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lunes, 30 de abril de 2018

UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

UNA MAESTRA EN KATMANDÚ, de Victoria Subirana

    "...cuando a la mañana siguiente me encontré otra vez frente a la gran estupa, y vi a los tibetanos dando vueltas en derredor hacia un camino sin destino, sin fronteras, sentí que, por encima de la miseria, se respiraba una paz sin límites; nunca antes, en ningún lugar del mundo me había sentido mejor.
    Comencé a dar vueltas como persiguiendo algo que nunca he sabido qué era. Nadie ahorraba una sonrisa. Me sentí tan humanamente ligada a aquella gente, que me pareció como si siempre hubiera hablado su lenguaje, como si todos formásemos parte de una gran familia."

ESTANCIA EN CHIPRE. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

ESTANCIA EN CHIPRE. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell 

    "La vida en una isla, por rica que sea, es limitada, y es mejor distribuir las experiencias, porque tarde o temprano llega un momento en que todo es conocido y envejecido por la repetición. Tomada con tiempo, con todo el tiempo de que uno disponía, tenía la impresión de que Chipre podía concederle a uno dos años calculados en términos de novedad; atesorados como yo pensaba atesorarlos, podía durar incluso una década.
    Por eso quería experimentarla a través de su gente y no de su paisaje, gozar la sensación de participar de una vida en común con los humildes aldeanos del lugar y ampliar más tarde mi campo de investigación a su historia —la lámpara que ilumina el carácter nacional— a fin de ofrecer a mis temas vivos un marco de referencia en el que pudieran ubicarse."

domingo, 29 de abril de 2018

EL ATENTADO. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

EL ATENTADO. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

"»… A mi madre no la recuerdo. Perdió la vida de muy joven. Mi padre era el representante del Comité provincial del Partido Comunista en Novosibirsk. En 1925 le enviaron a su aldea natal a recaudar el trigo. El país vivía sumido en la pobreza, los campesinos ricos escondían el pan, preferían que se pudriera. Yo tenía nueve meses. Mi madre quiso acompañar a mi padre a su aldea, él aceptó. Ella iba conmigo y con mi hermanita, no tenía con quien dejarnos. Tiempo atrás papá había trabajado de peón para aquel kulák a quien había amenazado en la reunión aquella noche: “Sabemos dónde tiene guardado el trigo; si no nos lo entrega por las buenas, vendremos y se lo cogeremos por las malas. Se lo quitaremos en nombre de la Revolución”.

»Nada más acabar la reunión, se juntó toda la familia. Mi padre tenía cinco hermanos, ninguno de ellos regresó de la Gran Guerra Patria, igual que mi padre. Bueno, pues se sentaron a la mesa, a comer la tradicional pasta rellena, la de Siberia. Había bancos colocados a lo largo de las ventanas… A mi madre le tocó sentarse con un hombro frente a la ventana y otro hacia mi padre, que estaba donde no había ventana, solo pared. Era abril… En aquella época del año en Siberia suele haber heladas. Por lo visto, mi madre tenía frío. Lo entendí después, cuando ya fui mayor. Se levantó, se echó la pelliza de mi padre sobre los hombros y me dio el pecho. En ese momento se oyó el disparo. Querían disparar a mi padre, apuntaban a su pelliza… Mi madre solo pudo pronunciar: “Pa…”, se le abrieron los brazos y me dejó caer encima de la comida caliente… Tenía veinticuatro años."


DE LA CONVERSACIÓN CON EL CENSOR. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

DE LA CONVERSACIÓN CON EL CENSOR. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

  —Sí, es cierto que la Victoria nos ha costado mucho, debería usted buscar los ejemplos heroicos. Hay miles. En cambio, se dedica a sacar a la luz la suciedad de la guerra. La ropa interior. En su libro, nuestra Victoria es espantosa… ¿Qué pretende?

  —Busco la verdad.

  —Para usted, la verdad está en la vida. En la calle. Bajo nuestros pies. Para usted es tan baja, tan terrenal. Pues se equivoca, la verdad es lo que soñamos. ¡Es cómo queremos ser!
Esta foto fue tomada en noviembre de 1942 en el este de Karelia y representa a un espía soviético riendo a través de su ejecución. Fue desclasificada por el Ministerio de Defensa de Finlandia en el 2006, con la descripción: Desconocido oficial de inteligencia soviético antes de ser asesinado, Finlandia, 1942 .

MUJERES TRAS LA GUERRA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

 MUJERES TRAS LA GUERRA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

   "En una ocasión, una mujer que había sido piloto de aviación me negó la entrevista. Por teléfono me explicó: «No puedo… No quiero recordar. Pasé tres años en la guerra… Y durante esos tres años no me sentí mujer. Mi organismo quedó muerto. No tuve menstruaciones, casi no sentía los deseos de una mujer. Yo era guapa… Cuando mi marido me propuso matrimonio… Fue en Berlín, al lado del Reichstag… Me dijo: “La guerra se ha acabado. Estamos vivos. Hemos tenido suerte. Cásate conmigo”. Sentí ganas de llorar. De gritar. ¡De darle una bofetada! ¿Matrimonio? ¿En ese momento? ¿En medio de todo aquello me habla de matrimonio? Entre el hollín negro y los ladrillos quemados… Mírame… ¡Mira cómo estoy! Primero, haz que me sienta como una mujer: regálame flores, cortéjame, dime palabras bonitas. ¡Lo necesito! ¡Lo estoy esperando tanto!… Por poco le pego. Quise pegarle… Tenía quemaduras en una de las mejillas, estaba morada, vi que lo entendió todo, que las lágrimas chorreaban por esas mejillas. Por las cicatrices recientes… Y sin darme cuenta de que lo estaba haciendo, yo ya le decía: “Sí, me casaré contigo”.

  »Perdóname… No puedo…».

  La comprendí..."

LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

   "Con los años, el ser humano comprende que la vida se ha quedado atrás y que ha llegado el momento de resignarse y de prepararse para marchar. Es una pena desaparecer sin más. De cualquier manera. Sobre la marcha. Al mirar atrás, uno siente el deseo de no solo contar lo suyo, sino de llegar al misterio de la vida. De responder a la pregunta: ¿para qué ha sido todo esto? Observar el mundo con una mirada un poco de despedida, un poco triste… Casi desde otro lado… Ya no necesita engañar ni engañarse. Y comprende que la visión del ser humano es imposible sin la noción de la muerte. Que el misterio de la muerte está por encima de todo."
soldado desenterrado en Stalingrado

STALINGRADO. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

STALINGRADO. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

»En Stalingrado… Una vez llevé a dos heridos al mismo tiempo. Cargaba con uno, le arrastraba unos metros, y luego volvía a por el otro. Los alternaba porque los dos estaban muy graves, resultaba impensable dejarlos, y los dos, a ver cómo se lo explico, ambos tenían las piernas destrozadas muy por arriba, se estaban desangrando. En esos casos, cada minuto cuenta. De pronto, cuando ya me había alejado un poco de la batalla y el humo se había dispersado, descubrí que estaba arrastrando a un tanquista de los nuestros y a un alemán… Me quedé petrificada: nuestros soldados morían y yo salvando a un alemán. Sentí pánico… En medio del combate, con la densa humareda, no me había dado cuenta… El hombre se estaba muriendo y gritaba… “Ah, ah, ah…”. Los dos estaban quemados, negros. Iguales. Pero ahora ya lo veía con claridad: una chapa distinta, un reloj distinto, todo era ajeno. Y ese maldito uniforme. “¿Qué hago ahora?”. Arrastraba a nuestro herido y pensaba: “¿Vuelvo a por el alemán o no?”. Comprendía que si le dejaba, pronto moriría desangrado… Regresé a por él. Y continué arrastrando a los dos… 

»Fue en Stalingrado… El combate más terrible. Más que cualquier otro. Querida mía… Es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor. El ser humano tiene un solo corazón, y yo siempre pensaba en cómo salvar el mío. 

