FUE ARTHUR KOESTLER UN ESPIA SOVIÉTICO?. EL CASO ORLOV, de Boris Volodarsky
"Wilhelm Münzenberg, conocido para todo el mundo como Willi y a menudo definido como «el zar de la propaganda bolchevique» en varias publicaciones por su papel de organizador de la propaganda de la República española durante la guerra. En 1921 Münzenberg, comunista alemán de treinta y dos años, descrito con afecto por su «compañera de vida» Babette Gross como «el santo patrón de los viajeros», creó la Ayuda Internacional de los Tabajadores, con sede central en Berlín. Oficialmente la AIT era una organización proletaria internacional cuyo objetivo era ayudar a la población de la Rusia soviética que en 1921 padecía hambrunas por la mala cosecha. La presidenta era Clara Zetkin, y el secretario general Willi Münzenberg. Extraoficialmente fue la matriz de una serie de lo que Münzenberg llamaba en privado «clubes de inocentes» creados para «organizar a los intelectuales» bajo la dirección encubierta de la Komintern. A pesar de que su principal preocupación era la propaganda, Münzenberg también utilizaba los «clubes de inocentes» como tapadera para las redes de inteligencia de la Komintern. Arthur Koestler, escritor comunista húngaro que se desplazó a la Unión Soviética en 1932-1933, fue enviado a trabajar para Münzenberg tras un viaje secreto de este último a Moscú en 1933, donde mantuvo multitud de reuniones con el OMS, el servicio secreto de la Komintern.
Pasados quince días del inicio de la guerra española, Koestler estuvo en París reunido con Münzenberg y su teniente Otto Katz, que se convirtió en el organizador extraoficial de la operación de propaganda de la República española en Europa occidental con el apoyo económico del Gobierno español y la Komintern. Era el cerebro pensante de la agencia de noticias de la República en París, la Agence Espagne, que finalmente fue creada a principios de 1937. Koestler había trabajado de forma esporádica para Münzenberg entre 1934 y 1936. Cuando se produjo el golpe militar en España, se acercó a Willi para pedir ayuda para entrar en el país, donde planeaba unirse a las Brigadas Internacionales. Cuando Münzenberg se percató de que Koestler tenía pasaporte húngaro y pase de prensa del periódico conservador de Budapest Pester Lloyd, lo consideró una buena oportunidad de entrar en zona rebelde y recabar información sobre la intervención alemana e italiana a favor de Franco. La documentación del incumplimiento por parte de nazis y fascistas de la política de no intervención de los gobiernos británico y francés sería un importante golpe de propaganda. Münzenberg, Otto Katz y Koestler supusieron que nadie en el cuartel general de Franco se molestaría en comprobarlo, pero aun así se dieron cuenta de que era poco verosímil que un pequeño periódico húngaro pudiera permitirse un corresponsal en España, de modo que Katz consiguió que lo acreditara el diario liberal londinense News Cronicle.
Como corresponsal del Pester Lloyd y el News Chronicle, Koestler embarcó en Southampton en el SS Almanzora, rumbo a Lisboa, en su primera misión secreta en el territorio de los nacionales. Era el 22 de agosto de 1936. Escribió mucho después que aquello desembocó en la desconcertante pregunta de si era un espía o no. Por una parte, era un agente a sueldo que viajaba con falsas pretensiones; por otra, no trabajaba para ninguna organización militar, simplemente para un departamento de propaganda, aunque se tratara del de la Komintern.
Tras una breve parada en Lisboa, donde consiguió una carta de presentación del jefe del partido católico CEDA, José María Gil-Robles, que tras las elecciones de 1936, fatales para la CEDA, vivía en Portugal y un salvoconducto firmado por el hermano de Franco, Nicolás, que describía a Koestler como «un amigo de fiar de la revolución nacional», finalmente llegó a Sevilla.
El viaje de Koestler estaba resultando ser un éxito en cuanto a su capacidad de recabar información secreta que perjudicara a los rebeldes. En Lisboa había encontrado numerosas pruebas del respaldo del régimen de Salazar a Franco. (Elli Bronina, alias Martha Sunshine, una agente del servicio de inteligencia soviético que estuvo en Lisboa por la misma época, también observó que muchos oficiales portugueses apoyaban abiertamente a los rebeldes españoles.) En Sevilla, Koestler vio a numerosos aviadores alemanes que lucían en los monos de las fuerzas aéreas españolas una pequeña esvástica en medio de las alas de piloto. Y lo más importante: consiguió una entrevista exclusiva con el sanguinario virrey de Andalucía, el general Gonzalo Queipo de Llano, que, en palabras de Paul Preston, «repetía encantado el mismo tipo de sexismo virulento que supuraban sus programas de radio diarios».
