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miércoles, 1 de enero de 2025

EL REY SE INCLINA Y MATA, de Herta Müller

EL REY SE INCLINA Y MATA, de Herta Müller


¿Qué se puede decir de estos ensayos de Herta Müller? Que mientras los silencios en sus novelas son elocuentes y ricos en matices, aquí ella ha decidido hablar. Y según parece, desvelar los trazos de su desgarrada poética en prosa con alusiones a su biografía y al significado de sus metáforas.

El segundo es más complejo, trata de ese rey que parece inoculado en la vida de los rumanos para siempre. Como un virus del miedo que sabotear tu vida hasta destrozarla por medio del miedo a muchas situaciones concretas de la vida, al exilio, a la gente en general. Ese rey es un dictador, un régimen totalitario, un tipo de persona que te viene a buscar a tu hogar a altas horas de la noche... bastante complejo el capítulo al principio, luego las cosas se aclaran desde el hilo de seguir a ciertas palabras que se enriquecen con nuevos significados, entreverado con ilustraciones de la vida real en Alemania o Rumanía, fobias actuales que sufre debidas al regimen de intimidaciones recibidos o los recuerdos de suicidios e interrogatorios con agentes estatales. Cuando el rey se inclina sobre ella, cuando pone en ella sus ojos, es que está a punto de lamentarlo. Además, el texto explica el origen de su afición por los collages de palabras que acaban formando poemas, y también explica el significado profundo de algunos detalles de sus novelas, como los pelos, los cortes de pelo, los lazos, etc.

Los textos son muy autobiográficos, como en el que describe las amenazas de muerte en Berlín, después de otras, y como el estado rumano era capaz de pudrirlo todo. O cuando habla del valor del silencio que ella aprendió en el campo frente al bullicio social de la ciudad. 

En realidad, es una malabarista de las palabras y los objetos. Una palabra puede tener más de un significado como es sabido, pero también añadirse a una palabra otros significados que la experiencia de uno mismo crea. Con los objetos hace lo mismo, y lo ejemplifica en el cuadro de la mujer en camisón del vagón de tren alemán, por dar uno de muchos ejemplos.

Junto con su experiencia en los interrogatorios, rebaja mucho las expectativas de eso que a veces llamamos la Mirada Distinta de los escritores. O la imposibilidad de una forma de ser diferente a causa del adoctrinamiento a los chavales en el colegio.

Explica por qué, al menos en su caso, muchas ideas de países occidentales y con tradición democrática, no las puede compartir por los mismo hechos que ella ha vivido. Es decir, que no son ideas irrefutables en absoluto algunas frases típicas que escuchamos sin atisbo de crítica: que el lenguaje es parte de tu patria (Herta prefiere aquello que recuerda de Jorge Semprun: Patria no es el lenguaje, "patria es lo que hablamos"), que vivir aislado en medio de nuestras vidas urbanas es una bendición, el problema del nacionalismo más o menos excluyente (por más alemana que te sientas habrá otra más alemana que tú), el problema que tienen los alemanes "de toda la vida" con los "nuevos alemanes" (turcos, indios, etc) esos que no se terminan de ver alemanes "de bien" (como diría cierto político español) aun pasadas dos generaciones porque hablan el alemán con matices que no parecen propios... El análisis que como una alemana nueva, por decirlo de alguna manera, hace Müller del nacionalismo, siempre excluyente, a través del lenguaje y de su propia experiencia tiene poquisimas objeciones, y me encanta. Pero lo que hace terrible y actual su análisis es que formula los logros de una dictadura socialista rumana muy cerca de los logros sociales de una democracia ejemplar como la alemana con sus minorías a las que, por otra parte, invita a venir a trabajar desde sus países de origen para después invitar a que se vayan. El análisis es brutal de leer, un auténtico estacazo para la soberbia alemana. Parece que a Müller le encanta derribar ideas asumidas como irrebatibles o ampliamente consensuadas. O dicho de otra manera, con el tiempo puedes acabar detestando aquello que alabas en cuanto cambien las condiciones sociopolíticas del país en el que vivimos.

En el ultimo capitulo, Müller muestra una vez más su ingenio lingüístico para explicar ideas propias desde su experiencia tomando algunas palabras esenciales, como quien mezcla perfumes esenciales para crear uno singular y que se te va meter muy dentro. Esas palabras son miedo y ventoso (creo que se entiende mejor como voluble, pero eso es cosa mía). Se trata de juntar ese miedo de largo recorrido, no el súbito y manejable, con las personas volubles que se encargaron de alimentar ese miedo para que nunca decayera durante la dictadura. La suma de ambos es el "metemiedos", un tipo que, con la caída del régimen, se ha vuelto un defensor, o mejor un vividor, del capitalismo que anteriormente era su enemigo. A veces ese metemiedos era un objeto, como La llave del Cielo. A veces, como acaba el libro, es una asesino a sueldo del régimen de Ceaucescu en Alemania, con el nombre de Herta Müller en su lista de encargos hallada por la policía alemana, un tipo que ahora es "solamente" dueño de una empresa de zumos en Timisoara. Algo así he visto también en España.

Concluyendo, diría que es un libro atípico en cuanto a género que reúne lo biográfico con la lingüística resultando una forma bastante interesante, muy reveladora, de los libros más crípticos de Herta Müller. Yo lo lei a la vez que La piel del zorro, y fue un valioso acompañamiento. Es original, atrevido, no le falta ironía, ni a veces dolor por lo sufrido y visto sufrir en aquellos años de dictadura. Expresa el por qué de una forma de expresarse tan lúcida, entre mágica y realista, de esa rara poética en prosa de temas duros de los que trata de escapar sin perderles el rostro del todo. Me parece un libro espectacular en ese sentido. 

lunes, 30 de diciembre de 2024

EN BUSCA DEL VIKINGO NEGRO, de Bergsveinn Birgisson

 EN BUSCA DEL VIKINGO NEGRO, de Bergsveinn Birgisson

El autor se dice descendiente directo de un vikingo de hace más de 1000 años. En la tradición de Islandia, resulta posible, dados los datos que aporta. Esa isla estuvo bastante aislada durante siglos. Esa es la justificación directa del libro, saber acerca de este curioso antepasado conocido como Geirmundur Piel Negra, nacido en el 846 en Rogaland, Noruega. La idea más general del libro es hacernos una idea general del siglo IX en el ámbito vikingo europeo. Porque como buen vikingo, navegó todas las aguas que tuvo más a mano: desde Irlanda al Mar Blanco, desde Islandia hasta los fjordos noruegos. Esos son todos los escenarios del libro, motivo por el que seguir los viajes de Geirmundur es tan interesante: diferentes motivos le llevan a cada región, y su descendiente va a sacar conclusiones inéditas de cada uno de estos intereses. Lo que Geirmundur logró al final de sus días fue ser uno de los grandes terratenientes de Islandia. Eso se sabe. ¿Qué significaba eso exactamente? ¿Cómo se conseguía? ¿Por qué, en comparación con otros vikingos más conocidos, protagonistas de sagas, llenos de acciones famosas para la posteridad, Geirmundur no posee una saga, salvo escasas menciones dispersas en las sagas conocidas? ¿Es que no fue un personaje épico? Aquí es donde el autor echa el resto, porque veremos que sí fue un personajazo. Hay que decir que le echa también mucho amor por el tema, una evaluación de las fuentes extensa y mucha implicacion como si quisiera desvelar secretos del abuelo que no llegó a conocer.

