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jueves, 21 de noviembre de 2024

TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith

 TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith

Hay muchos géneros concretos de la literatura que me gustan, y uno de ellos son las memorias escritas por quienes estuvieron en el meollo de un acontecimiento crucial para la posteridad. Waterloo es más que una canción de ABBA con la que conquistaron el festival de Eurovisión allá por el año 1974. Es el villorrio de 1815, a corta distancia de Bruselas, donde Europa conquistó un cierto tipo de libertad que no era la napoleónica. Es un claro pretexto para un What if, una de esas ucronias acerca de qué hubiera pasado con nosotros los europeos si el corso hubiera dominado Europa desde Londres a Moscú.

Pero en Waterloo lo que hubo fue una matanza de hombres, desarrollada en dos días, el primero, 17 de junio, con un resultado más o menos incierto según se mire. Pero el día siguiente los ejércitos de ambos bandos pusieron todo lo que tenían sobre el tapete verde de los pastos, cultivos y bosques del lugar. Napoleón salió perdiendo de manera definitiva. Y la gracia de este libro son las tres experiencias de otras tantas mujeres que, si no pelearon a bayoneta calada, si acompañaron a sus esposos, oficiales ingleses, hasta donde les estaba permitido. Desde Bruselas escuchaban las salvas de artillería. La marcha forzada de las compañías armadas corriendo por las calles hacia el campo de batalla penetraba por las ventanas de la ciudad. Los carros cargados de heridos penetraban hasta los portales buscando donde acomodarlos. Pero lo más veloz eran los rumores del descalabro de las tropas inglesas, el miedo a la llegada de los dragones franceses arrasando con la población de una ciudad que no tenía defensas. Encontrar la verdad entre lo que estaban viendo y escuchando es uno de los grandes temas a los que se acercan estas tres mujeres que dejaron sus recuerdos años después por escrito. Por supuesto, ellas son testigo de cómo la muchedumbre de tropas aliadas se concitaron en Waterloo, cómo se vivieron las horas previas, y nos describen con bastante realismo el estado en que se encontraba el campo de batalla cuando todo terminó, el coste humano de la victoria inglesa. Del lado francés no hay testimonios en este libro, una pena.

La primera es Charlotte A. Eaton fue conocida en su tiempo como escritora de viajes, y eso se nota en su implicación con los efectos de la batalla. Tiene algo de mirona, de reportera de la actualidad. Es la más hooligan de las tres, hasta el punto de que para no sonrojar más al lector, el editor ya advierte de que evitó los pasajes más laudatorios hacia el ejército y su patria (no aportan nada). Aun así, quedan párrafos de esos que me he saltado. Pero el resto es muy descriptivo y entretenido desde su llegada a Ostende, en los Países Bajos, hasta su salida hacia Inglaterra por el mismo puerto. Ella se centra en los prolegómenos de la batalla, la tremenda incertidumbre para los ciudadanos que acompañan a los aliados y el sufrimiento que la victoria provoca en quienes vuelven de ella con vida: los heridos, porque sobreviven con suerte (y ya es suerte que los recojan del campo de batalla). Están los soldados que perdieron a sus hermanos de armas, está la familia que siguió a estos soldados, y que, aun sin terminar la batalla, en cuanto saben que han caído, se meten en el fregado para llevarse al herido y curarlo, o acompañarlo en sus últimas horas, o recuperar el cuerpo, si es posible, antes de que sea robado de pertenencias, normalmente desnudado y perdido en alguna fosa olvidada entre los miles de cadáveres de soldados y caballos que por Waterloo quedaron. No fue el caso exactamente de esta mujer, que paso por el campo de batalla tres semanas después del último disparo. Mientras se pasea por Bélgica y los Países Bajos, poniendo a caer de un burro a los segundo y tratando con insultante condescendencia a los belgas. Por suerte para el lector, esta es una edición crítica, con numerosas anotaciones, y pasados dos siglos de aquello, podemos ajustar ajustarle las cuentas a esta nacionalista inglesa y señalarle los muchos muchos e injustos errores que comete tanto en datos que aporta como en las valoraciones que le merecen algunos contendientes y algunos sucesos de la batalla. Está claro que los vencedores describieron la batalla como mejor les convenía. Desde Wellington y la autora es lo que se ha transmitido hasta no hace mucho con muy pocos que les llevaran la contraria. Esta muy bien entender el ambiente que se respiraba por parte de algunos ingleses: ultranacionalista, confiado a ciegas en su destino, un destino que iba a llevarse por delante cualquier oposición (como así ocurrió durante mucho tiempo después). Es el texto más largo.