No obstante, en su segundo día en Sevilla un periodista alemán que sabía que Koestler era comunista lo reconoció en el salón de un hotel y lo denunció a los oficiales alemanes. En un intento de salir airoso de las acusaciones de espionaje, Koestler exigió que llamaran por teléfono a Luis Bolín, jefe del gabinete de prensa de Franco que en ese mismo momento milagrosamente entró en el vestíbulo del hotel. Aquella vez Koestler pudo irse en paz, conmocionado pero a salvo, como él mismo recordaba: «Crucé la frontera a Gibraltar una hora antes de que se emitiera la orden de arresto en Sevilla, según supe después por mis colegas. También me dijeron que el capitán Bolín se había puesto furioso y había jurado “matar a K. como un perro si llegaba a ponerle la mano encima”».
Antes de que Bolín realmente le pusiera las manos encima cinco meses después, Koestler estuvo en Londres, París y Madrid trabajando en propaganda prorrepublicana con Münzenberg y Katz. En París, Münzenberg convenció a Koestler de que escribiera un libro sobre los orígenes de la guerra civil, el papel de Hitler y Mussolini y las atrocidades cometidas por los rebeldes. El libro fue publicado en enero de 1937 bajo el título L’Espagne ensanglantée en francés y Menschenopfer Unerhört en alemán. Finalmente aparecería una versión abreviada en inglés como la primera parte de Spanish Testament.
Una vez terminado el libro, Otto Katz y la agencia de noticias republicana, Agence Espagne, encargaron a Koestler que cubriera la guerra en el frente del sur. El 15 de enero de 1937, armado con las credenciales del News Chronicle, Koestler se fue a Valencia, donde pasó un tiempo con Mijaíl Koltsov. Al cabo de nueve días Koestler se fue de Valencia a Málaga. Cuando las fuerzas rebeldes ocuparon la ciudad sitiada, seguía albergando la esperanza de conseguir una primicia al poder presenciar e informar sobre la masacre prevista.
El 9 de febrero fue detenido por casualidad por las tropas rebeldes acompañadas de Bolín, que en realidad iba a por otra persona, el inglés sir Peter Chalmers-Mitchell, y reconoció a Koestler. Encarcelado entre el 13 de febrero y el 14 de mayo, las noches de Koestler estuvieron amenizadas por el ruido de los prisioneros que llevaban fuera y eran ejecutados. Pese a no estar al corriente, pues nadie le había informado oficialmente, había sido condenado a muerte por espionaje.
Según el fichero del MI5, el Ministerio de Exteriores británico gestionó su puesta en libertad y regresó a Francia, donde fue detenido por las autoridades de Vichy en 1940. Más adelante ese mismo año huyó a Portugal y luego se fue a vivir a Inglaterra. Tras un período de internamiento en la cárcel de Pentonville, sirvió en los Pioneer Corps (1941-1942) y trabajó para el Ministerio de Información y la BBC.
La controvertida vida de Koestler y sus voluminosos textos siguen atrayendo la atención de investigadores y académicos, y buen ejemplo de ello es la obra más reciente del profesor Michael Scammel. Koestler, hijo de industrial, nació en Budapest, Hungría, en 1905. Tras formarse en la Universidad de Viena (1922-1926), donde estudió con los futuros ilegales soviéticos Lisa Gorskaya (Zarubina) y Arnold Deutsch, se fue a vivir a Palestina, donde Yakov Serebriansky se encontraba en su primer destino como jefe de la estación de la OGPU. En 1929 Koestler regresó a Europa y trabajó de editor de la sección de internacional del Berliner Zeitung am Mittag en Alemania. Coincidió que la estación de la OGPU en Berlín pasó a ser el principal centro en el extranjero del servicio de inteligencia soviético, y la red de espionaje del OMS aumentó allí hasta 25 agentes bajo el mando de Abramov-Mirov. En 1932 Koestler se unió al Partido Comunista y más tarde pasó un tiempo en la Unión Soviética antes de instalarse en París en 1933. Como apuntaba Stephen Koch, cuyo libro lamentablemente contiene multitud de errores pero en esta ocasión estaba en lo cierto, «entretanto París se convirtió en la Meca de los exiliados huidos del nuevo Reich. Llenaban Montparnasse, abarrotaban las cafeterías. Entre ellos se mezclaban espías. Agentes de la Komintern harapientos y aterrorizados que sobrellevaban la pesadilla en vagones de ferrocarril de tercera clase, atravesaban dando tumbos el umbral de Münzenberg desde el frío fascista. No hay nada más fácil de comprender que la irresistible atracción que sintió la comunidad alemana en el exilio, atemorizada y furiosa con razón, y al parecer sin recursos, hacia el círculo parisino de Münzenberg. Apenas había un refugiado alemán en Europa cuya vida no se viera afectada por el trabajo de Münzenberg, y gran parte de la posterior historia política tanto de Europa como de Estados Unidos estaba basada en el flujo de lealtades que confluyeron allí. Manes Sperber y Arthur Koestler han escrito con una intensidad maravillosa sobre aquella época en la que trabajaron para Willi en el ojo del huracán. La mitad de la intelectualidad de un gran país se había visto de nuevo empujada a una grotesca diáspora. Las consecuencias perduraron durante décadas». Koestler relató sus experiencias en la cárcel en los libros Spanish Testament (1938), La espuma de la tierra (1941) y Diálogo con la muerte (1942). En Francia editó el semanario Die Zukunft, fundado por Münzenberg, pero fue encarcelado por ser un extranjero sospechoso. Huyó a Inglaterra y fue detenido de nuevo allí. Koestler se convirtió en ciudadano británico en 1945.