Aunque muchos hayamos caído en las redes vikingas a través de las Sagas, todas estas historias, que se han tenido muchas veces por realistas, se deben tomar con más cuidado. No hay más que tomar el caso del prolífico Snorri Sturluson, un escritor de legendarias tramas novelescas con un trasfondo de verdad del que no se sabe donde tiene su frontera con la ficción. Lo bueno del En busca del vikingo negro es su debilidad inicial: se lo nombra escasamente, pero sin saber que hizo. Entonces, ¿cómo llegar hasta él? Por otros procedimientos más rigurosos, históricos y casi detectivescos: la arqueología, la paleogenética y la toponimia antigua. Eso es lo que busca en varios ámbitos geográficos mientras desentrañamos la biografía de este enigmático Geirmundur: la costa noruega de Rogaland, los viajes en busca de materiales estratégicos para sus embarcaciones en las costas del Mar Blanco y su contacto con las tribus del norte de Siberia. Aquí también nos describe un periplo de cabotaje muy interesante, novelando algunas escenas de Hjör, el padre de Geirnundur. El padre casó anteriormente con la hija de un jefe tribal de Biarmaland, o tal vez de las orillas de la desembocadura del río Obi. De esa unión nacería Geirmundur, que se volvió a casar en este nuevo viaje, novelado en parte, con una hija de aquellas regiones polares, donde aprendió algunos conocimientos cruciales en el porvenir de este chico. Como vemos, las posibilidades de lo que pudo ocurrir dentro de lo que nos ofrece la arqueología proporcionan unas aventuras literarias sobre vikingos como yo no había leído hasta ahora. Es entretenido, sin ser novelesco.

Pero la vida de Geirmundur continuó por otros derroteros que lo llevaron a Dublín pasando por las Islas Orcadas y Hébridas, sus peleas y sus alianzas con otros jefes vikingos que serían cruciales para su siguiente paso: colonizar el noroeste de Islandia. El fue de los primeros en llegar, y por allí continúan las indagaciones del autor, sumamente interesante porque aquella isla ha quedado durante siglos como un rincón aislado del mundo, con poco interés por invertir capital para extraer beneficios. Paradigma del tema es el caballo islandés, el descendiente más cercano que se conoce a los caballos de épocas medievales. Los datos que obtiene el autor son múltiples, y él es de allí, puede emplear tiempo y recursos para saber donde habitó su lejano antepasado, donde tuvo sus diversas granjas, como llego a ser tan poderoso y por qué cayó en el olvido... pero eso ya se lo dejo al lector. Una pista: fue por el mismo motivo por el que Snorri Sturluson si nos llegó hasta nuestros días.

Por ponerle pegas al libro, echo de menos un índice como el de toda la vida, mas especifico para encontrar los detalles que has leído fácilmente. Y tal vez el gancho que tiene el título del libro: ¿un vikingo negro de verdad? No exactamente, pero a ese enigma también da una respuesta razonable Birgisson. Confieso que el gancho conmigo funcionó. No me arrepiento si con eso me enganché a esta lectura de casi 400 páginas editada originalmente en 2013.

Ahí lo dejo. Este libro parece ser la saga de Geirmundur Piel Negra que tal vez nunca existió, es decir, una posibilidad de hecho histórico imposible de corroborar al 100%. Pero a diferencia de las sagas tradicionales, el autor si deslinda los materiales que ha utilizado en sus indagaciones y la ficción que a él le han sugerido dichos materiales. Esa parte de ficción, de saga tal y como la conocemos, puede ser sólo probable, o no, pero no imposible, se dan buenas razones para que así sea. Buena lectura no solo para los que nos encanta el mundo vikingo, sino como ejemplo de como hacer otro tipo de historia diferente a las que nos han contado siempre, que viene a ser una mezcla de verdad y trolas a veces muy mal intencionada.

domingo, 29 de diciembre de 2024

LA PIEL DEL ZORRO, de Herta Müller

LA PIEL DEL ZORRO, de Herta Müller


Libro de 1992. El título original era El zorro era ya entonces el cazador (Der Fuchs war damals schon der Jäger), pero ese año la editorial lo suplantó con este otro título más corto, pero menos descriptivo. Cuando vas leyendo estas historias acerca de sus protagonistas, de las que tal vez Adina sea la principal, comprendes que la vida en un pueblo rumano, del Bánato, a unos 30 km de Timisoara, durante la dictadura de Ceaușescu es cualquier cosa menos atrayente, fácil o simple: es la violación de la intimidad, de tu personalidad. Pero si el lector intenta el ejercicio de contar lo que ha leído, es una historia anodina, y puede que él mismo se sienta contrariado por la diferencia entre lo que como lector es capaz de contar y lo que ha sentido, o comprendido, de la experiencia de leer  La piel del zorro. Conclusión: no es fácil decirlo, expresar esa diferencia tan notoria. Si el lector intenta transmitir lo que ha sentido, no lo va ha tener fácil aunque disponga de todo el día para hacerlo: hay muchas imágenes poderosas, metáforas muy fuertes (como por ejemplo el alambre, al que se alude como un símbolo de miseria humana, algo que empobrece el paisaje urbano solo por estar allí, o cuando los propios pájaros viven  sobre ese material enrollado). Faltan palabras para definir lo que les pasa a los personajes porque ellos no se revelan a otros, es la autora quien describe un instante luminoso por momentos en medio de una realidad chusca. Muchos de los momentos reales de la vida de estos personajes son descritos de forma poco realista. Son vivos retazos de impresiones nada sentimentales. Solo son realidades quebradas, como una imagen desde un espejo hecho pedazos. Sin embargo, lo que verdaderamente está hecho pedazos es la piel del zorro, la metáfora más inquietante y potente del libro. A veces comprendes el conjunto del capítulo, en otras no terminas de entender qué suman las partes que la componen, que relación tienen entre ellas, entre las mismas frases de un párrafo. Conviene una lectura sin prisas ni distracciones. La idea precede al sentimiento, y hay que confiar en que este llega, ¡vaya si llega! Lo que cuenta Müller es muy fuerte, por eso su poetica inicial es tan potente, casi desorientadora: hay que recrear las palabras para contar lo que viene en la segunda mitad del libro. Hay que dotar de nuevos matices a las palabras que todos conocemos para luego emplearlas en la historia de la segunda mitad del libro, así funcionan sus 244 páginas. Solo asi, en mi opinión, acabas comprendiendo la imagen total que Müller nos entrega, aunque entiendo que no es fácil. Así es la poética de Herta Müller, una literatura donde las palabras no son capaces de abarcar la vida de una persona por lo que deben ser re-creadas, reacondicionadas a la nueva realidad. Si la realidad de aquella vida era la de un estado totalitario, y una sociedad de continuo espionaje a sus miembros, siempre en peligro de denuncia y extorsión, tenemos ya el caldo de cultivo de esa poética. Por ejemplo, he notado una gradación en cuanto a la intensidad de la vida de lo que se nos cuenta. Una persona simplemente está, o pasa por un lugar, pero es que tal vez lleve algo en la mano, por ejemplo una linterna, o le roza una rama de un rosal, y tanto la linterna como el rosal tienen más vida e intención que la persona. Parece que solo la persona es el objeto apenas animado, mientras que las cosas circunstanciales son las que le dan sentido. Luego hay un paso más en el que todo encaja, un ambiente donde estas cosas suceden y se justifican, como es una puesta de sol al final de la calle, pescar en el río... A Muller le gustan los collages de palabras, se lo escuché en una conferencia en Pamplona, y entiendes entonces que ella da un valor propio, personal, a cada palabra, a cada expresión. Las redimensiona jugando con ellas como piezas sueltas a ver si entre ellas logra decir lo que quiere, que no es por lo que habitualmente se utilizan. El resultado es una experiencia de lectura profunda y muy original. La sensación continua de extrañeza acerca de lo que estamos leyendo, sobretodo en la primera mitad, tiene dos efectos: desmotivar al lector acostumbrado a una prosa más directa en los hechos y evidente en las intenciones, y meter al lector en un mundo imposible de concebir para muchos de nosotros, un estado de cosas irracional, de puro miedo y autocensura brutales: un mundo que Herta Müller y otros millones de rumanos vivieron, y que hasta ahora se sigue viviendo en otras latitudes del mundo y de la historia. Es vivir un estado de ánimo depresivo como lo más habitual del mundo, ese del que nadie, a lo largo de una vida, puede decir que está a salvo, o no le hayan contado de cerca. En Herta Müller, el estilo te lleva al hecho. Si le coges el punto, la experiencia es asombrosa, y si no, tal vez no sea lo que estás buscando.