»Después de la guerra viví durante mucho tiempo con miedo al cielo, ni siquiera levantaba la cabeza. También me daba miedo la tierra arada. Y eso que los grajos la pisaban con toda tranquilidad. Los pájaros pronto olvidaron la guerra…».

sábado, 28 de abril de 2018

PARTISANAS DE LA URSS. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

PARTISANAS DE LA URSS. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

"»En mayo de 1943… me enviaron a la zona de partisanos vecina, tenía que llevarles nuestra máquina de escribir. Aquel otro grupo guerrillero tenía una máquina de escribir soviética, con el alfabeto cirílico, pero necesitaban una con el alfabeto alemán, como la que teníamos nosotros. Era la máquina que yo misma había sacado del Minsk ocupado por encargo del comité de lucha clandestina. Llegué a mi destino, a la orilla del lago Pálik, y unos días más tarde comenzó el asedio. En eso me había metido… 

»No fui sola, sino con mi hija. Antes, si salía en misiones de uno o dos días, me la cuidaba la gente del grupo, pero no tenía con quién dejarla durante tanto tiempo. Así que, por supuesto, me llevé a la niña conmigo. Empezó el asedio… Los alemanes cercaron la zona de actuación partisana… Nos bombardeaban desde el cielo, nos acribillaban a balazos desde la tierra… Mientras los hombres solo cargaban con sus fusiles, yo iba con mi fusil, la máquina de escribir y mi Ela. Caminábamos, yo me tropezaba, la niña se caía en el barrizal. Seguíamos andando, yo volvía a tropezarme, ella volvía a caerse… ¡Y así durante dos meses! Prometí que si salía con vida, jamás me acercaría a un cenagal, era una cosa que no podía ni ver. 

»—Ya sé por qué no te agachas cuando nos disparan. Quieres que nos maten a las dos a la vez —me dijo mi niña de cuatro años. Pero en realidad era porque no me quedaban fuerzas, si me hubiese tumbado, no me habría levantado. 

»Los partisanos a veces se compadecían de mí. 

»—Tienes que descansar. Deja que llevemos a tu niña. 

»Pero yo no se la confiaba a nadie. ¿Y si el enemigo abría fuego? ¿Y si la mataban y yo no estaba a su lado? ¿Y si se perdía?… 

»Me crucé con el comandante de brigada Lopátin. 

»—Pero ¡qué mujer! —Se asombró—. Lleva a su hija en brazos y no suelta la máquina de escribir. No todos los hombres serían capaces de hacer lo mismo. 

»Abrazó a mi Ela y la besó. Después les dio la vuelta a los bolsillos de su pantalón y juntó todas las miguitas de pan. La niña se las comió acompañándolas con el agua del pantano. Otros partisanos siguieron su ejemplo, se revolvieron los bolsillos y le dieron todas las migas. 

»Cuando logramos romper el cerco, yo estaba hecha polvo, enferma. Estaba cubierta de forúnculos de los pies a la cabeza, la piel se me caía a jirones. Y tenía a la niña en brazos… Estábamos esperando a un avión procedente de la retaguardia, nos dijeron que si venía, enviarían en él a los heridos de mayor gravedad y que podrían llevarse a mi Ela. Recuerdo el momento en que subió al avión. Los heridos le tendían las manos: “Ela, ven conmigo…”, “Ela, siéntate a mi lado. Hay sitio para dos…”. Todos la conocían, en el hospital ella les cantaba. 

»El piloto preguntó: 

»—¿Con quién estás, niña? 

»—Con mamá. Está fuera… 

»—Pues llama a tu madre para que vuele contigo. 

»—No, mamá no puede volar. Tiene que quedarse a combatir contra los nazis.

»Así eran ellos, nuestros hijos. Yo la miraba y se me partía el corazón: ¿volvería a verla algún día?"

viernes, 27 de abril de 2018

SENTIDO COMÚN, deThomas Paine,10 de Enero de 1776

SENTIDO COMÚN, de Thomas Paine,10 de Enero de 1776

   "Algunos escritores han confundido de tal modo la sociedad con el gobierno, que hacen muy poca o casi ninguna distinción entre ambas cosas, cuando no solamente son diferentes entre sí, sino que tienen también distinto origen. La sociedad es el resultado de nuestras necesidades, y el gobierno el de nuestras iniquidades: la primera promueve nuestra felicidad positivamente, uniendo nuestras afecciones, y el segundo negativamente, restringiendo nuestros vicios: la una activa el trato de los hombres, el otro cría las distinciones: aquella es un protector, y éste un azote de la humanidad"

NECESIDAD DE SOLEDAD. LA MUERTE DEL PADRE, de Karl Ove Knausgard

NECESIDAD DE SOLEDAD. LA MUERTE DEL PADRE, de Karl Ove Knausgard 

    "Siempre he sentido una gran necesidad de estar solo, necesito amplias superficies de soledad, y cuando no logro tenerlas, como ha sido el caso los últimos cinco años, la frustración llega a veces a ser desesperada o agresiva. Y cuando lo que me ha mantenido en marcha durante toda mi vida de adulto, es decir, la ambición de llegar a escribir algo grande un día, resulta amenazado de esa manera, mi único pensamiento, que me roe como una rata, es que tengo que huir. La sensación de que el tiempo se me escapa de entre los dedos mientras hago… ¿qué?'


jueves, 26 de abril de 2018

RUMBO A LA GLORIA, de Woody Guthrie

RUMBO A LA GLORIA, de Woody Guthrie

   "-Tal vez algún día encuentras sitios mejores en los que tocar, ¿no? Vaya, como un escenario o la radio o algo así.
   -Me gusta ir a dónde está la gente trabajadora, a las presas en construcción, a los pozos petroliferos, a los campos de cultivo... Quizá podría hacerme con un trabajo estable si tú me dieras un empujoncito.
   Nos quedamos en silencio durante un instante.
   -No -me dijo al oído-. No mires. No te quedes mirando la puesta de sol. No mires como oscurece. No me cuentes ninguna historia sobre un papel llamado licencia matrimonial, no, no me hables de nada de eso, simplemente quédate aquí y no hagas grandes promesas. Ahora estás aquí, mañana cogerás y te irás. Eso ya lo sé. Pero de momento di simplemente que pensaras en mí, y a allá dónde te lleven tus pasos, cuando estés cansado de andar, acuérdate de mí vale"

LA CASTA DE VAROUFAKIS.

LA CASTA DE VAROUFAKIS. COMPORTARSE COMO ADULTOS, de Yanis Varoufakis

   "Con 20 años, decidido a recuperar sus raíces Yiorgos renunció a un cómodo empleo en un banco de El Cairo y partió hacia Grecia para estudiar química. Llegó a Atenas en enero de 1945 a bordo del Corinthia, un mes después del final de la primera fase de la guerra civil griega, el primer episodio de la guerra fría. En el ambiente se palpaba una frágil distensión, y por eso pensó que no sería mala idea aceptar la propuesta que le habían hecho en sus compañeros de facultad, tanto los de izquierdas como los de derechas: convertirse en el candidato de consenso que optaría a la presidencia de la Asociación de Estudiantes
   Poco después de salir elegido, el rectorado de la universidad decidió subir las tasas académicas en una época en que los estudiantes se revolcaban en la pobreza más absoluta. Yiorgos se acercó al despacho del Decano y allí trató de darle sus mejores argumentos contra la medida. Al salir, mientras bajaba por la escalinata de mármol de la Facultad, la policía secreta le estaba esperando. Le pusieron unas esposas, lo metieron en un furgón y le dieron a escoger entre dos opciones; una elección que hace del dilema de Larry Summers un simple juego de niños.
   Debido a los orígenes burgueses de aquel chico, la policía estaba convencida de que Yiorgos firmaría encantado la declaración; y si no lo hacía, seguro que daba su brazo a torcer en cuanto empezará la tortura. Sin embargo, con cada nuevo golpe, Yiorgos sentía que no podía firmar aquel papel, que no podía dejar de sufrir a irse a casa. Como resultado paso por distintas cárceles y campos de internamiento, de los cuales podía haber escapado con solo estampar su firma en una hoja de papel. Cuatro años después, convertido en una sombra de lo que había sido, Yiorgos salió de la cárcel para encontrarse inmerso en un ambiente desalentador; una sociedad que no quería saber nada de su elección personal y que tampoco le otorgaba ningún valor.
   Mientras tanto, durante el tiempo que Yiorgos pasó en la cárcel, una chica 4 años más joven que él se había convertido en la primera mujer que conseguía matricularse en la facultad de Química de la Universidad de Atenas, a pesar de que el rectorado había hecho todo lo posible por evitarlo. Eleni, ese era su nombre, aterrizó en la universidad como toda una rebelde precursora del feminismo que, sin embargo, sentía un profundo desprecio por las agrupaciones de izquierda: durante los años de la ocupación nazi, cuando todavía era una niña, los partisanos la secuestraron creyendo que era pariente de un colaboracionista. En cuanto se matriculó en la Universidad de Atenas, una organización fascista llamada X la reclutó en virtud de su ferviente anticomunismo. Su primera -y como pronto descubriría, última- misión como militante consistiría en seguir a un compañero de la facultad de Química que acababa de salir de los campos de internamiento.
   Esta es, en pocas palabras, la historia que explica de dónde vengo. Porque Yiorgos es mi padre y Eleni, que los años 70 se convertiría en una destacada líder feminista, es mi madre.
(...)
   Recuerdo una cosa que me dijo mi padre cuando se dio cuenta de que yo, a temprana edad, cada vez estaba más entusiasmado con las ideas políticas de izquierdas:
   -Cuando estuve en el campo de concentración por comunista, sabía que, si nuestro bando hubiera ganado la guerra civil, estaría en el mismo campo solo que con guardias diferentes"

