LOS ERRANTES, de Olga Tokarczuk
"Mi peregrinación es siempre en pos de otro peregrino"
Los errantes es un libro extraño, muy peculiar. El típico libro para preguntarse: ¿qué está queriendo decir? No es una novela, pero hay varios relatos separados en capítulos e insertados en medio de otros muchos que son consideraciones en torno a temas como la muerte, los cadáveres, el paso del tiempo y los viajes fundamentalmente. Pero este no es un libro de viajes, aunque muchos de las historias contadas pasen en un hotel, en un aeropuerto o en un destino vacacional.
Lo veo más como una mezcla de géneros acerca de la necesidad física y mental de moverse. Ella, la narradora, pertenece esa tribu de errantes por el mundo, cuyo lenguaje es universal porque lo necesario no es recorrer distancias sino sentirse entre dos puntos, el de conocido origen y otro de destino incierto, de modo que está en un sentimiento continuo de duda y observación del entorno. Como si renunciara a esos puntos de referencia que nos facilitan el traslado por la vida: tengo esto, quiero esto otro, origen y destino. Se siente extraña, busca lo diferente y poco común, como los cuerpos o partes de seres atrofiados en museos, por ejemplo. Como el tema de la plastinación: entramos en historias excéntricas que nos sacan de nuestras sensaciones habituales para colarnos en otras que cada uno entenderá a su manera. En mi opinión, hablamos del paso del tiempo, y en cómo nos afecta.
Es fácil entender a la narradora como a Tokarczuk. Viajar ocupa una parte importante del libro: trenes nocturnos, esperas en aeropuertos, un polaco que pierde a su familia misteriosamente en una isla del adriático, consideraciones a las guías de viaje, y otras muchas historias peculiares. Algunos de los capítulos, como los dedicados al doctor Blau, parecen ser cuentos insertos con la excusa temática de guardar trozos humanos en tarros, etc, algo que se irá repitiendo a lo largo del libro. Me doy cuenta que gran parte del mensaje del libro es su propia estructura, fragmentada, un caleidoscopio de imágenes. ¿Es acaso otra cosa la realidad de nuestras vidas sobresaturadas de información muy diversa? Es un libro en contra de las certezas aceptadas, muy en contra de como hemos leido la vida en el sentido mas practico y convencional de la vida con personajes claros, tramas de inicio, nudo y desenlace, o de persecuciones de alguna verdad mayor o menor
Hay varias páginas dedicadas a cadáveres plastinados que se acompañan de un personaje de mente calenturienta. Es otro personaje entre el pasaje de un avión de los muchos que pululan por estas páginas. Algunos capítulos me han hecho perder el interés por este libro, en general eran cortos y me preguntó si hubiera perdido algo importante el conjunto de ellos en caso de no estar, pero si por sí solos, no cuentan mucho, parecen necesarios en el conjunto. Esa es una de las claves de la sensación que deja el libro al final. Los hay muy desiguales de forma y de fondo. Pero tiene otros que son todo lo contrario: con el tiempo, según avanzaba mi lectura, comprendí que eran auténticas paradojas. Tiene toques de humor, como ese pendiente perdido en el camarote de un crucero, que te meten muchísimo en la narración por lo bien traído que está, por la sorpresa que produce ese cambio de perspectiva puntual que te abre una dimensión de veracidad más al relato. Pero al menos hay una cosa clara: no hay personajes a quienes seguir a lo largo del libro. Los que hay tienen poco recorrido. No hay trama que descubrir, en eso es errático de principio a fin. Es sumamente reflexivo. Lo que tiene continuidad es el tema tratado, las sensaciones que te deja. Así que depende de lo que uno busque, este libro puede decepcionar. O no.
Conforme avanza la lectura, se desprenden algunas preguntas inquietantes: por ejemplo, si algo nos duele, o sentimos vivamente, algo que no vemos, ¿es acaso una confirmación de su existencia? ¿Que significa este desorden de los efímeros argumentos? Sin duda, un libro exigente para inconformistas, para aquellos que no temen verse decepcionados porque siempre sacan algo bueno, a veces tan bueno que no se ven decepcionados al cerrar este libro de 400 páginas. No hay dos lectores iguales, por suerte.
El tema de fondo, tal como yo lo veo, es el tiempo, su paso o su instante, y el deceso que provoca en la vida humana. La congelación del tiempo en los cuerpos u órganos conservados en formol, y esa variedad de cuentos que ilustran cómo nos maltrata de principio a fin en sucesivas visiones que la autora nos describe. O cómo somos capaces de detener el tiempo, el propio o la estimación del ajeno, con la muerte. Hay mucha contemplación de la muerte en forma cadavérica (Chopin, por ejemplo) , pero también algo parecido pasa en los tiempos muertos de los aeropuertos.
Por debajo del original planteamiento de la autora sobre el tiempo y la muerte, uno se encuentra motivaciones propias para cada cuento, al menos de los largos.
De los cuentos cortos, me gustó El estado de la red, El siguiente, Esvásticas, Es una pequeña broma.
Una entrevista con la autora y la traductora al inglés de este libro, aqui