El ciudadano no es el centro de la humanidad, sino que sus circunstancias son las que le dan lo que es, y no siempre es por humanidad: "Uno dejaría de existir si la luz se posara sobre la rama siguiente". Con el cuento de preservar la sociedad, no existe ni individuo ni sociedad.

Tenemos mucha gente anónima. Dos pescadores en el río, un borracho tirado en una cabina telefónica, un suicida... gente recelosa una de otra, que vive al día no sólo por lo material, sino en cuanto a proyectos, deseos, vida. La vida de cada persona es un misterio para su vecino si piensa en algo más que cubrir las necesidades elementales. Y no rompe esta opacidad de las relaciones humanas el que un personaje se sienta estremecido por algo que le ocurra a otro. Hay muchos símbolos explícitos, como una soga, los álamos como cuchillos o el mechón de Ceaușescu, su ojo negro en un cartel que abunda por todos los lados, paradigma del estado omnipresente y que todo lo estropea. En cuanto a las amenazas de muerte, Müller y sus amigos las recibieron por parte del estado. En realidad, he hecho un ejercicio adicional como lector: he leído El rey se inclina y mata, donde desgrana, de forma bastante abierta e incisiva en su argumentación, cómo su biografía la ha llevado a utilizar este especial gusto por las palabras. También cuenta sus terribles experiencias con los agentes de la Securitate. Merece mucho la pena este contraste entre los dos libros, es muy enriquecedor.

A veces hay momentos de intimidad entre dos personas. Extrañamente, son dos personas que se encuentran alejadas una de la otra por una vigilancia externa: alguien que, incluso sin querer, pasaba por allí. Simplemente se sienten vigilados, es el estado normal de vivir. Eso desata rasgos de penuria material y moral donde debía haber unos minutos de placer, o de libertad, en esos momentos de intimidad. Es el caso del coche metido en el maizal. Parece que todo cuesta lo más valioso en la vida, siempre se retrae, se difumina, se esconde, se acaba disipando en la nada por el miedo al estado. Müller lo cuenta con la naturalidad de todos los días, situaciones engañosamente cotidianas como si contara el paseo de una hora por el patio de la cárcel de un preso condenado a cadena perpetua: quisiera ser lo normal en la vida, convertirlo en un espacio de libertad, pero no lo es, no lo puede ser porque tropìeza con lo muros de la prisión. Dar pocos pasos no es una sensación de libertad. Tampoco lo es el hecho solamente de ir a trabajar todos lo dias o ir al peluquero cuando quieres. Así se mueven los personajes de La piel del zorro

Es una novela compleja de leer no tanto porque no se pueda sino porque al lector este ambiente totalitario, de disgregación del individuo, de sospecha hacia otro, de pobreza pero sin morirte de hambre, nos queda lejos de nuestra mentalidad a dia de hoy. No es nuestra experiencia ni de lejos, y cuesta ponerse en esa vida, interpretar esas sensaciones. Los gestos de los personajes no nos son propios. Esa gente que, da la sensación, no termina de decir lo que quiere decir. Rumania era un país hermético. Contradictorio: lo que debería dar calor, aporta frío. Un sol de invierno, unas manzanas heladas que no calientan el estómago vacío, el humo gélido del tabaco. Las cosas adquieren las características de lo que les rodea; las personas también. 

Crudeza material, es no ser pobres, pero no tener nada. Solo a mitad de novela se empieza a concretar una historia dura de infidelidad, delación, amistades traicionadas y burócratas corruptos. Es una crudeza espiritual la de estos personajes (Clara, Pavel, Ilya, Adena) basada en desviar la atención de cualquier cosa que nos hace humanos o provoque sentimientos de malestar de los que después te debas arrepentir, avergonzar y, sobre todo, esconder ante cualquiera por una delación al estado que por todo está: un mechón de pelo, una peca en el rostro, una polilla en el cuello de la camisa son las marcas de esa persona que te escucha, te pregunta, te observa y te delata... es tremendo el grado de deshumanización alcanzado por estas personas y que generan una apariencia de normalidad exterior. Pero nadie se engaña tanto como para no saber lo que pasa: "yo sé lo que se", frase repetida en la novela, podría haber sido su otro título. La falta de dignidad, la que se roban unos a otros, no lleva a la indignación sino al sometimiento. O como mucho a escapar de Rumania y su dictador cruzando el Danubio a nado. Hasta que alguien estalla en una reacción patética de llanto, claudicación y, finalmente, sometimiento. 

Sin embargo, no todo es tan amargo. El libro avanza y termina con amistades traicionadas, con la poderosa metáfora de la piel del zorro hasta el último día narrado, con la presencia de Ceaușescu más visible y más risible mientras hay dos personajes que deben esconderse de la Securitate. El libro termina con el final del régimen mientras perseguidores y perseguidos, se quedan a verlas venir.