La segunda mujer es también famosa por motivos más tristes que la anterior. Su nombre, Magdelene de Lancey, era conocido porque estaba recién casada con su marido William, un hombre joven y muy prometedor perteneciente al estado mayor de Wellington. Se encargaba de la logística para entendernos, y fue una buena elección por parte del Duque, porque las batallas se empiezan ganando gracias a una buena logística. Sin ella hay que encomendarse a la suerte. El resultado de Waterloo se debe también a este William de Lancey. El caso es que, estando en una posición de dominio visual de la batalla junto al estado mayor, al lado del Duque de Wellington, le alcanzó una bala de cañón que no lo mató de milagro en ese momento. Su mujer se entero muy pronto y corrió a socorrerlo durante los días que aguantó vivo, primero en el mismo campo de batalla y luego evacuado a Bruselas.

La tercera experiencia es la más corta, nos la narra Juana Smith. ¿Y quién era esta mujer? Una española, y de lejos, la más interesante de las tres. El editor ha tenido el acierto de repasar la biografía de esta extremeña que, con catorce años, se fue con un oficial inglés cuando los franceses fueron expulsados de la península ibérica. Su historia en Waterloo es muy sumaria, más allá del susto de que su marido estuviera muerto, cosa que no pasó. Ambos vivieron lo suficiente como para vivir muchas vidas diferentes en Inglaterra, Sudáfrica y la India al servicio de su majestad y alcanzando honores y prestigio elevados. Casi es más intensa el resto de sus vidas que las jornadas de Waterloo.

El libro no tiene nada que ver con aspectos de estrategia militar, ni con los fallos o aciertos de uno u otro bando. No va de eso. Va del costo humano de estas aventuras vividas en primera persona, escritas por mujeres que sufrieron sus consecuencias, una salió sin pérdidas remarcables, otra se llevó un buen susto, y otra perdió a su marido. No se les puede pedir imparcialidad, pero esa misma actitud ya es una verdad histórica, tanto si erraban en los datos o si eran más hooligans de Wellington o de Inglaterra que una cuadrilla de aficionados del Arsenal FC.

sábado, 16 de noviembre de 2024

EN TIERRAS BAJAS, de Herta Müller

EN TIERRAS BAJAS, de Herta Müller


Usando el costumbrismo, estos relatos trascienden con mucho cualquier lectura acerca de cómo vivían los rumanos descendientes de alemanes en el oeste del país. Ciertamente es una vida rural, precaria, muy tradicional y apegada a valores ultraconservadores dentro de la población desconectada de la idea de progreso y modernidad. Pero hay un aliento de vida que se resiste a perecer del todo en esta voz de niña que nos habla en cada cuento: una desesperanza tristísima, una pérdida de cualquier horizonte alejado del lugar donde viven, la herencia obligada de unos valores muy poco humanizadores encarnados en los adultos... dentro de un estado comunista, el rumano, allá por la época de Adenauer como refleja alguno de los cuentos. Tiene algo de autobiográfico, así que podrían estar en la década de los sesenta a unos 40 km de Timişoara. Es curioso cómo, sin haber salido de la tierra que los vio nacer, todos estos personajes parecen desarraigados de sí mismos. Como puede suceder esto es de lo que se encarga la autora de mostrarnos.

Me han recordado desde muy pronto el mismo ambiente que se respira en algunas escenas de las películas de Bela Tar, o la película El pájaro pintado de Vaclav Marhoul: un mundo duro, poco estimulante para una niña, en el que vivir a la defensiva, y guardarte tus sentimientos... hasta que ya no merezcan la pena sino para ir tirando en un mundo violento. 