miércoles, 25 de abril de 2018

DE JOVEN, DE ADULTO. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

DE JOVEN, DE ADULTO. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin 

   "...De joven uno prefiere la acción a la contemplación y, por muy bonito que sea un paisaje, lo observa sobre todo por las escaladas que ofrece. Con el transcurrir de los años después uno cambia, y también disfruta descansando y considerando ciertos aspectos antes sólo vistos de pasada."

LA EVASIÓN DE NIÑOS JUDÍOS. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

LA EVASIÓN DE NIÑOS JUDÍOS. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

    "Garely y Andrée Salomon organizaron una red de evasión que llevara a los niños a un lugar seguro en Suiza. Esta tarea fue confiada a Georges Loinger, de origen judeoestrasburgués, y a Emmanuel Racine, nacido en Moscú, que a su vez reclutaron la asistencia de Jean Deffaught, el alcalde de Annemasse (Alta Saboya), en la frontera suiza. Uno de los trucos de Loinger era organizar partidos de fútbol con los niños en la frontera, y cuando la pelota entraba en Suiza los niños se escabullían por la línea fronteriza"

martes, 24 de abril de 2018

ROGER DALTREY. WHO I AM, de Pete Townshend

ROGER DALTREY. WHO I AM, de Pete Townshend 

  "Roger Daltrey había sido expulsado por fumar, pero seguía apareciendo sin reparos para visitar a sus colegas. Conocí a Roger después de que éste le ganara una pelea en el patio a un niño chino. Las tácticas de Roger durante la riña me parecieron ruines, y cuando protesté, se encaró conmigo y me forzó a retractarme. A partir de entonces, solía verlo al pie de Acton Hill, cargado con una exótica guitarra eléctrica blanca que se había hecho él mismo. Normalmente andaba con Reg, un amigo al que conocía de la infancia, y que llevaba un amplificador VOX de quince vatios. Cosa seria.
  Estaba fuera de la clase hablando con el tutor del último curso, el temible señor Hamlyn, cuando Roger apareció contoneándose con su indumentaria de teddy boy: el pelo peinado en un tupé a lo grande y los pantalones tan ajustados que lucían cremalleras en las costuras. El señor Hamlyn saludó a Roger con la cansina paciencia de quien sabe que sería inútil interrogarle por aparecer en una institución que no quería saber nada de él. Hasta su expulsión, Roger había sido un buen alumno, y creo que Hamlyn lo respetaba a regañadientes.
  Algunos chicos nos miraron con interés, con la curiosidad de saber si Roger todavía me tenía ojeriza. Pero éste me informó sin más de que John le había dicho que yo tocaba la guitarra bastante bien, y que si se presentaba la oportunidad de unirme a su banda, ¿me interesaba? Me quedé pasmado. La banda de Roger, los Detours, solía tocar en fiestas. Interpretaban canciones Country & Western, «Hava Nagila», música popular de baile, conga, canciones de Cliff Richard y lo que fuera que estuviera en lo alto de las listas por entonces. Roger mandaba en los Detours con característica mano de hierro. A juzgar por las caras de quienes nos observaban, el mero hecho de que Roger estuviera hablando conmigo significaba que mi vida podía dar un vuelco.
  Con toda la calma que logré aparentar, le dije a Roger que estaba interesado. Asintió y se fue, pero ya no supe de él hasta meses después. Por entonces ya me había matriculado en el Ealings Art College."

(...)
  "A principios de 1962, después de recibir la llamada que había estado esperando, me acerqué a casa de Roger para una prueba con los Detours. Antes de alcanzar la entrada, una rubia abrió la puerta y empezó a andar lentamente hacia mí. Iba llorando, pero al ver el estuche de la guitarra se detuvo y se recompuso.
—¿Vienes a ver a Roger?
—Sí.
—Pues ya puedes decirle esto: o su maldita guitarra o yo.
  Llamé a la puerta y le pasé el mensaje a Roger, convencido de que se desharía en lágrimas y echaría a correr tras la celestial criatura con la promesa de que jamás volvería a tocar su guitarra.
—Que le den —dijo—. Pasa.
  Subimos directamente a su dormitorio. Se lo veía distraído, y luego resultó que uno de los delincuentes con los que solía juntarse estaba escondiéndose de la policía justo debajo de la cama donde me senté para tocar. La prueba fue muy rápida.
—¿Sabes tocar el acorde de mi? ¿Y de si? ¿Y «Man of Mistery» de los Shadows? ¿«Hava Nagila»?    Vale, pues. Nos vemos para practicar en casa de Harry."

SOMBRAS, de J. Castillo

"El día va quedando atrás,
como una estación luminosa
que pierde su brillo,
como la hoguera que muere
y engrandece con sombras
el peso de las certezas encontradas."

lunes, 23 de abril de 2018

EL ESCLAVO LIBRE. LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO, de Byung-Chul Han

LA ESCLAVITUD DEL HOMBRE COMUN. LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO, de  Byung-Chul Han

"A la vida desnuda, convertida en algo totalmente efímero, se reacciona justo con mecanismos como la hiperactividad, la histeria del trabajo y la producción. También la actual aceleración está ligada a esa falta de Ser. La sociedad de trabajo y rendimiento no es ninguna sociedad libre. Produce nuevas obligaciones. La dialéctica del amo y el esclavo no conduce finalmente a aquella sociedad en la que todo aquel que sea apto para el ocio es un ser libre, sino más bien a una sociedad de trabajo, en la que el amo mismo se ha convertido en esclavo del trabajo. En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados. Y lo particular de este último consiste en que allí se es prisionero y celador, víctima y verdugo, a la vez. Así, uno se explota a sí mismo, haciendo posible la explotación sin dominio. Los seres humanos que padecen depresión, TLP o SDO desarrollan síntomas patentes también en los llamados Muselmänner de los campos de concentración. Los Muselmänner son los reclusos debilitados y tábidos que, como las personas que sufren una depresión aguda, se han vuelto totalmente apáticos y ya no son capaces ni de diferenciar entre el frío físico y la orden del celador. No podemos sustraernos de la sospecha de que el animal laborans tardomoderno afectado por trastornos neuronales correspondería al Muselmann, con la diferencia, en todo caso, de que al contrario de este último está bien nutrido y no en pocas ocasiones obeso."

viernes, 20 de abril de 2018

AMERICA, AÑOS 60. WHO I AM, de Pete Townshend

AMERICA, AÑOS 60. WHO I AM, de Pete Townshend 

   "San Francisco hervía de gurús psicotrópicos y Nueva York era seguramente la capital del mundo, pero entre medio se abría un espacio lleno de enclaves reaccionarios. En el sur nos prohibieron acceder a las piscinas sin gorro de baño porque llevábamos el pelo demasiado largo; en una ocasión casi recibimos una paliza por parte de unos hombres ofendidos por lo que les parecía un despliegue de homosexualidad manifiesta. Muchas mujeres mayores también se apuntaban al escarnio. La verdad es que los prejuicios de la América media nos cogieron por sorpresa.
   También pasaban otras cosas: en un motel de Florida, Herman (Peter Noone) se acostó a la vez con una hermosa fan y con su hermosa madre. Cuando las dos mujeres salieron juntas de su habitación, nos quedamos estupefactos. En una piscina, una rubita en bikini revoloteaba nerviosa en torno a mí; empecé a charlar con ella, entonces Roger me apartó y me susurró: «No querrás ir a la cárcel». La verdad es que en bikini me parecía mayor."

