LAS CUATRO ESTACIONES, de Ana Blandiana
Un pequeño volumen de 4 cuentos, uno por estación, que ocupan menos de 150 páginas muy engañosas. Porque pese al género, y a su corto numero de cuentos y paginas, este libro es inmenso. fascinante, de esos que uno espera volver a tener entre manos por su intensidad y magia.
El primer cuento se titula La capilla de las mariposas (el invierno), y es la inmersión en una situación irreal, o de mágico realismo para entendernos, sin que me parezca la comparación más acertada aunque algunos la hagan. Tras un preámbulo de frío atardecer de febrero, en que nos va predisponiendo a superar la realidad, entramos en una iglesia abandonada donde nieva y existe un retablo cubierto de mariposas. Un espectáculo alucinante que alumbra a la narradora hacia las siguientes experiencias. Tomadas literalmente no tienen explicación, pero estamos hablando de un mundo y unos lectores a los que iba destinado originalmente estos cuentos, mucho menos cándidos que nosotros: en Rumania contaban con una tradición de literatura fantástica y vivan en el kafkiana dictadura socialista. Allí donde aparentemente está la belleza sublime hay una amenaza latente, una mirada que distorsiona esa belleza hasta convertir lo que no es socialmente (o dicho de otra manera, para el estado) razonable en algo peligroso. El ritmo lento pero sin pausa, la riqueza de matices sensuales en lo que la protagonista va describiendo a cada paso, hacen que sintamos con ella que, en un corto espacio de tiempo, hayamos experimentado lo que otros tardan años en saber.
Este primer cuento me dejó K.O. Es redondo, genial, imposible de olvidar tanto contraste entre los sucesivos pasajes. El segundo está dedicado a la primavera, donde también ella parece una flaneur, de caminar ocioso casi a la caza de la revelación, de la visión: transitar por experiencias sensuales, y experiencias donde lo bueno puede tener un lado sombrío. En este cuento el renacer de la vida durante la primavera está acompañado por funerales y desapariciones. Busca la explosión de la vida vegetal en un mercado, no en un jardín, pero luego huirá hasta las afueras de la ciudad a la búsqueda de la naturaleza. Todo es muy ambivalente. Vuelves a leer el cuento atrapando cada palabra, prestando atención a la construcción de la frase, a la complejidad de sensaciones que encadena. Todas encierran su propia lógica, no dejan espacios vacíos donde perderte y dudar de lo que la narradora te cuenta. Se lee lentamente, disfrutando con cada frase, y se lee bien. Muchas imagenes me recuerdan a Borges y a Ende especialmente en su libro La prisión de la libertad. En mi opinión, más que realismo mágico, hay misterio e intimidad con expresiones muy coloridas. Pero si subes un peldaño en la lectura, y sabes cómo vivía su país en 1977, fecha de la primera edición, comprendes que esa súplica a los espantapájaros que limitan el horizonte fuera de la ciudad son muy expresivos, podrían ser funcionarios del estado rumano.
El último cuento, dedicado a un otoño muy avanzado, es como la alucinacion de una bibliotecaria en un azaroso viaje en busca de una remesa de libros. Aparecen escenas nevadas y campos de membrillos, bibliotecas en buhardillas exageradas y su padre echando sl fuego del hogar las hojas de las que puede prescindir, con mucho pesar, para salvar esos libros que tanto ama, aunque para siempre ya mutilados. Siempre una evocación la lleva a otra como tirando de un hilo. Siempre el aspecto placentero de una situación se ve nublado por la certera intuición de un peligro que palpita allí mismo.
El lirismo, casi onírico, de estas metáforas de la vida en Rumania no despejan ninguna incertidumbre de las vivencias llenas sensualidad pero también de sinsabores. Es así también el los restantes dos cuentos.
En los cuatro cuentos la fantasía empleada con cada metáfora sirve para que el lector comprenda lo indecible. Y es indecible en este libro concretamente por dos motivos, uno porque son ideas, sensaciones de contornos difusos que no tienen que significar lo mismo para todos. Y dos, porque es una denuncia implícita hacia las falsedades de la dictadura rumana. Si Blandiana hubiera ido de frente con eso, hubiera vuelto a ser censurada, o algo peor. Por ello el lector tiene también el trabajo de interpretar lo que lee, pero no es difícil, más bien al contrario: la riqueza de matices en la interpretación me parece estupenda.
Incluso sin buscar significados explícitos, ya la simple multiplicación de imágenes crea cuadros muy bellos, casi está uno a punto traer del recuerdo cuadros oníricos de Dalí, esa belleza imposible e inolvidable.
La actitud de la narradora es siempre intuitiva, puntualmente subversiva, muy curiosa ante lo que la espera aún, quiere saber qué vendrá en todo momento hasta que se cierra el cuento. Es introspectiva, como si hablara en tiempo presente a sí misma, pero también a cada uno. Siempre el misterio frente al materialismo o un concepto mecánico de la vida. Una cosa no te va a llevar a otra necesariamente. Con Blandiana no tienes ni idea de lo que está por llegar. Cuando habla de cosas fantásticas, le da tal significado que nos las disfraza de cosas raras pero naturales. Siempre hay un rasgo realista de ellas que nos hace confiar del conjunto.
En conjunto, me ha encantado este libro. La autora está a un nivel muy por encima de otros escritores, no envidia a ningún Premio Nobel. Una maravilla. El último capítulo es una exposición estupenda de la prosa desplegada escrita por su traductora al español. Son 10 páginas más que tampoco tienen desperdicio, se agradecen.
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