ojos, porque sabían que habían llegado.

  Francia.

  Siempre he creído que el amor de los franceses hacia su país no tiene gracia, es tan comprensible, tan natural, no tiene problema, pero yo sé que nunca nadie ha amado tanto a este país como mi padre, que nació a ocho mil kilómetros de él.

  Como los hijos de maestro de los inicios de la enseñanza laica, gratuita y obligatoria, desde la más tierna edad recibí una cantidad inconmensurable de discursos-sermones en los que instrucción cívica, moral y amor al país se mezclaban a porfía.

  Nunca pasé por delante del ayuntamiento del distrito XIX sin que su mano apretara un poco la mía. Con la cabeza señalaba las letras en el frontón del edificio.

  —¿Sabes lo que significan estas palabras?

  Yo aprendí a leer muy pronto, a los cinco años ya leía las tres palabras.

  —Eso es, Joseph, eso es. Y mientras sigan escritas ahí, quiere decir que podemos estar tranquilos.

  Era verdad que estábamos tranquilos, que lo habíamos estado. Una noche, en la mesa, cuando llegaron los alemanes, mi madre preguntó:

  —¿No crees que vamos a tener problemas ahora que ellos han llegado?

  Ya sabíamos lo que Hitler había hecho en Alemania, en Austria, en Checoslovaquia, en Polonia, por allí las leyes raciales marchaban a todo tren. Mi madre era rusa, y también debía la libertad a documentos falsos, había vivido la pesadilla pero no tenía el hermoso optimismo de mi padre.

  Yo lavaba los platos y Maurice los secaba. Albert y Henri arreglaban la peluquería, les oíamos reír a través de la pared.

  Papá hizo su gran gesto apaciguador, su gesto de actor de la Comedia Francesa.

  —No, aquí no, en Francia no. Nunca jamás."
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EL FRENTE DE ASTURIAS SE PIERDE, OCTUBRE DE 1937. YO FUI PILOTO DE CAZA ROJO, de Francisco Tarazona

EL FRENTE DE ASTURIAS SE PIERDE, OCTUBRE  DE 1937. YO FUI PILOTO DE CAZA ROJO, de Francisco Tarazona 

    "Esto es un caos: el Norte se derrumba. Gijón está atestada de heridos, y las carreteras, repletas de soldados en retirada, la mayoría muertos de cansancio y con los nervios deshechos. Todo lo han soportado: bombardeos, ametrallamientos, emboscadas; todo les ha faltado: artillería, apoyo aéreo, atención médica, alimentos, y, sobre todo, esperanza.

     Estoy con Churi. Siente la tragedia desde hace ya algún tiempo, pero no se había atrevido a decírmelo. Hoy lo hace porque nota que mis palabras son falsas, y todo mi optimismo, simulado. Ya para irme, llora. Se tragó las lágrimas mientras estuvo conmigo, como si yo las pudiera entender como un reproche. Tengo remordimiento; he sido un egoísta; he gozado de la paz que ella me ha dado, sin pensar en la soledad en que se quedará. Porque no nos volveremos a ver. Hoy casi no hablé; ella lo dijo todo. A pesar de sus dieciséis años, en sus palabras hubo amargura. Y, de esa amargura, yo tengo parte de culpa. Nos despedimos como si nos hubiéramos dicho todo lo que puede decirse entre una mujer y un hombre. Al regresar al campo, siento que he envejecido."

martes, 23 de julio de 2019

EL VIAJE, SEGUN TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray

EL VIAJE, SEGUN TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray

    "Estuve viviendo como un simple mestizo. Viajaba en camiones haciendo autoestop, dormía en las cabañas y compartía la existencia de los indios dedicándome a recorrer las regiones del sur del país para acabar de rodar el reportaje que había empezado en los poblados quechuas. A partir de ese momento experimenté una verdadera pasión por captar la vida en toda su violencia o toda su poesía. Al buscar las imágenes de mayor fuerza, al analizar los acontecimientos para obtener su síntesis, la acuidad de mis sentidos se multiplicaba por diez; la belleza y el encanto de las cosas adquirían una intensidad mayor que nunca."
Expedicion del Jannu