Como lector siento todo lo gris, metafórico y esquemático de la vida bajo la pesada bota de la dictadura, donde seguir un argumento definido es difícil en la primera mitad del libro por lo que comente más arriba. La historia adquiere una línea argumental más definida con lo que les pasa a los protagonistas que escuchan la noticia del colapso del régimen por la radio o el boca a boca. Esa ha sido la estrategia de Müller, atrevida, osada, aún a riesgo de dejar la lectura difícil muy pronto, pero honesta como no puede ser de otra manera en algo tan serio. De esta manera no sólo cuenta el pasado de la gente, sino su futuro porque Ceaușescu no termina nunca de salir de sus cabezas. Lo ha hecho de la mejor manera para que lo sientas, no con una historia típica en la que los personajes se interponen entre el lector y lo que pasó. Aquí se retuerce el lenguaje hasta sacar diamantes expresivos como pocas veces se tiene la oportunidad: es más profundo, veraz y honesto. Y original. 

LAS MONTAÑAS DE LA LIBERTAD, de Josep Calvet

LAS MONTAÑAS DE LA LIBERTAD, de Josep Calvet


Se calcula que pasaron la frontera hacia España, durante la Segunda Guerra Mundial, unas 80.000 personas, de las que fueron detenidas 50.000. Son cifras importantes como para contar esta historia con un estudio detallado de redes de evasión, sus características, el precio a pagar, la importancia de los pasadores, los pasos geográficos utilizados en los Pirineos, el trato recibido en España, etc.

Solo la mitad del libro atiende al paso de refugiados o militares que escapan por los diferentes puntos de paso por los Pirineos, que son muchos y muy diferentes. La otra mitad está dedicada a seguir el rastro de esta gente tras ser apresurada y alejada de la frontera pirenaica. Es decir, se cuenta cómo le fue a esta gente que escapaba de la II Guerra Mundial en los campos de internamiento, en las prisiones, en cualquier centro de detención peninsular o todavía escondidos. 

También hay un cambio de tendencia en la rigurosidad del trato y de la impermeabilidad de la frontera entre los ministros de exteriores Serrano Suñer y Jordana. El primero más germanófilo, el segundo y sucesor era un anglófilo. Corresponde también al cambio de tendencia de la II Guerra Mundial. Y, por supuesto, a la ideología del régimen: cambiar todo lo que haga falta para mantenernos nosotros.

Otro cambio es el de los desertores, presos y escapados: cuando ganan los alemanes, cruzan a España los soldados aliados y los judíos principalmente. Cuando ocupan la Francia de Vichy, el número de esta gente crece. Cuando los nazis empiezan a perder y, especialmente, cuando son echados del sur de Francia por los aliados, empiezan a colarse en España. Y ellos también son internados. 

Las presiones de los gobiernos aliados o fascistas es constante para mejorar el trato a los internados. Lo hacen por medio de muchos representantes consulares ubicados por media España. Además, siempre buscan que el gobierno español los deje atravesar el país y salir de el rumbo a Gran Bretaña, EEUU, etc. El franquismo es como un chicle ideológico, se estira y se encoje a conveniencia del caracter del mandamás que te toque, de la pasta que le sueltes, de lo humanitario que sea, de lo poco profesional que parezca... los casos de escape de España difieren.

Los ministerios de Gobernación y el Ejército  parecen además siempre los más rigurosos en el trato de los extranjeros. Por otro lado, la cronología de estos años deja ver que cada autoridad aplicaba la ley como le parecía. Hubo mucha descoordinación, mucha improvisación y mucha mala sangre. Incluso cuando los malos pasaron a ser los alemanes que huían al final de la guerra, los últimos recluidos, en el típico giro franquista de "si no me valen estos principios, tengo también estos otros". Y mientras, se le saca el dinero a todo el que se pueda desplumar. Como cambiar refugiados por materias primas que se ponen a disposición del régimen y el engorde de sus caciques, no de la población. Y todo así.

Con respecto al tema del franquismo y de España en el Holocausto, el autor dice: "Se ha podido documentar que algunos de los judíos entregados a los alemanes acabaron en campos de exterminio. Esta evidencia pone de manifiesto la colaboración de Franco con el Holocausto y cuestiona la versión extendida de que España dispensó un trato preferente a los refugiados judíos".

El final del libro se dedica a dos campos de de concentración: el de Miranda de Ebro, por el que se preguntó en el parlamento británico y apareció denunciado en el New York Times, y el más brutal de Nanclares de Oca. Esto, junto a algunos incidentes durante la liberación de extranjeros, hace que regrese con mucha razón la historia, que no leyenda, negra del franquismo desde sus orígenes. Historia bien difundida y con suficientes motivos por los evadidos de la guerra, civiles y militares, que cayeron apresados por el régimen militar de nuestro país. Las autoridades los trataron a la mayoría muy mal sin más motivo que el ideológico.

Lo que no cuenta son testimonios de gente que pasó las penurias pirenaicas de agotamiento, mal preparados, escondidos, a veces engañados por los pasadores. Este tipo de historias no son contadas por el libro significativamente, más allá de alguna anécdota.

viernes, 6 de diciembre de 2024

CIELOS VACIOS, de Georges Ferdinandy

CIELOS VACIOS, de Georges Ferdinandy

Georges Ferdinandy (1935-2024) es un húngaro que escapó tras la represión soviética del 56 y, después de varios otros países, se afincó en Puerto Rico durante 36 años, tiempo que dedicó a dar clases en la universidad, a traducir y a escribir sobre todo cuentos, género por el que ha alcanzado cierta fama. Estos 5 relatos tienen esos años caribeños como referencia, y el que más me ha gustado de ellos es el relato titulado "Chica". Los dos primeros no me interesaron demasiado acerca de lo que contaban, me parecieron bastante planos, aunque con un interés sincero de la voz narrativa por el mundo que lo rodea. El autor casi se mimetiza con ese narrador, a veces femenino también, que lo observa todo, cuenta lo que pasa a su alrededor y como le van las cosas en un medio lleno de contrastes: la gran diferencia entre la vida de los hombres y la vida que llevan las mujeres de la isla, el anhelo de llegar a EEUU en contraste con la gran decepción que sufren después, la gran diferencia que supone tener un trabajo normal y no tenerlo... hay mucha observación de la vida del prójimo. Las personas no son genéricas en estos relatos, hay mucho cariño e interés por saber cómo lo están pasando, casi como el que podríamos tener hacia un vecino nuestro al que conocemos y tratamos desde hace tiempo. En cierto modo, cuenta de forma los años consumieron a estos personajes desde la extrañeza frente de lo que les pasa, porque intentan dar un sentido a sus vidas cambiando de dirección vital, haciendo cosas que les desarrollen como personas (un mejor trabajo generalmente), pero parece que todo, por un ambiente hostil, acaba siendo inútil. Hay un poco de fracaso al final del proceso temporal de cada narrador, de cada cuento, es un tono de fatalidad que surge de momentos oscuros en la biografía que, por lo demás, se nombran como quien no quiere volver a los detalles de esos malos momentos.

