jueves, 27 de junio de 2019
viernes, 21 de junio de 2019
EL BOMBARDEO DE GIJÓN. YO FUI PILOTO DE CAZA, de Francisco Tarazona
EL BOMBARDEO DE GIJÓN. YO FUI PILOTO DE CAZA ROJO, de Francisco Tarazona
"...De pronto veo claro; salvarme y salvar el avión. Me escabullo, entro en cañadas, me oculto tras el menor accidente de terreno, vuelo aún más bajo que las copas de los árboles, al máximo de velocidad que un mínimo de prudencia permite. Me deslizo por entre los majestuosos acantilados hasta que logro alcanzar el mar y me dejo caer sobre él. Nivelo el caza apenas a un metro de la superficie. Miro atrás, arriba, esperando en cualquier momento ver salir una figura quimérica con sus garras amenazadoras y las fauces abiertas vomitando fuego. Pero no me persigue nadie. ¡Qué miedo he pasado!
Comienzo a ganar altitud; a poco de hacerlo, veo el resultado del bombardeo de Gijón. Grandes llamaradas enrojecen el horizonte. Encima del rojo vivo de las llamas, un humo denso. Humo negro de gasolina quemada, de aceite ardiendo, de las casas convertidas en hogueras, de la dinamita que estalló fieramente. En medio de toda esta monstruosidad, es como si viera la sangre derramada y oyera los gritos furiosos de la impotencia, de la locura. ¡Y la radio fascista dice que sólo son atacados los objetivos militares…! Gijón, lleno de gente hambrienta, aterrada, desmoralizada, yace a las puertas de un frente que se viene abajo, sin fe. Me olvido de mí pensando en la pobre gente del puerto, de la ciudad. El soldado es, hasta cierto punto, dueño de escoger su muerte. El elemento civil no tiene más remedio que encogerse y esperar a que pase el horror."
Algunas fotos del frente de Asturias en este enlace
jueves, 20 de junio de 2019
LA SELVA AMAZÓNICA. CONQUISTA DE LO INÚTIL, de Werner Herzog
LA SELVA AMAZÓNICA. CONQUISTA DE LO INÚTIL, de Werner Herzog
"En la guarnición abandonada de Borja, más abajo de los rápidos un soldado indígena leía a Clausewitz en traducción española. En pleno pongo el motor se nos han muerto dos veces porque los golpes del oleaje han arrancado el tanque de gasolina. La primera vez, la lancha ha chocado violentamente contra las rocas después de quedar a la deriva por falta de propulsión. El nivel de agua del pongo está subiendo y es casi inimaginable que el barco grande de madera con los barriles de gasolina pueda pasar por allí. Todavía aturdido por el poder y la furia monstruosa de los rápidos, lo primero que he hecho en la guarnición de Pinglo ha sido lavarme el pelo, los últimos días lo he llevado muy desgreñado.
En el río Santiago hemos topado con el cadáver de un soldado fusilado; flotaba de espaldas, hinchado, con las rodillas y los codos doblados, parecía que estuviera levantando las manos. Los pájaros ya le habían arrancado los ojos a picotazos y le habían comido una parte de la cara. El comandante ha aconsejado que lo dejáramos seguir su camino para evitar problemas, río abajo ya se harían cargo de él. Le ha dado al nadador un suave golpe con la bota y este ha girado lentamente sobre sí mismo, luego se lo ha llevado la corriente.
Hemos llegado a Santa María de Nieva por la tarde, con las últimas luces. En algún momento de la travesía, la lancha ha encallado en tierra y la hélice se ha roto. Mientras la cambiábamos, amarrados a la orilla, los indios nos observaban desde las chozas cercanas a través de las ramas de los árboles. Permanecían mudos y quietos y así es como los hemos perdido de vista al remontar. En Nieva Jaime de Aguilar nos ha mostrado oro en polvo que había guardado esmeradamente en papel de carta. El comandante de Pinglo hace que cientos de sus reclutas indígenas laven oro para él en el río Santiago, y ya tienen 65 botellas de cerveza llenas de oro en polvo. He visto soldados adolescentes trabajando en un banco de arena"
miércoles, 19 de junio de 2019
martes, 18 de junio de 2019
ESPAÑOLES Y CATALANES EN LA GUERRA CIVIL. YO FUI PILOTO DE CAZA ROJO, de Francisco Tarazona
ESPAÑOLES Y CATALANES EN LA GUERRA CIVIL. YO FUI PILOTO DE CAZA ROJO, de Francisco Tarazona
"Un soldado toca a la puerta avisando que ya es la hora convenida. Miro el reloj; las 04:30 h. Apenas he cerrado los ojos.
Bravo está igual.
Levanto a los demás pilotos. Echo de menos a varios sobre todo a Yuste.
—Nos vamos a Cataluña —les dice Bravo—. Ya sé que a muchos no les gusta… Por eso quiero escoger los que prefieran dar el salto.
Parece incongruente, pero así es en la realidad. Cataluña es para muchos pilotos un foco de descontento perenne. Les molesta ir a luchar allá, porque creen que los catalanes, con sus luchas internas y con el separatismo de siempre, socavan la resistencia de la República. No obstante, la mayoría la conceptuamos un pedazo más de la sangrante España.
Después de la pequeña arenga de José María, nadie chista. Todos están de acuerdo en ir y luchar donde se les llame.
