miércoles, 31 de enero de 2018
STRANGE FRUIT, LA MAS FAMOSA CANCION DE BILLIE. LADY SINGS THE BLUES, de Billie Holliday
STRANGE FRUIT, LA MAS FAMOSA CANCION DE BILLIE. LADY SINGS THE BLUES, de Billie Holliday
"Durante mi temporada en el Café Society nació la canción que llegaría a ser mi protesta personal: Strange Fruit. El germen estaba en un poema escrito por Lewis Alien, al que conocí allí. Cuando me mostró el poema, yo no lo podía creer: expresaba todas las cosas que habían matado a papá.
Además, Alien había oído hablar de la forma en que murió papá y por supuesto se mostró interesado en que la cantara. Sugirió que Sonny White —que me acompañaba— y yo le pusiéramos música. Trabajamos los tres unos veinte días seguidos. También recibí la inapreciable ayuda de Danny Mendelsohn, un compositor que había hecho varios arreglos para mí. Me ayudó con los arreglos para la canción y soportó pacientemente los ensayos. Me esforcé infatigablemente porque no estaba segura de saber transmitir a un público de lujo todo lo que significaba para mí.
Tenía miedo de que no gustara. La primera vez que la canté pensé que había cometido un error y que había acertado en mis temores. No hubo siquiera un amago de aplauso cuando terminé. Luego una sola persona comenzó a batir palmas, nerviosa. Y de pronto todos estallaron en una salva atronadora de aplausos.
En poco tiempo prendió y la gente empezó a pedírmela. La versión que grabé para Commodore se convirtió en mi mayor éxito de ventas. Sin embargo, todavía me deprime cada vez que la canto. Me recuerda la forma en que murió papá. Pero tengo que seguir cantándola, no sólo porque me la piden, sino porque veinte años después de su muerte, las cosas que mataron a papá siguen ocurriendo en el Sur.
A través de los años he vivido muchas experiencias raras como resultado de esa canción. Es útil para distinguir a las personas íntegras de los carcamales y cretinos. Una noche, en Los Ángeles, una zorra que estaba en el club donde yo cantaba, dijo:
—Billie, ¿por qué no cantas esa canción tan sexy que te ha hecho famosa? La de los cadáveres desnudos que se balancean en los árboles...
Huelga decir que no la interpreté.
Pero otra noche, en la Calle 52, terminé la actuación con Strange Fruit y me encaminé, como de costumbre, al lavabo. Siempre hago lo mismo. Cantarla me afecta tanto que me pongo mala. Me deja sin fuerzas.
Entró una mujer en el lavabo de señoras del Downbeat Club y me encontró desquiciada de tanto llorar. Yo había salido corriendo del escenario, con escalofríos, desdichada y feliz al mismo tiempo. La mujer me miró y se le humedecieron los ojos.
—Dios mío —dijo—, en mi vida oí algo tan hermoso. En la sala se podía oír volar una mosca.
Hace unos meses, en un club de Miami llevaba dos semanas de funciones sin haberla interpretado una sola vez. No estaba de humor para que me fastidiaran con las escenas que siempre se montaban cuando la cantaba en el Sur. No quería interpretar nada que no pudiera terminar. Pero una noche, después de que me la pidieran infinitas veces, accedí. Había un personaje muy particular que se presentó varias veces en el club, siempre para pedirme Strange Fruit y Gloomy Sunday. No sé para qué quería oír ninguna de las dos. A mí me parecía un tipo tenebroso. Pero finalmente decidí cantarlas como bis..
Al llegar al último fraseo de la letra me salió la voz más fervorosa e intensa de los últimos meses y mi pianista interpretó en la misma forma que yo. Cuando dije «...para que el sol los pudra» y después de un punteado en el piano agregué «...para que el viento los azote», ataqué esas palabras con más fuerza que nunca.
Estaba flagelando al público, pero los aplausos fueron los más resonantes que escuché en mi vida. Salí de escena, subí la escalera y me cambié de ropa; cuando bajé, seguían aplaudiendo.
No son muchos los cantantes que han intentado interpretar Strange Fruit. Yo nunca traté de desalentarlos, pero el público sí. Años después de mi actuación en el Café Society, Josh White apareció con su guitarra y la pechera de la camisa abierta hasta el ombligo, y la cantó. El público le gritó que no se metiera con esa canción."
RECUERDOS BRÚJULA. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez
RECUERDOS BRÚJULA. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez
"Con los años se van acumulando los sueños y las aspiraciones. Consciente de que ese tiempo joven tiene un margen para conseguir los retos más temerarios, me propuse dar de sí toda la energía que llevaba dentro para hacer de mis escaladas una especie de estela más imperecedera. Un recuerdo que me podría perseguir toda mi vida llenándome de satisfacción. Son esos pensamientos los que Alfonso Vizán llamaba los recuerdos brújula, unos recuerdos que hace falta rescatar cuando uno se siente más desorientado. Así que me propuse dedicarme a escalar con mayor dedicación."
martes, 30 de enero de 2018
EL SECUESTRO DE LA EMBAJADA IRANÍ EN LONDRES, 1980. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
EL SECUESTRO DE LA EMBAJADA IRANÍ EN LONDRES, 1980. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
"Tuve mis primeras noticias del ataque terrorista a la Embajada iraní de Prince’s Gate, en Knightsbridge, el miércoles 30 de abril, durante una visita a la BBC. Los primeros informes fueron engañosamente triviales. Sin embargo, pronto se supo que varios pistoleros habían entrado por la fuerza en la Embajada iraní y retenían a veinte personas, la mayoría empleados iraníes, pero también un policía que estaba de servicio frente a la Embajada y dos periodistas de la BBC que habían acudido a solicitar un visado. Los pistoleros amenazaban con volar la Embajada con los rehenes dentro si no se cumplía con sus exigencias. Los terroristas pertenecían a una organización autodenominada «el Grupo del Mártir», compuesta por árabes iraníes de Arabistán, entrenados por Irak y en total oposición al régimen iraní. Exigían la liberación de 91 presos por parte del Gobierno iraní, que se reconocieran los derechos de los disidentes iraníes y un avión especial para abandonar Gran Bretaña con sus rehenes. El gobierno iraní no tenía intención de acceder a estas exigencias; y nosotros, por nuestra parte, no pensábamos permitir que los terroristas se salieran con la suya en su intento de secuestro. Yo era consciente de que aunque el grupo implicado era diferente, éste era un intento más de aprovecharse de la aparente debilidad occidental, igual que la toma de rehenes en la Embajada norteamericana en Teherán. Mi política sería hacer todo lo posible para solucionar la crisis de manera pacífica, sin hacer peligrar innecesariamente las vidas de los rehenes, pero sobre todo, garantizar que el terrorismo sufriera una derrota, y ello de manera visible.
Willie Whitelaw, en su calidad de ministro de Interior, se puso inmediatamente al frente de las operaciones en la unidad especial de emergencias del Gabinete.
(...)
A lo largo de la crisis, Willie se mantuvo regularmente en contacto conmigo. A su vez, la Policía Metropolitana se mantuvo al habla con los terroristas por una línea telefónica especial. También nos pusimos en contacto con quienes pudieran ejercer alguna influencia sobre los pistoleros. Estos últimos querían que el embajador de algún país árabe actuara como intermediario. Pero teníamos grandes dudas a este respecto: corríamos el riesgo de que un intermediario de este tipo no compartiera nuestros objetivos. Además, los jordanos, en los que sí estábamos dispuestos a confiar, se negaron a verse implicados. Un imam musulmán habló con los terroristas, pero sin resultados. Habíamos alcanzado un punto muerto.
Willie y yo estábamos completamente de acuerdo en la estrategia a seguir. Intentaríamos una paciente negociación, pero si cualquiera de los rehenes resultaba herido estudiaríamos un ataque a la Embajada, y si mataban a un rehén sin duda recurriríamos al Servicio Aéreo Especial (SAS). Había que ser flexibles, hasta cierto punto. Pero desde un principio quedó descartada la posibilidad de permitir que los terroristas abandonaran el país, con o sin rehenes.
