LA VICTORIA SOBRE EL MAKALU. LOS CONQUISTADORES DE LO INUTIL, de Lionel Terray
"Después de franquear un resalte verdaderamente delicado, conseguimos al cabo de tres cuartos de hora pisar la afilada punta de la quinta montaña del mundo.
La desconcertante facilidad con la que habíamos logrado vencer aquel gigante al que había consagrado todo un año de mi vida fue para mí una ligera decepción. Poco tiempo después de nuestro regreso, impresionado todavía por los sentimientos que había experimentado en la cumbre, no pude dejar de escribir estas líneas:
«La victoria debe pagarse con esfuerzos y sufrimientos; los progresos de la técnica y la clemencia del cielo no nos han permitido obtener ésta a su justo valor. ¡Qué lejos está de mí ahora la orgullosa embriaguez que he sentido a veces cuando, tras una lucha en la que había puesto todas mis fuerzas y todo mi corazón, lograba con un último esfuerzo pisar algunas cumbres más modestas! Yo había soñado esta victoria de una forma muy diferente. Me había visto, cubierto por la escarcha, utilizando las últimas energías que me quedaban tras el feroz combate, arrastrarme sobre la cima en un esfuerzo desesperado. En cambio, en realidad llegué a la cumbre sin lucha, casi sin fatiga. Para mí, en esta victoria, hay algo decepcionante. Y, sin embargo, me veo allí, de pie sobre la pirámide ideal de la más noble de todas las grandes cumbres. Al cabo de años de perseverancia, de trabajar encarnizadamente, de sufrir riesgos mortales, el sueño más insensato de mi juventud acaba de realizarse. ¿Es por pura estupidez que me siento decepcionado? ¡Ay, loco para el que la felicidad sólo estará en el deseo, goza al menos el instante presente, déjate embriagar por este instante único en el que, suspendido entre el cielo y la tierra, casi flotando en la caricia del viento, dominas el mundo! ¡Embriágate de cielo, que es lo único que detiene tu mirada! Bajo tus pies, y hasta el infinito, emergiendo apenas del mar de nubes, a miles se elevan hacia ti flechas de rocas y hielo…».
Como movido por un muelle de relojería, el mecanismo que de campamento en campamento, de carga en carga, nos había conducido hasta la cima, siguió funcionando perfectamente cuando emprendimos el descenso."