Vascos, catalanes, valencianos, andaluces… Toda España va a estar representada en esa avanzada de fuego. Toda España responde a la llamada de la sangre, de los antepasados.
¡Se ha cruzado el Ebro! Parece una operación de gran envergadura. Militar y políticamente. ¿Qué dirá el extranjero ahora? Si la ofensiva es un triunfo para las armas republicanas, entonces puede venir el aplastamiento de los insurrectos. Luego, a encauzar todas las ideas y unir todos los esfuerzos para curar a España de sus eternos males."
lunes, 17 de junio de 2019
SOLOS EN LA MONTAÑA. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
SOLOS EN LA MONTAÑA. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
"...nosotros estábamos solos en la montaña. Nos invadía un silencio mineral. En medio de aquella paz, sentí confusamente que en adelante nada me importaría tanto como estos puntos de la tierra, llenos de grandiosidad y pureza; esas regiones en las que cada rincón reserva la promesa de unas horas exaltantes."
jueves, 13 de junio de 2019
HACERSE MAYORES. WINESBURG, OHIO, de Sherwood Anderson
HACERSE MAYORES. WINESBURG, OHIO, de Sherwood Anderson
"De ese modo bajaron por la pendiente. En la oscuridad juguetearon como dos seres jóvenes y espléndidos en un mundo joven. Una vez, Helen le puso la zancadilla a George y éste cayó al suelo. Gritó y se retorció. Desternillándose de risa, rodó pendiente abajo. Helen corrió tras él. Por un instante, se detuvo en la oscuridad. Es imposible saber qué pensamientos femeninos cruzaron por su imaginación, pero cuando llegaron al pie de la colina y ella lo alcanzó, lo cogió del brazo y anduvo a su lado en actitud muy digna y silenciosa. Por alguna razón, no podrían haber explicado que ambos habían sacado lo que necesitaban de aquella tarde que habían pasado juntos. Hombre o muchacho, mujer o niña, habían aprehendido por un instante aquello que hace posible en el mundo moderno la vida de los hombres y las mujeres que han alcanzado la edad madura."
miércoles, 12 de junio de 2019
EL SOLDADO HERIDO. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo
EL SOLDADO HERIDO. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo
"Me vuelvo y hablo con el enfermero. Le pregunto qué le ocurrió al soldado vietnamita. El enfermero me dice que le han herido el brazo izquierdo, ambas piernas, el estómago y la cabeza. Se supone que morirá dentro de uno o dos días. El marine es menos afortunado:
—Probablemente pasará el resto de su vida así, como un vegetal —me explica el enfermero.
Instantes después, casi como si tratara de contradecir el pronóstico, el marine comienza a sacudirse y a emitir un extraño ruido, una especie de rugido gorgoteante. Casi de inmediato oigo un sonido semejante al de un tallo de apio seco mordido. En su espasmo, el marine ha apretado las mandíbulas contra el termómetro. Intenta tragarlo.
—¡Hijo de puta! —exclama el enfermero.
El enfermero corre y extrae el termómetro aplastado de la boca del marine. Éste se convulsiona violentamente, los frascos oscilan en la percha mientras el enfermero saca de su botiquín una ampolla de Syrette. Frota con alcohol el musculoso brazo del marine y le inyecta el sedante.
—Tranquilo, tranquilo —murmura mientras lo sujeta—. Tranquilo, tranquilo. A partir de ahora te pondremos un termómetro rectal. Te lo daremos por el culo antes de que te mates.
El sedante comienza a hacer efecto. Los espasmos del marine remiten, los gruñidos se convierten en una sucesión de gemidos y finalmente se tranquiliza."
martes, 11 de junio de 2019
ULTIMOS COMBATES ALPINOS DE LA RESISTENCIA FRANCESA. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
ULTIMOS COMBATES ALPINOS DE LA RESISTENCIA FRANCESA. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
"Esta batalla de Clairy, en la que yo fui más un espectador que un combatiente, me causó una profunda impresión y cuando volví a bajar al valle, a través de los tranquilos bosques, me sentí descorazonado.
La primavera comenzaba a teñir de verde los prados, salpicados del amarillo de los narcisos. El aire estaba saturado de un olor que evocaba la paz y el amor. Al caminar por este decorado poético, era consciente de que el infierno en el que tantos hombres habían perdido inútilmente su vida no tenía nada que ver con el juego en el que había participado con entusiasmo durante los meses de invierno. Fue como si todo lo abominable que puede tener una guerra se me revelara de golpe.
Frente a la temeridad que suelen demostrar algunos alpinistas jóvenes, la mayoría de origen alemán, muchos montañeros franceses suelen decir: «Están en fuera de juego: el alpinismo no es la guerra». Sin embargo, no se puede negar que el alpinismo es para muchos un medio de canalizar esos deseos de lucha que anidan en el fondo del corazón del ser humano desde el principio de los tiempos y cuya satisfacción no facilita en absoluto la vida moderna. Yo también soy como ellos; es probable que si hubiera nacido siglos antes habría sido soldado o corsario, y quizá el alpinismo representó para mí una especie de combate.
