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lunes, 15 de septiembre de 2025

UNA BENDICIÓN, de Toni Morrison

UNA BENDICIÓN, de Toni Morrison 


Una bendición (2009) es muy distinta a las primeras novelas que escribió Morrison, pero no tan diferente de Beloved. Por que es una novela histórica (finales del siglo XVII), con aventuras (los viajes de sus protagonistas, o una caza frustrada de una osa a dos esclavos blancos) y una interpretación de los valores sociales de Maryland y, por tanto, de las Trece Colonias: la industria de la esclavitud, la función social sistema de grupos religiosos (católicos, protestantes, baptistas, etc) a cual más sectario, el racismo que lo impregna con sus variantes y matices. Y después la madre Naturaleza zarandeándolos a todos por igual.

El asunto que trae de cabeza a los personajes es el estado de la granja, el negocio de Jacob Vaark que la viruela ha asolado: ha muerto el patrón, y queda por salvar a su mujer Rebekka, en estado crítico. Para ello envían a la negra Florens a por un herrero que es también "médico". Por tanto, tenemos un matrimonio con tres esclavas de diverso origen (Lina, Dolor y Florens), dos esclavos blancos (Willard y Scully) y cuatro tumbas cercanas (los hijos perdidos). El relato unas veces sigue a Jacob. Otras veces se mete en la mente de una india esclava de Jacob, Lina, muy perspicaz y sobre la que realmente reposa la organización de la granja. Pero también está Dolor, no muy lista. Hay mucha animosidad entre los adeptos católicos y los baptistas; a fin de cuentas, esos colonos son variopintos coletazos de las Guerras de Religión que por entonces acababan en Europa. Cuando Jakob muere la comunidad de colonos les da la espalda por ser librepensadores: sin afiliación por religión, país de origen o trabajo. La autora nos hace sentir todo el peso de la incertidumbre de los esclavos que, sin el refugio de una estructura protectora (Jakob parecía un buen amo) pueden caer en los engranajes de un sistema capitalista brutal. 


Los temas son variados, a veces Rebekka y Lina hablan de Dios (desde la precariedad de sus vidas), a veces se nos describe la sociedad inglesa del siglo XVII (en las colonias y en Londres como comparación), de una brutalidad que sonroja frente a los peligros de las colonias. Habrá amor entre un par de personajes y fanatismo dentro de ciertas sectas religiosas.

No solo la gente de color es la esclava, también los europeos pobres (Scully y Willard) que, al llegar, tienen una deuda por el pasaje que les mantiene en esa situación hasta que la saldan. Incluso esas deudas se heredan, o incluso se puede alquilar a un hijo para pagar una deuda durante años. Un mundo escalofriante. 

El viaje de Florens en busca del herrero, de quien está enamorada hasta el aturdimiento, es la última esperanza para los habitantes de esa granja. Aunque no todos en esa casa lo ven así, y he aquí un nuevo conflicto en esta historia. Lina, por ejemplo, hace comentarios muy agudos sobre el mal que arrastran los blancos desde Europa y el mal que reproducen en lo que fue su tierra y de la que está expropiada material y emocionalmente. Lina es de una tribu india arrasada. Florens, sin embargo, se siente, y lo cuenta con un lenguaje muy poético en primera persona, otra expropiada de si misma, endurecida tanto como enamorada. Aún dispuesta a un futuro mejor por su juventud. Dolor también va adquiriendo con el pasar de las páginas su propio discurso. Rebekka, Scully y Willard lo adquieren en menor medida. En realidad, cuando entramos en la intimidad de los esclavos de Jacob, que al menos ocupan un capítulo por cada uno de ellos, estamos entrando en la intimidad de los mas desfavorecidos entre los desfavorecidos del sistema colonial. De eso va el libro, de esa industria de la deshumanización. Y no solo lo circunscribe a Virginia o Maryland, también a sus precedentes en Inglaterra o sus espigones entre los mismos negros que venden a otros negros en África. 

Hay dos ideas que levantan el relato: la esperanza puesta en el herrero para que las esclavas no cambien de manos y vivan mucho peor. Y el hecho de que las relaciones sexuales están por todas partes. Las mujeres lo necesitan para sobrevivir, los hombres lo hacen porque pueden. Las esclavas son violadas, no les queda más remedio. Aquí no hay diferencia social que evite la violencia sexual. Se hace y punto. En el relato se llama corrupción: del alma? De las costumbres? Del sistema? De todo un poco. También queda evidente que el origen de la orgullosa e incipiente economía de América es muy censurable. En nada mejora el peor ejemplo europeo pues sigue habiendo menos no esclavizados. La mayoría de los colonos libres se dibujan como corruptos y fanáticos muchas veces. 

Todo lo susceptible de ser utilizado se esclaviza, da igual su color o procedencia.  Tal vez por efecto de la religión, la vida se defiende. Pero a partir de ahí, el cómo esta vida se desarrolle queda a merced de la suerte que te toque en vida. Parece ser esto una veda abierta para cometer todos los maltratos posibles al prójimo. El concepto de familia que, en el mejor momento de la granja de Jacob, mantienen sus integrantes, se descompone en el momento en el que muere el patrón. Jakob los ha reunido desde distintos orígenes entablando una convivencia no igualitaria pero sí conveniente. Al faltar Jacob, se abrió la veda. 

El libro comienza con un discurso Florens muy enigmático. Me gustó volver a leerlo acabado el libro porque lo entendí mejor. Morrison suele empezar con capítulos desafiantes. Luego, en el segundo capítulo, Florens es elegida por Jacob en unas determinadas circunstancias y el libro acaba con la madre de Florens alentando la vida y la felicidad de esta hija con su propio sacrificio, el de su propia maternidad sobre Florens en un recuerdo del embarque en la costa africana, su llegada a Barbados y su posterior traslado a Virginia, adquirida para la industria del tabaco. Tanto en el primer como en el último capítulo, asistimos a la descripción de la esclavitud desde la intimidad de una esclava con un profundo lirismo. Es una humanización de los esclavos de cualquier color que no termina nunca de llegar al resto de oprimidos porque este sistema de explotación agropecuaria, en los orígenes del capitalismo, lo bloquea. 

Morrison, al llevarnos a estos emplazamientos geográficos, parece escenificar las dos teorías que ayudan a explicar como lo blanco ha impuesto sus normas al resto de personas de otras culturas y color de piel: unos lo explican desde los valores sociales de la inglaterra isabelina, es decir, un origen extranjero. La otra teoría lo explica como mecanismo para que esclavos negros y esclavos europeos nunca se unieran contra la clase dirigente, sino que la rabia de unos se dirigiera contra la clase social paralela, no la de arriba. Morrison lo ha clavado con la excusa de la religión por medio. Tras la rebelión de Bacon de 1676, la Asamblea de Virginia aprobó unas cuantas leyes destinadas a fomentar el desprecio de los blancos por los negros y los indios. Dichas leyes no mejoraron sustancialmente la vida de estos pobres blancos, pero les daba ventajas de prestigio y sociales frente a negros e indios al alinearse junto a sus patronos anglosajones. En mi humilde opinión, creo que así se entiende gran parte del libro, porque desde esa esa estructura de diferencias clasistas ella va tejiendo la madeja de intimidades personales entrelazadas dentro de la granja.