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lunes, 12 de marzo de 2018

CODA A PETE TOWNSHEND. WHO I AM, de Pete Townshend

CODA A PETE TOWNSHEND. WHO I AM, de Pete Townshend 

   "En mi libro hablo acerca de mis primeros días, en que andaba a trompicones entre mi interés por Meher Baba, la vida familiar y los rigores del rocanrol. Al final, me he quedado en algún punto intermedio. La creencia casi ciega que alimentaba de joven —de que la «Creación», como enseña Meher Baba, consistía estrictamente en la conciencia, y que era precisamente la conciencia aquello que evoluciona, no la materia ni las partículas— se me antoja ya científicamente sin sentido. Con todo, me sigo preguntando quién soy, de dónde vengo y hacia dónde voy. Todavía soy seguidor de Meher Baba, pero mantengo los dedos cruzados a mi espalda.
   Después de cuarenta y seis años sería algo naif abrazar la convicción de un Richard Dawkins o incluso del difunto (y en su momento maravilloso) Christopher Hitchens. A diferencia de estos dos brillantes ateos, yo respeto la fe espiritual o religiosa del prójimo, y exijo el mismo respeto para mí. El problema es que a medida que envejezco no quiero saber qué hay al otro lado: de verdad, no quiero saberlo. Cuando, a los veintidós años, comprendí por primera vez que muchas religiones orientales dependen de la noción de reencarnación como puntal de su sentido, me entró pánico. ¿Quién querría de verdad vivir para siempre? Cada mañana me despierto y sigo siendo «yo». A  veces, eso es bueno, otras no tanto.
   Todo lo que sé es que sólo la felicidad y el amor pueden dejar en suspenso el terrible dilema del tiempo que pasa. A veces, se ve trascendido por la música, lo cual resulta sorprendente si pensamos que la música depende de la división del tiempo, de su duración y tránsito. De modo que aquí estoy, dubitativo aún sobre si la vida es un viaje espiritual o si el universo tiene la clave para hacernos reír. Como sea, música es todo lo que puedo hacer ahora mismo.
   Si jamás escribo otro libro, dudo que se trate de unas memorias. Tampoco es que me haya aburrido de mí mismo, pero estoy cansado de tratar de explicar que, más allá de lo que dijera cuando era un joven entusiasta de dieciocho años o un treintañero maltrecho por la heroína, me niego a seguir cargando con esos dos tipos. Y no voy a pedir excusas por ellos. Uno era ingenioso e incansable, lleno de energía y esperanza, algo triste quizá, pero tenía toda la vida por delante y los nubarrones pasaban. El otro era un ser exhausto, enamoradizo, que iba tras las sombras y se regodeaba en la sordidez, pero seguía creando y actuando y a veces incluso hacía reír a los demás.
   Prometo que no estoy tratando de darme una pátina romántica, sino todo lo contrario. Hoy día, las cosas son más simples para mí, y estoy feliz. Satisfecho de tirar adelante. Mi dentadura sigue intacta, en su mayor parte. Y aún puedo saltar como…
   Lo dejo aquí. Espero que hayáis disfrutado del libro."

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