La situación empezó a deteriorarse el domingo por la tarde. Recibí una llamada en Chequers para que regresara antes de lo planeado, y en el camino de vuelta a Londres recibí un nuevo mensaje por el teléfono móvil. Había demasiadas interferencias en la línea para poder hablar inteligiblemente, de manera que le pedí a mi chófer que parara el coche. Aparentemente, la información indicaba que en estos momentos las vidas de los rehenes corrían peligro. Willie quería mi autorización para recurrir al SAS. «Sí, que entren», dije. El coche volvió a arrancar, mientras yo intentaba figurarme lo que estaba sucediendo y esperaba el resultado. Realizado con el enorme valor y la profesionalidad que el mundo espera ahora del SAS, el ataque se produjo ante los focos de las cámaras de televisión. Salieron con vida todos y cada uno de los 19 rehenes que se sabía que seguían vivos en el momento del ataque. Murieron cuatro pistoleros; uno fue detenido; ninguno logró escapar. Di un gran suspiro de alivio cuando supe que no había bajas entre los miembros del SAS. Posteriormente fui al cuartel de Regent’s Park para felicitar a nuestros soldados. Me recibió Peter de la Billière, el comandante del SAS, y después vimos lo ocurrido por el telediario, con comentarios interrumpidos por las risas de alivio de los que habían participado en el ataque. Uno se volvió hacia mí y me dijo: «Nunca pensamos que usted nos dejaría hacerlo». En todos los lugares a los que fui en los días siguientes percibí una gran oleada de orgullo ante el desenlace y hubo una avalancha de telegramas del extranjero. Habíamos enviado una señal a los terroristas de todo el mundo: no podían esperar ni pactos ni favores de Gran Bretaña"
CHOGORI O K2. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
CHOGORI O K2. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
"En el segundo tercio del siglo XIX otros topógrafos, estos británicos y pertenecientes al Indian Surwey, se dedicaron a cartografiar el Karakórum. El jefe de ellos, el coronel Godwin Austen, había dado a conocer una montaña muy vistosa y alta, tan llamativa que no podía pasar desapercibida y cuyos cálculos de altitud resultaban muy altos: tan altos que al poco tiempo ya se supuso que iba a ser la segunda cima del mundo. Inicialmente, en aquella zona también habían empezado a denominar las cimas cartografiadas con siglas, y a esta montaña le correspondió la sigla K2, aunque el grupo de geógrafos decidió llamarla con el nombre de su jefe, así como dar el mismo nombre al extenso glaciar que corría a sus pies. En esta cumbre no ha persistido casi el nombre inicial del geógrafo descubridor —Godwin Austen— y sí la sigla K2 pero en el glaciar sí: el glaciar sigue llamándose Godwin Austen mientras que la cumbre es mundialmente conocida como K2, aunque, injustamente, casi se ha olvidado el nombre original: Chogori."
lunes, 29 de enero de 2018
LITERATURA DE MONTAÑA, BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
LITERATURA DE MONTAÑA, BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
"Lo leo todo y lo filtro. También he leído auténticos y exitosos bodrios, en mi opinión, como el libro de Maurice Herzog, Annapurna primer ochomil. Soy muy crítico y creo que la historia de los ochomiles se ha escrito mitificando generosamente la actividad. Por ejemplo, ponerse las botas heladas costaba más de tres horas, lo mismo que subir veinte metros con nieve «hasta el pecho», aunque si las cosas venían mal dadas siempre había un camarada a mano para ayudar. El ambiente era inevitablemente excelente, un éxito de convivencia detrás de otro. Así pues, creo que también se ha manipulado conscientemente la talla humana de los protagonistas, que siempre acaban retratados como héroes sin tacha ni fisura, como hombres diferentes y mejores que el resto.
No nos engañemos; los ochomiles son lo más peligroso, sí, pero ni son tan difíciles ni los conquistadores son tan perfectos. Simplemente es una actividad donde se depende en gran medida de las condiciones y del propio juicio, que es algo que paradójicamente no tiene tanto que ver con la experiencia acumulada como con los centímetros cúbicos de materia gris. Hay gente que hace las cosas bien desde el principio, y hay quien ha estado en quince expediciones y sigue sin saber por dónde le da el aire. Y mira que allí sopla… En definitiva, nadie es más que un hombre o una mujer, a la postre, con miserias y grandezas más o menos bien repartidas."
EL DÍA QUE THATCHER TUVO QUE DESDECIRSE DE SU IDEOLOGÍA. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
EL DÍA QUE THATCHER TUVO QUE DESDECIRSE DE SU IDEOLOGÍA. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
"Tenemos que negociar con la Unión Soviética tal y como es, no como nos gustaría que fuera. Vivimos en el mismo planeta y tendremos que seguir compartiéndolo. Estamos por consiguiente dispuestos, si las circunstancias lo permiten y cuando lo permitan, a hablar con los líderes soviéticos. Pero no debemos caer en la trampa de atribuirles nuestra propia moralidad. Ellos no comparten nuestras aspiraciones; no están constreñidos por nuestra ética; siempre se han considerado exentos de las normas que son vinculantes para otros Estados.
Tenía otro mensaje que transmitir al que quería que prestaran especial atención todos aquellos que no compartían en su totalidad mi análisis y el del presidente Reagan:
¿Acaso es necesario decir que la Unión Soviética no tiene nada que temer de nosotros? Durante varios años después de finalizada la guerra, Estados Unidos disfrutó del monopolio de las armas nucleares, pero esto no representó una amenaza para nadie. Las democracias son por naturaleza amantes de la paz. Hay multitud de cosas que nuestros pueblos quieren hacer con sus vidas, muchas formas de usar nuestros recursos aparte del equipamiento militar. El uso de la fuerza y la amenaza de emplearla para imponer nuestras creencias no forma parte de nuestra filosofía.
El discurso tuvo una amplia repercusión en los medios de comunicación y fue, en general, bien recibido en Estados Unidos. Pero no tardé en pensar, a la luz de la respuesta norteamericana ante una crisis política surgida en una pequeña isla del Caribe, que al menos parte de mi mensaje no había sido entendido."
Y es que Ronald Reagan invadió la isla de Granada, perteneciente a la Commantwealdh, cuyo jefe de estado es la reina de Inglaterra, saltándose la legalidad y dejando en evidencia a los aliados ingleses"
LOS LÍMITES DE LA ESCALADA. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez
LOS LÍMITES DE LA ESCALADA. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez
"El caso es que los años me han enseñado que hay una diferencia clara entre lo que puedes hacer y lo que crees que es posible hacer en tu imaginación. Pero sin los sueños de lo que crees que es posible, nada de lo que se hace se convertiría en realidad. He aquí un equilibrio difícil de encontrar, pero en el que todo escalador (o alpinista) con una inquietud o ambición por progresar acaba inmerso en algún momento de su camino."
viernes, 26 de enero de 2018
MISSISSIPPI GODDAM Y NINA SIMONE
MISSISSIPPI GODDAM Y NINA SIMONE
"No soy incapaz de matar —dijo una vez Nina Simone, recordando el sábado 15 de septiembre de 1963—. Nadie lo es. Pero en lugar de hacerlo, escribí «Mississippi Goddam».
Simone no exageraba. Aquel día, cuando escuchó las noticias de Alabama, su primer instinto fue el asesinato.
Me fui al garaje y recogí un montón de herramientas y chatarra y me lo llevé al apartamento —contaba en su autobiografía I Put a Spell on You—. Intentaba apañar un arma, una pistola casera. Tenía en mente salir por ahí y matar a alguien a quien pudiera identificar como un obstáculo para que mi gente obtuviera justicia por primera vez en 300 años.
La noticia era la siguiente: a las 10.19 de la mañana, más de una docena de cartuchos de dinamita había detonado en el sótano de la iglesia Baptista de la calle 16 en Birmingham, Alabama, durante un seminario sobre la Biblia para niños negros. Cuatro de ellos —Denise McNair, 11 años, Addie Mae Collins, Carole Robertson y Cynthia Wesley, todos de 14— murieron en la explosión. «Tras la detonación, mientras las vigas se desplomaban, la maestra gritó “¡Al suelo, al suelo!” —recordaría más tarde el padre de Cynthia, Claude—. Mientras gritaba, los rostros de Jesús en los bonitos vitrales de la iglesia se hicieron añicos». Según se supo después, el culpable era Robert Edward Chambliss, popularmente conocido por sus compañeros del Ku Klux Klan como «Bob Dinamita».
Todas las verdades que me había negado a mí misma durante tanto tiempo me estallaron en la cara… De pronto me di cuenta de lo que significaba ser negro en Estados Unidos en 1963, pero no fue un despertar intelectual vinculado a lo que Lorraine me repetía una y otra vez, aquello estalló como una oleada de furia, odio y determinación.
Y así fue como el marido y mánager de Simone, Andrew Stroud, la encontró en el suelo de su apartamento, histérica y despotricando, tratando de montar una pistola con piezas sueltas de metal. Estuvo un momento tratando de asimilar la escena, hasta que le dijo a su esposa para tranquilizarla: «Nina, no tienes ni idea de matar, lo único que tienes es la música» y salió de la estancia. Simone se calmó y al poco se dirigió al piano. Una hora más tarde, ya tenía su primera canción protesta, «Mississippi Goddam». «Irrumpió más deprisa de lo que podía llegar a escribir», recordaba. Uno puede imaginarla aporreando las teclas y aullando los primeros compases mientras los cuatro cadáveres de Birmingham no se habían enfriado aún: «Alabama’s got me so upset / Tennessee made me loose my rest / And everybody knows about Mississippi Goddam!» [lo de Alabama me indignó, / Tennessee me desquició / y todos saben del maldito Misisipi].
