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miércoles, 30 de mayo de 2018

RAZONES DE LA GUERRA CIVIL PARA AZAÑA. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda

RAZONES DE LA GUERRA CIVIL PARA AZAÑA. FRANCO, EL ASCENSO AL PODER DE UN DICTADOR, de Andrés Rueda 

  "Manuel Azaña en La velada en Benicarló. La revolución abortada hace un diagnóstico exacto de las motivaciones del 18 de julio: «Odio destilado lentamente durante años, en el corazón de los desposeídos. Odio de los soberbios, poco dispuestos a soportar la insolencia de los humildes. Odio de las ideologías contrapuestas, especie de odio teológico, con que pretenden justificarse la intolerancia y el fanatismo».

ALDEANOS CHIPRIOTAS. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

ALDEANOS CHIPRIOTAS. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell 

    "Y era también una forma de viajar quedándose inmóvil, sentado bajo un olivo, con un jarro de vino al lado. Michaelis había sufrido de cálculos y su gran peregrinaje en busca de una cura era una saga en sí misma. Había recorrido la verde cima del Olimpo para buscar la maravillosa imagen de Kikko; había jadeado por el polvoriento camino trazado a través de la verde llanura, hasta el pozo seco donde se encontraron los huesos de Bernabé, cerca de Salamis. Consultó la reseca cabeza de San Heracleido, en su caja de vidrio, y tocó el terciopelo rojo con el dedo para llevarse un poco de polvo de la reliquia, que sorbió con la fosa nasal derecha. Todo inútil. Todos le decían que tendría que someterse al bisturí. Pero, quien sabe por qué no podía creer que los santos de la isla lo abandonaran, aunque los manantiales de aguas minerales no le sirvieran de nada. (Yo me enteré de las cualidades de los mismos, que él ilustraba con una serie de muecas, de modo que cada manantial tiene una imagen que lo acompaña. El peor de todos, Kalopanaiotis, provocaba ruidos intestinales que sugerían algo aun más poderoso que las oraciones de San Bernabé. Golpeando con el puño contra un dintel, imitó esos ruidos y agregó: «Días y noches de implacable bombardeo, después de beber apenas un litro». Pero al cabo encontró su cura. En la dramática escarpa en que se yergue Stavrovouni, dijo sus oraciones ante la sagrada reliquia que, según afirmó, era parte de la cruz del Ladrón Penitente, legada por Elena, la grande y buena emperatriz. («¿Emperatriz de dónde?» «No sé».) En un sueño se le dijo que debía vivir durante dos meses sólo del zumo de las manzanas y cerezas de Prodromos, y eso lo curó por fin."

lunes, 28 de mayo de 2018

LO ETERNO, de Blas de Otero

LO ETERNO, de Blas de Otero 

"...Sólo el hombre está solo. Es que
se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
—ese río del tiempo hacia la muerte—.
Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contra muerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos..."

jueves, 24 de mayo de 2018

NOCHES EN LA ISLA. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

NOCHES EN LA ISLA. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell 

    "La luz de las lámparas, el vino y la buena conversación cerraban los márgenes del día, de modo que uno se dormía de noche con una sensación de hartura, de plenitud, como si no fuese a despertar nunca más."