Sea lo que fuere, la guerra me pareció durante cinco meses una nueva forma de alpinismo, aunque este combate no tenía nada en común con la guerra que acababa de ver. Lejos de elevar al hombre por encima de la materia, gracias a sus virtudes físicas y morales, lo reducía a una especie de animal acorralado por las fuerzas ciegas del hierro y del fuego. No, el alpinismo no es la guerra, puesto que ésta no es más que un gigantesco asesinato. Algunos criticaron con vehemencia la pertinencia de estos sangrientos ataques, lanzados cuando ya no había ninguna duda sobre la manera en que la guerra acabaría.
Sin pretender arrogarme la calidad de juez y si la ambición de algunos mandos inclinó con toda seguridad la balanza, estoy convencido de que la mayoría de los generales que decidieron las ofensivas de los Alpes y, las más inútiles todavía, contra las «bolsas de resistencia del Atlántico», sólo lo hizo por patriotismo. Ahora bien, con la amplitud de miras que permite el paso del tiempo, me parece que los sacrificios superaron con creces los resultados perseguidos.
Jacques Boell, oficial en la reserva y patriota indiscutible, finaliza su libro a la gloria de los combatientes de los Alpes con palabras que evocan la duda y la incertidumbre: «Sí, debo confesarlo. Siempre fui presa de una duda: todos esos jóvenes abatidos, todos esos mutilados, tanto sufrimiento en aquel montón de esquistos… ¿Eran realmente indispensables un mes antes del final de la guerra?».
Pensando en quienes tienen que llevar este peso en la conciencia, comprendo que el sacrificio parece que no guarda ninguna relación con el resultado. Pero había que actuar o, al menos, intentarlo. Hacía falta que, por honor, el país acabase por liberar él mismo su propio suelo (en Alsacia, en los Alpes y en las costas del Atlántico). Nuestros ataques tenían que atraer al mayor número de fuerzas enemigas para que no actuasen en las llanuras italianas. También, y por encima de todo, era preciso que en el momento de la firma del tratado de paz, nuestros superiores pudiesen decir:
«La paz en Francia necesita un muro de defensa, una zona de seguridad y ésa está situada en los Alpes. Nadie puede negarse a ceder este inhóspito territorio por el cual tantos jóvenes legaron generosamente sus vidas. Rectifiquen la frontera en el Mont-Cenis, en Chaberton, en el Saint-Bernard, en Vésubie, en Tende y en La Brigue».
Mientras pienso en todo esto, creo sentir a mi alrededor la presencia entrañable de todos nuestros mártires y oigo un murmullo que parece decir: «No, no habremos muerto por nada si hemos conseguido aportar un poco de seguridad a nuestra patria».
lunes, 10 de junio de 2019
LA EJECUCIÓN DE LOS CHAVALES. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
LA EJECUCIÓN DE LOS CHAVALES. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
"Había ido con mi grupo para ayudar a un contingente de Garibaldini que acababa de enfrentarse a una compañía de las SS. Pero como llegamos al final del combate, nuestra intervención no influyó en el resultado. Todos los alemanes habían muerto en la lucha o habían sido fusilados. Entre los prisioneros, los partisanos habían encontrado a dos muchachos de entre doce y catorce años. Eran, al parecer, hijos de un oficial de los camisas negras que, perseguidos, fueron a buscar refugio en las SS. Cuando llegué, estos dos desgraciados, víctimas de la locura del mundo, acababan de ser entregados al furor histérico de algunas arpías que les tiraban de los pelos, les escupían al rostro y les daban patadas. Sin embargo, ellos lanzaban miradas de ciervo acorralado que hubieran podido enternecer hasta un corazón de piedra. Indignado por aquellas brutalidades impropias de personas que habían estado luchando en nombre de la civilización, empecé a protestar. Algunos hombres morenos, con bigotes y con pañuelos rojos al cuello, y que llevaban en la cintura las suficientes granadas, pistolas y cuchillos como para hacer huir a todo un ejército, me lanzaron duras miradas. Ante su aspecto amenazador, comprendí que no debía mezclarme en sus asuntos. Estos héroes de opereta, tras un largo conciliábulo y sin tener en cuenta para nada mis gritos de indignación, agarraron a los dos muchachos por los hombros, les obligaron a caminar dándoles patadas, les empujaron contra una pared y descargaron sobre ellos sus metralletas. Este asesinato fue tan salvaje y tan rápido que no conseguía creer lo que estaba viendo. Me quedé paralizado ante aquella monstruosidad. Jamás olvidaré los ojos enloquecidos de estas víctimas inocentes.
Aquel día comprendí que, a pesar del lujo y de las máquinas, el mundo moderno no había salido aún de la barbarie."
LA SOCIEDAD SERBIA Y SUS DELINCUENTES DURANTE LA GUERRA DE BOSNIA. SLOBO, de Francisco Veiga
LA SOCIEDAD SERBIA Y SUS DELINCUENTES DURANTE LA GUERRA DE BOSNIA. SLOBO, de Francisco Veiga
"Muchos no tenían escrúpulos en pagar con cheques sin fondos que a los pocos días se cubrían con millones de dinares, ya nuevamente devaluados. Era habitual gastar enormes sumas en conferencias telefónicas, que cuando llegaba el recibo correspondiente se abonaban cínicamente con la nueva calderilla millonaria. Lo mismo se hizo con la factura de la energía eléctrica o con el gas. Quien más, quien menos, desvalijaba sin pudor las arcas de los servicios públicos, que en cierta manera devinieron gratuitos. O sobrevivían con negocios imaginativos. Alguno inventó el oficio de «colista»: aquel que se pasaba las noches guardando cola por cuenta de otro, a cambio de dinero. Por ejemplo, para conseguir un visado de viaje para Alemania, ante la embajada.