lunes, 22 de julio de 2019

REFUGIADOS ESPAÑOLES. QUICO SABATE, de Pilar Eyre

REFUGIADOS ESPAÑOLES. QUICO SABATE,  de Pilar Eyre

    «¡Huid y no volváis! ¡Dejadnos y no volváis!». Así les grita el diario Arriba al medio millón de refugiados que se han ido de España al finalizar la Guerra Civil: «No volváis». Muchos años después, cincuenta y ocho exactamente, Carmen Guallar, que huyó de España en aquella época y que ahora vive en Mont de Marsan, explica para este libro, con voz todavía trémula de desconsuelo: «Irnos, irnos de nuestro país, como si sólo ellos fueran españoles… Dejar nuestra lengua, nuestra familia, las fotos, los libros, los amigos de la infancia… Escaparnos como si hubiéramos hecho algo malo, sentirnos avergonzados por ser refugiados, tener que estar agradecidos todavía por un metro cuadrado de un suelo lleno de barro en un campo de concentración, tener que ganarte la vida fregando o como obrera manual, sólo te dejan los trabajos más pesados… Y así un día tras otro, años. Que mueran tus padres sin poder cerrarles los ojos. Tus hijos, que son franceses, se cansan de oírte hablar siempre de España… Quien no ha conocido el exilio no ha conocido lo triste que puede ser la vida».
7000 soldados republicanos con solo cuatro cañones, resistieron durante dos meses a un ejército de 14000 hombres con treinta cañones que además contaba con un fuerte apoyo aéreo. El Esquinazau ordenó la retirada por los viejos caminos de paso a Francia a través de los collados pirenaicos el 9 de junio de 1930. La evacuación acabo el 16 de junio de 1938.


viernes, 19 de julio de 2019

SOLEDAD EN LA SELVA. CONQUISTA DE LO INÚTIL, de Werner Herzog

SOLEDAD EN LA SELVA. CONQUISTA DE LO INÚTIL, de Werner Herzog

    "En la noche he terminado de leer un libro, y como me sentía muy solo, lo he enterrado en la linde de la selva con una pala prestada"

jueves, 18 de julio de 2019

LA HISTORIA SIGUIENTE, de Cees Nooteboom

LA HISTORIA SIGUIENTE, de Cees Nooteboom 

    "Cuando está solo, la multitud se convierte en un enigma para él, entre los otros ya no se conoce a sí mismo. ¿Quiénes son? ¿Conoce su máscara?"



martes, 16 de julio de 2019

LA GUERRA DE TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray

LA GUERRA DE TERRAY. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray


  "Otra experiencia interesante es la que viví junto a Michel Chevalier, a unos cien metros de la cumbre de la punta de Charbonnel. Con sus 3751 metros, este pico es el punto culminante del macizo. Sin ser realmente una cima difícil, todas sus vertientes son escarpadas y, en invierno, sólo se puede ascender a ella cuando no existe ningún riesgo de aludes.

  Uno de esos días sublimes en los que la montaña resplandece como una joya bajo los afilados rayos de sol, habíamos subido por un estrecho corredor de nieve dura y, a unos cien metros de la cumbre, excavamos en la pendiente una gruta lo bastante amplia como para instalarnos en ella confortablemente. Gracias a esta especie de iglú, íbamos a poder permanecer en esta atalaya durante dos días enteros y observar atentamente los movimientos de los alemanes que, al otro lado del valle de Ribon, acababan de instalarse en el Col de Rousse. Se había previsto un ataque contra esta nueva posición y la Punta Charbonnel era prácticamente el único observatorio desde el cual era posible estudiar discretamente el escenario de la batalla. Teníamos que averiguar con cuántas fuerzas contaba el enemigo, el emplazamiento de los posibles campos de minas y los lugares que ocupaban los centinelas.

  Después de la primera noche en la gruta, Faure y Laurenceau, que habían venido solamente a ayudarnos a excavar, nos dejaron solos en aquella montaña. El cielo seguía siendo de un azul inmaculado y el viento estaba totalmente en calma. A pesar del intenso frío, pasamos el día mirando con los prismáticos. Cuando llegó la noche, perfectamente acomodados en nuestro abrigo y acostados sobre colchones neumáticos, nos dormimos plácidamente no sin antes rendir los honores pertinentes a una copiosa cena. Cuando, hacia las siete de la mañana, retiré la lona que cubría el agujero de nuestra morada, recibí en toda la cara un montón de nieve. El tiempo había cambiado durante la noche y había caído una capa de veinte centímetros de nieve reciente, la misma que casi me sepulta.