PARÍS EN GUERRA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

PARÍS EN GUERRA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Se había formado la primera cola del tiempo de la guerra; si se piensa en el destino de los voluntarios, se podría decir que la gente hacía cola para morir, pero todos estaban contentos, cantaban, gritaban desafiantes: «¡A Berlín!». El calor era sofocante; la gente bebía limonada y se secaba la cara empapada de sudor, luego volvía a cantar.
    Yo también estaba en la cola y hasta al atardecer no llegué a la mesa detrás de la cual estaba sentado un mayor bigotudo. El médico militar me miró lúgubremente, me auscultó con un estetoscopio y gritó: «¡El siguiente!». Yo pensaba que me iban a dar un pantalón rojo, pero el sargento me gritó: «¿Qué pasa? ¿No entiendes el francés?». Resultó que me habían descartado. ¿Qué defectos había encontrado en mí el mayor? Lo ignoro. Tal vez le parecía demasiado esmirriado. Uno no puede quedar impune tras anteponer durante tres o cuatro años la poesía a los bistecs de carne. Estoy convencido de que si me hubieran examinado unos meses más tarde habría sido declarado apto: basta con que una mercancía cualquiera, incluida la carne de cañón, empiece a escasear para que la gente deje de mostrarse caprichosa...

    Por lo general, en aquella época se cantaba mucho: en las estaciones, en las calles y en los cafés. No cabe duda de que la guerra tiene sus leyes: en las primeras semanas todo el mundo canta, bebe, llora, riñe y caza a espías. Me condujeron varias veces a la policía a causa de mi apellido, y cada vez tenía que probar que, pese a llamarme Ehrenburg, no era alemán. Se contaba infinidad de historias inverosímiles: habían detenido a un espía alemán disfrazado de mujer que llevaba consigo ciertos planos secretos, en el Palacio del Elíseo habían descubierto un trastero donde se ocultaba un espía con una cámara fotográfica. En todas partes había letreros: ¡CÁLLESE! ¡DESCONFÍE! ¡OÍDOS ENEMIGOS LE ESCUCHAN!
    Los alemanes destruyendo la catedral de Reims, el ayuntamiento de Arras o el mercado medieval de Ypres; afirmaban que no eran culpables de vandalismo. Un cuarto de siglo después, la aviación dejó de consultar los manuales de historia del arte al bombardear. Los alemanes, los franceses, los rusos se indignaban de los malos tratos infligidos a los prisioneros de guerra. A nadie se le podía ocurrir que durante la siguiente contienda los fascistas matarían sin contemplaciones a todos los «no aptos para el trabajo». Los alemanes se indignaban en los periódicos americanos: las tropas del gran duque Nikolái Nikoláievich evacuaban a la fuerza a los judíos polacos. Himmler tenía entonces catorce años, perseguía perros y no pensaba en la organización de Auschwitz o de Maidanek. El 22 de abril de 1915 los alemanes emplearon por primera vez gases asfixiantes. A todo el mundo le pareció increíble, y, en efecto, fue una atrocidad. ¿Acaso podíamos imaginar lo que era una bomba atómica?
    Me acuerdo de que nos burlamos del periódico Le Matin cuando informó de que los rusos se encontraban a cinco días de Berlín, pero todo el mundo leía tranquilamente en el mismo periódico que «el genio de Goethe estaba emparentado con los gases asfixiantes». Un camarada trajo del frente un periódico alemán, y en él leí que los rusos eran pechenegos, que toda la cultura de Rusia había sido creada por los alemanes, que la población autóctona rusa sólo era capaz de realizar trabajos físicos duros...
    Poco después, un combatiente me mostró un ejemplar de un periódico de Munich en el que cierto periodista demostraba que Hjalmar Branting y Blasco Ibáñez, que habían manifestado su simpatía hacia Francia, eran «medio judíos».
  De repente comprendí que los pensamientos de Descartes, aun siendo muy inteligentes, no determinaban la vida espiritual de millones de personas. Formado en las ideas del siglo  XIX, yo exageraba el papel de filósofos, escritores y poetas; lo que consideraba como la carne y la sangre de la sociedad sólo era un traje. Se habían sustituido las chaquetas por las guerreras, el humanismo por la crueldad, las dudas cartesianas por la renuncia voluntaria de todo pensamiento."

jueves, 19 de abril de 2018

LA PRIMERA VEZ. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

RECUERDOS DE MONTAÑA. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

    "Creo que estos recuerdos son como un tesoro que nadie te puede robar: es riqueza almacenada en nuestro interior. Es lo que me ocurre cuando pienso en mi primera vez en la montaña, un poco como si fuera el primer amor. De una cosa estoy seguro: la excursión al Resegone marcó un vuelco decisivo en mi vida. Fue también el principio de una «enfermedad» muy conocida entre los alpinistas, de la que no me he curado nunca."

LA ESTAFA DE ALGUNAS ONG. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

LA ESTAFA DE ALGUNAS ONG. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana 

    "A los pocos días de lo sucedido, llegó una persona que representaba a The Human Touch Fund, una organización fundada por los trabajadores de Unicef en Nepal, que destinaban parte de sus sueldos a obras benéficas. Traía una niña llamada Babita, ciega, raquítica y con un grave problema motor, y nos pidió que le diéramos cobijo, porque necesitaba urgentemente ser atendida en un centro de calidad. Yo no sabía cómo hacer frente a aquella demanda. La representante de Unicef me dijo que había recorrido todos los hospitales y todos los centros del país en busca de ayuda, y que el nuestro era el único que tenía las condiciones físicas, pedagógicas, terapéuticas y profesionales para poder atender a Babita. La mujer me decía que iba a denunciar el estado deplorable en el que operaban la mayoría de las ONG que prestaban servicios educativos en Nepal: según ella, estos centros que operaban en Katmandú recibían cantidades extraordinarias de dinero como ayuda para llevar a cabo tareas de educación con niños pobres. Sin embargo, cuando uno visitaba aquellas instituciones nepalíes, los proyectos presentaban unas condiciones deplorables: los niños estaban mal atendidos, había una notoria falta de higiene, las habitaciones estaban llenas de basura, los niños iban descalzos, desnudos, enfermos, babosos, el personal no estaba capacitado. Las donaciones que habían recibido no las utilizaban para el beneficio de los niños, a quienes continuaban manteniendo en condiciones miserables. Este estado de pobreza era el que les gustaba enseñar a los turistas y a los ricachones cuando iban a visitarlos, y de este modo les sacaban mejor el dinero. Era como un pez que se mordía la cola: cuanta más miseria pudieran enseñar, mayores serían los ingresos.
    Yo no me extrañé en absoluto: por desgracia, conocía perfectamente de qué se trataba. Lo que más rabia me daba era la ignorancia que había al respecto. Si la gente que venía a nuestro centro no tenía información sobre el tema de las ONG y capacidad de análisis, en lugar de darnos más dinero para que continuáramos con nuestra labor, se lo daban a este tipo de instituciones que utilizaban la suciedad, la miseria y el morbo como reclamo para atraer dinero."

miércoles, 18 de abril de 2018

CON PASIÓN. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez

CON PASIÓN. MORIR POR LA CIMA, de Carlos Suárez 

    "Tomaz Humar, el alpinista más valiente o arriesgado, según se quiera ver, nos dejó una bonita frase antes de escalar la cara sur del Dhaulagiri en solitario: «todo lo que hagas, hazlo con pasión». Él sabía que la pasión no está bien vista por todo lo que enajena la fuerza de los hombres, pero que va indisolublemente unida al éxito y a la ilusión."

