GUERRA DE LOS BALCANES. LEÓN TROTSKY, de Joshua Rubenstein
"Trotsky dio cobertura informativa tanto a la primera como a la segunda Guerra de los Balcanes para el periódico Kievskaya Mysl. Viajó primero a Belgrado y, a continuación, a Sofía, donde fue testigo de la declaración de guerra de Bulgaria. Vio abarrotarse de refugiados las estaciones de ferrocarril, entrevistó a soldados que regresaban del frente y se encontró con periodistas europeos estúpidos y desinformados que no lograban comprender la gravedad del conflicto. Su descripción de un corresponsal británico constituye uno de los retratos clásicos de aquella época: Es majestuoso, este embajador de la prensa. Sus piernas, con esas redondeces gruesas y seguras de sí mismas, ocupan la mitad del compartimento. Lleva unos calcetines tupidos y unas polainas por encima de las botas ignífugas, y viste un traje de una tela gris a cuadros, sostiene entre los dientes una pipa corta y voluminosa de la mejor calidad y una raya perfectamente labrada divide en dos su pelo, y unos pantalones cortos amarillos hechos con la piel de algún animal prehistórico, permanece sentado inmóvil leyendo a Anatole France […] Es la primera vez que viene a la península balcánica, no sabe ninguna lengua eslava, no habla una palabra de alemán y tiene un dominio del francés compatible con la condición de britano orgulloso, no se asoma a la ventana, no habla con nadie. Provisto de todo este dechado de cualidades, viene a examinar los destinos políticos de los Balcanes. Trotsky confiaba en que sus dotes de observación y su afilado estilo polémico transmitieran la complejidad de la tragedia. «Las fronteras entre los Estados enanos de la península balcánica no estaban trazadas de acuerdo con las condiciones o demandas nacionales —contaba a sus lectores—, sino como consecuencia de las guerras, las intrigas diplomáticas y los intereses dinásticos. Las grandes potencias (en primera instancia, Rusia y Austria) siempre han tenido un interés directo en predisponer a los pueblos y Estados balcánicos entre sí y, a continuación, cuando se han debilitado mutuamente, los han sometido a su influencia política y económica». Todo esto ya ha desembocado en «guerras entre Grecia y Turquía, Turquía y Bulgaria, Rumanía y Grecia o Bulgaria y Serbia». Para Trotsky, que investigaba la lamentable historia de una región «tan maravillosamente favorecida por la naturaleza y tan cruelmente mutilada por la historia», la única solución era una república federal balcánica. Trotsky descubrió un buen montón de cosas de las que mofarse: la censura en Bulgaria y en Rusia, donde una parte de la prensa «ha sustituido el papel de periódico por una piel de becerro tensada sobre el bastidor de un tambor»; las atrocidades turcas contra los armenios; y una actitud displicente de Bulgaria hacia los estallidos de cólera. A veces, parecía que Trotsky hubiera sucumbido al pacifismo cuando presenciaba la quema de aldeas albanesas a manos de tropas búlgaras. «Fue el primer ejemplo real y auténtico que he visto en este teatro de la guerra de un exterminio mutuo y despiadado entre hombres». Concluyó que «el hombre depende de las condiciones. En las circunstancias de la brutalidad organizada de la guerra, los hombres se animalizan al instante sin darse cuenta»."