  No cesaba de nevar y caían gruesos copos de nieve húmeda. En estas condiciones era imposible bajar el inclinado corredor, que habíamos utilizado para subir, sin desencadenar un alud; podía decirse que estábamos bloqueados en nuestra gruta. La situación no habría revestido ninguna gravedad si hubiésemos tenido víveres en cantidad, pero estaba previsto que nuestra misión acabara ese mismo día y no nos quedaba prácticamente nada para comer. No parecía que el tiempo fuera a cambiar; la capa de nieve no dejaba de aumentar y ningún signo permitía pensar que el alud fuera a desencadenarse voluntariamente. Sin ser trágica, nuestra situación era muy preocupante. A mediodía, más o menos, dejó de nevar y la temperatura fue subiendo poco a poco, aumentando la inestabilidad de la capa de nieve caída durante la noche. El aburrimiento y el hambre empezaban a hacer mella en mí y decidí recurrir a un método audaz, pero que ya había utilizado en otras ocasiones. Me puse los esquís, me dirigí hacia la derecha y atravesé una rampa, no muy inclinada, de unos cuantos metros. Llegué así al extremo del corredor que se perdía cuesta abajo en el valle de Vincendière. Me había dado cuenta de que al otro lado de esta depresión, de unos quince metros de ancho, había una especie de resalte con una cornisa que me serviría de refugio en caso de avalancha. Me di toda la prisa que pude para atravesar en diagonal el corredor sometido a las avalanchas. Tal y como había previsto, los cortes hechos por los esquís sobre la capa de nieve rompieron el inestable equilibrio de ésta y desencadené el alud. Gracias a la velocidad que llevaba, el lapso de tiempo que pasé en el corredor fue más breve del que necesitó la nieve para rasgarse y conseguí llegar a la cresta que me servía de refugio antes de ser arrastrado por la nieve. Una vez limpia la rampa de la capa inestable, no tendríamos más que deslizamos haciendo virajes sobre la nieve dura y lisa que teníamos a nuestros pies.

  El éxito de este método, que utilicé dos o tres veces en mi vida y que no recomiendo a nadie, evidentemente, depende del tipo de nieve y de la inclinación del terreno. Es indispensable alcanzar cierta velocidad en el momento de la ruptura de la capa superficial de nieve y tener la certidumbre de encontrar un poco más lejos un lugar seguro. A pesar de las apariencias, este ejercicio es más impresionante que realmente peligroso cuando es utilizado por un buen esquiador en un terreno favorable.

  Durante esta guerra en los Alpes, pasé el invierno y la primavera yendo de una montaña a otra y recorriéndolas en todos los sentidos, a altitudes que podían variar de los 1500 a los 3000 metros o incluso más. Los imperativos de la táctica militar nos obligaban a veces a cumplir misiones en condiciones meteorológicas o de nieve con las que no habríamos salido nunca en circunstancias normales. Hubiéramos podido abusar de la buena fe de nuestros oficiales y haberles convencido de que algunas de las misiones eran técnicamente imposibles y no habrían podido contradecirnos. Pero siempre jugamos limpio y, en más de una ocasión, cruzamos rampas en las que la capa de nieve estaba próxima a su punto de fractura. Un par de veces me vi envuelto en aludes importantes. La primera vez bajé cuatrocientos metros arrastrado por la bola de nieve y sólo pude salir airoso del lance porque tuve la suerte de perder los esquís y encontrarme en la parte superior del torbellino de nieve cuando se detuvo, al fin, en un lugar casi llano. En la segunda conseguí escaparme lanzándome a tumba abierta hacia un pequeño bosque en el que pude refugiarme. Desgraciadamente, uno de mis compañeros, que esquiaba peor que yo, resultó muerto.

  No hay mucha gente que frecuente la alta montaña cuando está cubierta de nieve. En esta época, el esquí se practica en pistas a baja altitud, y solamente en primavera, cuando las condiciones de la nieve son más favorables, es cuando los adeptos del esquí de travesía se aventuran a subir montañas.

  La mayoría de nuestros oficiales conocía muy mal los problemas de la montaña invernal y, en algunos casos, puede decirse que no tenía ni idea. Casi todas las misiones que nos encomendaban y que, con riesgos evidentes, cumplía con mi grupo o mi sección, carecían de toda utilidad real desde el punto de vista de la estrategia de la guerra… A pesar de ello, y siempre que las posibilidades de éxito me parecían alcanzables, solía presentarme voluntario. La mayor parte de mis compañeros no se hacía tampoco muchas más ilusiones que yo sobre la utilidad de nuestras misiones, pero actuaba de la misma manera. La guerra en la montaña no era para mí más que un juego, pero al igual que hacía con mis otros juegos en la montaña, lo disputaba hasta los límites de mis capacidades y de mi valor.

  La multitud de aventuras realizadas y el hecho de tocar con frecuencia la delgada línea que separa la seguridad y el peligro, línea que muchos transforman en una margen amplia, me permitieron adquirir una gran experiencia en la montaña invernal y en los aludes que muy pocos montañeros tuvieron ocasión de acumular.

  La ciencia que estudia la nieve se compone de datos técnicos relativamente precisos, que todo el mundo puede aprender en un manual, y de una especie de sexto sentido, formado a su vez por una aptitud natural y el almacenamiento de observaciones registradas más por el subconsciente que por la memoria propiamente dicha.

  A lo largo de aquel invierno, aprendí más sobre el comportamiento de la nieve que durante el resto de mi vida y, sin embargo, bien sabe Dios que en mis tiempos jóvenes frecuentaba imprudentemente las laderas peligrosas.