LA CONSTITUCIÓN. SENTIDO COMÚN, de Thomas Paine

LA CONSTITUCIÓN. SENTIDO COMÚN, de Thomas Paine 

    "...origen y nacimiento del gobierno, que solo es necesario en el mundo a falta de virtudes morales; su objeto y fin es la libertad y seguridad; y estos principios de justicia, dictados por la naturaleza y confirmados por la razón...
   (Acerca de los gobiernos): que la maquina mas sencilla es la que está menos expuesta a descomponerse, y la que, una vez descompuesta, se repara con mayor facilidad guiado por esta máxima, haré unas breves observaciones sobre la famosa y decantada constitución inglesa. Convengamos en que fue buena, respecto a los tiempos de tinieblas y esclavitud en que se formó; porque cuando el mundo todo gemía agobiado bajo el peso de la tiranía, la menor mudanza hacia el bien era dar un paso a la libertad: pero es fácil demostrar que esta constitución es imperfecta, sujeta a convulsiones, e incapaz de producir lo que parece prometer.
   Los gobiernos absolutos (aunque son una vergüenza de la naturaleza humana) tienen en sí la ventaja de ser sencillos; si el pueblo sufre, conoce bien la raíz de donde dimana su pena, y no está expuesto a confundirse y perderse en la variedad de causas y de remedios. Pero la constitución está tan extremadamente complicada, que la nación puede sufrir por muchos años, sin poder descubrir en qué parte está el mal que le aqueja; unos dirán aquí, y otros acullá, y cada médico político recetará un emplasto diferente....
   ¿Cómo pudo el rey obtener un poder, que el pueblo teme confiar, y que siempre está obligado a coartar? Un poder semejante no puede ser el don de un pueblo sabio, ni tampoco lo puede ser de Dios, siendo un poder que necesita de restricciones; con todo, la constitución lo concede y supone existir semejante poder.
....
    porque así como nosotros nunca estamos en aptitud de hacer justicia a otros, mientras continuamos bajo el influjo de un partido dominante; así también somos incapaces de hacérnosla a nosotros mismos, mientras estamos dominados de una ciega pasión: y así; también, como un hombre aficionado a mujeres prostituidas es incapaz de conocer la felicidad que promete una esposa virtuosa; así una preocupación a favor de la constitución podrida de un gobierno, nos inhabilita para distinguir y juzgar el mérito de otra buena"


EL ORIGEN DEL LIBRO 'LAS MONTAÑAS DE BUDA'; DE JAVIER MORO. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

EL ORIGEN DEL LIBRO "LAS MONTAÑAS DE BUDA" DE JAVIER MORO. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana 

   "...unas mujeres tibetanas que habían encontrado por el camino y que se habían escapado de Tíbet. Aquellas mujeres resultaron ser dos monjas amigas de las religiosas que meses antes Rigga y yo evacuáramos a India.
   Cuando Jordi y Mercé regresaron a Barcelona, comentaron al escritor Javier Moro lo del encuentro con las monjas. Javier se interesó por este tema, que le sirvió de inspiración para escribir su libro Las Montañas de Buda, un testimonio extremadamente auténtico que relata con la sensibilidad que caracteriza el estilo de este escritor la vida de las monjas, su huida y la trayectoria del viaje por las montañas del Himalaya.
   Cuando Javier decidió llevar a cabo su proyecto, se pasó por Nepal para conocerme, documentarse y hacer el mismo recorrido que hicieran las religiosas hasta llegar a exiliarse en India. Aquel año se fraguó entre nosotros una sólida amistad.
   Personalmente pienso que en el mundo harían falta más escritores que se dedicaran a este género literario. Los americanos lo denominan historiografía.
   Se trata de hacer un recorrido sociopolítico, describiendo historias reales que, por su contenido biográfico, pueden aportar los datos subjetivos que nunca deberían incluirse en los libros de historia."

miércoles, 23 de mayo de 2018

CARTA DEL PETE ADULTO AL PETE DE 8 AÑOS. WHO I AM, de Pete Townshend

CARTA DEL PETE ADULTO AL PETE DE 8 AÑOS. WHO I AM, de Pete Townshend

"¿Y qué pasó con aquel hermano menor dentro de mí? La carta que le escribí al Pete de ocho años sigue siendo una de las afirmaciones más importantes de mi vida. «Recuerda —le dije— que los malos sentimientos que a veces experimentas, te ayudan a ser más fuerte, más capaz y empático ante el dolor que otros puedan sentir. Tienes buen corazón y vas a salir de ésta. La vida puede ser dura, y de hecho te va a resultar duro aceptar lo maravillosa que es la vida que te tocará vivir. Ello se debe a que no sientes que te lo merezcas».
Eres inteligente. Lamentablemente, no ejercitarás tu cerebro tanto como deberías. Tu amor propio es deficiente, y caerás en fases de pereza que te mantendrán algo estancado. Tienes una gran imaginación, y eso puede bastarte en cierto sentido. Pero debes tener cuidado y tratar de respetar los hechos. No puedes simplemente inventarte aquello que no has conseguido aprender. Tu fracaso académico ha sido una parte fundamental del motor que impulsa tu inspiración artística.
Cuando tu madre te critica o desdeña por tu aspecto, sólo está comunicando cómo se siente consigo misma. Siente que su madre debió de tener algún motivo para abandonarla. Pasarás por una adolescencia extraña, pero eres un chico adorable, encantador. Trata de recordar que no todo en la vida puede ser perfecto. Cometerás errores. Es inevitable. No eres feo ni malo; sólo lo serás cuando te comportes de mala manera.
Disfruta de la vida. Y cuidado con lo que deseas; recuerda que puede que lo consigas."

