NORTE GRANDE, Eduardo Jordá
Para Lonely Planet, el desierto de Atacama es uno de los espectáculos mas singulares del mundo. Norte Grande es, según el autor mallorquín sobre el que recae la autoria de este libro, como llaman los chilenos a esta árida región. El libro, escrito en el 2001, relata las semanas pasadas en este su segundo viaje, por lo que ya sabe moverse un poco por las calles de Antofagasta o de San Pedro de Atacama. En realidad, como viajero no se deja llevar por el asombro que le producen los paisajes sino que, como un cazador de pequeñas historias, aprovecha los encuentros espontáneos con la gente para saber que hacen allí donde los encuentra, de que viven, cual es su historia personal... ya sea como antiguo minero, camionero, cuidador de un museo al aire libre, mesero de una cantina, etc. El autor quiere saber cómo siente la vida una persona bajo uno de los soles más ardientes del planeta.
"Una vez colocada la cruz junto al lugar del accidente, la habían protegido con un bidón metálico que fue llenándose de polvo y arena. El viento, al chocar con las placas, las hacía vibrar de un modo inquietante, como si el camionero que murió allí estuviera tocando una armónica desafinada a unos cuantos kilómetros del lugar del accidente"
El relato es sencillo y diáfano: las sensaciones continuas son las de soledad, el vacío del paisaje que se llena de intuiciones, el mutismo de la gente, el ensimismamiento del autor. La soledad de los objetos sin sentido que encuentra en las orillas de la carretera.
"Todo evocaba devastación, ruina, sufrimiento. Más que en un paisaje nevado, el desierto me hizo pensar en un hombre que lo había perdido todo y que ni siquiera sabía cómo ni por qué se había arruinado"
Visita algunas localidades. En Calama repasa la Guerra del Pacifico. En Baquedano (un nombre de origen navarro), nos cuenta la apertura de una mina de plata en 1870, la de Caracoles, y la explotación de las minas de salitre (yo también recuerdo el famoso nitrato de Chile anunciado en España con azulejos para abonar el campo). Se pasea por la Oficina de Chacabuco ("...
paredes desconchadas que a duras penas se tenían en pie, aplastadas por el sol, por la soledad, por el olvido"), poblado que con el golpe de estado de Pinochet se reutiliza como campo de concentración. También se pasea por Toconao.
"Supe que sabía oír, a muchos metros de distancia, las pezuñas de un burro que ascendía por la montaña. Supe que adivinaba si un hombre traía buenas o malas intenciones sólo por su forma de caminar. Supe que sabia diferenciar el salto de un pájaro desdichado del salto de un pájaro feliz. Con estas cosas había aprendido a vivir y para él eran suficientes. No pedía nada más"
Uno de los buenos detalles del libro es la inclusión de expresiones del lugar, que le da un sabor inigualable al relato y nos acerca un poco más a esa tierra. Un trío de ellos serian "Se le pelaron los alambres" (: se volvió loco), "La harina de la luna llena" (:el salitre), "Camanchaca" (:neblina nocturna del océano).
Sin duda, entre las pequeñas historias humanas que recopila, como la del fantasma de Estela, la pulpería de la gasolinera, la casa del excéntrico alemán, el guía del yacimiento arqueológico de Tulor, está el encuentro con Vicky Saavedra y la búsqueda por todo el desierto de desaparecidos de la época de Pinochet (las victimas de La Caravana de la Muerte). Empezando por el hermano de Vicky, el libro desgrana la arbitrariedad del régimen y su brutalidad en aspectos que no han saltado a los periódicos del mundo (el ejemplo de José Saavedra es significativo). Un relato sin sentimentalismos ni ideológicas para relatar la actitud psicópata de aquellos oficiales en el centro de torturas en que se convirtió la fabrica de explosivos DuPont
Siempre con la imagen de los volcanes lejanos en el horizonte, especialmente el icónico Licancabur, conduciendo hasta el lago Chaxa, o por el Valle de la Muerte, pasan por las paginas del libro también desde los conquistadores españoles al mando de Valdivia hasta los modernos turistas. Todos con una huella más o menos precisa.
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San Pedro de Atacama |
"Somos injustos con esos lugares: queremos que permanezcan fieles a nuestra memoria, y por tanto les prohibimos que cambien de aspecto, para que continúen siendo los mismos que eran cuando nosotros los conocimos. Con algunas personas nos pasa lo mismo: les exigimos que sean fieles al recuerdo que guardamos de ellas, cuando sabemos muy bien que eso es imposible"
En conjunto, es un libro de impresiones sencillas, a veces amargas; sin demasiadas pretensiones, que se lee fácil y entretenidamente en cuanto salta de un personaje a otro. Trata de saber, con nosotros, que tipo de gente pulula por Atacama. Tal vez podría haber profundizado en algunas de las historias y olvidar otras.
"Vicky se agachó y rozó el vestido de raso con los dedos. La tela se deshizo en sus manos. La niña, momificada por la extrema sequedad, la miraba con una extraña expresión de placidez y parecía sonreir."
Para saber más, pincha
aquí:
GRAN NORTE, de Eduardo Jordá. Ediciones Peninsula, año 2002. Altair Viajes, 250 páginas.