Los dos primeros cuentos ya te dejan noqueado: son cortos de extensión, pero muy largos en el regusto que dejan en el cerebro. De esos que me dejan pensando en esa pregunta tan estimulante: ¿Qué diablos acabo de leer? ¿Cómo es posible haber escrito algo así, con coherencia completa de significado pero del que me siento todavía expulsado? Lo vuelves a leer porque quieres entrar ahí, es cuestión de minutos y vuelves a levantar la cabeza del libro, sorprendido por esa sensación de extrañeza, pero habiendo comenzado a comprender. No es solo una experiencia de la vida distinta a la mía la que transmite Müller, es otro lenguaje mucho más conciso, depurado de palabras superfluas, párrafos tremendistas y frases melodramáticas, el que te propone como envoltura pero también como contenido. Lo costumbrista de las escenas rurales que se cuentan desde una cierta intimidad infantil es solo la pista de despegue de todo lo que nos transmite la autora.

En tierras bajas es el cuento más largo, el central, de este libro de 190 páginas según mi edición de Debolsillo. Son historias que cuenta la niña viviendo en su aldea de suabos con una madre de trato duro, resentida con su marido y amargada por la vida. La abuela con sus supersticiones y manías, el padre hosco, de los que procuran escapar de casa con cualquier pretexto, haciendo negocios con el camión por ahí. Las pequeñas escapadas, chispazos de la imaginación para desaparecer por unos minutos de esa soledad, de ese encierro que es vivir tan atrasados... el relato traspasa con cierto lirismo la cara más anodina y a veces brutal de la vida diaria: desde el sexo hasta la muerte, todo forma un continuo sin mucho significado ni especial interés, y se comentan descarnadamente como algo más dentro del pasar de los días, aunque el sexo sea violación y la muerte la pérdida de alguien querido. Sin embargo la niña no se engaña: se da cuenta que todo esto la está marcando enormemente, pero no sabe cómo salir de esto antes de acabar como los adultos. Desea el afecto y recibe un bofetón. Queda la sensación de que ser feliz en esta tierra es algo que se desconoce y no se enseña: por ejemplo, cuando lo intenta en la bañera, desnuda. Parece ser que es la lección que está aprendiendo esta niña: aguanta hasta que otros te tengan que aguantar. Es ese lenguaje directo de una niña que no se censura como sus mayores, pero que está aprendiendo que es la vía de escape para vivir en esa tierra, las tierras bajas. Por otro lado, el estado parece lejano, aquí la única autoridad es la muy brutal y descarnada que ejerce la familia de una manera, como vemos, muy efectiva. Ellos mismos suplen al estado con su brutalidad sin ser estorbados, lo que retrata al estado que no ve necesidad de intervenir.

El último cuento, muy corto, dedicado al extremo absurdo de la rutina de un día cualquiera. Muy expresivo, como todos, pero directo como no lo hay otro en este libro de cuentos de múltiples lecturas. 

El regusto que me dejó este libro es el de una muy eficaz despliegue de sentimientos elaborados con descripciones certeras, libres de palabras superfluas, y con metáforas candentes ante los ojos, casi explosivas, de la vida diaria. En contraste, encontramos los refugios que encuentra la niña en su imaginación con los mismos elementos de la vida que la rodean. Creo que son sentimientos tal vez muy elaborados, miradas muy perspicaces para una niña, pero tremendamente evocadoras para cualquier adulto que se precie de serlo, ya sea a 40 minutos de Timisoara en coche o al otro lado del mundo. Así es el poder evocador, liberador y universal de Herta Müller en este libro.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

EL RAISUNI, SULTÁN DE LAS MONTAÑAS, de Rosita Forbes

    Por centrar la historia que nos cuenta la reportera de viajes Rosita Forbes (1893-1967), estamos ante una parte de la historia de Marruecos, desde 1900 a 1925 aproximadamente. Ella lo escribió después de pasar unos días de 1923 con él, en una etapa final de la vida de El Raisuni en que ya estaba de capa caída y habían sucedido muchos tropiezos, diplomáticos y bélicos, entre los representantes del gobierno español y este líder de los musulmanes de las montañas rifeñas. Su poder parece que decae definitivamente con el desastre de Annual de 1921, cuando después de muchos tiras y aflojas entre Raisuni y los militares españoles (Silvestre, Jordana, Berenguer y otros), aparece el líder rifeño Abd el Krim con un ímpetu menos conciliador que el suyo y le infringe a las tropas peninsulares una matanza tan sonada que a día de hoy todavía se escribe sobre ella. El Raisuni murió en 1925, alejado de toda su grandeza anterior.