LA PUNTA WALKER. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

LA PUNTA WALKER. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin 

    "El cielo se pone feo, pero sentimos la cima cercana. No la vemos, pero la adivinamos por instinto. Tres días de permanencia y de esfuerzos en la pared no nos han cansado todavía, y de buena gana continuamos recto por rocas sueltas e inseguras. Un golpe de viento rompe de repente las cortinas nubladas que nos envuelven, se despeja un poco y aparece a la derecha la Punta Croz, casi a nuestra altura: Grito a mis compañeros, que habiéndose quedado apartados, no la ven: sentimos un suspiro de alegría en nuestro pecho. Faltan más o menos cincuenta metros, pero todavía es pronto para regocijarse…
    Hemos vuelto plenamente a la arista, cuando de repente se desencadena un temporal violento. Descargas eléctricas caen muy cercanas a nosotros con un estallido seco, seguido de un sordo estruendo. El granizo choca rebotando en las rocas y se precipita formando una blanca cascada: Imposible continuar en estas condiciones. Nos ponemos el saco de vivac sobre la cabeza y cubrimos también las partes metálicas de los piolets.
    El infierno dura media hora, después se calma. Volvemos inflexibles, pero los agarres están cubiertos de una capa helada. Cuesta ganar altura aunque las dificultadas sean nimias. Apenas iniciado un nuevo paso de hielo, vuelve a nevar. Esta vez no nos paramos: estamos muy cerca de la cima y queremos salir de ahí. Tampoco la nieve quiere parar; no nos abandona. En plena tormenta, entre copos blancos en remolinos de viento, ponemos el pie en la Punta Walker.
    Hemos vencido. Suponemos que son las tres del sábado 6 de agosto. Ahora se trata de descender. ¿Pero por qué parte? Nunca hemos estado aquí arriba; sabemos sólo que la vía menos peligrosa para llevarnos al valle parte de la Punta Croz, y decidimos ir hacia ella..."

martes, 22 de mayo de 2018

LA NATURALEZA DEL TERRORISMO EN CHIPRE. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell

LA NATURALEZA DEL TERRORISMO EN CHIPRE. LIMONES AMARGOS, de Lawrence Durrell 

    "Se necesita más o menos un mes para percibir el sabor del terrorismo, que está compuesto de temores intangibles, de pies que corren por un camino nocturno, de un hombre silencioso, de camisa blanca, en una esquina, sosteniendo una bicicleta demasiado pequeña para él; de un coche estacionado sin luces, de la puerta entreabierta de una fábrica, del chispazo de una linterna eléctrica en un campo. El terrorismo infecta las transacciones normales de la vida. El horror al asesinato deliberado, a la emboscada o la granada es por lo menos purificador; la pena y el terror está presente en todo eso, lo mismo que lo conciso de acciones a las que se puede hacer frente. Pero el genio maligno del terrorismo es la sospecha, el hombre que se detiene a pedir lumbre, un carro con un eje roto que pide ayuda, un guardamonte solo entre los árboles, tres jóvenes que regresan a una aldea después de la puesta del sol, un pastor que grita algo indistintamente escuchado a la luz de la luna, el repentino sonido del timbre de una puerta en la noche. La delgada cadena de la confianza en la que se basan todas las relaciones humanas se quiebra entonces, y el terrorista lo sabe y afila sus garras precisamente en ello, porque su objetivo primario no es el combate. Es el de descargar sobre la humanidad toda una represalia por sus propios errores, en la esperanza de que la furia y el resentimiento provocados por el castigo impuesto al inocente aumentan en forma gradual las filas de aquellos de entre los cuales obtendrá nuevos reclutas. Ése es el terreno peligroso, porque el margen del efecto es muy estrecho. La teoría de la responsabilidad colectiva, elaborada en términos de multas, arrestos, toques de queda, sólo puede regir durante un tiempo y provoca presiones opuestas, que hacen frente a las aplicadas a una situación. En otras palabras, el empleo de la fuerza podía resultar tan estéril para nosotros como los expedientes políticos que habíamos probado en el pasado..."