18 DE JULIO DE 1936. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda

18 DE JULIO DE 1936. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda 

   "Franco no está seguro de lo que pueda acontecer en las horas siguientes y, sabe que se le puede ver, como cabeza visible de la sublevación, envuelto en un pronunciamiento militar de rebeldía. Cautamente prefiere ausentarse hasta que los acontecimientos se presenten claros e inequívocos. Entonces decide salir a primeras horas de la tarde en el avión inglés, rumbo a Marruecos, pero con la secreta intención de pernoctar en territorio francés. Saliendo por la tarde no tendrá tiempo de llegar a Tetuán, y tiene que pasar la noche en territorio francés. Llega a últimas horas de la tarde, al anochecer, a Casablanca, después de repostar gasolina en Agadir. Necesita ganar tiempo. Mientras tanto, Balbín permanecía impaciente en Casablanca a la espera del Dragon Rapide inglés. El diario La Dépêche Marocaine titula así: «Sublevación militar en el Marruecos español. En Melilla, población de la zona oriental del Protectorado vecino, un grupo de oficiales se ha sublevado contra el gobierno de la República». Y a continuación ampliaba: «El general Franco, llamado por el Gobierno para sofocar la rebelión, se encuentra en pleno vuelo desde Canarias a Madrid».
   La actitud de Franco el 18 de julio resulta extraña, pero es propia de su mentalidad insegura, que no arriesga hasta ver clara la solución, aunque ese día la solución se la van a dar resuelta otros hombres. El 18 de julio Franco declara el Estado de guerra en Canarias y se ausenta de territorio nacional hasta comprobar en qué situación desemboca la rebelión militar frente al gobierno. Durante esa noche del 18 en el Marruecos francés, en Casablanca, trata de informarse a través de Bolín del éxito o fracaso de la rebelión. Logran averiguar que el Marruecos español se ha sublevado frente al gobierno de Madrid, frente a la República. Asegurado ya y en poder del ejército marroquí el territorio, en la mañana del 19 despega el avión de Casablanca hasta Tetuán. Pero Franco sigue desconfiando y ordena al piloto que sobrevuele varias veces el aeropuerto para comprobar la situación. Franco no arriesga nada. Por fin distingue en el aeropuerto a un subordinado, Sáenz de Buruaga. Al tratarse de un implicado en la sublevación ya está seguro y decide aterrizar.
   «Vengo a salvar España», exclama nada más pisar tierra. Se hace cargo de la situación y se pone al frente del mando del ejército. Piensa que por el solo hecho de estar mandando el ejército de Marruecos es motivo suficiente —y también amedrentador— para que el gobierno de la República entregue el poder. Franco y Mola están equivocados y han subestimado al pueblo español.
   El 18 de julio solamente se sublevan Franco en Canarias y Queipo de Llano en Sevilla. Y al anochecer, ya cuarenta y ocho horas después de iniciarse el Alzamiento en Melilla, lo hará Mola en Pamplona. El 19 lo harán la mayoría de los otros sublevados. Pero Franco establecerá más tarde la fecha símbolo del alzamiento el día 18: su fecha. El día en que durmió en suelo extranjero, mientras muchos españoles estaban atónitos o aterrados. Todo un símbolo de su personalidad."
Tenerife a principios de julio de 1936

martes, 17 de abril de 2018

LUZ DE LAS MONTAÑAS. INDIAN CREEK, de Pete Fromm

LUZ DE LAS MONTAÑAS. INDIAN CREEK, de Pete Fromm

    "Yo, sin embargo, continúe girando en todas direcciones, estremeciendome en mi pequeña lugar, tratando de ver lo que ya no era visible, lo que no había tenido tiempo suficiente de admirar en aquellos pocos minutos: quería impregnarme de todo lo que había visto en los últimos meses, como si aquel segundo amanecer hubiera derramado luz sobre algo más que las montañas."
Indian Creek

EL PACKARD V12 DE 1936. WHO I AM, de Pete Townshend

EL PACKARD V12 DE 1936. WHO I AM, de Pete Townshend 

  "Keith, John y yo compramos un Packard V12 de 1936 por treinta libras, condujimos de vuelta desde Swindon y lo aparcamos ante mi casa. Un día desapareció. Temí que lo hubieran robado, pero cuando informé a la policía, me dijeron que se lo había llevado la grúa. Alguien importante se había quejado.
  De la nada recibí la llamada de un hombre que deseaba comprar el Packard. Según parece, había sido incautado a petición de la reina madre. Decía que pasaba por delante de él cada día, y se lamentaba porque le recordaba al funeral de su marido. La multa por recuperar el coche era de doscientas libras, una cantidad absurda, pero el comprador se ofreció a pagarla a cambio de quedárselo. Acepté y, resentido, dediqué «My Generation» a la reina madre.
  Me compré un Lincoln Continental Mark II de 1956. No sabía nada de aquel coche, pero me encantaba: un cupé de dos puertas negro y bajo que parecía un Ford Thunderbird a gran escala. No tenía idea de que Elvis y Sinatra adoraban y poseían ese mismo coche. Poco después de comprarlo, se le cayó el morro, pero mi cariño por aquel vehículo no decreció."

lunes, 16 de abril de 2018

PORTEADORES DEL BALTORO. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza

PORTEADORES DEL BALTORO. BAJO LOS CIELOS DE ASIA, de Iñaki Ochoa de Olza 

    "Sher Alí lleva toda la semana levantándose a las 4:30 de la mañana, antes de que amanezca, dispuesto a iniciar su jornada laboral. Tiene que cargar unos treinta kilos durante todo el día, al principio con mucho calor y por terreno desértico y después por el larguísimo glaciar de Baltoro, entre piedras y hielo. Sher Alí echa a andar sin desayunar, y cuando le adelantamos a las siete de la mañana sonríe sudoroso, y nos dice «Hello, Salam Aleikum» (Hola, la paz con vosotros). Y es que Alí es musulmán, chiita nada menos, que es algo que suena muy chungo por Europa y América. Pero a pesar de lo que digan en los telediarios, él es un hombre dulce y cariñoso, feliz de encontrarse trabajando en su tierra. A media mañana Sher Alí y sus amigos encienden un fuego y se calientan un té picante, con sal y leche, al estilo tibetano. Comerán también algo de pan, al que llaman roti y que supone la base de su dieta. Bueno, la base y todo lo demás, pues es todo lo que parecen comer aquí. Todos ellos, nuestros porteadores, son baltíes, habitantes de esta región desolada y remota del norte de Pakistán donde nos hallamos. Alí vive en Shigar, en una casa que es más una choza, y los 120 euros que ganará trabajando para nosotros ayudarán a pasar mejor el invierno a sus cinco hijos. Ésta es gente que me cala muy hondo, que entiende de veras lo que significa la vida en las montañas salvajes.
    Viendo la vida que llevan los porteadores que nos han acompañado hasta el base del K2 durante la semana pasada, queda claro que los lujos de nuestra civilización sólo satisfacen las carencias que ellos mismos crean. Todo nuestro dinero y tecnología significan bien poco para esta cuadrilla de treinta hombres fuertes y duros que van acarreando hasta el campo base toda nuestra impedimenta.
(...)
    Sher Alí tampoco lo entiende y sacude la cabeza cuando le invito a escalar el K2 conmigo. Sabe bien que estoy bromeando. Pero aún así todos los días suda la gota gorda con nuestro equipaje, y aprieta los dientes al caminar. Por la noche compartirá el helado suelo del glaciar y una manta con algún camarada, bajo el cielo infinito del Karakorum. Si llueve o nieva se protegerán con un plástico y unos cartones, y nos ofrecerán su comida y su té si nos acercamos a ver qué tal les va, a charlar o a sacar unas fotos. Y siempre esa sonrisa, que me alienta todavía muchos meses después de llegar de vuelta a casa. Quizá sucede que Sher Alí sabe, tan bien como yo, que el hotel donde dormirá esta noche tiene mil estrellas, y mañana seguiremos nuestro caminar, libres y salvajes, bajo el cielo azul o la nieve. Por eso Sher Alí se ríe, y se ve que es un hombre en paz con su alma."