Pero, por regla general, la gente trampeaba con negocios más serios, relacionados con el contrabando consentido. Miles de serbios viajaban con frecuencia a Estambul, a Sofía, a Budapest, y compraban todo tipo de bienes que no llegaban hasta Serbia por causa de las sanciones. La venta de esos productos les reportaba lo suficiente como para llegar a final de mes luchando contra la inflación; algunos incluso hacían bastante dinero. Y la sociedad estaba abastecida. Gracias a la floreciente producción agrícola y ganadera, comida no faltaba. La gasolina era más escasa, pero en pleno verano de 1993 el tráfico en Belgrado resultaba notablemente denso. Era el viejo milagro de la supervivencia yugoslava. Al fin y al cabo, tampoco se podía ahorrar, por lo tanto se gastaba hasta el último diñar sin pensar para nada en el mañana. Así fue como la ciudadanía creó por sí misma extensas redes de mercado negro que llevaron a la aparición de una verdadera economía paralela. En torno a los dealers y contrabandistas vivían familias enteras, que a su vez daban de comer a otros, subcontratados. Toda Serbia vivía el día a día de forma imaginativa pero irregular. Lógicamente, florecieron las mafias, mucho más peligrosas que los estraperlistas de ocasión. Además, ya existía una larga tradición. El contrabando entre el laberinto de islas de la costa adriática, los viajes a Italia de albaneses, macedonios o bosnios para pasar cargamentos enteros de café o blue-jeans en los trenes que venían de Trieste, eran viejas costumbres. Hubo mafiosos importantes incluso en tiempos de Tito. Se decía que en los momentos de aguda crisis económica, a finales de los ochenta, el régimen había tolerado y hasta favorecido el contrabando de productos más preciados y peligrosos en aguas del Adriático: cualquier cosa con tal de que entraran divisas en Yugoslavia.
Con el derrumbe del socialismo y de la federación se aflojó la autoridad y comenzó a prosperar la ley del más fuerte. En 1993 ya se habían quemado un par de generaciones de mafiosos jóvenes y la edad de las bandas iba descendiendo conforme morían sus hermanos mayores en ajustes de cuentas: en gimnasios, hoteles, restaurantes. Tuvo éxito un documental titulado: Nos vemos en las necrológicas producido por la cadena independiente B-92, dedicado a los pandilleros mafiosos, que gustaban de pasar horas cultivando sus músculos en el gimnasio y después se exhibían conduciendo automóviles deportivos de lujo, pelados al cero, tatuados y vistiendo caros chándals Gucci de fantasiosos estampados. Les encantaba posar dramáticamente en sus propias fotografías. Algunos llevaban todo su capital encima, bajo la forma de pesadas cadenas de oro, gruesas medallas y escapularios, todo superpuesto y colgando del cuello. Cuantas más cadenas y medallas, más poder. Era toda una estética que se complementaba con la música turbo folk, viejas melodías populares pasadas por el sintetizador, incluso con scratching, y cantadas por mujeres de bandera, como Dragana o Ceca, que se acabaría casando con Arkan. [128] El modelo de todos ellos, quién marcó estilo, fue Aleksandar Knezevic, alias Knele, que ya había sido liquidado en marzo de 1992 en su habitación del más lujoso hotel de Belgrado, cinco estrellas: el Hyatt. Una escultura a tamaño natural lo evoca para siempre en su tumba del cementerio principal de la ciudad. Lo inmortalizaron vestido de boxeador, en guardia, los puños apretados. Por cierto, que Knele participó en la gran manifestación del 9 de marzo de 1991.
Obviamente, los mañosos pandilleros iban armados con automáticas de grueso calibre, pero las nuevas generaciones, verdaderos adolescentes, ya gustaban de exhibir pistolas ametralladoras Skorpion, legendarias armas checas de altísima cadencia de tiro. Y no eran nada selectivos en sus venganzas: para liquidar a un par de rivales, una banda «limpió» todo un restaurante a ráfagas de Skorpion. Debido al enorme tráfico que generaba la guerra de Bosnia, no faltaba nada en el arsenal. Otra leyenda del crimen belgradense, Goran Vukovic, sufrió un atentado contra su coche realizado con misiles antitanque. Y las nuevas generaciones eran rapaces, no compartían nada, no hacían tratos. Más que nunca, su lema eran las tres «p»: «Pistolj, Pajero, Plavusa»: la pistola, una conocida marca de vehículos 4 × 4 y una rubita.
La policía estaba desbordada, y cuando podía se los sacaba de encima, les facilitaba la emigración. En el extranjero hacían lo que les daba la gana, ejecutaban sus golpes y sólo regresaban a Serbia a gastar lo robado. A veces también recibían algún encargo, como la eliminación de un exiliado molesto. De todas formas, la Belgrado de 1993 no era un Chicago de película en los locos años veinte. El hábitat natural de los pandilleros era el suburbio de Novi Beograd u otros núcleos del extrarradio y el ambiente de Belgrado era, por regla general, más plácido que el de muchas ciudades occidentales. Además, ya se sabe: a los belgradenses, como a todos los capitalinos del mundo, no les gusta nada enseñar sus miserias. Para alternar, ver y dejarse ver, siempre hubo algunos dinares."