Al llegar al Reino Unido en noviembre de 1940, Koestler fue interrogado por el servicio de seguridad. En Londres trabajó para el Ministerio de Información y la BBC, donde conoció a H. Peter Smollett (Smolka), un espía soviético cuyo nombre en clave era ABO que en 1941 había logrado la destacable hazaña de llegar a ser jefe del departamento ruso del Ministerio, y George Weidenfeld, que trabajaba en la BBC. «Jamás tuve una relación especialmente amistosa con Arthur Koestler —recordaba Weidenfeld—. Al principio se acercó a mí un poco, cuando atravesaba su fase sionista y yo justo empezaba a implicarme con Israel. Recuerdo que me dijo que debería dejar Contact y dedicarme por completo a “nuestra causa”, según sus palabras. Koestler me envió a Victor Gollancz, el decano de los editores de izquierdas, que me miró con cierto recelo.» Sus posteriores actividades en la época de la retirada británica de Palestina provocaron que la concesión de la nacionalidad se retrasara medio año.
En verano de 1950 los «hombres de letras» de Europa se reunieron en el teatro Titania Palace en la zona americana de Berlín para inaugurar el Congreso por la Libertad Cultural (CCF, por sus siglas en inglés). Koestler también participó. Se enfrentó a dos oficiales del SIS en tiempos de guerra, sir Alfred J. Ayer, profesor de filosofía en el University College, Londres, y Hugh Trevor-Roper, quien, según Stephen Dorril, desempeñaría un papel consciente de «travieso» en el congreso. Lo que irritaba a Ayer y Trevor-Roper era «el ambiente de histeria en el que se celebró el congreso, organizado por excomunistas vengativos». Ambos se opusieron al papel de Koestler, atacando su «dogmatismo».
En otoño de 1952 Koestler siguió los detalles del juicio de Slansky en Praga con mucha atención. Cuando se publicaron las transcripciones de la confesión de Otto Katz, concluyó que el discurso de su antiguo amigo en el que se autoinculpaba en el tribunal era una señal para él, y que el lenguaje que utilizaba era una clara imitación de la confesión del personaje de Koestler de El cero y el infinito.
En la biografía más reciente, Michael Scammel ofrece un relato completo y sin sentimentalismos de la turbulenta vida privada de Koestler: el consumo de drogas, su tendencia maníaco-depresiva, los frenéticos líos de faldas que acabaron con sus tres matrimonios y desembocaron en una acusación de violación y el sorprendente pacto de suicidio con su esposa en 1983. En palabras de su editor, Scammell crea un retrato indeleble de este escritor brillante, impredecible y de gran talento que fue descrito de forma memorable en cierta ocasión como alguien que tenía «un tercio de canalla, un tercio de lunático y un tercio de genio».
¿Arthur Koestler tenía también un tercio de espía? Muchos periodistas y escritores que no eran comunistas buscaban pruebas de la ayuda alemana e italiana a Franco. Pero en 1931-1932, Koestler fue uno de los reclutados por Fritz Burde (alias Dr. Schwarz, cuyo nombre en clave era «Edgar») para la organización clandestina alemana N-Apparat (donde la «N» corresponde a Nachrichten, es decir, información condifencial). Luego durante mucho tiempo estuvo afiliado a varias organizaciones de la Komintern en Europa y fue enviado a territorio insurgente en España, según su propia versión, a recabar información secreta. Cuando en agosto de 1939 las prolongadas relaciones comerciales entre Rusia y Alemania culminaron con el pacto entre Stalin y Hitler, Arthur Koestler se desilusionó con el Partido Comunista y publicó su libro El cero y el infinito (1941) en el que presentaba los grandes juicios soviéticos, pero se basaba en su propia experiencia en una cárcel franquista mientras esperaba a ser fusilado o puesto en libertad."
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