VIDAS DE RESISTENTES FRANCESES TRAS LA LIBERACIÓN 2

"El camino recorrido por Madeleine Riffaud fue algo más trágico. No se le había permitido alistarse tras la liberación de París y luego se enteró de que sus camaradas comunistas de la brigada de Fabien habían sido enviados al otro lado del Rin en botes de goma para permitir al mando calibrar de dónde procedía el fuego enemigo, y no regresaron. Ella había escapado del convoy del 15 de agosto y acudía con frecuencia al Hôtel Lutetia para ver si alguna de las mujeres que había emprendido aquel viaje había vuelto, pero ninguna lo había hecho. Su prometido de la Resistencia se estaba muriendo y se había peleado con sus padres: «Quise matarme, porque me sentía sola. No tenía amigos». Como consecuencia del recrudecimiento de la tuberculosis que padecía, acudió al sanatorio de Combloux, donde conoció al joven militante comunista Pierre Daix, que había regresado de Mauthausen. Él la veía como La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, y ella lo veía a él como un héroe de la Resistencia, pero «por dentro estaba deshecho y yo también». Juntos tuvieron una criatura, pero a Madeleine le dijeron que había sido infectada por la enfermedad de la que ella era portadora. Se la quitaron y la metieron en una incubadora durante dos años.
Existía, sin embargo, un rayo de esperanza. El 11 de noviembre de 1944, tras una noche de insomnio y «con una terrible depresión», asistió a un desfile de la victoria y luego fue a una cafetería a tomar algo caliente en compañía de un grupo de poetas a los que había conocido través del Partido Comunista: «La persona que me salvó por encima de todo fue Paul Éluard», quien, en efecto, la adoptó y lanzó su carrera. Éluard escribió el prólogo a un volumen de poemas, obsesionados con la muerte, llamado Le Poing fermé, y Picasso le hizo un retrato a pluma para la portada. Conoció a Vercors, que quedó fascinado por ella y ella decidió que hubiera preferido haber escrito El silencio del mar en lugar de haber empuñado una metralleta. Contraatacó a través del periodismo, escribiendo acerca de la huelga de los mineros de 1947. En la cuenca minera descubrió las hazañas y el diario de Charles Debarge, y publicó una edición del mismo en 1951. El punto culminante de su carrera llegó más tarde, como corresponsal de guerra en Vietnam"

VIDAS DE RESISTENTES FRANCESES TRAS LA LIBERACIÓN FRANCESA

VIDAS DE RESISTENTES FRANCESES TRAS LA LIBERACIÓN FRANCESA. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

    "...dio pie en ocasiones a resentimientos entre los «perdedores» del relato de la Resistencia, que permanecieron con los naufragados, y los «triunfadores» de la Resistencia, que lo modularon a su conveniencia. Tales contradicciones de las secuelas de la liberación quedan bien ejemplificadas en el caso de Génia Deschamps. Hija de inmigrantes judíos rusos, se había casado justo antes de la guerra, pero su marido había muerto en Champagne el 12 de septiembre de 1944. Lo cierto es que se había ido alejando de él porque no compartieron una experiencia común de resistencia, y fue a través de la Resistencia, y en particular del Mouvement de Libération Nationale, como conoció a Jean Gemähling, de Combat, y se casó con él. La Resistencia la había sacado de aquel «mundillo de los inmigrantes rusos» y la había integrado en la sociedad francesa; sin aquello, le dijo a su marido, «no te habría llegado a conocer». Pese a todo eso, sin embargo, siguió identificándose con quienes sufrían las penalidades de ser refugiados o deportados y la ruina de sus vidas como consecuencia de la guerra y la resistencia a la opresión. Ayudó a los deportados que volvían de los campos a encontrar trabajo y a obtener las prestaciones a las que tenían derecho. Asistió a refugiados e inmigrantes a través del COSE, y gracias a sus conocimientos de ruso, polaco y español, en 1946 trabajó durante ocho meses en Alemania para el departamento de salud de la Comisión de Control Aliada. La Resistencia, se dio cuenta, había permitido hacer carrera a una pequeña minoría, pero habían sido muchísimos más los que habían sufrido material y moralmente por su entrega a una causa, y esas minusvalías habían sido transmitidas a la siguiente generación, cuya educación se convirtió en otra prioridad:
    [Robert] Salmon se fabricó una plataforma de lanzamiento. No tuvo ningún problema en pasar por encima de los cadáveres de los demás para ir subiendo peldaños. La Resistencia le sirvió, al igual que a [Michel] Debré, por ejemplo. [Pero] la mayoría de la gente perdió tres o cuatro años de su carrera. Quedaron destrozados física o psíquicamente y a menudo eso afectó a la siguiente generación, a la que a menudo se olvida. Porque si los padres no eran psíquicamente fuertes, nueve de cada diez veces sus hijos tampoco lo eran […]. Y por tanto, no hemos terminado de pagar por todo esto.
   El veredicto de Génia Gemähling capta un estado de ánimo generalizado de desilusión. En la Francia posterior a la liberación existía una fuerte tensión entre las imágenes de mujeres abrazando a las tripulaciones de los carros de combate estadounidenses o vitoreando durante el desfile de la victoria de De Gaulle en los Campos Elíseos, y las realidades con las que se topaban los hombres y mujeres de a pie y de las que dejaron constancia en sus testimonios. Voluntarios que se habían unido a las Forces Françaises de l’Interieur para las batallas posteriores al Día D fueron o bien enviados a su casa o enrolados en el nuevo Ejército francés, que no quería saber nada de poses revolucionarias y que condujo a muchos de ellos a la muerte. Los miembros de las organizaciones de resistencia que esperaban formar un amplio movimiento reformador se vieron decepcionados al ver cómo los políticos de partido y los burócratas restablecían un orden político muy conocido. Muchos resistentes de origen extranjero regresaron a partes de Europa liberadas del nazismo pero que pronto cayeron en garras del estalinismo o navegaron hasta Palestina a despecho de los enérgicos esfuerzos de los británicos para impedírselo. Finalmente, quienes volvieron de los campos descubrieron con harta frecuencia que sus familias estaban deshechas, que los traidores seguían en libertad y que los oportunistas habían acaparado para sí poder e influencias."

La resistente Simone Ségouin combate en París en 1944
Ensañamiento contra mujeres amigas de los nazis

domingo, 15 de abril de 2018

VUELOS SOLITARIOS. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham

VUELOS SOLITARIOS. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham 

    "Permanecer solo en un aeroplano durante tan poco tiempo como pueden ser una noche y un día, irrevocablemente solo, sin nada que observar excepto los instrumentos y tus manos en la semioscuridad, sin nada que contemplar excepto el tamaño de tu pequeño valor, sin nada en qué cavilar excepto en las creencias, los rostros y las esperanzas enraizados en tu mente, es una experiencia tan sobrecogedora como cuando una noche te percatas por vez primera de que hay un desconocido caminando a tu lado. Tú eres el desconocido.
(...)
    Ahora ha desaparecido el miedo, sin haberlo vencido ni razonado. Ha desaparecido porque otra cosa ha ocupado su lugar; la seguridad y la confianza, la creencia inherente en la seguridad de la tierra bajo los pies, ahora esta fe pasa a mi avión, porque la tierra se ha desvanecido y ya no hay nada tangible en lo que fijar la fe. Volar es sólo escapar momentáneamente de la custodia eterna de la tierra."