NOMBRES PIRENAICOS. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
NOMBRES PIRENAICOS. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
"El macizo al que pertenece el Aneto es grande, ancho y bien llamativo, y desde siempre se ha llamado Maladeta. Este nombre, Maladeta, según unas fuentes históricas o fantasiosas, proviene de la antigua maldición que estas montañas del Pirineo aragonés tenían porque de ellas llegaban las tormentas, los aludes… y la gente indeseable procedente de otras tierras a través de los altos pasos. Otras fuentes indican que el nombre procede de «mala» y de «hitta», palabras del antiguo idioma pirenaico, cuyo significado podría ser «mal» (alto) e «hita» (fita, cosa muy visible en la montaña). Otros llamaban al macizo Montjoia que podría ser una corrupción de «mont» (montaña) y «joia» o «yoia» (paso, collado, brecha).
Aunque las vertientes de La Maladeta corresponden sólo a España (Aragón), las partes altas eran visibles desde Francia (Haute Garonne) y por esta causa algunos puntos de ellas tenían sus leyendas propias, como los Picos de Alba que se decía que eran tres hermanas, princesas blancas, encantadas en la nieve; o la de la Vallée de Lis en la propia Francia, por donde caían enormes avalanchas y cascadas muy llamativas («liss» en el idioma antiguo pirenaico eran las avalanchas, vocablo que recuerda precisamente el sonido «liss» de los deslizamientos); o en Aragón, cerca de Benasque, estaba el Valle del Invierno, lugar donde la nieve empujaba a los rebecos hacia abajo y donde iban a por ellos los cazadores, quienes en su jerga acabaron deformando el nombre del paraje como Valleinvierna o Vallibierna o Malibierne. Y estaba también el valle de Coronas donde, desde muy antiguo se decía que en su parte más elevada había unos lagos rodeados de nieve («couronnés» de nieve según los franceses), topónimo que fue adjudicado a este valle secundario superior, a los lagos y también a su collado más alto, el que actualmente sigue llamándose Collado de Coronas y es el paso obligado para llegar al pico de Aneto, se suba por Coronas o por La Renclusa. Y estaba también el Coll Maldit o Collado Maldito, situado al sureste de las cumbres que ya en tiempos antiguos se veían desde lejos, y las que recibieron el nombre de Las Maladetas."
jueves, 25 de enero de 2018
LA PRIMERA CORDADA DEL MONT BLANC. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
LA PRIMERA CORDADA DEL MONT BLANC. MONTAÑAS INJUSTAS, de Agustín Faus
"...a partir de su primera conquista empezaron los dramas del Mont Blanc, porque el primer drama o injusticia ya tuvo que surgir en 1786 entre los dos vencedores, y al mismo día siguiente de la conquista. Este fue un drama no físico, sino humano: Balmat era un hombre tosco, duro y muy ambicioso; mientras que Paccard, joven médico, hijo del notario de Chamonix, era un personaje idealista e inteligente, amante de la montaña por ella misma. Me atrevo a designarlo como el segundo alpinista de corazón en toda la historia de las montañas (el primero fue incuestionablemente Horace Bénedict de Saussure). Balmat buscó la vía a la cumbre para obtener la recompensa ofrecida por Saussure. Paccard buscaba la vía a la cumbre del Mont Blanc por puro idealismo. Y, lógicamente, desde el primer día tuvo que surgir la rotura en la cordada, por muy vencedora que fuera. Era una cordada excesivamente desequilibrada. Balmat fue, sin perder tiempo, a cobrar la recompensa ofrecida por Saussure sin contar con su compañero Paccard, quien se desentendió de ello: él había hecho el Mont Blanc y con ello ya estaba recompensado.
Pero como Balmat era un hombre del pueblo, posiblemente fue mejor entendido por «los del pueblo» de Chamonix, para quienes Paccard era casi un forastero por haber estado muchos años estudiando su carrera en Turín. La consecuencia de ello todavía perdura hoy pues en el monumento que existe en Chamonix a los vencedores del Mont Blanc podemos contemplar sólo la figura de Balmat enseñando el camino de la montaña a Saussure. ¿Por qué tuvo que olvidar Chamonix tan pronto a su también hijo Michel Gabriel Paccard? Si no hay otra causa, ¡este olvido es una injusticia!
La historia puede explicar algo del destino de aquellas dos vidas tan ligadas al Mont Blanc: el joven médico siguió de médico en Chamonix atendiendo su deber social, mientras que Jacques Balmat siguió explotando la fama de su ascensión, adjudicándose tanto su relación con la montaña que muy pronto recibió el mote de «Mont Blanc». Siguió ejerciendo como guía; siguió buscando cristales por el monte y hasta buscando filones de oro en la montaña. Parece que ganó algún dinero pero no lo pudo disfrutar porque moriría relativamente joven, posiblemente asesinado, a principios de la centuria de 1800."
VENDER YOGUR POR ESTAMBUL. ESA EXTRAÑA SENSACIÓN, de Orhan Pamuk
VENDER YOGUR POR ESTAMBUL. ESA EXTRAÑA SENSACIÓN, de Orhan Pamuk
"Mevlut no podía entender por qué su padre torcía de repente por alguna callejuela; por qué de pronto, después de haber estado berreando: ¡yogur! con todas sus fuerzas, se sumía en un largo silencio; por qué hacía oídos sordos a un cliente que había abierto la ventana y le estaba gritando: ¡Eh, tendero, el del yogur, que te estoy llamando!. Por qué se refería a los de Erzurum como chusma cuando un rato antes había estado besándolos y abrazándolos; o por qué a un cliente le vendía dos kilos de yogur a mitad de precio. Y a veces también, cuando todavía quedaban muchos clientes por visitar y muchas casas que aguardaban su llegada, su padre soltaba de repente la vara y el cargamento de yogur en la puerta de algún café por el que pasaban, entraba, se derrumbaba en una silla con un té delante y se quedaba allí completamente inmóvil. Esto Mevlut sí que lo entendía"
miércoles, 24 de enero de 2018
LOS NAZIS ENTRAN EN PARÍS. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
LOS NAZIS ENTRAN EN PARÍS. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"El 26 de mayo estaba en casa de Émile Buré. Me dijo que el 16 los alemanes ya habrían podido tomar fácilmente París. Ahora, avanzaban hacia Amiens: querían cercar al ejército francés. «No tenemos aviones», repetía Buré. Vi a diferentes personas: Vogel, Jean-Richard Bloch, Elsa Yúrevna Triolet, el pintor belga Masereel. Estaban todos aturdidos.
El embajador estadounidense, Bullitt, fue a Notre Dame, se hincó de rodillas y depositó ante la estatua de Juana de Arco una rosa en nombre de su presidente de Estados Unidos. Buré decía: «No necesitamos oraciones, sino aviones». El periódico católico L’Aube hablaba de «una Juana de Arco motorizada, que salvaría a Francia».
El 3 de junio los alemanes bombardearon intensamente París. Hubo muchas víctimas y vi espectáculos parecidos a los de Madrid y Barcelona. Pero no había ira, sólo desesperación. Alguien entre el gentío decía: «Esta guerra la teníamos perdida desde el primer disparo».
Comenzó el éxodo de los parisienses. Largas columnas de vehículos, cargados con colchones en el techo, se dirigían hacia la Puerta de Italia y la de Orléans. Por las noches se ponían a disparar los antiaéreos. Los partes de guerra eran confusos. La radio continuaba hablando de los medios de transporte alemanes hundidos. Todos decían que los alemanes estaban cerca. Partieron los Hilsum, los Fotinski y algunos españoles conocidos. Yo no podía irme: en la Prefectura me habían quitado todos los documentos. La ciudad quedó vacía. Liuba y yo éramos los únicos que quedábamos en el edificio, los demás habían partido. Me sentía confuso. Al final partió también Ivánov y me dijo que en la embajada quedaban algunos funcionarios a quienes había pedido que velaran por nosotros.
(Entonces alguien hizo correr el rumor en Moscú de que yo no iba a volver a la Unión Soviética. Irina pasó unos días horribles. París estaba aislada del resto del mundo, y en todas partes le preguntaban: «¿Es verdad que su padre no quiere volver?»).