Libro fácil de leer, de 104 páginas, y no hay mucho más de este autor en España que yo haya localizado. Al principio, el libro cuenta con una interesante introducción que nos acerca un poco más los relatos.

MI VIDA EN LA MAFIA, de Vincent Teresa

MI VIDA EN LA MAFIA, de Vincent Teresa


Vincent Teresa (1930-1990) pertenecía a la mafia de New England. Su padre venía de una familia mafiosa, pero no se dedicó a ello; su abuelo si. Un tío suyo también. Y Vincent (Vinnie para los coleguillas) aprendió pronto las mañas para ser un ladronzuelo que pasó a la mafia empezando con timos, robos y atracos a bancos y a casas de juego. De cada experiencia, y el libro son todo anécdotas en orden cronológico, cuenta numerosos detalles, la vida de compañeros de profesión, sus jefes, historias todas de la mafia antes de que las contarán Francis Ford Coppola o Mario Puzo en El Padrino. De hecho, es el mejor libro que he leído para entender a esta gente.

Algunas de las muchísimas historias de la mafia cuentan con los primeros Don, los de la época de la Prohibición del Alcohol, gente ella misma que había salido ha matar policías y sobornar políticos, pero que en los 60 ya eran viejos carcamales a punto de ceder el testigo. El libro es también el contraste, muchas veces sangriento, entre esta generación y la que pide paso.

Teresa también profundiza en el funcionamiento de la mafia, en la integridad de sus componentes (dispuestos a traicionar a cualquiera, dentro y fuera de la Organización), la comunicación vertical desde el primero al último. El respeto, el silencio, el hacer de muro ante la autoridad y comerte los marrones de tu jefe superior. La historia de asesinos a sueldo como Barboza. El trabajo de las prostitutas en los clubs más famosos de Boston, su relación con los jefes inmediatos, Henry Tameleo o con el gran jefe Raymond Patriarca. Las estafas a las aseguradoras de incendios. Los entresijos entre familias de otros estados, grupos, jefes... todo son anécdotas una mejor que otra. Por ejemplo, ¿os acordáis del personaje de la película El Padrino, llamado Moe Greene? Pues él, el actor Alexandro Petricone que se hacía llamar Alex Rocco, estando en una playa con su novia, dio comienzo a una guerra entre 2 clanes irlandeses que supuso más de 50 muertos. Así lo cuenta Teresa en un capítulo escalofriante. Podéis leerlo resumido también en Wikipedia. Los descuidos, las cagadas y cómo se recomponen los caídos en desgracia (cuando pueden). Todo esto lo ha visto Teresa, y en ocasiones, como el cometer cagadas y salvar el culo en el último momento ante sus jefes, son cosas que ha vivido. El narrador, Thomas Renner, enlaza todo este anecdotario de memorias y le da un ritmo intenso a las 350 páginas de pequeña letra, la típica de los libros del Círculo de Lectores de los años 70 (mi ejemplar). Articula los entrecomillados de Teresa con sus explicaciones para avanzar en la trama.

Otro pelotazo de historia es el asesinato de Anastasia, un gran Don, el jefe de Asesinatos S. A. Teresa cuenta cómo surgió ese contrato, como se pusieron todas las familias de acuerdo y quienes lo ejecutaron. Pero las historias de ajustes de cuentas entre gangsters y familias son lo habitual de lo que cuenta Vinnie. Una gran parte del libro se dedica a cómo operan los contratos para asesinar, como se estafa a los ingenuos que se creen listos,  y el tema de los casinos, como los utilizan para organizar partidas de cartas durante una semana. El caso del casino de Haití con Papa Doc, y El Colony de Londres son los más entretenidos. Más negocios turbios: la venta de bonos estatales, reales o falsos. Este negocio le sirve, además, para justificar que si él es un pícaro mafioso, fuera de la mafia hay demasiada gente 'de bien' que se deja corromper por pura avaricia y que le es indispensable en sus negocios. También su relación con una prostituta, Rosie, es otro flanco de su vida. Es la que, en parte, le hace bajar la guardia. Por aquí se hacen negocios en los casinos de Las Vegas, se recuerdan cosas de Dean Martin o a Frank Sinatra. 


Es curioso ver cómo en el FBI estaba tan desesperados por pillar a esta gente que acabaron consiguiendo pruebas de delitos por métodos ilegales, como poner micrófonos sin orden judicial. A veces consiguieron su objetivo, pero con los años el estado tuvo que exonerar de culpa a los mafiosos e indemnizar a ellos (o a sus descendientes) millonariamente. Por ejemplo, al propio jefe de Teresa, Raymond Patriarca. 

También lo es que incluso la generación de Teresa fuera todavía de las que se criaron en la pobreza de las grandes urbes norteamericanas. Y eso les da una pátina de dureza y también cierto compañerismo en este mundillo. Teresa cuenta que, siendo italiano, le ofrecieron entrar en la mafia, pero el quiso ser siempre más independiente aunque después rindiera cuentas de sus negocios. Era de esa gente que maneja muchos millones de dólares de la época pero cuando los condenan en un juicio sudan horrores porque han dejado muy poco a su familia. De manera que, metiéndose en la década de los 70, Teresa ya va concluyendo el destino de varios de sus socios: los fue delatando conforme el FBI le aseguraba un trato favorable. De hecho, la ley de protección de testigos es de finales de los 60, y fue algo que las familias tardaron en comprender. Ya no podrían alcanzar a los chivatos, y un socio demasiado agraviado podía escapárseles por esa vía haciéndoles un roto inmenso. Es lo que pasó con Teresa.

Cuando entró en la cárcel, en junio de 1969, tras 28 años de delitos y 32 arrestos, Teresa pesaba 150 kg. A final de año decidió colaborar y su testimonio condenó a 21 mafiosos y proceso a otros 27. Los últimos capítulos nos cuenta lo que le empujó a convertirse en un delator para los federales: en general, puede decirse que con el encarcelamiento de sus jefes, los códigos de lealtad desaparecieron y algunos se dedicaron a estafar a sus compañeros en cuanto vieron la oportunidad. Es lo que le pasó a el. La debilidad de Teresa entre rejas jugó en su contra, y fue perdiendo millones en cuestión de semanas. En la trena siguió siendo ordenado y metódico con sus intereses, conoció a Provenzano y a Jimmy Hoffa.

Ya fuera del libro, si acudes a la Wikipedia, verás que Teresa no dejó de ser nunca un delincuente aun estando libre. Su querido hijo Wayne, que en el libro es un crío, acabó con cadena perpetua por matar a un hombre.

En definitiva, un libro muy entretenido, bastante verificado por el FBi en lo que cuenta, aunque uno puede imaginar lo que no cuenta cuando a su alrededor todos si lo hacían (matar adversarios). Muy ilustrativo de lo que era la edad dorada de la Mafia en Estados Unidos.