ROMPIENDO MOLDES. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

»En el mes de octubre de 1944 nuestro batallón, que formaba parte del Destacamento Especial de Desminado número 210 junto con las tropas del Cuarto Frente Ucraniano, entró en territorio de Checoslovaquia. En todas partes nos recibían con alegría. Nos lanzaban flores, frutas, paquetes de cigarrillos… Nos ponían alfombras sobre la calzada… El hecho de que una muchacha llevara el mando de una sección de hombres y que encima ella misma fuera una zapadora especializada en desminado causaba sensación. Yo tenía el pelo corto como un chico, vestía con pantalón y guerrera, había adquirido gestos masculinos, en fin, parecía un chaval. A veces entraba en los pueblos a caballo, en ese caso ya era del todo imposible que comprendieran que ese jinete era una chica, aunque las mujeres lo intuían, me observaban. La intuición femenina… Era divertido… ¡De veras! Llegaba a la casa donde tenía que alojarme y entonces los propietarios se enteraban de que su inquilino era un oficial del ejército, pero que no era un hombre. Muchos se quedaban literalmente boquiabiertos… ¡Como en una escena de cine mudo! Pero a mí eso… Mmm… Me gustaba. Me gustaba provocar esa clase de sorpresa. En Polonia ocurría lo mismo. Recuerdo una vez, en una aldea, una anciana me acarició la cabeza. Comprendí lo que pretendía: “¿Qué hace, señora, está buscándome los cuernos?”. Ella se ruborizó y dijo que no, que tan solo sentía lástima por “una señorita tan jovencita”




lunes, 21 de mayo de 2018

EL CAMINO MÁS CORTO, de Manuel Leguineche

EL CAMINO MÁS CORTO, de Manuel Leguineche

    "Creo que si El camino más corto tuvo algún eco se debió al optimismo que reflejaban sus páginas. Salimos para recorrer el mundo en seis meses y aquello terminó tres años después. Pasó de todo: no tuvimos infancias felices pero tuvimos Vietnam. Desde entonces el mundo ha empeorado, las fronteras se han hecho más herméticas, la desconfianza, mayor. El viajero en solitario es un sospechoso. Desde entonces la televisión ha barrido el globo. El viaje se ha convertido para muchos en búsqueda desesperada de paraísos perdidos que ya no existen, en una prueba de uno mismo, en una huida. Se sabe mejor por qué abandonas tu casa que lo que buscas en el rincón extremo del universo. Quizás un poco de conversación. Hay quien opina que la obsesión por viajar demuestra el grado de insatisfacción universal. Pero como dicen los árabes, «viajar es vencer». Si te detienes, pierdes. Los buenos viajeros son los que parten por el hecho de partir, los que saben que el mejor viaje es aquel del que nunca se regresa. Son corazones ligeros. Necesitan la dificultad, el riesgo. No se mueven para descubrir el último fulgor del exotismo. «Saben —escribió Baudelaire— que la meta cambia siempre de lugar, y sin saber por qué, dicen una y otra vez, vamos allá»."

EL DERRIBO. UNA SENSACIÓN EXTRAÑA, de Orhan Pamuk

EL DERRIBO. UNA SENSACIÓN EXTRAÑA, de Orhan Pamuk

"Mientras las casas eran derribadas, Mevlut vio a gente llorando, riendo, apartando la vista o armando bronca. Cuando le tocó el turno a su casa de una sola estancia, Mevlut sintió que se le partía el alma. Contempló con lágrimas en los ojos cómo toda su infancia, las comidas que había tomado, las lecciones que había estudiado, el olor de todas aquellas cosas, los gruñidos de su padre mientras dormía, todos aquellos cientos de miles de recuerdos desaparecían hechos trizas con un solo golpe de pala excavadora"

