REENCUENTRO CON EL TIBET, de Heinrich Harrer
Pienso que si has llegado hasta aqui, probablemente sepas que Harrer, el autor, lo es también del muy conocido "Siete años en el Tibet", y que desde entonces su vida giró en torno a la promoción de los valores de la cultura tibetana y de la defensa contra el atropello que significo la invasion china de su espacio geográfico. El objetivo de REENCUENTRO CON EL TIBET viene a justificar esa misión que Harrer dio a su vida hasta el ultimo de sus dias. Aquel libro fue publicado en 1952 (la fecha que da él, wikipedia dice que en el 53):
En 1944 tras cuatro años y medio de reclusión, Harrer y su compañero Peter Aufschnaiter lograron escapar del campamento británico, situado a las afueras de la localidad de Dehra Dun al norte de la India. Durante los siguientes veintiún meses permanecieron ocultos en aldeas remotas y realizaron la hazaña de recorrer 2.500 kilómetros hasta llegar a la ciudad prohibida de Lhasa. Allí Harrer se hizo amigo del joven Dalai Lama, y con la invasion china tuvo que que escapar de vuelta a la India (abandono el Tibet en la primavera del 1951).
"Entre tanto, es cosa sabida de todos cómo, bajo el régimen de la Banda de los Cuatro, el pueblo se vio privado de su base económica vital y los monjes fueron enviados a efectuar trabajos forzados y obligados a abandonar su celibato. Muchos de los mejores jefes y maestros espirituales murieron ejecutados. Y mientras miles de tibetanos eran trasladados a la fuerza a suelo chino, miles de chinos fueron trasladados al Tíbet. Con ello se esperaba convertir a los tibetanos en una minoría en su propia tierra. Una reeducación de la juventud tibetana y otras medidas socialistas debían completar el proceso de transformación. La consecuencia fue, empero, una resistencia escondida y abierta de la población."
La idea de este viaje es volver a la tierra que tan feliz le hizo, la que dio un sentido más a su vida, el Tibet, justo cuando empiezan a entrar por vez primera los extranjeros. Han pasado mas de 30 años, y si fue él uno de los primeros extranjeros en entrar allí, lo es también en volver. Pero ahora lo hace con un sentido critico hacia aquel que se lo ha arrebatado durante 30 años: el régimen chino. Y a lo largo del libro, descripción de su estancia por Lhasa y alrededores, denuncia los excesos cometidos en este sentido: asesinatos, torturas, destrucción de templos, humillaciones, instrucción ideológica masiva, etc. El encuentro con antiguos amigos deja el regusto amargo de encontrar las sombras de lo que una vez fueron, y en algunos casos, como no podía ser menos, la comprensión que algunos dignatarios tibetanos hacen del proceder chino. En ese sentido, se reviste de una misión que a pocos mas concede., porque gran parte de la narración del libro recae en las comparaciones de la época anterior a la invasion china con el momento del viaje, 1982. Sus recuerdo son múltiples: gente que le recuerda, la habitación que entonces ocupaba, las obras que Peter y él realizaron para la comunidad, lo que queda de los templos, el empobrecido mercado de Lhasa o los jardines que ya no existen. La tropa comunista le impide muchas veces ahondar en lo que ve, no siempre le es permitido ver lo que antes vio, ni hablar con libertad con quienes desea, pero al menos se va de vuelta a casa con la satisfacción de ver que el régimen no ha calado en el alma de los tibetanos, y que los chinos son conscientes de ello.
"Cada día recibimos nuevas instrucciones de la agencia de viajes china y del intérprete acerca de lo que está permitido o prohibido. Esto resulta desagradable y molesto pero también hay cosas cómicas como la frase que leemos junto a un monumento: "la prohibición de obtener fotografías es aquí gratuita".