UNA MUJER DE SU CASA. ROJO Y GRIS, de Luisa Carnés
UNA MUJER DE SU CASA. ROJO Y GRIS, de Luisa Carnés
"SE casó con un escritor hastiado de mujeres inteligentes, a quien interesó su figura gris, borrosa, su blancura blanda de pescado, las frases de admiración que tenía para los escaparates de las ferreterías en que se exhibía una vajilla completa.
No se detenía ante las tiendas de modas ni lanzaba miradas oblicuas a las joyerías.
El escritor, acostumbrado a las mujeres mundanas, se creyó ante una maravilla única y se unió a ella, desoyendo las advertencias de los amigos: «Es una muchacha de lo más vulgar. Nunca será capaz de comprender a un hombre como tú». «¡Bah! Estoy harto de mujeres inteligentes».
Ella realizó la ilusión de su vida; tuvo una cocina repleta de porcelana y un aparador colmado de loza fina; tuvo un armario que le devolvía frecuentemente su blancura de pescado y su armazón de mujer insignificante, abarrotada de sábanas bordadas, de blanca ropa interior, entre cuyos pliegues se arrugaban manzanas olorosas; tuvo un cuarto de baño igual al modelito infantil que había enfrente de su casa antigua, un gato blanco con un lazo azul ciñéndole el pescuezo, y un pavimento brillante, sobre el que practicaba cada mañana los únicos pasos de baile que conocía su mocedad.
Era dichosa, y una de sus mayores satisfacciones la experimentaba al abrir el armario y contemplar los cajones henchidos de ropa.
Solo envidiaba a esos matrimonios que se dirigen los días festivos hacia las afueras de la ciudad seguidos de tres o cuatro chiquillos, y con una ancha cesta y una bota de vino colgada de un bastón.
No fue gruñona ni celosa. Las frecuentes ausencias del escritor, cansado a los tres meses de matrimonio de las escasas caricias de sus manos rojizas, de uñas rapadas, no le mortificaban; siempre había observado que en todo matrimonio el hombre tiene la llave de la puerta, y la mujer, la de los armarios.
Como antes los del padre de bigotes enormes, seguía ahora los pasos del marido, a lo largo de los estrechos pasillos, y recogía los residuos de sus cigarros y las pelotillas de papel emborronado que solía dejar por todas partes.
Su escasa apetencia espiritual sentíase saciada con cualquier frase afable del esposo, a cuyos silencios frecuentes de hombre superior se habituó pronto, por sumisión innata más que por amor.
Era feliz."
Luisa con su hijo, Ramón Puyol, en 1935 |
jueves, 6 de junio de 2019
DE COMO NIC SE HIZO DROGADICTO. BEAUTIFUL BOY, de David Sheff
DE COMO NIC SE HIZO DROGADICTO. BEAUTIFUL BOY, de David Sheff
Hablamos con Nic acerca de las conferencias de la mañana y de la semana pasada yo le pregunto si está de acuerdo en que la adicción es una enfermedad y que él aparece el encoge los hombros.
-A veces si y a veces no
-Si se encendió un interruptor, ¿cuando sucedió?- le pregunto-. ¿En Berkeley?.
-No por Dios- responde- Antes, mucho antes
-¿Cuánto tiempo antes? ¿cuando te emborrachaste en Lake Tahoe? ¿cuando probaste los porros?
Después de un minuto dice:
-Tal vez en París
Yo asiento al recordar la úlcera y le pregunto:
-¿Que sucedió en París?
Él admite que sus clases de idiomas en la universidad no competían con los demás atractivos de la ciudad entre los cuales se incluyen abundante alcohol disponible y meseros franceses que me ofrecen reparo alguno a servir vino a un chico de 16 años de edad como resultado Nic invirtió gran parte de su tiempo en emular a sus héroes borrachos pero olvidó la parte de la escritura y la pintura.
-Una noche -recuerda- estaba tan borracho que me deslice el interior de un bote atado a la orilla del Sena y me quedé dormido dormido allí y desperté al día siguiente.
-Alguien pudo asesinarte
-Sus ojos me dan la razón
-Lo se -dice, sombrío- cuando volé de regreso a casa guarde algunas botellas de vino en mi maleta pero duraron pocos días. Estaba jodido. En París yo salía a bares y clubes cada noche y vivía un montón, pero cuando regrese a casa tenía 16 años de edad, era estudiante de bachillerato y vivía con vosotros.
Nick baja la mirada.
-Fue demasiado bizarro. No podía conseguir alcohol, así que comencé a fumar porros a diario. No era lo mismo pero era más fácil de conseguir.
-¿Y las drogas duras?- pregunto sin estar seguro de querer escuchar la respuesta-. ¿Cuándo comenzaste?