viernes, 18 de mayo de 2018

JIMI HENDRIX. WHO I AM, de Pete Townshend

JIMI HENDRIX. WHO I AM, de Pete Townshend 

   "Ver tocar a Jimi en sus primeros conciertos también me planteaba un reto como guitarrista. Jimi tenía los dedos ligeros y experimentados de un concertista de violín; era un auténtico virtuoso. Aquello me recordaba a papá y sus prácticas incansables: todo el tiempo que pasaba para alcanzar un nivel en que la velocidad de la interpretación pareciera difuminar las notas. Pero había algo más en Jimi: había abrazado el blues con el gozo trascendente de la psicodelia. Era como si hubiera descubierto un nuevo instrumento en un mundo nuevo de impresionismo musical. En el escenario desplegaba todo ese poderío y virilidad, pero sin atisbo de violencia.
   Era un intérprete hipnótico. Dudo un poco al describir lo extraordinario que era verlo actuar, porque no quisiera que sus legiones de jóvenes fans sintieran lo que se han perdido. Todos nos hemos perdido algo. Yo me perdí a Parker, Ellington y Armstrong. Y si uno no vio a Jimi en vivo, sin duda se perdió algo muy, muy especial. Verlo en carne y hueso evidenciaba que se trataba de algo más que un gran músico. Era un chamán, al tocar parecía que un brillo luminoso y colorido emanara de las puntas de sus dedos largos y elegantes. Cuando fui a verlo tocar, no tomé ácido, ni fumé o bebí, de modo que puedo informar en honor a la verdad de que obraba milagros con la Fender Stratocaster, que tocaba invertida (Jimi era zurdo).
  Después de ver a Jimi en vivo, me costaba disfrutar de las grabaciones, que palidecían en comparación. Las excepciones eran «All Along the Watchtower» y «Voodoo Chile», ambos temas de una sesión de 1968. Eddie Kramer había sido el ingeniero de sonido de todos los discos de Jimi, pero las sesiones de Electric Ladyland fueron las primeras, en Nueva York, donde Jimi y Eddie sintetizaron aquella sonoridad etérea indefinible con que los poderes chamánicos de Jimi podían expresarse finalmente en vinilo."

jueves, 17 de mayo de 2018

PIZ BADILE. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

PIZ BADILE. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin 

    "Creo que la alegría que se experimenta al admirar la belleza de esta naturaleza y de escalar se complementan, y me hacen diferente. Es prodigioso porque en la montaña uno vale por lo que es, no por lo que las convenciones sociales nos han hecho ser: lo que cuenta es lo que tenemos en nuestro ánimo, un corazón puro y una voluntad resistente. Cuando estoy en plena escalada, lo que vivo, lo vivo completamente."

LA LIBERTAD DEL HOMBRE EXPLOTADO. LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO

LA LIBERTAD DEL HOMBRE EXPLOTADO. LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO 

    "Al principio, la depresión consiste en un «cansancio del crear y del poder hacer». El lamento del individuo depresivo, «Nada es posible», solamente puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que «Nada es imposible». No-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada. La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. Refleja aquella humanidad que dirige la guerra contra sí misma.
    El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, solo a sí mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Esta autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica."

ESTALINISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

ESTALINISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "Y qué decir de los moscovitas. En la lejana Andalucía vi a milicianos que iban a la muerte gritando «¡Estalin!» (así pronuncian los españoles el nombre de Stalin). Hablamos mucho del culto a la personalidad. A principios de 1938 habría sido más correcto emplear la palabra culto a secas, en su sentido primitivo, religioso. En la imaginación de millones de personas, Stalin se había convertido en un semidiós mítico. Todos repetían con emoción su nombre y creían que era el único que podía salvar al estado soviético de la invasión y la descomposición. Nosotros pensábamos (probablemente porque queríamos creerlo así) que Stalin no conocía la absurda represión contra los comunistas y los intelectuales soviéticos. Meyerhold decía: «Se lo ocultan a Stalin».
    Una noche, paseando a Chuka, me encontré con Borís Pasternak en el callejón Lavrushinski. De pie, entre los montones de nieve, dijo, haciendo aspavientos: «¡Ah, si alguien le contara todo a Stalin!».
    Sí, no sólo yo sino muchos otros considerábamos que el mal procedía de aquel hombre pequeñito al que llamaban «comisario estalinista del pueblo». En realidad, habíamos visto cómo arrestaban a personas que nunca se habían unido a ninguna oposición, fieles partidarios de Stalin o especialistas honrados sin afiliación al Partido. El pueblo bautizó aquellos años con el nombre de «yezhóvschina» (la época de Yezhov). Creo que Bábel fue más inteligente que yo y que muchos otros. Había conocido a la esposa de Yezhov antes de que se casara. A veces iba a visitarla a su casa, y aunque entendía que era peligroso, deseaba, según decía, «descifrar el misterio». Un día me dijo, sacudiendo la cabeza: «No es cosa de Yezhov. Naturalmente, Yezhov cumple su cometido, pero no es cosa suya». Yezhov compartió la suerte de Yagoda. Su lugar lo reemplazó Beria y, durante su mandato, cayeron Bábel, Meyerhold, Koltsov y muchos otros inocentes.
    Me acuerdo de un día terrible en casa de Meyerhold. Estábamos sentados tranquilamente mientras mirábamos unas monografías de Renoir cuando vino a visitarlo un amigo, el jefe de cuerpo del ejército I. P. Belov. Estaba muy excitado y, sin prestar atención a que Liuba y yo estábamos en la habitación, empezó a contar que habían juzgado a Tujachevski y a otros militares. Belov era miembro del Colegio Militar del Tribunal Supremo. «Estaban sentados así, frente a nosotros. Ubórevich me miraba a los ojos». Recuerdo todavía una frase de Belov: «Y mañana me encerrarán a mí en su lugar». Después, de repente, se volvió hacia mí: «¿Conoce a Uspenski? No Gleb, sino Nikolái. ¡Ese hombre escribió la verdad!». Y nos expuso en desorden la narración de Uspenski, no recuerdo cómo era, pero sí muy cruel. No tardó en marcharse. Miré a Meyerhold. Permanecía sentado con los ojos cerrados y parecía un pájaro herido. (A Belov lo arrestaron poco después).
    Tampoco olvidaré otro día, cuando dieron por radio la noticia de que iban a juzgar al asesino de Gorki, y de que en su asesinato habían participado los médicos. Vino Babel, que solía visitar a Gorki, se sentó en la cama y se llevó el dedo a la frente: «¡Han perdido la cabeza!». Me dieron un pase para asistir al proceso. Hablaré más adelante sobre ese tema.
    En 1942 escribí en un artículo: «Mucho antes de atacar a nuestro país, el fascismo interfirió en nuestra vida y mutiló el destino de muchos». Pero incluso en aquellos días de los que hablo no podía separar nuestra desgracia de las malas noticias que llegaban de Occidente."