FUEGO Y CENIZAS, de Michael Ignatieff

FUEGO Y CENIZAS, de Michael Ignatieff


Me gustó lo suficiente EL ÁLBUM RUSO como para repetir otro libro de Ignatieff. En este, una reedición de 2014, nos habla sobre lo aprendido de política real al aspirar a primer ministro de una potencia del G7, Canadá. Porque de enseñar política en la universidad, de escribir libros y ser un político de salón ya sabía, era esa su carrera profesional hasta que el Partido Liberal, el que gobernó mayoritariamente el siglo xx canadiense, le ofreció la oportunidad de presidirlo mientras ese partido se hundía en las encuestas. 

Su historia recuerda un poco a la de Vargas Llosa, un reconocimiento de su exceso de ambición, de sus errores de valoración propia y del entorno. Pero es más concreto, didáctico y ofrece mucho menos autobombo. Contando su experiencia Ignatieff no solo la disecciona, también da gracias por la gente que conoció, con nombres y apellidos, que por muy masilla que fueran, lo dieron todo por él. Entre lo que exalta y lo que calla, queda además la sabiduría aprendida tras el error de presentarse a primer ministro. Y es con lo que me quedo pasadas las muchas anécdotas que no están nada mal. Lo resume en el último capítulo, extraordinario. Es una lectura amena y con tono muy personal. Añadir que Canadá, según he leído, por su estructura estatal, estaría en condiciones de entrar en la UE si fueran europeos. Por tanto, no están extraño su sistema para nosotros como EEUU, y eso hace más comprensibles los pasos que va dando Ignatieff en su carrera política desde 2004 hasta 2011.

Es un manual de aprendizaje de políticos, sobre lo que uno hace, lo que debería hacer y, ante todo, lo que no debería haber hecho nunca él, porque la lista de sus tropiezos o malas evaluaciones de la situación política es larga. Eso sí, disfruta los pocos aciertos en su carrera de oposición al gobierno y postulación al cargo de primer ministro. Ignatieff es un tipo muy interesante de leer.

Fuego y cenizas, un muy descriptivo título, puede ser una forma de que nosotros, los ciudadanos, podamos entender la letra pequeña bajo los titulares periodísticos, porque, de forma más relajada, con perspectiva y sin alborotos, va desgranando la verdad de muchas actuaciones de nuestros políticos, las que habitualmente apreciamos que poco tienen que ver con los intereses de la ciudadanía. Porque si algo queda claro, es que estos políticos buscando titulares están muy lejos de los intereses ciudadanos. Parece ser que el ciudadano es el que debe asumir los intereses de ellos, jalearlos como en un estadio. La experiencia de Ignatieff es la de un hombre que no lo entendió bien hasta que por puro orgullo, se metió él solo en política durante 6 años, por invitación también. Era un mundo que creía conocer como intelectual y que, a la hora de la verdad, desconocía. El tono tirando a humilde del texto le otorga la confianza del lector: llevó a su partido, el más importante de Canadá, a los peores resultados de su historia en las elecciones generales del 2011, y ahí tiró la toalla. El último capítulo resume su mensaje al que quiera dedicarse a esto, es muy bueno. Ya no es un tipico politico el que escribe, sino un hombre con sus ideas políticas, como cualquier persona. Un exlíder de la oposición al que se le puede escuchar por tres motivos: su formación académica, su experiencia política, y porque parece buena gente (no le han pillado en nada negativo que yo sepa y valora el trato con el otro, no lo desprecia). De hecho, hay un mantra que recorre las 225 páginas del libro: cómo ganarse el derecho a ser escuchado. Los otros temas son el partidismo, el valor de las ideas propias frente a la conveniencia de ellas en cada momento, el oportunismo, la destrucción del oponente, saber por qué está uno en política, el trato con los que ayudan a ganar elecciones, el valor de la lealtad y la lealtad mal entendida dentro del partido, el respeto al ciudadano, el valor de la democracia. Habla de quién puede valer para político y quien no, sin entrar en temas de corrupción que no deberían ser ni discutidos (la corrupción no se discute como buena o mala, mejor o peor, se rechaza como premisa), sino desde otros principios que uno debe valorar conforme va perdiendo la inocencia en este juego.

También es otra forma de interesarse por la política reciente del país, si te gusta Canadá más allá de los tópicos, como es mi caso. 

Lo que no se trata, claramente, es de un manual para ganar elecciones. Pero sí con varios motivos para perderlas.

Por supuesto, este es el típico libro del que uno piensa: todo el mundo debería leerlo porque, ¿quien no está echando pestes a cada rato de lo que pasa? Creo que criticar es lo más fácil, pero también es el primer peldaño del interés por algo. Lo siguiente es informarse en profundidad y aprender con los mejores. A nivel internacional, Ignatieff es uno de los que nos pueden valer. Este año sin ir más lejos, se le concedió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

domingo, 1 de diciembre de 2024

LA TIZA ROJA, de Atilano Alonso Ruiz

LA TIZA ROJA, de Atilano Alonso Ruiz

Tenemos una autobiografía de esas que recorren la historia de España de una época a otra, la que va de hacer la mili poco más que con una lanza hasta la época mucho mas sofisticada en la que los misiles nucleares apuntan hacia la destrucción de la vida humana. El autor nació al norte de Palencia, cerca de Cervera del Pisuerga, allá por 1900, donde el atraso social y económico solo era superado por una buena herencia o con mucho esfuerzo. La segunda opción es la tomada por Atilano, que no era de familia de posibles, pero tampoco tan tonto o acomodado a las circunstancias como para no hacerse profesor de colegio titulado, ganar dinero poco a poco, casarse, hacer familia, comprar terrenos agrarios para prosperar. Hasta el 36 son las cosas que cuenta, se le ve bastante orgulloso de esto, muy gallito, sacando pecho de prosperidad y de sus ideas. Un ascenso social que le crearía muchas envidias incluso dentro de su familia. De esas que te mandan a la cárcel o al paredón. Que le hundieron el pecho. Como republicano en el frente norte, cuenta como fue el colapso de esa bolsa de resistencia, como acabó encarcelado. Si no fue paseado de madrugada por las fuerzas falangistas, se debió a sus contactos en el bando rebelde. El ser un simpatizante comunista no fue incompatible con una persona defensora de los más elementales derechos humanos, de la vida humana.

Llegaron las torturas de un tal Liaño, las cárceles por Reinosa, Santander y el País Vasco. La persecución de un conocido torturador franquista, Meliton Manzanas. Como el hambre y las enfermedades de sus hijos (murieron dos), le hicieron mirar hacia delante y volver a ser un trabajador duro y eficaz, haciéndose valer por sus conocimientos culturales y pedagógicos para obtener mejores puestos y remuneración sin renunciar a sus principios humanísticos. Asi se jubiló en Renteria, donde concluye esta biografía con visos de ajuste de cuentas contra el mundo, hacia 1983.  Por tanto, describe, el infierno y la recuperación (con sobresaltos e incertidumbres) de un hombre que no solo lo había perdido todo, sino que muchos en su lugar habían sido fusilados.