-¿Recuerdas cuando (nombres de los chicos y de su novia) y yo nos salimos de la barbacoa la noche en que me gradué de bachillerato?- Está sentado con los codos apoyados en la mesa-. Había éxtasis en la fiesta a la cual asistimos. Yo probé un poco. Volaba. Me sentí muy cercano a todos en esa despedida tan larga y significativa. Después de eso probé cualquier cosa que encontré: éxtasis, LSD, hongos y después ... -Nic levanta la mirada-. Después cristal. Cuando la probé me sentí... me sentí mejor que nunca en mi vida.
miércoles, 5 de junio de 2019
martes, 4 de junio de 2019
INVOCANDO RECUERDOS. BEAUTIFUL BOY, de David Sheff
INVOCANDO RECUERDOS. BEAUTIFUL BOY, de David Sheff
"He aquí un consejo para los padres de adictos :elijan su música con atención. Eviten 'What a wonderful world' de Louis Armstrong, del anuncio de Kodak, de Polaroid o del que sea. Y las canciones 'Turn around' y 'Sunrise sunset' y... hay miles más. Evidente 'Time after time' de Cyndi Lauper y esta, la canción de Eric Clapton sobre su hijo. El 'Aleluya' de Leonard Cohen me tomó por sorpresa en una ocasión. La música no tiene que ser sentimental. Springsteen puede ser peligroso. John y Yoko, Bjork, Dylan. Me vuelvo loco cuando escucho a Nirvana. Quiero gritar como Kurt Cobain. Quiero gritarle a él. Y no es solo la música. Hay millones de momentos traicioneros. Si conduzco por la autopista 1, veré una ola que revienta. O llego a la bifurcación de caminos, cerca de Rancho Nicasio, donde cambiábamos de rumbo para dejar a los chicos en mis turnos de llevarlos a la escuela. Una estrella brillante en una noche tranquila en la cima de la colina Olema. Con amigos, escucho una buena broma que a Nic le hubiera gustado. Los niños hacen algo divertido o atrevido. Una historia, un suéter viejo, una película. Sentir el viento y mirar hacia arriba al montar en bicicleta. Un millón de momentos."
lunes, 3 de junio de 2019
FUE ARTHUR KOESTLER UN ESPIA SOVIÉTICO?. EL CASO ORLOV, de Boris Volodarsky
FUE ARTHUR KOESTLER UN ESPIA SOVIÉTICO?. EL CASO ORLOV, de Boris Volodarsky
"Wilhelm Münzenberg, conocido para todo el mundo como Willi y a menudo definido como «el zar de la propaganda bolchevique» en varias publicaciones por su papel de organizador de la propaganda de la República española durante la guerra. En 1921 Münzenberg, comunista alemán de treinta y dos años, descrito con afecto por su «compañera de vida» Babette Gross como «el santo patrón de los viajeros», creó la Ayuda Internacional de los Tabajadores, con sede central en Berlín. Oficialmente la AIT era una organización proletaria internacional cuyo objetivo era ayudar a la población de la Rusia soviética que en 1921 padecía hambrunas por la mala cosecha. La presidenta era Clara Zetkin, y el secretario general Willi Münzenberg. Extraoficialmente fue la matriz de una serie de lo que Münzenberg llamaba en privado «clubes de inocentes» creados para «organizar a los intelectuales» bajo la dirección encubierta de la Komintern. A pesar de que su principal preocupación era la propaganda, Münzenberg también utilizaba los «clubes de inocentes» como tapadera para las redes de inteligencia de la Komintern. Arthur Koestler, escritor comunista húngaro que se desplazó a la Unión Soviética en 1932-1933, fue enviado a trabajar para Münzenberg tras un viaje secreto de este último a Moscú en 1933, donde mantuvo multitud de reuniones con el OMS, el servicio secreto de la Komintern.
Pasados quince días del inicio de la guerra española, Koestler estuvo en París reunido con Münzenberg y su teniente Otto Katz, que se convirtió en el organizador extraoficial de la operación de propaganda de la República española en Europa occidental con el apoyo económico del Gobierno español y la Komintern. Era el cerebro pensante de la agencia de noticias de la República en París, la Agence Espagne, que finalmente fue creada a principios de 1937. Koestler había trabajado de forma esporádica para Münzenberg entre 1934 y 1936. Cuando se produjo el golpe militar en España, se acercó a Willi para pedir ayuda para entrar en el país, donde planeaba unirse a las Brigadas Internacionales. Cuando Münzenberg se percató de que Koestler tenía pasaporte húngaro y pase de prensa del periódico conservador de Budapest Pester Lloyd, lo consideró una buena oportunidad de entrar en zona rebelde y recabar información sobre la intervención alemana e italiana a favor de Franco. La documentación del incumplimiento por parte de nazis y fascistas de la política de no intervención de los gobiernos británico y francés sería un importante golpe de propaganda. Münzenberg, Otto Katz y Koestler supusieron que nadie en el cuartel general de Franco se molestaría en comprobarlo, pero aun así se dieron cuenta de que era poco verosímil que un pequeño periódico húngaro pudiera permitirse un corresponsal en España, de modo que Katz consiguió que lo acreditara el diario liberal londinense News Cronicle.
Como corresponsal del Pester Lloyd y el News Chronicle, Koestler embarcó en Southampton en el SS Almanzora, rumbo a Lisboa, en su primera misión secreta en el territorio de los nacionales. Era el 22 de agosto de 1936. Escribió mucho después que aquello desembocó en la desconcertante pregunta de si era un espía o no. Por una parte, era un agente a sueldo que viajaba con falsas pretensiones; por otra, no trabajaba para ninguna organización militar, simplemente para un departamento de propaganda, aunque se tratara del de la Komintern.