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO de Byung-Chul Han

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO de Byung-Chul Han

    "El cansancio del agotamiento es un cansancio de la potencia positiva. Incapacita para hacer algo. El cansancio que inspira es un cansancio de la potencia negativa, esto es, del «no-…» (nicht-zu). También el Sabbath, que originariamente significa finalizar con, es un día del «no-…», un día libre de todo para-que (um-zu); dicho con Heidegger, de todo cuidado. Se trata de un entre-tiempo. Dios, después de la creación, declaró el séptimo día sagrado. Sagrado no es, por tanto, el día del para que, sino el del «no-…», un día en el que se hace posible el uso de lo inutilizable. Es el día del cansancio. El entre-tiempo es un tiempo sin trabajo, un tiempo de juego, que se diferencia asimismo del tiempo de Heidegger, que esencialmente es un tiempo de cuidado y trabajo. Handke describe este entretiempo como un tiempo de paz. El cansancio desarma. En la larga y pausada mirada del cansado, la determinación deja paso a un sosiego. El entretiempo es un tiempo de la indiferencia como cordialidad"

sábado, 14 de abril de 2018

LA MUERTE DEL PADRE, de Karl Ove Knausgard

LA MUERTE DEL PADRE, de Karl Ove Knausgard

    "Cuando la visión de conjunto del mundo se amplía, no sólo disminuye el dolor que causa, sino también el sentido. Entender el mundo equivale a colocarse a cierta distancia de él. Lo que es demasiado pequeño para verlo a simple vista, como las moléculas, lo ampliamos; lo que es demasiado grande, como el sistema de las nubes, los deltas de los ríos, las constelaciones, lo reducimos. Cuando lo tenemos al alcance de nuestros sentidos, lo fijamos. A lo fijado lo llamamos conocimiento. Durante toda nuestra infancia y juventud nos esforzamos por establecer la distancia correcta de cosas y fenómenos. Leemos, aprendemos, experimentamos, corregimos. Y un día llegamos a un mundo en el que se han fijado todas las distancias necesarias, y establecido todos los sistemas. Es entonces cuando el tiempo empieza a correr más deprisa. El tiempo ya no se encuentra con obstáculos, todo está fijado, el tiempo fluye a través de nuestras vidas, los días desaparecen a toda velocidad, antes de suspirar hemos llegado a los cuarenta años, a los cincuenta, a los sesenta… El sentido requiere plenitud, la plenitud requiere tiempo, el tiempo requiere resistencia."

viernes, 13 de abril de 2018

LA MONTAÑA, de Eliseo Reclus

LA MONTAÑA, de Eliseo Reclus 

    "Elévese ligero vapor, fórmese una bruma imperceptible en el horizonte, déjese venir el sol, inclinándose, por la sombra, y esas hermosas montañas, esos ventisqueros, esas pirámides, se desvanecerán gradualmente, o en un abrir y cerrar de ojos. Las contemplábamos en todo su esplendor, y cátate que han desaparecido del cielo; no son más que un sueño, una incierta memoria."

VENECIA. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

VENECIA. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell 

   "...una Venecia quebrada en mil reflejos del agua, fresca como una jalea. Era como si algún gran maestro enloquecido hubiese arrojado su caja de colores contra el cielo para cegar el ojo interno del mundo. Nubes y agua se mezclaban chorreando colores, fundiéndose, superponiéndose, licuándose, con agujas y techos y balcones flotando en el espacio, como los fragmentos de alguna vidriera de colores vistos a través de una docena de velos de papel de arroz. Fragmentos de historia rozados por los colores del vino, el alquitrán, la tierra ocre, el ópalo de fuego y el cereal maduro."

ESPAÑA 1931. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

ESPAÑA 1931. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "En 1931 escribí: «Tengo una pluma chirriante y mal carácter. Estoy acostumbrado a hablar de los espectros tan viles como lamentables que dirigen nuestro mundo: los Kreuer imaginarios y los Olson reales. Conozco bien la pobreza humillada y envidiosa, pero me faltan palabras para hablar de la noble miseria de España, de los campesinos de Sanabria y los braceros de Córdoba o de Jerez, de los obreros de San Fernando o de Sagunto, de los pobres que en el sur cantan flamenco y en Cataluña bailan la sardana, de aquellos que avanzan desarmados hacia la Guardia Civil, de los que están presos ahora en las cárceles de la República, de los que combaten y de los que sonríen, del pueblo sobrio, audaz y tierno. España no es Carmen ni los toreros, no es el rey Alfonso ni la diplomacia de Lerroux, no es lo que se lee en las novelas de Blasco Ibáñez, no es nada de lo que se exporta al extranjero junto con los chulos argentinos y el málaga de Perpiñán. No. España son veinte millones de andrajosos don Quijotes, son rocas yermas y amarga injusticia, son canciones tristes como el susurro del olivo seco, son los gritos sordos de los huelguistas, entre los cuales no hay un solo “amarillo”. España es bondad, compasión, humanidad. ¡Gran país que ha sabido conservar el ardor juvenil a pesar de los esfuerzos de los inquisidores y de los parásitos, de Borbones, pillos, funcionarios, ingleses, asesinos a sueldo y vividores con título!».
    Muchas cosas me asombraron ya durante aquel primer y rápido encuentro con el país, sobre todo el sentido de la dignidad entre personas indigentes, siempre famélicas, a menudo analfabetas. En un banco de Sevilla estaban sentados un digno burgués y un parado. El pobre sacó de una bolsa un embutido de garbanzos y se lo ofreció cordialmente a su vecino de banco. En la terraza de un lujoso café madrileño los gandules se daban la buena vida. Una mujer con un bebé trataba de vender billetes de lotería (una de las variantes de la mendicidad). El niño empezó a llorar; la mujer se sentó tranquilamente en una silla frente a una mesita vacía y se puso a amamantar al bebé. Su comportamiento no asombró a nadie. Pensé sin querer que la habrían echado no sólo del café de la Paix, sino también de nuestro Metropol…
    En un mísero pueblo de Sanabria quería pagar unas manzanas a una campesina. Ella se negó en redondo a aceptar el dinero. Mi compañero de viaje, un español, me dijo: «Podría dar una moneda al pequeño, pero temo que se la meta en la boca y se la trague. Los niños mayores no la aceptarán por nada del mundo». Un adolescente limpiabotas, al verme parado en la puerta de un estanco, cerrado a la hora de comer, se sacó del bolsillo un cigarrillo y me lo ofreció: «Anda, fuma». Un campesino de Murcia, a quien quise pagar unas naranjas, me dijo negando con la cabeza: «Una sonrisa vale más que las pesetas».
    (El desinterés de los campesinos españoles siempre ha impresionado a los extranjeros. Martin Andersen Nexø me contó que había pasado su juventud en España. No tenía dinero, y los campesinos le ponían siempre delante un plato de sopa y le decían: «Come»).
    En una estación un mozo de cuerda me dijo: «Hoy ya he trabajado un poco, voy a llamar a un compañero». Llevé mis zapatos a un zapatero remendón, éste preguntó a su mujer si tenían dinero para la comida, y como lo tenían, me mandó a otro zapatero. Los parados no cobraban ningún subsidio. Pregunté cómo era que no morían de hambre y me respondieron: «¿Y los camaradas?». Un bracero andaluz cortaba el pan por la mitad y entregaba esa mitad a su vecino en paro. Los obreros de Barcelona daban parte de su paga a los sindicatos para los fondos destinados a los parados, sin necesidad de llamamientos, sin frases ruidosas, de manera sencilla y humana."
augustí centelles, ilya ehrenburg en aragón, acompañado de jaume miravitlles y el periodista josep aymamí serra

miércoles, 11 de abril de 2018

NAVARRA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

NAVARRA. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Los fascistas continuaban avanzando hacia Madrid. Sin embargo, la gente no se desmoralizaba y seguía creyendo en la victoria; todos decían que, si los fascistas no lograban ocupar toda España en julio, tendrían la causa perdida: el pueblo estaba contra ellos.
   Sólo en Navarra, en esa Vendée española, los campesinos habían apoyado a los insurrectos; allí tenían mucha fuerza tanto la Iglesia como los carlistas (partidarios de uno de los pretendientes al trono de España, descendiente de don Carlos). Pero Navarra contaba con cuatrocientos mil habitantes, mientras que a España le faltaba poco para alcanzar los treinta millones. En todas las zonas que tuve ocasión de visitar durante la guerra —Cataluña, Castilla la Nueva, Valencia, La Mancha, Murcia, Andalucía, Aragón—, una aplastante mayoría de la población detestaba a los fascistas.
    Pero si los obreros sabían trabajar con sus máquinas, los campesinos labrar la tierra, los médicos curar, los maestros enseñar, en el bando de Franco había militares de carrera, los cuales, bien que mal, sabían combatir. Además los fascistas disponían de fuertes unidades mercenarias: la Legión y los marroquíes."
Iranzu, Navarra