La valoración del testimonio me merece algunas consideraciones. La primera es la subjetividad de los hechos. Evidentemente, tendemos a quedar siempre mejor de lo que somos, y aquí huele a lo mismo. Eso lo hacemos todos, somos asi. Sin embargo, hay muchas cosas sobre las que no se puede mentir, y yo le creo en casi todo. Otra cosa es que, en varias ocasiones, sus opiniones, con nuestra sensibilidad actual, parecen las de un viejo carcamal, por ejemplo al referirse a la nuera. Por otro lado, da nombres y apellidos, siempre que lo recuerda, de quienes le hicieron daño a él o su familia (pero daño de verdad): echa pestes de la Iglesia, del estado franquista, de unos cuantos de su pueblo. Por contra, deja en buen lugar a los Requetés (a navarros y vascos en general frente a los castellanos), a la Guardia Civil (aunque él mismo lo avisa, es su experiencia con ellos). En ese sentido, agradezco que el editor no limara asperezas, porque le da un sabor de autenticidad al texto como pocas veces se encuentra uno. También decir algo que siempre he creído: si estos hombres son de izquierdas, como debían ser las personas de derechas hace un siglo. Son gente ruda, que no duda en resolver las broncas con los puños o a tiros de escopeta, a pedradas si hace falta, una generación muy basta en muchos aspectos de la vida que contrastaría enormemente con nuestra sensibilidad social actual. 

Por último, creo que es una buena lectura para insertarla con otras de la época. Complementa la visión que podemos tener de España antes de la Guerra Civil, durante ella y la de después. Por ejemplo, he leído a renglón seguido los prólogos de un libro tan característico como Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, de Ronald Fraser. Se entienden mejor las grandes diferencias entre clases sociales, donde unos querían seguir igual porque a ellos ya les iba bien, mientras otros estaban dispuestos a todo lo que hiciera falta para prosperar, aunque no les dejaran. Una España muy muy atrasada desde el Rey al último mendigo pasando, por cualquier industrial, capitalista, alcalde o agricultor.

Es una historia subjetiva, por supuesto, como lo son todas las historias personales, pero también es muy valiosa. Y también entretenida, que es por donde se han de empezar estas historias.

jueves, 21 de noviembre de 2024

TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith

 TRES MUJERES EN WATERLOO, de Eaton, Lancey y Smith

Hay muchos géneros concretos de la literatura que me gustan, y uno de ellos son las memorias escritas por quienes estuvieron en el meollo de un acontecimiento crucial para la posteridad. Waterloo es más que una canción de ABBA con la que conquistaron el festival de Eurovisión allá por el año 1974. Es el villorrio de 1815, a corta distancia de Bruselas, donde Europa conquistó un cierto tipo de libertad que no era la napoleónica. Es un claro pretexto para un What if, una de esas ucronias acerca de qué hubiera pasado con nosotros los europeos si el corso hubiera dominado Europa desde Londres a Moscú.

Pero en Waterloo lo que hubo fue una matanza de hombres, desarrollada en dos días, el primero, 17 de junio, con un resultado más o menos incierto según se mire. Pero el día siguiente los ejércitos de ambos bandos pusieron todo lo que tenían sobre el tapete verde de los pastos, cultivos y bosques del lugar. Napoleón salió perdiendo de manera definitiva. Y la gracia de este libro son las tres experiencias de otras tantas mujeres que, si no pelearon a bayoneta calada, si acompañaron a sus esposos, oficiales ingleses, hasta donde les estaba permitido. Desde Bruselas escuchaban las salvas de artillería. La marcha forzada de las compañías armadas corriendo por las calles hacia el campo de batalla penetraba por las ventanas de la ciudad. Los carros cargados de heridos penetraban hasta los portales buscando donde acomodarlos. Pero lo más veloz eran los rumores del descalabro de las tropas inglesas, el miedo a la llegada de los dragones franceses arrasando con la población de una ciudad que no tenía defensas. Encontrar la verdad entre lo que estaban viendo y escuchando es uno de los grandes temas a los que se acercan estas tres mujeres que dejaron sus recuerdos años después por escrito. Por supuesto, ellas son testigo de cómo la muchedumbre de tropas aliadas se concitaron en Waterloo, cómo se vivieron las horas previas, y nos describen con bastante realismo el estado en que se encontraba el campo de batalla cuando todo terminó, el coste humano de la victoria inglesa. Del lado francés no hay testimonios en este libro, una pena.

La primera es Charlotte A. Eaton fue conocida en su tiempo como escritora de viajes, y eso se nota en su implicación con los efectos de la batalla. Tiene algo de mirona, de reportera de la actualidad. Es la más hooligan de las tres, hasta el punto de que para no sonrojar más al lector, el editor ya advierte de que evitó los pasajes más laudatorios hacia el ejército y su patria (no aportan nada). Aun así, quedan párrafos de esos que me he saltado. Pero el resto es muy descriptivo y entretenido desde su llegada a Ostende, en los Países Bajos, hasta su salida hacia Inglaterra por el mismo puerto. Ella se centra en los prolegómenos de la batalla, la tremenda incertidumbre para los ciudadanos que acompañan a los aliados y el sufrimiento que la victoria provoca en quienes vuelven de ella con vida: los heridos, porque sobreviven con suerte (y ya es suerte que los recojan del campo de batalla). Están los soldados que perdieron a sus hermanos de armas, está la familia que siguió a estos soldados, y que, aun sin terminar la batalla, en cuanto saben que han caído, se meten en el fregado para llevarse al herido y curarlo, o acompañarlo en sus últimas horas, o recuperar el cuerpo, si es posible, antes de que sea robado de pertenencias, normalmente desnudado y perdido en alguna fosa olvidada entre los miles de cadáveres de soldados y caballos que por Waterloo quedaron. No fue el caso exactamente de esta mujer, que paso por el campo de batalla tres semanas después del último disparo. Mientras se pasea por Bélgica y los Países Bajos, poniendo a caer de un burro a los segundo y tratando con insultante condescendencia a los belgas. Por suerte para el lector, esta es una edición crítica, con numerosas anotaciones, y pasados dos siglos de aquello, podemos ajustar ajustarle las cuentas a esta nacionalista inglesa y señalarle los muchos muchos e injustos errores que comete tanto en datos que aporta como en las valoraciones que le merecen algunos contendientes y algunos sucesos de la batalla. Está claro que los vencedores describieron la batalla como mejor les convenía. Desde Wellington y la autora es lo que se ha transmitido hasta no hace mucho con muy pocos que les llevaran la contraria. Esta muy bien entender el ambiente que se respiraba por parte de algunos ingleses: ultranacionalista, confiado a ciegas en su destino, un destino que iba a llevarse por delante cualquier oposición (como así ocurrió durante mucho tiempo después). Es el texto más largo.