El 9 de junio, en las tiendas, los restaurantes y los cafés apareció un anuncio: «Cerrado temporalmente». El presidente de la República recibió a Laval. Alguien llegó corriendo y me contó: «Hemos comprado un coche pero no hay gasolina. ¡Si pudiéramos conseguir un caballo!». Los alemanes comunicaron por radio que habían tomado Ruán y que la suerte de París se decidiría en los próximos días. Intenté escuchar Radio Moscú. El locutor habló largo rato del Frankfurter Zeitung, que valoraba muy positivamente la feria agrícola de Moscú. Vino Clémence a despedirse. Dijo entre lágrimas: «¡Qué vergüenza!». Enormes muchedumbres se agolpaban en las estaciones. La gente huía en bicicleta. Entretanto los periódicos informaban de que había empezado un proceso contra treinta y tres comunistas.
El 10 de junio la Italia fascista declaró la guerra a Francia. Yo paseaba por el jardín de nuestra embajada cuando, de pronto, oí alegres gritos y canciones: la embajada italiana estaba al lado. Los diplomáticos fascistas habían decidido no volver a su país. Los alemanes estaban cerca; podían quedarse algunos días en su santuario. Cantaban, sin rubor, Giovinezza.
El 11 de junio se corrió la voz de que la Unión Soviética había declarado la guerra a Alemania. Todos se animaron. Ante las puertas de nuestra embajada se reunieron grupos de obreros que comenzaron a gritar: «¡Viva la Unión Soviética!». Pocas horas después llegó el desmentido.
Los parisinos abandonaban la ciudad a pie. Un anciano empujaba con dificultad un carrito de mano con almohadas, una niña y un viejo perrito, que ladraba desesperado. Por el boulevard Raspail avanzaba un interminable cortejo de fugitivos. Enfrente de La Rotonde estaba el monumento a Balzac, colocado poco antes de la guerra, obra de Rodin. El frenético Balzac parecía querer bajarse del pedestal. Durante largo rato estuve en aquel cruce, donde, en realidad, había transcurrido mi juventud, y de repente me pareció como si también Balzac marchara con todos los demás.
En la esquina de la rue Cotentin un tendero abandonó su tienda sin cerrar la puerta. Por el suelo rodaban los plátanos y las latas de conserva. La gente, más que irse, huía. El 11 de junio busqué durante mucho rato algún periódico. Finalmente salió Paris Soir. En primera página había una fotografía: una anciana bañaba a su perro en el Sena. Y en el pie de foto, con letras gruesas, decía: «París siempre será París». Pero la capital parecía una casa abandonada a toda prisa. Decenas de miles de personas se agolpaban alrededor de la estación de Lyon, aunque se decía que ya no saldrían más trenes: los alemanes habían cortado el camino. Entretanto la radio transmitía misas y proclamas contradictorias: a veces decían que la evacuación de París estaba asegurada, y otras trataban de persuadir a los habitantes de que se quedaran en casa y no perdieran la calma.
El 13 de junio caminaba por la rue de Assas. No había un alma, no era París, era Pompeya… Caía una lluvia oscura (quemaban petróleo). En una esquina de la rue Rennes, una joven abrazaba a un soldado cojo. Por la cara de la mujer rodaban lágrimas negras. Comprendí que se estaban despidiendo de muchas cosas…
Luego escribí unos versos sobre eso: «Incluso morir parecía más fácil. Aquí cada piedra era para mí querida. Retiraron los cañones. Ardían los depósitos de petróleo. Cayó una lluvia negra sobre una ciudad negra. Una mujer dijo al soldado (de sus ojos brotaban lágrimas negras): “Un momento, querido mío, digámonos adiós”. Y los ojos de él quedaron inmóviles. Vi aquella mirada triste. La ciudad estaba negra y vacía. Junto con el soldado marchaba, oscuro como el hombre, el arte».
Por la noche llamaron a la puerta. Me sorprendí: las autoridades ya habían partido, pero los alemanes aún no habían llegado. La embajada nos enviaba un coche para que nos trasladáramos a la rue Grenelle, donde estaríamos más seguros.
Nos instalaron en un pequeño cuarto donde antes pernoctaban los correos diplomáticos. Por la mañana pasaron, en vuelo rasante, unos aviones con esvásticas. Salimos de la embajada. Un soldado francés se acercó corriendo a mí, preguntándome cómo podía llegar a la Puerta de Orléans. Las calles estaban desiertas y los cubos de basura apestaban. Aullaban los perros abandonados. Llegamos hasta la avenue du Maine, y de pronto vi una columna de soldados alemanes. Avanzaban, mientras comían algo en marcha.
Me volví y permanecí un rato en silencio, junto a la pared. También había tenido que ver eso."
DONDE LA AVENTURA ES POSIBLE. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
DONDE LA AVENTURA ES POSIBLE. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
"Siento finalmente que es reconfortante saber que existen todavía lugares en el mundo en los que toda nuestra tecnología no sirve para nada, donde la naturaleza aún te puede borrar del mapa de un soplido, donde la aventura es posible. Lugares, por encima de las nubes, donde un hombre de coraje puede encontrar los límites de su alma."
martes, 23 de enero de 2018
RYSZARD KAPUŚCIŃSKI
LOS CINICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO. RYSZARD KAPUŚCIŃSKI
"La regla número uno parece ser la de saber mimetizarse, de renunciar a los discutibles y narcisistas beneficios de la hipervisibilidad a favor de las bastante más útiles ventajas del anonimato:
«He viajado muchísimo sirviéndome de toda clase de medios de transporte disponibles. Si me hubieran reconocido como extranjero, como diferente, es posible que la gente me hubiera dirigido la palabra, pero sin duda no se habría lanzado con la misma libertad a hacer comentarios y observaciones sinceras», afirma Kapuściński. Hasta el aspecto, parece desprenderse, cuenta. Si se está demasiado connotado, si los signos de reconocimiento social —ropa, conducta— son demasiado identificables, es posible acabar siendo excluido del contacto con la gente corriente..."
kapuscinski |
LA IMPORTANCIA DE LEER. EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA, de Will Schwalbe
LA IMPORTANCIA DE LEER. EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA, de Will Schwalbe
"El libro empieza con Therese, una joven que quiere ser atrezista de teatro, pero trabaja como dependienta temporal en unos grandes almacenes, en el departamento de muñecas, tal como hiciera la propia Highsmith. Está sola y apática. Tiene un novio al que no quiere. Pasa una tarde deprimente con una mujer mayor que también trabaja en los grandes almacenes y le permite atisbar lo que podría llegar a ser su vida.
- Al pasear por Nueva York -me dijo mi madre cuando empezamos a hablar del libro-, o por cualquier lugar, en realidad, se ve a muchísimas personas como esa joven, no desesperadas, pero sí tristes y solas. Esa es una de las virtudes de los grandes libros como este: te permiten ver a la gente a tu alrededor de una manera distinta."
lunes, 22 de enero de 2018
CARAMELOS PARA EL TERCER MUNDO. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
CARAMELOS PARA EL TERCER MUNDO. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
"Por un instante envidio esa paz que permite a este niño no sentirse sometido a convenciones y desdeñar con fuerza la carga de las apariencias. Con una mano toca mi muslo para llamar mi atención. Sonríe. Nos hemos hecho amigos la noche anterior y él sabe que no volveré por aquí pronto. Le repito por enésima vez que no, no tengo en mi poder ningún caramelo que me sobre. Me gustaría cruzar unas palabras con el primero que pasó por estos lugares ofreciendo dulces a los niños. Bueno, es posible que fueran algo más que palabras, porque el caso es que los niños del Himalaya se han acostumbrado a pensar en los excursionistas occidentales como meros proveedores… con ganas le sacudiría un estacazo. Ahora Ram Bahadur Jirel, que así se llama el pequeño, me dice adiós mientras me pongo a andar con ganas. En este pueblo todos llevan Jirel de apellido, todos son más o menos parientes. Nuestra expedición dejará un buen dinero por aquí, y bastante repartido. Los porteadores, además, cobran tres veces más trabajando para una expedición que haciéndolo para un nepalí. Su único problema será llevar treinta kilos a la espalda durante siete días, y también aguantar nuestra neurastenia que pretende controlarlo todo, al menos los dos o tres primeros días."