Mas no sólo son los chinos quienes adoptan una actitud intransigente. En el Norbulingka, el antiguo palacio de verano del Dalai Lama, es una joven tibetana, Mingma, la que resulta más papista que el Papa. Con la dureza de su rostro y el pelo severamente recogido con una cola de caballo, se nos hace casi insoportablemente antipática al obstinarse en la prohibición de sacar fotografías. Cuando yo le hablo en tibetano y le explico que se trata sólo de obras nuevas, me ignora con altanería. Los chinos se acogen a un argumento muy discutible para tanta severidad: los frescos no han sido todavía publicados por ellos y nadie puede hacerlo antes de que los científicos chinos hayan realizado esta labor de investigación"
Pero el campo de intereses de Harrer en el libro es mas amplio: a su viaje se unen anécdotas relacionadas, como su escapada del campo de concentración en la India con su amigo Peter, los recuerdos de su amigo el Dalai Lama y de otros amigos, como Tenzing Norgay, el paso de otros viajeros por allí antes que él y durante su estancia... También nos recuerda la importancia de lo que significa el Tibet para el mundo. Por ejemplo, el recuerdo de Milarepa, uno de los primeros poetas de las montañas que ha habido en el mundo, o la filosofía y la medicina tibetana. También denuncia lo que no es tibetano pese a caer en la fascinación que por entonces ejercía el Tibet en occidente, por ejemplo un libro titulado "El tercer ojo".
"Durante una gira de conferencias por Inglaterra m editor Rupert Hart-Davis me comentó la existencia de un libro sensacional sobre el Tíbet. Su amigo Frederic Warburg, encargado de su publicación, nos había enviado las galeradas para que le echáramos una mirada. Yo las hojee y me di cuenta en seguida de que se trataba de un engaño. Era la obra de Lobsang Rampa, quien afirmaba haber pasado años en Lhasa, primero como estudiante y después como médico, cuando yo estaba allí. Llevaba por título "El tercer ojo" Pedí a Hard-Davis que telefoneara a la editorial en la que se publicaba para preguntar si había posibilidad de que me reuniera con él tal Lobsang Rampa ya que me interesaba poder hablar en lengua tibetana con alguien que hubiera vivido en Lhasa al mismo tiempo que yo. Pero solo obtuvoe excusas: que el autor meditaba y no podía atenderme... unos días más tarde me llegó la noticia de que Lobsang Rampa lo sentía mucho pero se encontraba camino del Canadá... cada vez me daba más cuenta de que sólo podía tratarse de un embustero y Hugh Richardson, otros tibetologos y yo intentamos desenmascarar a ese hombre. Por fin fue Marco Pallis, tibetologo y budista practicante, que tocaba el violonchelo en la Orquesta Sinfónica de Londres y además era un experto en alfombras tibetanas, quién se dedicó a descubrir el paradero de autor. Contrato aun detective , que se hizo pasar por discípulo de Lobsang Rampa y pudo observar que incluso miembros de la más alta aristocracia inglesa acudían a él para practicar meditación. Rampa lucía una ondeante barba y se hallaba sentado en un gran lecho rodeado de gatos siameses, pero no era más que un hojalatero de Gales, que después de un accidente de automóvil se ganó la vida durante un tiempo como búho Nero, para terminar haciendo de adivino ya que, como había podido comprobar, la gente se lo tragaba todo siempre que se les expusiera con la habilidad. Lobsang Rampa se puso a escribir libros sobre el Tibet enriqueciéndolos con misticismo de otros ámbitos espirituales. Resultado de ello fue "El tercer ojo" que alcanzó en el mundo entero una tirada de millones de ejemplares."
El libro plantea muchas paradojas: el choque cultural entre el pasado y el presente, la "bicefalia" de quienes intentan compaginar ambos mundos (intentan salvar los muebles de una casa que ya no es suya). Cuando un representante del Dalai Lama regresa a Lhasa, la euforia de la población es total para consternación de los comunistas... Si bien el régimen feudal del Dalai Lama no era perfecto, lo que les sobrevino fue una catástrofe, y esto es tema de análisis y comparación constante del libro.
"Cada vez que encontraban un gusano en la tierra prorrumpian en grandes voces. Lo levantaban cuidadosamente con la pala y lo llevaban bien lejos para salvar su vida. El respeto a todos los seres vivientes es muy grande entre los budistas, que nunca harían daño a un animal"
"Cuando Tenzing, junto con Frank Smythe, descubrió en 1937 el Valle de las Flores en el Himalaya, era sólo un peón más y tampoco tenía más importancia cuando atacaron el Everest desde el norte, o sea desde el lado tibetano, y llegaron hasta una altura de 8500 metros. En relación con esto, hay que mencionar al decimotercer Dalai Lama, que en 1910, huyendo de los chinos, había buscado refugio en la población india de Darjeeling, y que, en agradecimiento a la hospitalidad de la administración colonial inglesa, tuvo para con esta un gesto que dado sus conceptos religiosos, no le debió de resultar nada fácil: concedió el permiso para que el monte Everest fuese escalado por su cara norte, desde el Tibet.