    El Raisuni fue un líder militar, político y religioso a la antigua usanza al norte de Marruecos, muy al tanto de lo que también pasaba en Europa. Es obligado decir que el libro es producto de las entrevistas durante varias horas al día entre él y la autora inglesa, de manera que siempre es favorable al caudillo porque es la principal fuente de informacion del relato y porque Rosita Forbes, para cuando lo conoce, ya estaba encandilada por lo que de él conocía. Y El  Raisuni era conocido a nivel internacional por, al menos dos motivos: el secuestro de un ciudadano norteamericano que le dio repercusión tan internacional como para que en 1975 Sean Connery hiciera de él en la película El viento y el león. Fue llamado en su momento el Incidente Perdicaris. Lo otro que le hizo notorio fue que las potencias europeas, en pleno colonialismo decimonónico, quisieran controlar los recursos naturales del país. Es ahí donde El Raisuni, aunque el libro lo pase por alto, quería jugar su papel de mediador, o de chantajista a veces, con los españoles, franceses y alemanes, y otras cabilas. A partir de aquí, tenemos un líder tribal en constante fluctuación de su influencia. Sabe que las potencias codician sus recursos, sabe que es inútil oponerse, por lo que favorece esa invasión extranjera, pero siempre que haya un beneficio para los autóctonos que, inevitablemente pase por él. Es una sociedad feudal, vertical y basada en el derecho divino. Como los españoles llevan su propia agenda y, sobre todo, sus propias contradicciones de gobierno, el choque es constante. Los valores humanitarios que esgrimen los españoles no se los cree El Raisuni, y lo alega perfectamente. Los defectos que achacan los españoles al régimen tribal, como son los de la barbarie de su forma de ejercer justicia, son bien lógicos desde nuestra óptica europea, pero como dice el protagonista, están en África, no en Europa, y es su problema, no el de los colonizadores. Por un lado, El Raisuni parece un mafioso asilvestrado, exótico, violento y adornado con el incienso y la pompa religiosa, paro ejecuta sentencias según su sentido particular de justicia, extorsiona, secuestra, roba y mata por interés: es la cruda realidad que describe. Los españoles entran como un elefante en una cacharrería en el tema. La historia de El Raisuni es la de su baraka frente a todos los líos serios en los que se metió con medio mundo: españoles principalmente, pero también contra el gobierno francés, inglés y estadounidense.

 Aunque con altibajos, El Raisuni debe huir muchas veces de sus enemigos de religión y de los españoles. Las matanzas, como mínimo, incluyen cabezas cortadas, el resto se lo dejo a la imaginación del autor. A veces la autora anota alguna indicación que contradice el discurso autocomplaciente del idolatrado sultan. Por tanto, aunque parcial para conocer la historia de lo que pasó, el relato es, para empezar, entretenido por su ritmo ágil entre la acción y el costumbrismo tribal de este pueblo marroquí, no muy alejado de Tánger, Tetuan, Ceuta o Melilla. El lector encontrará mucho de las dos cosas: golpes de mano militares, traiciones, sabotajes del telégrafo, retiradas fingidas para machacar al enemigo (generalmente español), emboscadas donde no queda ni el despistado que pasaba por allí... Tal vez no sea la historia real sino la que favorece a El Raisuni, pero si no es verdad, está bien contado. Lo otro son las relaciones feudales entre las tribus con su líder, la distribución de la riqueza y los privilegios, la situación de las mujeres dentro de las familias, la religiosidad, los caídes, los jeques, las cabilas enemistadas y las aliadas, etc. En conjunto es la historia de unos años traumáticos para España contados desde una perspectiva que no es la oficial del Protectorado de Marruecos entre los peninsulares.