miércoles, 16 de mayo de 2018

DEJAR DE SER NIÑO. Y ENTONCES NACÍ YO, de Miguel Gila

DEJAR DE SER NIÑO. Y ENTONCES NACÍ YO, de Miguel Gila

    "Sentí una gran tristeza al no poder seguir con aquellas excursiones, pero me alegré al saber que me estaba haciendo hombre, sin darme cuenta de que al hacerme hombre ya nunca más volvería a ser niño."

martes, 15 de mayo de 2018

LA PRIMERA ESCALADA DE RICARDO CASSIN. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

LA PRIMERA ESCALADA DE RICARDO CASSIN. JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin 

  "Dudo mucho que tengáis ganas de imitarme en mi primera escalada. Nuestro grupo acababa de comprar una cuerda de algodón de doce milímetros de grosor y unos cincuenta metros de largo; para bautizarla, se eligió la Punta Angelina. Era la primavera de 1929.
  La Punta Angelina, uno de tantos pináculos de la Grignetta, se alza con una subida elegante entre la Canal de Val Tesa y la Canal Valsecchi, y es sutil pero ancha, con una cumbre que parece una llama petrificada. Se llamó Angelina en honor de la madre de Arturo Andreoletti, quien la conquistó como segundo de cordada junto a Berto Fanton el 28 de mayo de 1911, por la pared este y la cresta sur, el llamado itinerario «normal». Ésa era la vía que nos proponíamos subir.
  Cincuenta metros de cuerda para siete u ocho personas no son suficientes, ni es prudente atarse en esa multitud: pero son apreciaciones que hago ahora. En aquella época, como decía, no había maestros: había sólo cincuenta metros de cuerda y un grupo de jóvenes impacientes por el deseo de medirse con la roca. Ninguno renunciaba: ¿no habíamos puesto nuestras cuotas mensuales? Había decisión y voluntad por continuar. Por lo demás, se superponían órdenes, comentarios, improperios, consejos, y no era un coro de golondrinas. Mario Dell’Oro se ató el primero, lo llamábamos Boga, seguido de Mario Vila, que por haber participado anteriormente en una ascensión realizada por una cordada creía «conocer la vía». Detrás seguimos todos, uno por uno, pasándonos la cuerda. Cuando nos reencontramos en la primera reunión, no puede decirse que estuviéramos anchos. Para colmo subieron desde Val Tesa bancos de niebla, primero largas ráfagas enfiladas, después cada vez más compacta y densa, hasta que nos sumergió y por mucho que aguzásemos la vista, no veíamos nada a dos metros. Aquella grisura uniforme no estaba inmóvil y parecía que navegábamos entre las nubes aferrados a un peñasco.
  Entonces fue cuando Villa no recordaba exactamente si para continuar teníamos que tirar a derecha o izquierda. Dell’Oro, todo él nervio y fuerza, no participó en las dudas: aunque no conocía nada de la Punta Angelina, subió decididamente por la derecha y, al llegar a una exigua terraza, hizo ascender al segundo.
  —Estamos fuera de la vía —constató Villa nada más llegar a aquella angosta terraza.
  Boga aseguró entonces al compañero, que reculó hasta la repisa anterior, después bajó él mismo. Cómo hizo para subir y descender, en su primera escalada y sin un clavo (todavía no teníamos), permanece inexplicable. Aquel tramo, el primero de la vía que abrí dos años después con Mary Varale, ¡era un paso de cuarto superior!