Tras una breve parada en Lisboa, donde consiguió una carta de presentación del jefe del partido católico CEDA, José María Gil-Robles, que tras las elecciones de 1936, fatales para la CEDA, vivía en Portugal y un salvoconducto firmado por el hermano de Franco, Nicolás, que describía a Koestler como «un amigo de fiar de la revolución nacional», finalmente llegó a Sevilla.
El viaje de Koestler estaba resultando ser un éxito en cuanto a su capacidad de recabar información secreta que perjudicara a los rebeldes. En Lisboa había encontrado numerosas pruebas del respaldo del régimen de Salazar a Franco. (Elli Bronina, alias Martha Sunshine, una agente del servicio de inteligencia soviético que estuvo en Lisboa por la misma época, también observó que muchos oficiales portugueses apoyaban abiertamente a los rebeldes españoles.) En Sevilla, Koestler vio a numerosos aviadores alemanes que lucían en los monos de las fuerzas aéreas españolas una pequeña esvástica en medio de las alas de piloto. Y lo más importante: consiguió una entrevista exclusiva con el sanguinario virrey de Andalucía, el general Gonzalo Queipo de Llano, que, en palabras de Paul Preston, «repetía encantado el mismo tipo de sexismo virulento que supuraban sus programas de radio diarios».
No obstante, en su segundo día en Sevilla un periodista alemán que sabía que Koestler era comunista lo reconoció en el salón de un hotel y lo denunció a los oficiales alemanes. En un intento de salir airoso de las acusaciones de espionaje, Koestler exigió que llamaran por teléfono a Luis Bolín, jefe del gabinete de prensa de Franco que en ese mismo momento milagrosamente entró en el vestíbulo del hotel. Aquella vez Koestler pudo irse en paz, conmocionado pero a salvo, como él mismo recordaba: «Crucé la frontera a Gibraltar una hora antes de que se emitiera la orden de arresto en Sevilla, según supe después por mis colegas. También me dijeron que el capitán Bolín se había puesto furioso y había jurado “matar a K. como un perro si llegaba a ponerle la mano encima”».
Antes de que Bolín realmente le pusiera las manos encima cinco meses después, Koestler estuvo en Londres, París y Madrid trabajando en propaganda prorrepublicana con Münzenberg y Katz. En París, Münzenberg convenció a Koestler de que escribiera un libro sobre los orígenes de la guerra civil, el papel de Hitler y Mussolini y las atrocidades cometidas por los rebeldes. El libro fue publicado en enero de 1937 bajo el título L’Espagne ensanglantée en francés y Menschenopfer Unerhört en alemán. Finalmente aparecería una versión abreviada en inglés como la primera parte de Spanish Testament.
Una vez terminado el libro, Otto Katz y la agencia de noticias republicana, Agence Espagne, encargaron a Koestler que cubriera la guerra en el frente del sur. El 15 de enero de 1937, armado con las credenciales del News Chronicle, Koestler se fue a Valencia, donde pasó un tiempo con Mijaíl Koltsov. Al cabo de nueve días Koestler se fue de Valencia a Málaga. Cuando las fuerzas rebeldes ocuparon la ciudad sitiada, seguía albergando la esperanza de conseguir una primicia al poder presenciar e informar sobre la masacre prevista.
El 9 de febrero fue detenido por casualidad por las tropas rebeldes acompañadas de Bolín, que en realidad iba a por otra persona, el inglés sir Peter Chalmers-Mitchell, y reconoció a Koestler. Encarcelado entre el 13 de febrero y el 14 de mayo, las noches de Koestler estuvieron amenizadas por el ruido de los prisioneros que llevaban fuera y eran ejecutados. Pese a no estar al corriente, pues nadie le había informado oficialmente, había sido condenado a muerte por espionaje.
Según el fichero del MI5, el Ministerio de Exteriores británico gestionó su puesta en libertad y regresó a Francia, donde fue detenido por las autoridades de Vichy en 1940. Más adelante ese mismo año huyó a Portugal y luego se fue a vivir a Inglaterra. Tras un período de internamiento en la cárcel de Pentonville, sirvió en los Pioneer Corps (1941-1942) y trabajó para el Ministerio de Información y la BBC.