La segunda mujer es también famosa por motivos más tristes que la anterior. Su nombre, Magdelene de Lancey, era conocido porque estaba recién casada con su marido William, un hombre joven y muy prometedor perteneciente al estado mayor de Wellington. Se encargaba de la logística para entendernos, y fue una buena elección por parte del Duque, porque las batallas se empiezan ganando gracias a una buena logística. Sin ella hay que encomendarse a la suerte. El resultado de Waterloo se debe también a este William de Lancey. El caso es que, estando en una posición de dominio visual de la batalla junto al estado mayor, al lado del Duque de Wellington, le alcanzó una bala de cañón que no lo mató de milagro en ese momento. Su mujer se entero muy pronto y corrió a socorrerlo durante los días que aguantó vivo, primero en el mismo campo de batalla y luego evacuado a Bruselas.

La tercera experiencia es la más corta, nos la narra Juana Smith. ¿Y quién era esta mujer? Una española, y de lejos, la más interesante de las tres. El editor ha tenido el acierto de repasar la biografía de esta extremeña que, con catorce años, se fue con un oficial inglés cuando los franceses fueron expulsados de la península ibérica. Su historia en Waterloo es muy sumaria, más allá del susto de que su marido estuviera muerto, cosa que no pasó. Ambos vivieron lo suficiente como para vivir muchas vidas diferentes en Inglaterra, Sudáfrica y la India al servicio de su majestad y alcanzando honores y prestigio elevados. Casi es más intensa el resto de sus vidas que las jornadas de Waterloo.

El libro no tiene nada que ver con aspectos de estrategia militar, ni con los fallos o aciertos de uno u otro bando. No va de eso. Va del costo humano de estas aventuras vividas en primera persona, escritas por mujeres que sufrieron sus consecuencias, una salió sin pérdidas remarcables, otra se llevó un buen susto, y otra perdió a su marido. No se les puede pedir imparcialidad, pero esa misma actitud ya es una verdad histórica, tanto si erraban en los datos o si eran más hooligans de Wellington o de Inglaterra que una cuadrilla de aficionados del Arsenal FC.

sábado, 16 de noviembre de 2024

EN TIERRAS BAJAS, de Herta Müller

EN TIERRAS BAJAS, de Herta Müller


Usando el costumbrismo, estos relatos trascienden con mucho cualquier lectura acerca de cómo vivían los rumanos descendientes de alemanes en el oeste del país. Ciertamente es una vida rural, precaria, muy tradicional y apegada a valores ultraconservadores dentro de la población desconectada de la idea de progreso y modernidad. Pero hay un aliento de vida que se resiste a perecer del todo en esta voz de niña que nos habla en cada cuento: una desesperanza tristísima, una pérdida de cualquier horizonte alejado del lugar donde viven, la herencia obligada de unos valores muy poco humanizadores encarnados en los adultos... dentro de un estado comunista, el rumano, allá por la época de Adenauer como refleja alguno de los cuentos. Tiene algo de autobiográfico, así que podrían estar en la década de los sesenta a unos 40 km de Timişoara. Es curioso cómo, sin haber salido de la tierra que los vio nacer, todos estos personajes parecen desarraigados de sí mismos. Como puede suceder esto es de lo que se encarga la autora de mostrarnos.

Me han recordado desde muy pronto el mismo ambiente que se respira en algunas escenas de las películas de Bela Tar, o la película El pájaro pintado de Vaclav Marhoul: un mundo duro, poco estimulante para una niña, en el que vivir a la defensiva, y guardarte tus sentimientos... hasta que ya no merezcan la pena sino para ir tirando en un mundo violento. 

Los dos primeros cuentos ya te dejan noqueado: son cortos de extensión, pero muy largos en el regusto que dejan en el cerebro. De esos que me dejan pensando en esa pregunta tan estimulante: ¿Qué diablos acabo de leer? ¿Cómo es posible haber escrito algo así, con coherencia completa de significado pero del que me siento todavía expulsado? Lo vuelves a leer porque quieres entrar ahí, es cuestión de minutos y vuelves a levantar la cabeza del libro, sorprendido por esa sensación de extrañeza, pero habiendo comenzado a comprender. No es solo una experiencia de la vida distinta a la mía la que transmite Müller, es otro lenguaje mucho más conciso, depurado de palabras superfluas, párrafos tremendistas y frases melodramáticas, el que te propone como envoltura pero también como contenido. Lo costumbrista de las escenas rurales que se cuentan desde una cierta intimidad infantil es solo la pista de despegue de todo lo que nos transmite la autora.

En tierras bajas es el cuento más largo, el central, de este libro de 190 páginas según mi edición de Debolsillo. Son historias que cuenta la niña viviendo en su aldea de suabos con una madre de trato duro, resentida con su marido y amargada por la vida. La abuela con sus supersticiones y manías, el padre hosco, de los que procuran escapar de casa con cualquier pretexto, haciendo negocios con el camión por ahí. Las pequeñas escapadas, chispazos de la imaginación para desaparecer por unos minutos de esa soledad, de ese encierro que es vivir tan atrasados... el relato traspasa con cierto lirismo la cara más anodina y a veces brutal de la vida diaria: desde el sexo hasta la muerte, todo forma un continuo sin mucho significado ni especial interés, y se comentan descarnadamente como algo más dentro del pasar de los días, aunque el sexo sea violación y la muerte la pérdida de alguien querido. Sin embargo la niña no se engaña: se da cuenta que todo esto la está marcando enormemente, pero no sabe cómo salir de esto antes de acabar como los adultos. Desea el afecto y recibe un bofetón. Queda la sensación de que ser feliz en esta tierra es algo que se desconoce y no se enseña: por ejemplo, cuando lo intenta en la bañera, desnuda. Parece ser que es la lección que está aprendiendo esta niña: aguanta hasta que otros te tengan que aguantar. Es ese lenguaje directo de una niña que no se censura como sus mayores, pero que está aprendiendo que es la vía de escape para vivir en esa tierra, las tierras bajas. Por otro lado, el estado parece lejano, aquí la única autoridad es la muy brutal y descarnada que ejerce la familia de una manera, como vemos, muy efectiva. Ellos mismos suplen al estado con su brutalidad sin ser estorbados, lo que retrata al estado que no ve necesidad de intervenir.

El último cuento, muy corto, dedicado al extremo absurdo de la rutina de un día cualquiera. Muy expresivo, como todos, pero directo como no lo hay otro en este libro de cuentos de múltiples lecturas. 

El regusto que me dejó este libro es el de una muy eficaz despliegue de sentimientos elaborados con descripciones certeras, libres de palabras superfluas, y con metáforas candentes ante los ojos, casi explosivas, de la vida diaria. En contraste, encontramos los refugios que encuentra la niña en su imaginación con los mismos elementos de la vida que la rodean. Creo que son sentimientos tal vez muy elaborados, miradas muy perspicaces para una niña, pero tremendamente evocadoras para cualquier adulto que se precie de serlo, ya sea a 40 minutos de Timisoara en coche o al otro lado del mundo. Así es el poder evocador, liberador y universal de Herta Müller en este libro.