LAS REVOLUCIONES SOCIALES. ECOLOGÍA O CATÁSTROFE, LA VIDA DE MURRAY BOOKCHIN, de Janet Biehl
LAS REVOLUCIONES SOCIALES. ECOLOGÍA O CATÁSTROFE, LA VIDA DE MURRAY BOOKCHIN, de Janet Biehl
"Bookchin debía admitir que también la era revolucionaria había llegado, casi con toda seguridad, a su fin; aquella era de la revolución proletaria que había comenzado con las barricadas de junio de 1848, continuado con la revolución bolchevique de 1917 y alcanzado su cenit con la mayor de todas, la revolución española de 1936. Pero que había acabado en las barricadas de Barcelona en 1937, la última gran confrontación de todas ellas. La de Castro en Cuba, Mao en China y Ho Chi Minh en Vietnam, tan admiradas por la izquierda, habían sido revoluciones campesinas con objetivos modernizadores, no habían sido revoluciones proletarias que buscasen el socialismo. Los alzamientos de los 60 habían sido furiosos y turbulentos, pero no habían sido movimientos genuinamente revolucionarios. Durante la década de los 70 las revelaciones sobre los baños de sangre cometidos por los marxistas en China, Camboya y en el resto de lugares habían redefinido la revolución de un hecho potencialmente liberador a sorprendentemente catastrófico. Pero el mayor profanador de los revolucionarios continuaba siendo Stalin, quien había transformado la idea misma de revolución en un concepto temible, sinónimo de dictadura, asesinatos y gulags. La bandera roja había sido más manchada por la sangre de los propios defensores revolucionarios que por la de sus reaccionarios oponentes"
domingo, 21 de enero de 2018
LEER. EL SENTIMIENTO DE LA MONTAÑA, de S. Alvaro y E. M. de Pison
LEER. EL SENTIMIENTO DE LA MONTAÑA, de S. Alvaro y E. M. de Pison
"En las lecturas nos reconocemos y, aun más, las revivimos de nuevo, tan intensamente que somos capaces de situarnos en la piel de los protagonistas que vivieron magnificas experiencias muchos años antes que nosotros. Su ejemplo nos inspira, sus emociones llegan a conmovernos"
sábado, 20 de enero de 2018
EL SENTIDO DE LA AVENTURA. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
EL SENTIDO DE LA AVENTURA. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
"...la aventura no necesita justificación moral alguna, ni ésta que ahora comenzamos ni ninguna otra. La aventura es un impulso del corazón humano, una pulsión ante la que cualquier acto de la razón es inútil. Lo único necesario es ilusión e imaginación, y por supuesto viene de perlas sentir el amor de los que se han quedado en casa y nos apoyan sin transmitir ni sombra de duda. Lo demás sobra, incluida la voluntad de hierro de la que otros héroes nietzscheanos hacen gala. ¿De qué pueden servir aquí tanta voluntad y tanto hierro? Sólo añadirían peso a nuestras mochilas.
Queremos disfrutar de la montaña y de los amigos. De la propia escalada. Y volver a casa enteros, si puede ser."
BOB DYLAN. 33 REVOLUCIONES POR MINUTO, de Dorian Lynskey
BOB DYLAN. 33 REVOLUCIONES POR MINUTO, de Dorian Lynskey
"En abril, tras una larga charla sobre derechos civiles en una cafetería del Village llamada Commons, Dylan escribió la canción que transformaría su vida. En la misma mesa apuntó la frase «your silence betrays you» [tu silencio te delata] y se fue para casa a escribir el resto de la canción (en diez minutos, aseguraba), que adaptó a la melodía de la vieja canción antiesclavista «No More Auction Block for Me». La imagen central, explicó más tarde, era la de «a restless piece of paper» [un agitado trozo de papel] que nadie piensa en agarrar y leer, una idea asombrosamente parecida a la comparación que hizo Guthrie de sí mismo con un «recorte» de papel «al viento». Tan pronto como apareció en Broadside en mayo, se convirtió en la comidilla de la ciudad. Cuando la interpretó en Gerde’s antes de su publicación, Dylan anunció: «Ésta no es una canción protesta ni nada de eso, porque yo no escribo canciones protesta… Sólo la escribí como algo para ser dicho, por alguien, para alguien».
«Es difícil escribir una canción protesta sin que el resultado parezca moralista y algo esquemático —escribe Dylan en Crónicas—. Tienes que mostrar a las personas una faceta de sí mismas que antes desconocían». Hacer eso, en aquel momento de la historia de Norteamérica, era como practicar un boquete en un dique y esperar que no te ahogara la crecida. «Blowin’ in the Wind» captó el espíritu del momento al formular las preguntas que tantos norteamericanos se estaban haciendo: «¿Cuántas veces?», «¿Cuántas muertes?», «¿Cuántos años?». Dylan evitaba especificar, pero tras las marchas recientes por la libertad, pocos podían dudar de la identidad de «alguna gente» a la que no se le «permitía ser libre». A diferencia de una canción de actualidad, con su relato lineal y reparto de personajes, «Blowin’ in the Wind» halagaba al oyente con su vaguedad poética: quienes estaban en el ajo la comprenderían, pero no todos quedaron impresionados. Tom Paxton la desechó como «una lista de la compra en la que un verso no tiene la mínima relevancia para el siguiente» y Ewan MacColl tachó más tarde todas las canciones protesta de Dylan de «pueriles, demasiado generales para significar nada». Pero sus puntos débiles eran también los fuertes. Sin duda, recurría a algunos brochazos —libertad, empatía: bueno; guerra, muerte, apatía, lágrimas: malo—, pero sólo esos trazos podían imprimir tales nociones en las mentes de una generación.
Más adelante, el propio Dylan se recrearía ensañándose con sus propios motivos para escribir tales canciones. Sólo era un modo de darse a conocer, le contó a Nat Hentoff del New Yorker, pero eso ocurrió cuando ya estaba harto de verse adorado como un héroe; en 1962 seguía escribiendo canciones protesta porque parecía creer en ellas. Cuando James Meredith, un estudiante negro, fue rechazado en la Universidad de Misisipi por motivos raciales, desencadenando altercados sangrientos e instando al presidente Kennedy a mandar tropas para forzar la desegregación, Dylan no tardó en componer la cáustica y escueta «Oxford Town». «A Hard Rain’s a-Gonna Fall» fue escrita antes de la crisis de los misiles cubanos, pero se antojó asombrosamente oportuna cuando los oyentes confundieron el aguacero [hard rain] con una lluvia nuclear.
viernes, 19 de enero de 2018
LA CASTA DE VAROUFAKIS. COMPORTARSE COMO ADULTOS, de Yanis Varoufakis
LA CASTA DE VAROUFAKIS. COMPORTARSE COMO ADULTOS, de Yanis Varoufakis
"Con 20 años, decidido a recuperar sus raíces Yiorgos renunció a un cómodo empleo en un banco de El Cairo y partió hacia Grecia para estudiar química. Llegó a Atenas en enero de 1945 a bordo del Corinthia, un mes después del final de la primera fase de la guerra civil griega, el primer episodio de la guerra fría. En el ambiente se palpaba una frágil distensión, y por eso pensó que no sería mala idea aceptar la propuesta que le habían hecho en sus compañeros de facultad, tanto los de izquierdas como los de derechas: convertirse en el candidato de consenso que optaría a la presidencia de la Asociación de Estudiantes
Poco después de salir elegido, el rectorado de la universidad decidió subir las tasas académicas en una época en que los estudiantes se revolcaban en la pobreza más absoluta. Yiorgos se acercó al despacho del Decano y allí trató de darle sus mejores argumentos contra la medida. Al salir, mientras bajaba por la escalinata de mármol de la Facultad, la policía secreta le estaba esperando. Le pusieron unas esposas, lo metieron en un furgón y le dieron a escoger entre dos opciones; una elección que hace del dilema de Larry Summers un simple juego de niños.
Debido a los orígenes burgueses de aquel chico, la policía estaba convencida de que Yiorgos firmaría encantado la declaración; y si no lo hacía, seguro que daba su brazo a torcer en cuanto empezará la tortura. Sin embargo, con cada nuevo golpe, Yiorgos sentía que no podía firmar aquel papel, que no podía dejar de sufrir a irse a casa. Como resultado paso por distintas cárceles y campos de internamiento, de los cuales podía haber escapado con solo estampar su firma en una hoja de papel. Cuatro años después, convertido en una sombra de lo que había sido, Yiorgos salió de la cárcel para encontrarse inmerso en un ambiente desalentador; una sociedad que no quería saber nada de su elección personal y que tampoco le otorgaba ningún valor.
Mientras tanto, durante el tiempo que Yiorgos pasó en la cárcel, una chica 4 años más joven que él se había convertido en la primera mujer que conseguía matricularse en la facultad de Química de la Universidad de Atenas, a pesar de que el rectorado había hecho todo lo posible por evitarlo. Eleni, ese era su nombre, aterrizó en la universidad como toda una rebelde precursora del feminismo que, sin embargo, sentía un profundo desprecio por las agrupaciones de izquierda: durante los años de la ocupación nazi, cuando todavía era una niña, los partisanos la secuestraron creyendo que era pariente de un colaboracionista. En cuanto se matriculó en la Universidad de Atenas, una organización fascista llamada X la reclutó en virtud de su ferviente anticomunismo. Su primera -y como pronto descubriría, última- misión como militante consistiría en seguir a un compañero de la facultad de Química que acababa de salir de los campos de internamiento.
