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viernes, 31 de mayo de 2019

RICHARDS Y EL BLUES. VIDA, de Keith Richards

RICHARDS Y EL BLUES. VIDA, de Keith Richards 

    "...Básicamente, vivíamos para eso y, por aquel entonces, era muy poco probable que ninguna tía nos desviara de nuestro objetivo, que siempre era algo así como escuchar lo último de B. B. King o Muddy Waters.
(...)
    Era una gira europea. Muddy Waters salió al escenario con su guitarra acústica y se puso a tocar los típicos tenías al estilo del delta del Misisipi: media hora en el cielo; luego hubo un descanso y cuando volvió a salir venía con la eléctrica y el grupo entero enchufado… ¡prácticamente lo echaron del escenario con tanto abucheo! Pero él siguió, igual que un tanque, algo parecido a lo que había hecho Bob Dylan en el Albert Hall un año antes. El caso es que el ambiente era hostil, y ahí fue donde comprendí que en realidad la gente no escuchaba la música, que sólo les interesaba formar parte de una especie de club de selectos eruditos. Muddy y su grupo tocaron de maravilla, la banda era excepcional, me parece que llevaba a Junior Wells, y a Hubert Sumlin también. Pero, para aquel público, el blues sólo era blues si alguien salía al escenario con un peto azul y cantaba sobre la parienta que lo había abandonado. Ninguno de aquellos puristas del blues sabía tocar ningún instrumento, pero sus negros tenían que ser negros de verdad, de los que dicen a todo «sí, señó» y van con peto vaquero cuando, en realidad, son tíos de ciudad y no pueden estar más en la onda. eléctrica con todo aquello? Eran las mismas notas, sólo que tocadas un poco más fuerte y con un poco más de contundencia. Pero no, según los puristas «eso es rock and roll, ¡que no me joda!». Lo que querían era una foto fija, no se enteraban de que, escucharan lo que escucharan, siempre iba a ser parte de un proceso, que siempre iba avenir de algún sitio e iba a evolucionar hacia otro. 

    En aquellos tiempos, las pasiones se desataban con mucha facilidad: no eran sólo los mods contra los moteros, o el odio que nos tenían los tradicionalistas del jazz (que se sentían amenazados) a los roqueros… Se montaban unas micropeleas que hoy resultarían increíbles..."

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