La controvertida vida de Koestler y sus voluminosos textos siguen atrayendo la atención de investigadores y académicos, y buen ejemplo de ello es la obra más reciente del profesor Michael Scammel. Koestler, hijo de industrial, nació en Budapest, Hungría, en 1905. Tras formarse en la Universidad de Viena (1922-1926), donde estudió con los futuros ilegales soviéticos Lisa Gorskaya (Zarubina) y Arnold Deutsch, se fue a vivir a Palestina, donde Yakov Serebriansky se encontraba en su primer destino como jefe de la estación de la OGPU. En 1929 Koestler regresó a Europa y trabajó de editor de la sección de internacional del Berliner Zeitung am Mittag en Alemania. Coincidió que la estación de la OGPU en Berlín pasó a ser el principal centro en el extranjero del servicio de inteligencia soviético, y la red de espionaje del OMS aumentó allí hasta 25 agentes bajo el mando de Abramov-Mirov. En 1932 Koestler se unió al Partido Comunista y más tarde pasó un tiempo en la Unión Soviética antes de instalarse en París en 1933. Como apuntaba Stephen Koch, cuyo libro lamentablemente contiene multitud de errores pero en esta ocasión estaba en lo cierto, «entretanto París se convirtió en la Meca de los exiliados huidos del nuevo Reich. Llenaban Montparnasse, abarrotaban las cafeterías. Entre ellos se mezclaban espías. Agentes de la Komintern harapientos y aterrorizados que sobrellevaban la pesadilla en vagones de ferrocarril de tercera clase, atravesaban dando tumbos el umbral de Münzenberg desde el frío fascista. No hay nada más fácil de comprender que la irresistible atracción que sintió la comunidad alemana en el exilio, atemorizada y furiosa con razón, y al parecer sin recursos, hacia el círculo parisino de Münzenberg. Apenas había un refugiado alemán en Europa cuya vida no se viera afectada por el trabajo de Münzenberg, y gran parte de la posterior historia política tanto de Europa como de Estados Unidos estaba basada en el flujo de lealtades que confluyeron allí. Manes Sperber y Arthur Koestler han escrito con una intensidad maravillosa sobre aquella época en la que trabajaron para Willi en el ojo del huracán. La mitad de la intelectualidad de un gran país se había visto de nuevo empujada a una grotesca diáspora. Las consecuencias perduraron durante décadas». Koestler relató sus experiencias en la cárcel en los libros Spanish Testament (1938), La espuma de la tierra (1941) y Diálogo con la muerte (1942). En Francia editó el semanario Die Zukunft, fundado por Münzenberg, pero fue encarcelado por ser un extranjero sospechoso. Huyó a Inglaterra y fue detenido de nuevo allí. Koestler se convirtió en ciudadano británico en 1945.
Al llegar al Reino Unido en noviembre de 1940, Koestler fue interrogado por el servicio de seguridad. En Londres trabajó para el Ministerio de Información y la BBC, donde conoció a H. Peter Smollett (Smolka), un espía soviético cuyo nombre en clave era ABO que en 1941 había logrado la destacable hazaña de llegar a ser jefe del departamento ruso del Ministerio, y George Weidenfeld, que trabajaba en la BBC. «Jamás tuve una relación especialmente amistosa con Arthur Koestler —recordaba Weidenfeld—. Al principio se acercó a mí un poco, cuando atravesaba su fase sionista y yo justo empezaba a implicarme con Israel. Recuerdo que me dijo que debería dejar Contact y dedicarme por completo a “nuestra causa”, según sus palabras. Koestler me envió a Victor Gollancz, el decano de los editores de izquierdas, que me miró con cierto recelo.» Sus posteriores actividades en la época de la retirada británica de Palestina provocaron que la concesión de la nacionalidad se retrasara medio año.
En verano de 1950 los «hombres de letras» de Europa se reunieron en el teatro Titania Palace en la zona americana de Berlín para inaugurar el Congreso por la Libertad Cultural (CCF, por sus siglas en inglés). Koestler también participó. Se enfrentó a dos oficiales del SIS en tiempos de guerra, sir Alfred J. Ayer, profesor de filosofía en el University College, Londres, y Hugh Trevor-Roper, quien, según Stephen Dorril, desempeñaría un papel consciente de «travieso» en el congreso. Lo que irritaba a Ayer y Trevor-Roper era «el ambiente de histeria en el que se celebró el congreso, organizado por excomunistas vengativos». Ambos se opusieron al papel de Koestler, atacando su «dogmatismo».
En otoño de 1952 Koestler siguió los detalles del juicio de Slansky en Praga con mucha atención. Cuando se publicaron las transcripciones de la confesión de Otto Katz, concluyó que el discurso de su antiguo amigo en el que se autoinculpaba en el tribunal era una señal para él, y que el lenguaje que utilizaba era una clara imitación de la confesión del personaje de Koestler de El cero y el infinito.
En la biografía más reciente, Michael Scammel ofrece un relato completo y sin sentimentalismos de la turbulenta vida privada de Koestler: el consumo de drogas, su tendencia maníaco-depresiva, los frenéticos líos de faldas que acabaron con sus tres matrimonios y desembocaron en una acusación de violación y el sorprendente pacto de suicidio con su esposa en 1983. En palabras de su editor, Scammell crea un retrato indeleble de este escritor brillante, impredecible y de gran talento que fue descrito de forma memorable en cierta ocasión como alguien que tenía «un tercio de canalla, un tercio de lunático y un tercio de genio».
¿Arthur Koestler tenía también un tercio de espía? Muchos periodistas y escritores que no eran comunistas buscaban pruebas de la ayuda alemana e italiana a Franco. Pero en 1931-1932, Koestler fue uno de los reclutados por Fritz Burde (alias Dr. Schwarz, cuyo nombre en clave era «Edgar») para la organización clandestina alemana N-Apparat (donde la «N» corresponde a Nachrichten, es decir, información condifencial). Luego durante mucho tiempo estuvo afiliado a varias organizaciones de la Komintern en Europa y fue enviado a territorio insurgente en España, según su propia versión, a recabar información secreta. Cuando en agosto de 1939 las prolongadas relaciones comerciales entre Rusia y Alemania culminaron con el pacto entre Stalin y Hitler, Arthur Koestler se desilusionó con el Partido Comunista y publicó su libro El cero y el infinito (1941) en el que presentaba los grandes juicios soviéticos, pero se basaba en su propia experiencia en una cárcel franquista mientras esperaba a ser fusilado o puesto en libertad."
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