Esta es, en pocas palabras, la historia que explica de dónde vengo. Porque Yiorgos es mi padre y Eleni, que los años 70 se convertiría en una destacada líder feminista, es mi madre.
(...)
Recuerdo una cosa que me dijo mi padre cuando se dio cuenta de que yo, a temprana edad, cada vez estaba más entusiasmado con las ideas políticas de izquierdas:
-Cuando estuve en el campo de concentración por comunista, sabía que, si nuestro bando hubiera ganado la guerra civil, estaría en el mismo campo solo que con guardias diferentes"
JUDAÍSMO Y ANTISEMITISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
JUDAÍSMO Y ANTISEMITISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"En septiembre de 1948, a petición del editor, escribí un artículo para Pravda sobre la «cuestión judía», sobre Palestina y el antisemitismo. He aquí algunos extractos:
«Durante siglos, los oscurantistas inventaron fábulas con el propósito de representar a los judíos como criaturas especiales, distintas al resto de los hombres. Los oscurantistas sostenían que los judíos llevaban una vida aparte, aislada del resto de la comunidad, sin compartir las alegrías y las penas de los pueblos con los que conviven. Proclaman, estos oscurantistas, que los judíos no sienten apego por ninguna nación, que son eternos vagabundos. Juraban, por fin, dichos oscurantistas, que a los judíos de todos los países los unen lazos misteriosos.
»Es cierto, los judíos han llevado una vida aparte, aislados de la comunidad, cuando se han visto obligados a hacerlo. El gueto no es una invención de los místicos hebreos, sino de los fanáticos del catolicismo. En esos tiempos en que la niebla religiosa ofuscaba la visión de los hombres, había creyentes fanáticos entre los judíos, tal y como los había entre los católicos, los protestantes, los ortodoxos y los musulmanes. Pero en cuanto se abrieron las puertas del gueto y se disipó la niebla de la noche medieval, los judíos de todos los países pasaron a formar parte de la vida cotidiana de los pueblos.
»Sí, es cierto, muchos judíos abandonaron su tierra natal y emigraron a Estados Unidos. Pero esto no fue por falta de amor a la patria; emigraron porque los insultos y la opresión los volvieron extranjeros en su propia casa. ¿Acaso sólo los judíos han buscado refugio en otros países? ¿No obraron del mismo modo los italianos, los irlandeses, los eslavos que vivían bajo el yugo de turcos y alemanes? ¿No lo hacen también los armenios y los disidentes rusos?
»Poco hay en común entre un judío de Túnez y otro de Chicago, que habla y piensa en inglés. Si existe un lazo entre ellos, dista mucho de ser místico: es el lazo que ha forjado el antisemitismo. Las increíbles atrocidades cometidas por los fascistas alemanes, los asesinatos masivos de la población judía que defendieron y exportaron de país en país, la propaganda racial, empezando por las ofensas y acabando con los hornos crematorios de Majdanek, todo ello engendró entre los judíos del mundo un vínculo de profunda solidaridad: se trata de la solidaridad de los ultrajados, de los oprimidos.
»Desde luego, hay entre los judíos nacionalistas y místicos. Son ellos quienes diseñaron el programa sionista. No son ellos, sin embargo, quienes llevaron al pueblo judío a Palestina. Esto último fue obra de los ideólogos del odio al hombre, los acólitos del racismo, los antisemitas que expulsaron a los judíos de los lugares donde habían vivido por tanto tiempo y los obligaron a buscar en sitios remotos, no ya la felicidad, sino el derecho a la dignidad humana.
(...)
Como el lector ya sabe, nací en Kiev y mi lengua materna es el ruso. No hablo ni una palabra de yiddish o hebreo. Nunca he rezado en una sinagoga, tampoco en una iglesia, sea ortodoxa o católica. He admirado y admiro todavía ciertas obras de arte que, para los creyentes, tienen un valor religioso, pero que designan para mí pensamientos y sentimientos humanos: el libro de Job, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, los Evangelios (incluyo, entre éstos, los Apócrifos), el Apocalipsis, la catedral de Chartres, los iconos de Andréi Rubliov, las pinturas de Fra Angelico, las diosas hindúes de Ellora, los frescos del monasterio budista de Ajantā. No veo en ellos los extintos cánones religiosos, sino el más puro y vivificante arte. Pasé la niñez y la adolescencia en Moscú, rodeado de compañeros rusos. Cuando trabajé en la organización clandestina, llamaba a mis compañeros por sus alias y jamás me interesó si alguno de ellos era judío. Después fui a parar a París. Allí conocí a dos poetas maravillosos: uno de ellos, Apollinaire, de origen polaco; el otro, Max Jacob, judío. A mi modo de ver, no obstante, ambos eran franceses. Sentía gran devoción por el italiano Modigliani. Me contó que era judío, pero yo nunca dejé de asociarlo con la inquietud de los años de preguerra y con el arte del Renacimiento italiano. Desde luego, no lo asociaba con Yahvé.
(...)
Cuando veía las películas de Chaplin, no se me ocurría pensar si era judío. Fueron los nazis los que me lo hicieron saber. Publicaban sus listas negras. En ellas aparecían el compositor Milhaud, el filósofo Bergson, ciertas personas que había conocido y en cuyos orígenes nunca me había interesado, como Julien Benda y Anna Seghers, y autores que había leído, como por ejemplo Kafka.
¿Existe un carácter nacional inherente a los judíos? Según los antisemitas y los nacionalistas judíos, está claro que sí. Es posible que siglos de persecuciones y humillaciones hayan agudizado su ironía y mellado sus esperanzas románticas en un futuro mejor. El carácter nacional se manifiesta en la creación artística con mayor viveza que en ningún otro ámbito. La poesía de Heine está impregnada de ironía romántica, pero ¿se debe esto al origen del poeta o a la época en que escribe? Cuando pienso en la obra de mis contemporáneos (Modigliani, Kafka, Soutine) lo que veo es el espíritu de la tragedia, la mezcla de recuerdos y especulaciones. La matemática es una de las formas del intelecto humano más inmunes a los cambios de clima, idioma o tradiciones. Con todo, en Alemania, a principios de la década de 1930, algunos científicos rechazaron la teoría de la relatividad de Einstein por considerarla un «engaño» judío.
En otras épocas el antisemitismo estuvo vinculado con la idea religiosa de la redención: «Los judíos crucificaron a Cristo». Después, el poder del clero fue debilitándose poco a poco. Muchos empezaron a darse cuenta de que Cristo no había sido sino uno de esos judíos rebeldes que se oponían a los sacerdotes ortodoxos que colaboraban con los conquistadores romanos. La Revolución francesa declaró la igualdad de derechos para los judíos. Fueron varios los estados que, uno tras otro, derogaron las proscripciones que habían existido durante siglos y así los judíos empezaron a vivir una vida igual a la de las gentes nacidas en las tierras a las que habían llegado sus antepasados.
A finales del siglo XIX el caso Dreyfus demostró que el antisemitismo, que había permanecido dormido, todavía estaba vivo. Durante varios años Dreyfus, que era un hombre insignificante, un buen oficial francés educado en la disciplina, atrajo sobre sí la mirada de millones de personas. Cuando Zola asumió la defensa del hombre falsamente acusado, se encontró con el apoyo de Tolstói, Verhaeren, Mark Twain, Jaurès, Anatole France, Maeterlinck, Ensor, Claude Monet, Jules Renard, Signac, Péguy, Mirbeau, Mallarmé, Charles-Louis Philippe. ¿Quiénes estaban del lado acusador? Los escritores nacionalistas: Barrès, Maurras, Déroulède. Los antidreyfusianos no sólo eran antisemitas, sino enemigos del progreso, chovinistas. Escribían panfletos y artículos periodísticos en los que tildaban a Zola de italianucho.
Antes de la revolución los judíos de Rusia sólo podían vivir en una zona de asentamiento. En ciudades y pequeños pueblos de Ucrania y Bielorrusia vivían separados del resto de la población y hablaban yiddish. Todo ello cambió con la revolución. Los jóvenes judíos entraron en las escuelas y universidades rusas; se dieron muchos matrimonios entre judías y rusos, y a la inversa. Entre mis amistades figuraban muchos matrimonios mixtos. Bábel, Mijoels, Ilf, Pasternak, Falk, Grossman y muchos otros se casaron con chicas rusas, mientras que Fedin, Shipachov, Katáiev y Vishnevski se casaron con judías. (He citado los primeros nombres que me han venido a la mente, podría prolongar la lista).
El aislamiento de los judíos desapareció no sólo en nuestro país, sino también en Francia, incluso en Alemania. Así fue hasta que, en ayuda del antisemitismo, llegó la «teoría racial» de Hitler.