  En nombre de esta experiencia, muchos años más tarde —con motivo de un drama sobre el que prefiero no extenderme, pues fue para mí penoso hasta el punto de que me hizo cuestionar la idea que, hasta entonces, me había hecho de la solidaridad que existe entre montañeros e incluso entre los seres humanos— no dudé en levantar mi voz contra la incompetencia o la falta de valor de algunas personas, a pesar de todos los problemas a los que me exponía al hacerlo.
(...)
Para disparar unas ráfagas de metralleta sobre los supervivientes de un ejército cansado por cinco años de guerra, los oficiales del frente de los Alpes hicieron correr a sus hombres peligros mucho más serios que los que el Mont Blanc presentaba a principios de 1957."
Pico Charbonnel

lunes, 15 de julio de 2019

QUIEN SABE ESCUCHAR A UN ÁRBOL. EL CAMINANTE, de Herman Hesse

QUIEN SABE ESCUCHAR A UN ÁRBOL. EL CAMINANTE, de Herman Hesse 

    "Nada hay más ejemplar y más santo que un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con fidelidad todo el sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años flacos y los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.

    Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.

    Un árbol dice: en mí se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre eterna, única es mi forma y únicas las vetas de mi piel, único el juego más insignificante de las hojas de mi copa y la más pequeña cicatriz de mi corteza. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.

    Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de los miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo, hasta el fin, el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confío en que Dios está en mí. Confío en que mi tarea es sagrada. Y vivo de esta confianza.

    Cuando estamos tristes y apenas podemos soportar la vida, un árbol puede hablarnos así: ¡Estate quieto! ¡Estate quieto! ¡Contémplame! La vida no es fácil, la vida no es difícil. Estos son pensamientos infantiles. Deja que Dios hable dentro de ti y en seguida enmudecerán. Estás triste porque tu camino te aparta de la madre y de la patria. Pero cada paso y cada día te acerca más a la madre. La patria no está aquí ni allí. La patria está en tu interior, o en ninguna parte.
(...)
    Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es. Esto es la patria. Esto es la felicidad."

miércoles, 3 de julio de 2019

LA OPRESIÓN. EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos

LA OPRESIÓN. EL FIN DE LA ESPERANZA, de Juan Hermanos 

    "Uno y otro día las ideas democráticas eran deformadas, ridiculizadas en la prensa y en las cátedras de la Universidad. Se jugaba con las palabras. Libertad, igual a libertinaje. La libertad en España es la voluntad de Franco; él está encargado por Dios y por el destino de asumir la voluntad de su pueblo, mientras que el deseo de los obreros de conseguir la felicidad es puro libertinaje. He ahí por qué se ha organizado la comedia del sindicalismo falangista. Con el fin de que los obreros no se extravíen y no confundan la libertad con el desorden, los representantes son nombrados por el gobierno. La corrupción organizada, las riquezas desigualmente distribuidas, el abandono de las democracias, el miedo acumulado durante años hicieron de nosotros seres sin confianza, llenos todavía de ganas de luchar, pero sin un amigo para sostenernos, sin un resplandor para guiarnos. La fe sobrevive, está en nosotros, en nuestra noche interior, dispuesta a surgir, pero nada ayuda a su impulso. 

    El interés del pueblo es claramente opuesto al del gobierno. Cuanto más pierde el país más gana el enemigo. Todo el mundo lo sabe. Nadie puede nada contra esto. Todos lo aceptan, hasta mis adolescentes compañeros. Los jóvenes revolucionarios de hoy se preguntan, también, si hay otra solución que el renunciamiento. Esto es lo más grave. En tal estado de ánimo nos hallamos."

martes, 2 de julio de 2019

EL CAMINANTE, de Herman Hesse

EL CAMINANTE, de Herman Hesse

    "Dibujo la casa en mi libreta de apuntes, y mis ojos se despiden del tejado alemán, de las viguerías y frontones alemanes, de muchas cosas íntimas y familiares. Una vez más siento un amor intensificado por todo lo patrio, porque se trata de una despedida. Mañana amaré otros tejados, otras cabañas. No dejaré aquí mi corazón, como se dice en las cartas de amor. Oh, no, el corazón lo llevaré conmigo, también lo necesito en las montañas, y a todas horas. Porque soy nómada, no campesino. Soy un amante de la infidelidad, del cambio, de la fantasía. No me seduce encadenar mi amor a una franja de tierra. Todo cuanto amamos sigue siendo sólo un símil para mí. Cuando nuestro amor se detiene y se convierte en fidelidad y virtud, me resulta sospechoso."
La imagen puede contener: cielo y exterior
Pintura de Herman Hesse para el libro