INTIMIDAD CON EL BOSQUE. INDIAN CREEK, de Pete Fromm

INTIMIDAD CON EL BOSQUE. INDIAN CREEK, de Pete Fromm

   "Pequeños fracasos como ese solían provocarme cambios de humor desesperados que terminaban en un sentimiento de soledad tal que me resultaba difícil respirar. En cambio, victorias diminutas, como el día que saque mi primera hogaza de pan dorado de la estufa de leña, me hacían salir de la tienda y correr por el prado gritando como un idiota, riendo y danzando como se acabará de ganar la lotería.
   Cada uno de esos triunfos, por muy pequeño que fuera, recortaba un trozo de la soledad que siempre acechaba cerca, agazapada en las arboledas sombrías, en el agua negra que procuraba no congelarse, incluso en la forma misma en que el rio hablaba por la noche, poniendo voces que nunca utilizaba durante el día. Empecé a encontrar mi lugar en el bosque y cada vez me sentía más a gusto en él."

martes, 10 de abril de 2018

FRANCESES DE LA RESISTENCIA. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

FRANCESES DE LA RESISTENCIA. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

   "Claude Bouchinet-Serreulles, de veintiocho años de edad, se describió a sí mismo como «alguien que había nacido en una cuna de oro». Había continuado la carrera diplomática que su padre se había visto obligado a abandonar a causa de una enfermedad. Sirvió como oficial de enlace con el Ejército británico en Arras y luego se retiró a los Cuarteles Generales del Ejército francés en Vichy, donde escuchó el discurso de Pétain del 17 de junio:
   Estábamos en la cantina, cada cual con los ojos fijos en su plato, pasmados. Todas nuestras esperanzas de continuar la guerra junto a los británicos con un presidente de la República y un gabinete de guerra en Argelia se fueron al traste en un instante. Se abrió un abismo y se hizo el silencio, excepto en mi mesa donde, tras el discurso, el coronel de Artillería X del Cuerpo de Oficiales exclamó: «Bravo, continuaremos la guerra con los alemanes y les daremos una buena tunda a los británicos». Tras una pausa, añadió: «¡Brindo por los galones que vendrán!». Lo único en lo que pensaba era en ascensos. Me sentí mal, pedí disculpas y abandoné la mesa. ¡Solo, en el pasillo se me vino por primera vez a la cabeza la idea de que tendría que desertar!
   Bouchinet se marchó a Burdeos y se las apañó para embarcar en el Massilia, que partía para Casablanca. Allí se encontró con Jacques Bingen, que había servido como oficial de enlace con la 15.ª División Escocesa. Herido en Normandía, Bingen había nadado hasta una barca de pesca que le llevó a Cherburgo. Cuando los alemanes fueron estrechando el cerco, saltó de un tren hospital que se dirigía a Burdeos y embarcó en un carguero francés que iba de La Rochelle a Casablanca. Allí Bingen y Bouchinet se las arreglaron para embarcarse en un barco polaco con destino a Gibraltar y, desde allí, a Inglaterra. Bingen escribió en inglés:
   Aquí estoy. He logrado escapar de Nazilandia y estoy listo para unirme al Imperio británico y luchar contra Hitler hasta el final […]. He perdido todo lo que tenía: mi dinero (no me queda ni un penique), mi trabajo y mi familia, que se ha quedado en Francia y a la que puede que no vuelva a ver jamás, mi país y mi querido París, pero sigo siendo un hombre libre en un país libre y eso es lo más importante que hay.
   Tras embarcarse en Liverpool, Bouchinet y Bingen se dirigieron a Londres y, el 22 de julio, se encontraron con De Gaulle en su Cuartel General de St. Stephen. Bouchinet se volvió a reunir allí con un antiguo compañero del colegio Stanislas, un centro católico de élite: Geoffroy de Courcel, que había volado a Londres en compañía de De Gaulle. A la vez que De Courcel se convirtió en el jefe del gabinete militar de De Gaulle, Bouchinet pasó a ser el jefe de su gabinete civil. Más adelante comentó que «el clan de militares (que rodeaban a De Gaulle) era exclusivamente de derechas. Eran feroces partidarios de luchar contra Alemania, punto en el que estaban en contra de Vichy, pero por lo demás, al igual que los partidarios de Vichy, eran antirrepublicanos y antiparlamentarios»

lunes, 9 de abril de 2018

EL FIN DEL HOMO SOVIETICUS, de Svetlana Aleksievich

EL FIN DEL HOMO SOVIETICUS, de Svetlana Aleksievich

"El dragón pasea por el bosque y se encuentra al oso
-Oso, -le dice el dragón- mañana cenaré a las ocho de la noche. Pásate por casa que te comeré.
Un poco más adelante se tropieza con el zorro:
-Zorro -le dice- mañana desayunare a las 7 de la mañana. Pásate por casa que te comeré.
Más adelante el dragón se cruza con la liebre:
-Liebre -le dice-, mañana comeré a las dos de la tarde. Pásate por casa y serás mi plato".
La liebre levanta una pata y dice:
-¿Puedo hacer una pregunta?
-Pregunta lo que quieras,- le dice el dragón.
-¿Puedo no venir?
-Pues claro, simplemente te borro de la lista y ya está,- le explica el dragón.
Lo que pasa es que hay muy poca gente que tenga la hombría necesaria para hacer esa pregunta... joder!"

UNAMUNO CONTRA MILLÁN ASTRAY. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda

UNAMUNO CONTRA MILLÁN ASTRAY. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda 

  "El día 12 de octubre, fiesta de la raza española, se produce un incidente grave en un acto oficial de la España nacionalista, que revela el fanatismo e intransigencia militar frente a los intelectuales; algo que perdurará durante el franquismo.
  Con motivo de la fiesta de la raza se celebra un acto académico en la Universidad de Salamanca, al que asiste la esposa de Franco, el obispo Plá y Deniel y don Miguel de Unamuno. Tras los discursos patrioteros, cierra el acto, con unas breves palabras, Unamuno, que dice lo siguiente:
  Dije que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la cavilación cristiana; yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición. Se ha hablado también de los catalanes y los vascos, llamándoles la anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Ese sí es Imperio, el de la lengua española, y no…
  Unamuno no pudo terminar la frase; fue interrumpido por el grito de «¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!» pronunciado por Millán Astray, que se encontraba en el salón. Ante el grito histérico de «¡Viva la muerte!» Erich Fromm ha tratado y analizado psicológicamente el tema con las siguientes palabras:
  La palabra «necrófilo» para designar un rasgo de carácter y no un acto perverso en el sentido tradicional la empleó el filósofo español Miguel de Unamuno en 1936 con ocasión de un discurso pronunciado por el general nacionalista Millán Astray en la Universidad de Salamanca, de la que era rector Unamuno al empezar la Guerra Civil española. La divisa favorita del general era «¡Viva la muerte!», y uno de sus partidarios la voceó desde el fondo del salón. Cuando el general hubo terminado su discurso, Unamuno se levantó y dijo:
  Acabo de oír el necrófilo e insensato grito: «¡Viva la muerte!». Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.
  A esto Millán Astray, incapaz de reprimirse más tiempo, gritó: «¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!». Los falangistas aclamaron esta réplica. Pero Unamuno prosiguió: «Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho». Y puntualiza Erich Fromm en Anatomía de la destructividad humana: «La necrofilia en sentido caracterológico puede describirse como la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas».
  A primeros de diciembre, Unamuno escribe una carta a su amigo Quintín de la Torre y dice: «[…] Aquí mismo [Salamanca] se fusila sin formación de proceso y sin justificación alguna. A alguno, porque dicen que es masón, que yo no sé qué es esto ni lo saben los bestias que fusilan por ello»."