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viernes, 2 de marzo de 2018

LA GENERACIÓN DE LOS PRIMEROS NAZIS. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler

LA GENERACIÓN DE LOS PRIMEROS NAZIS. LOS HERMANOS HIMMLER, de Katrin Himmler 

    "Ya desde los años noventa del siglo XIX existían las «defensas juveniles», organizaciones de riguroso corte militar, sometidas a asociaciones nacionalburguesas y comandadas por oficiales del Ejército. Su objetivo consistía en educar a las generaciones venideras en la «obediencia a padres, madres, profesores y educadores», para que fueran «ciudadanos leales al rey, contentos y orgullosos de la patria» y, no en último término, para infundirles y cultivar en ellos el «espíritu guerrero». Entre la burguesía conservadora de Alemania, tales ideas tuvieron muy buena acogida.
  También Gebhard y Heinrich pertenecían desde principios de 1915 a la Defensa Juvenil [Jugendwehr] de Landshut, integrada por voluntarios. Junto a otros alumnos de los cursos superiores recibieron instrucción de armas y de lucha cuerpo a cuerpo, participaron en ejercicios de campo dirigidos por oficiales y actuaron en fiestas patrióticas organizadas por el instituto. Sin embargo, dichas prácticas no tardaron en resultarles excesivamente «cómicas» y demasiado poco castrenses, según anotó Heinrich en su diario.
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    Sebastian Haffner, dos años más joven que mi abuelo y procedente como él de una familia conservadora de burguesía media, ha descrito cómo los muchachos que se quedaron en el «frente interior» contemplaban la guerra como un juego «en el que, siguiendo reglas misteriosas, las cifras de prisioneros, las ganancias de terreno, las fortalezas conquistadas y los barcos hundidos cumplían aproximadamente la misma función que los goles en el fútbol o los “puntos” en el boxeo». Según Haffner, aquella guerra dispensaba a promociones enteras de colegiales alemanes un «entretenimiento más profundo y emociones más placenteras que cualquier cosa que pudiera ofrecerles la paz». Esa experiencia iba a ser luego una de las raíces del nazismo, de una «visión positiva y fundamental de este», cuyo origen no se situaría, como se podría pensar, «en la “experiencia del frente”, sino en el juego bélico del colegial alemán». De esas generaciones se reclutaron después los nazis más activos y ambiciosos.
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    El escritor Carl Zuckmayer, voluntario de primera hora, también compartía esa sed de aventura que empujaba a aquellos jóvenes a la guerra. En los vagones que llevaban a los soldados al frente estaba escrito con tiza: «Excursión gratuita a París». No sólo fue un delirio nacionalista, sino también la sensación de hacerse adulto de golpe y de ser tomado en serio. Al mismo tiempo, dice Zuckmayer, se respiraba «una especie de placer por la muerte, de místico deseo de sacrificio», y no sólo entre los alemanes. Aquellos jóvenes entonaban cánticos fervorosos para manifestar su anhelo de morir en la batalla, hasta que se les paralizó la voz, ya que, una vez en el frente, tuvieron que aprender «lo más duro», según Zuckmayer: «el inmenso tedio, la banalidad, la antiheroicidad de la guerra, en la que se envuelven el horror, el espanto, la muerte».

    La población civil, lejos del frente, poco supo de ese desengaño. En términos oficiales, las derrotas no existían. Y a quienes regresaban o venían con permiso les era imposible contar las atrocidades de la guerra a los que vivían en la segura retaguardia. «Me resulta peligroso poner en palabras esas cosas; temo que entonces se agiganten y escapen a mi control», hace decir Erich Maria Remarque al joven protagonista de su novela Sin novedad en el frente, sin duda la plasmación literaria más famosa de la Primera Guerra Mundial. «¿Adónde llegaríamos si comprendiéramos con toda claridad lo que sucede allá fuera?»"

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