De ninguna manera eran una novedad los discursos sobre la existencia de «razas inferiores». Cuando relaté mi viaje por los estados sureños de Estados Unidos, me esforcé en mostrar hasta qué punto puede estar fuertemente arraigado el racismo en un país civilizado. De todos modos, en la década de 1920, los antiguos esclavistas de Alabama o Misisipi nos parecían casos excepcionales. Cuando Hitler apareció en escena, él y sus secuaces se empeñaron en demostrar la existencia de razas superiores, sobre todo la «aria» o «nórdica», y de razas inferiores, entre las cuales la judía era la más baja.(...)
¿Es necesario recordar que el racismo, y en particular el antisemitismo, es contrario a las tradiciones de los intelectuales rusos y a las nobles ideas del internacionalismo promulgadas por Lenin según las cuales fueron educados los ciudadanos soviéticos?
La persecución de los judíos no fue un hecho aislado. Arrestaban a un gran número de personas que, naturalmente no por culpa suya, habían sido hechas prisioneras por los fascistas y no tuvieron tiempo de dispersarse; arrestaron a muchos emigrados que habían vuelto a la patria por propia voluntad, los que habían sido condenados en la década de 1930 y los que tenían familiares en el extranjero. Las arbitrariedades perpetradas por Beria, ciertamente, no conocían límites.
En cuanto a mí, a partir de febrero de 1949, dejaron de publicar mis escritos. Comenzaron a borrar mi nombre de los artículos críticos. Estos síntomas eran demasiado claros, y cada noche esperaba el timbrazo de la puerta. El teléfono enmudeció, sólo los amigos íntimos se interesaban por mi salud. Otros, en cambio, se dedicaban a «controlar»: eran los conocidos más cautos, llamaban desde un teléfono público para saber si me habían arrestado y, al oír mi voz, colgaban.
En marzo de 1938 el ruido del ascensor bastaba para que me inquietase; tenía ganas de vivir, y como tantos otros me dejaba a mano una pequeña maleta con dos mudas de ropa interior. Pero en marzo de 1949 ya no pensaba en las mudas y esperaba el curso de los acontecimientos casi con indiferencia. Tal vez porque ya no tenía cuarenta y siete años, sino cincuenta y ocho, había tenido tiempo de cansarme y comenzaba a sentirme viejo. O quizá porque todo aquello era una repetición y, una vez terminada la guerra y derrotado el fascismo, me resultaba absolutamente intolerable. Nos íbamos a dormir tarde, de madrugada: la idea de que pudieran llegar y despertarnos nos repugnaba. Una vez sonó el timbre a las dos de la madrugada. Liuba se levantó a abrir la puerta. No dije una palabra, me limité a lanzarle una mirada. Resultó ser el chófer de Símonov: lo había mandado la mujer de Konstantín Mijáilovich, porque éste le había dicho que estaba conmigo.
A finales de marzo un amigo nuestro se abalanzó sobre nosotros sin dejar de exclamar, exultante de felicidad: «¡Así que no es verdad!». Me contó que el día anterior, durante una conferencia de literatura, un orador (que en aquel entonces ejercía un cargo de suma responsabilidad) había anunciado en presencia de más de mil personas: «Tengo buenas noticias. El cosmopolita número uno y enemigo del pueblo Iliá Ehrenburg ha sido desenmascarado y arrestado».
Escribí una carta breve a Stalin en la que le informaba de que en los últimos dos meses me había visto privado de cualquier trabajo periodístico y que el día anterior Fulano de Tal había anunciado mi arresto. Sin embargo, yo estaba en libertad, así que le pedía que se encargase de aclarar mi situación. Sólo quería poner fin a toda aquella incertidumbre. Llevé mi carta a un puesto de vigilancia del Kremlin.
Al día siguiente recibí la llamada de Malenkov. Recuerdo la conversación al pie de la letra. «Ha escrito usted a Stalin, y él me ha pedido que le llamara. Dígame, ¿de dónde llegan esos rumores?», dijo. «No lo sé —le contesté—, eso mismo quería preguntarles a ustedes». «Pero ¿por qué no nos informó antes?». «Hablé con el camarada Pospélov, es todo cuanto pude hacer». «Qué extraño, con lo sensible que es el camarada Pospélov nunca mencionó una palabra sobre esto». (Años después Pospélov me dijo que aquello no era cierto, que él había explicado cuál era mi situación, pero que sus palabras no habían valido para nada).
El teléfono volvió a sonar casi de inmediato: varias redacciones dijeron que se había «producido un malentendido», que publicarían mis artículos, y me pidieron que siguiera escribiendo.
(...)
Es fácil ser sabio ante un hecho consumado. Aquella primavera de 1949 yo no entendía nada. Ahora que sabemos algo más, creo que Stalin logró enmascararse en muchos aspectos. Fadéiev me dijo que la campaña contra el «grupo de críticos antipatrióticos» se había iniciado por instrucciones del propio Stalin, quien, sin embargo, un mes y medio después amonestó a los editores: «Camaradas, la divulgación de pseudónimos literarios es inadmisible, huele a antisemitismo». Por lo general, la opinión pública atribuía las decisiones arbitrarias a quienes las llevaban a cabo, mientras que Stalin parecía ser siempre quien les ponía freno. A finales de marzo, por lo visto, decidió que el caso estaba zanjado. A los escritores judíos arrestados no los pusieron en libertad. A quienes habían sido despedidos de sus trabajos no los volvieron a admitir. El quinto párrafo de los cuestionarios, donde se preguntaba sobre la nacionalidad, continuaba funcionando de modo imperceptible, y los artículos groseros o las caricaturas ya no tenían razón de ser.
(...)
He dicho que en este capítulo deseaba relatar el período más difícil de mi vida. No creo que lo haya conseguido, ¿cómo transmitir ciertas cosas? Sólo quisiera añadir lo siguiente: la más terrible de todas mis experiencias la viví aquella noche en esa estrecha habitación de hotel, cuando descubrí qué precio debe pagar el hombre por ser «honesto con los hombres, con su siglo y con su propio destino».
SALIR DEL INVIERNO. TRILOGIA DEL VAGABUNDO, de Knut Hamsun
SALIR DEL INVIERNO. TRILOGIA DEL VAGABUNDO, de Knut Hamsun
"Ayer, estaba en una colina mirando a los bosques invernales. Han adquirido otra expresión, se han tornado grises y lastimosos, y el sol de mediodía ha derretido la nieve y la ha hecho desaparecer. Por todas partes se ven piñas; bajo el bosque joven hay montones de ellas, parecen letras revueltas. La luna sale, las estrellas aparecen, me estremezco un poco y tengo frío; pero como no tengo nada que hacer en la choza, prefiero quedarme afuera el mayor tiempo posible, aunque sienta frío. En el invierno hacía tales tonterías, entonces me iba a casa cuando tenía frío. Ahora, hasta eso me aburre. Cosas de la primavera.
En cambio, ahora, el cielo está limpio y fresco, ampliamente abierto para todas las estrellas. Hay un rebaño de cuerpecitos mundiales en la enorme extensión, son muy pequeños y hormiguean, tan pequeños como el quedo sonar de campanas; cuando las miro, percibo miles de campanillas cantando. Todo me empuja hacia una dirección determinada: hacia la primavera, hacia las praderas."
jueves, 18 de enero de 2018
ACCIDENTE EN LA NORTE DEL K2, PARTE I. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
ACCIDENTE EN LA NORTE DEL K2. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza
"Dicen que hay que estar preparado para lo peor, y lo peor llega a mi lado a la vez que Alan Hinkes. Le veo a lo lejos y le hago gestos con el brazo bueno. Al principio no le reconozco en su buzo blanco, esperaba que fuera alguno de mis amigos. Estoy tirado en el mismo sitio donde mi caída se ha detenido y la nieve que me rodea está toda roja. Cuando Alan llega a mi lado imploro su ayuda con un gesto, quiero que me ayude a quitarme la bendita mochila que me está asfixiando.
El inglés me saluda desde lejos, al principio no sabe que estoy herido. Cuando se acerca y me ve suelta un taco con un sonoro acento, «Fuck!», y saca su videocámara. Después, mientras Juanjo y Atxo llegan, me graba unos planos. Yo, por mi parte, le insulto. Tengo además la fortuna de que mi idioma materno es rico en expresiones que no dejan lugar a la duda, no me ando con medias tintas. Juanjo es el primero en arribar a mi lado y ayudarme. Veo el espanto en su cara y se mueve deprisa, así que sé que la cosa es seria. Me pone unas gafas de sol suyas, puesto que las mías se han aplastado en la caída. Me preocupa que se le manchen de sangre. Joder, no son caras las gafas. Después le digo:
—Juanjo, majo, échame unos planos con la cámara, no vaya a ser que este cabrón de inglés los tenga y los de Madrid no.