Tenzing fue uno de aquellos pioneros del Himalaya que, ya hace muchos años, practicaban el montañismo sin cuerdas ni crampones y también sin oxígeno. Entonces ni siquiera se hablaba de estas cosas. Eran simplemente así. En 1948, cuando Tenzing viajo a Lhasa con el profesor Giuseppe Tucci celebre tibetologo, esté le animó a intentar nuevamente la escalada del Everest con los ingleses pero ya no como simple porteador sino con los mismos derechos que los montañeros británicos. De esta forma podría hacerse un gran nombre. Fue entonces cuando yo le conocí, con Tucci, en la ciudad de Lhasa y quedamos de acuerdo en subir juntos algún día al Kanchenjunga. Algunos años después, cuando en 1951 tuve que huir de los chinos comunistas a la India a través del Sikkim, pregunté en Gangtok a la familia real, con la que mantenía una buena amistad, si pensarían en mí y en el sherpa Tenzing en caso de autorizar la escalada al Kanchenjunga. Yo tenía especial interés en subir esa montaña porque Peter Aufschnaiter y Paul Bauer ya habían llegado hasta poco más abajo de la cumbre en un 1929 y 1931, y me hubiese gustado estar donde ellos. Kanchenjunga significan "los cinco tesoros de la gran nieve".
"Cuando en el año 1953 estuve en Inglaterra para tomar parte en la presentación de "Siete años en el Tíbet" traducido al inglés y prologado por Peter Fleming pronuncie también una serie de conferencias. Cuando le tocó el turno a la Royal Festival Hall, encontré una carta del antiguo comandante del campo Dehra Dune, el coronel Williams. Me escribía esto: "en mi calidad de comandante de su campo de concentración en la India tuve que soportar la ignominia y el oprobio a causa de que usted consiguiera huir. Y por si fuera poco, hoy tuve que pagar entrada para enterarme por boca de usted de cómo se las arregló entonces".El hecho de que en la sala, llena a rebosar, estallaran los aplausos cuando leí esta carta demuestra la nobleza y el sentido del humor de los ingleses."
La frustración en muchos momentos del viaje es al menos un dolor pasajero cuando parece que lo peor de la ocupación ha pasado:
"Los tibetanos de nuevo pueden llevar su vida nómada, que para ellos es vital y necesario para su felicidad. Por lo visto los chinos comprendieron por fin que sería contraproducente imponerles otra forma de vida del mismo modo que, para mi, también constituye un error que nosotros los europeos, viajemos por todo el mundo como turistas y misioneros y creamos que nuestra moral, nuestra religión y nuestra manera de vivir es lo único acertado y en consecuencia debe ser difundido. Nunca me encontré con algo semejante por parte de los tibetanos mientras estuve con ellos. Formaban una comunidad homogénea y religiosa muy consciente de sus propios valores, pero nunca intentaron exportar su religión, como hacemos nosotros. Ni su religión ni tampoco sus usos y costumbres. En todos los años en que convivimos con ellos no recuerdo ni un solo intento de convertirnos a Aufschnaiter y ami al budismo"
En definitiva, un libro bastante entretenido que se lee a veces como reportaje, a veces como un diario de viaje. Con él, aprovechando su notoriedad, el autor nos pide que no olvidemos al Tibet, que siga al menos en nuestros corazones para que no quede impune la represión china ni se deje de ayudar a los refugiados tibetanos. No olvidemos que de alli, un buen pedazo de mundo, apenas nos llegan noticias, que la entrada y el movimiento dentro del Tibet sigue siendo dificil y restringido y que el genocidio cultural sigue a la orden del dia por otros medios menos brutales pero seguramente mas efectivos.
"Es indudable que mi estancia en el Tibet marcó para siempre el resto de mi vida. No volví a ejercer mi anterior tarea de profesor de geografía y deportes sino que continué lo que iniciará en mi juventud: el montañismo y los viajes a zonas inexploradas. Tales empresas siempre fueron impulsadas por mí especial amor al continente asiático y más adelante, de forma más concreta, al círculo cultural tibetano. Aún hoy es el viajar lo que llena mi vida, pero entre tanto, he aprendido, como privilegio de la vejez, que no me interesa tanto la conquista de las cumbres como el camino alrededor de la montaña, con la posibilidad de conocer a sus gentes, plantas y animales. El concepto de la aventura parece haberse reducido y sin embargo no me hacen menos feliz"
REENCUENTRO CON EL TIBET, de Heinrich Harrer en Ed. Juventud, año 1985. Son 195 paginas con fotos.