Juanjo lo hace y se relaja un poco. Mientras tanto han llegado Atxo y Ramón, que le piden a Alan ayuda para un descenso que se presume, dado mi estado, complejo. No sé si estoy muriéndome o no, pero me preocupa el dolor en las costillas y pienso por un momento en la posibilidad de tener un pulmón pinchado. Eso debe de ser chungo.
Alan dice que no, que esto es el K2, que hace bueno y que él se va para arriba. Casi es lo mejor. José Carlos y Sebitas, que están más arriba y no tienen la radio conectada, no se enterarán del accidente hasta muchas horas después. Para mi fortuna mis compañeros no lo dudan ni un momento. El K2 pasa a no significar nada para ellos, instantáneamente. Sólo piensan en cómo bajarme de allí. Son lo contrario de Alan y expresan los mejores valores no ya del alpinista, sino del ser humano."
-Unos años después, en junio de 2005, el periódico británico The Observer preguntó a Hinkes por este incidente. No negó que no me ayudó ni que se marchara hacia arriba. Después aseguró que lo mío no sería tan grave, ya que no me morí… Alan tenía que haber sido futbolista, no es nadie echando balones fuera."EL VIEJO Y EL MAR. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
EL VIEJO Y EL MAR. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg
"No me detendré en las obras de los autores soviéticos, es mejor que cuente el destino de la traducción del libro de Hemingway El viejo y el mar. Por lo menos, es una anécdota graciosa. En 1955 decidieron publicar la revista Inostránnaia literatura [Literatura extranjera]; nombraron editor a A. B. Chakovski y me ofrecieron formar parte del consejo editorial. Durante mucho tiempo tuve dudas pero acabé por aceptar: tal vez podría ayudar a publicar alguna obra buena. Aleksandr Borísovich decía que, en uno de los primeros números, iba a sacar el nuevo libro de Hemingway, merecedor del Premio Nobel en otoño de 1954. Asistí a las reuniones del consejo editorial y en una de ellas el editor, enfurruñado y misterioso, nos anunció que tendríamos que replantearnos el número: Hemingway quedaba descartado. Acabada la reunión, me explicó la razón por la cual no podíamos publicar El viejo y el mar: «Mólotov había dicho que era un libro estúpido». Al cabo de dos semanas coincidí con V. M. Mólotov en una reunión dedicada a temas de la lucha por la paz. Hablamos del progreso de la neutralidad en la Europa occidental. Cuando la conversación hubo concluido, pregunté si podía hacerle una pregunta: «¿Por qué considera usted que la novela de Hemingway es estúpida?». Mólotov, sorprendido, dijo que en aquel caso él era neutral porque no había leído el libro y, por consiguiente, no tenía una opinión formada del mismo. Cuando volví a casa me llamaron de la editorial: «Vamos a publicar El viejo y el mar». Poco tiempo después, me encontré con un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores que me contó lo ocurrido. Estando en Ginebra, durante un desayuno, Mólotov dijo a los miembros de la delegación soviética que no estaría mal que alguien leyera en su tiempo libre la nueva novela de Hemingway, porque los extranjeros hablaban mucho de ella. Al día siguiente un funcionario joven, espabilado pero, por lo visto, no muy entendido en literatura, dijo a Mólotov que había leído El viejo y el mar. «Un pescador consigue un buen pez y los tiburones se comen la presa». «¿Y qué pasa luego?». «Nada, eso es todo». Viacheslav Mijáilovich respondió: «¡Pero qué estupidez!». He aquí los motivos por los que casi se obligó al editor a renunciar a la publicación de la novela de Hemingway. No es difícil comprender cómo vivieron los críticos y los escritores en esa década. El destino de un libro dependía de cualquier circunstancia de la política interior y exterior; pero aún tendré que hablar de ello más de una vez en los capítulos siguientes."
miércoles, 17 de enero de 2018
¿POR QUÉ VOLAMOS? AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl
¿POR QUÉ VOLAMOS? AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham
"Di la vuelta, fui hacia la hélice de la Avian, agarré la pala mayor con la mano derecha e hice una señal con la cabeza a Woody, que estaba sentado en la cabina delantera, dispuesto a poner en marcha la avioneta.
Bishon Singh retrocedió. Los tres burros dejaron su escaso alimento, levantaron la cabeza e inclinaron las orejas. Los niños kikuyu permanecían de pie tras los burros y esperaban. En la luz mortecina la Klemm había perdido su brillo y era sólo la figura triste y desacreditada de una Jezabel aérea.
-Dios te guarde -dijo Bishon Singh.
-¡Adiós y buena suerte! -grité.
-¡Contacto! -gruñó Woody e hizo girar la hélice.
Por fin yacía tumbado en una cama, en una choza pequeña y limpia del Aeroclub de África Oriental, en espera de comida, bebida y sospecho que comprensión.
-La Klemm es una perra -dijo-. Ningún hombre en sus cabales debiera pilotar nunca una avioneta Klemm, con un motor Pobjoy, en África. La tratas con amabilidad, cuidas su motor, le pones barniz plateado en las alas y, ¿qué pasa?
-Se estropeó la magneto -dije.
-Es como una mujer nerviosa -dijo Woody- o inconsciente, ¡o hasta imbécil!
-Oh, mucho peor.
-¿Por qué volamos? -dijo Woody-. Podríamos dedicarnos a otras cosas. Podríamos trabajar en oficinas, o tener granjas, o entrar en la administración pública. Podríamos…
-Podríamos dejar de volar mañana. De cualquier manera, podríamos. Podrías dejar atrás la avioneta y no volver a poner los pies en la barra de un timón. Podrías olvidarte del tiempo y los vuelos nocturnos, y de los aterrizajes forzosos, y de los pasajeros que se marean, y de las piezas de repuesto que no encuentras, y de los aviones nuevos y maravillosos que no te puedes comprar. Podrías olvidarte de todo eso y marcharte a cualquier sitio lejos de África y no volver a mirar un aeropuerto jamás. Podrías ser un hombre muy feliz. Entonces, ¿por qué no lo haces?
-No podría soportarlo -dijo Woody-. Sería todo tan aburrido.
-De cualquier forma puede ser aburrido.
-¿Incluso con leones que te hacen pedazos en Kabete?
-Oh, eso fue cuando era niña. Algún día escribiré un libro y podrás leerlo.
-¡Dios no lo quiera! -dijo Woody."
IDEOLOGÍA THATCHER. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
IDEOLOGÍA THATCHER. LOS AÑOS DE DOWNING STREET, de Margaret Thatcher
"Este Gobierno accedió al poder afirmando que el derecho al ejercicio de la responsabilidad es lo que nos enseña la autodisciplina. Pero en las primeras épocas de la vida es la experiencia de la autoridad, ejercida justa y coherentemente por adultos, la que enseña a los jóvenes a ejercer la responsabilidad por sí mismos. Tenemos que aprender a recibir órdenes antes de aprender a darlas. Es esta relación mutua entre la obediencia y la responsabilidad la que conforma una sociedad libre y autónoma. Y es en el deterioro de esta relación en donde se originan tantos de los males que afligen a Gran Bretaña.
Si logramos reconstruir esa relación, es posible que comencemos también a recuperar el respeto por la ley y el orden, el respeto por la propiedad y el respeto por los profesores y los padres. Pero la recuperación en sí ha de ser una cuestión mutua. Por un lado, necesitamos recuperar una autoridad efectiva para profesores y padres. Por otro, necesitamos ofrecer a los jóvenes la posibilidad de experimentar la responsabilidad y un papel útil dentro de la sociedad.
En esa fase había que desarrollar los temas antes que las medidas concretas, y Ferdy yo hablamos de cuáles habían de ser aquellos temas. En educación, por ejemplo, queríamos aumentar el poder de los padres, ampliar la variedad dentro del sector estatal y ver si podíamos producir propuestas viables sobre educación. Nos preocupaba la ignorancia demostrada por muchos niños respecto a nuestro país, nuestra sociedad, nuestra historia y nuestra cultura. Naturalmente, tanto aquellos temas como otros, al igual que todas las cuestiones verdaderamente importantes, no podían llevarse a cabo inmediatamente. Pero tanto Ferdy como yo estábamos convencidos de que, en el fondo, la misión conservadora tenía que ver con algo más que la economía, por muy importante que ésta fuera. Existe un compromiso de fortalecer, o al menos de no debilitar, las virtudes tradicionales que permiten que la gente viva vidas enriquecedoras sin constituir una amenaza o una carga para los demás. Aquel era el principio de muchos de los temas e ideas que prevalecerían en mi tercer mandato."
Curiosa foto de juventud de la Dama de Hierro |
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