  Mientras que ellos dos probaban por la derecha, Giuseppe Comi subió por la izquierda sin cuerda, encontró el paso y llegó hasta la pequeña brecha. Desde ahí se asomó por la pared este y llamó a voces diciendo que había encontrado la vía pero que no podía continuar solo. Lo alcancé, y con su ayuda, los dos sin cuerda, superé la brecha. Una vez alzado, le tendí la mano para hacerle subir, y después llegamos juntos a la cima. Envalentonados, desde lo alto del picacho y en medio de la niebla cada vez más espesa, comunicamos el éxito a los demás. Un poco después —oíamos voces lejanas, por el eco— vimos perfilarse una sombra: era Boga que, en cordada, traía a los demás como una gallina con sus polluelos. Fue una suerte para Comi y para mí: sin cuerda, no sé cómo nos habríamos apañado en el descenso.
  Os expondré las lecciones de este episodio: por ninguna razón en el mundo hay que dejarse llevar por lo fácil, especialmente cuando no se conocen los secretos de la escalada, o falla la técnica. Uno de los seis puntos de la «regla de Preuss» dice: «No sólo es necesario estar a la altura de las dificultades que se afrontan, sino ser netamente superior a ellas». Otro, bastante más restrictivo, dice: «Las dificultades que un alpinista puede superar en el descenso, sin uso de la cuerda y con el espíritu tranquilo, deben constituir el límite máximo de las dificultades que puede superar en ascenso». Preuss, el austríaco fuera de serie —que murió en una pared un poco antes de la I Guerra Mundial— estaba hecho para la escalada pura y nunca se valió de un clavo. Ninguno de nosotros conocía entonces estas teorías, y además nos importaban poco: la incontenible inquietud que nos poseía habría desestimado cualquier regla.
  A la cima habíamos llegado. ¿Cómo descender? Ninguno estaba familiarizado con el descenso en rápel. Sabíamos que en una puntiaguda laja estaba fijado un sólido pitón con argolla, exactamente en el lado opuesto al que se aparece subiendo: lo buscamos, lo encontramos y, hecho un gran nudo para que no se deslizara, nos pasamos la cuerda por el cuerpo, utilizando la otra mitad para asegurarnos. El primero en meterse en la niebla fue Boga: lo veíamos aparecer y desaparecer. ¿Habría tocado tierra o se habría esfumado entre la bruma?
  Su voz nos sacó de dudas: se había establecido el contacto directo entre la cima de la laja y la pequeña terraza, y uno detrás de otro los compañeros descendieron, sincronizándose con las órdenes que subían desde abajo a cada llegada. Se había decidido que quedase yo el último, pero cuando también Comi fue engullido por la nada, me invadió un sentimiento de soledad. Me sentía lejísimos de todos y de todo, perdido en la luz sin sombra de aquella neblina fría e insistente que penetraba en el alma a cada respiración. El reclamo de mis compañeros me sobresaltó. Con movimientos decididos deshice el nudo y, frenando las cuerdas con las manos y alrededor del cuerpo, me dejé deslizar «a la española[2]», único sistema que conocíamos. Después me invadió la sensación de vacío inconmensurable, de moverme en el aire, la percepción neta del peligro —si me suelto estoy perdido— y rápidamente desapareció la cima entre las nubes, con la pared que pasa ante los ojos como una pantalla de cine, mis compañeros que se adivinan lejanos entre la bruma en la terraza de aterrizaje y sus voces que me advierten:
  —Vas bien.
  Ya abajo, tiré de un cabo de la cuerda que se deslizó sobre la anilla y cayó silbando sobre nosotros que estábamos posados uno más arriba, otro más abajo, dos o tres en el nicho, para que cupiéramos todos. Nos fue bien: pero podía haber terminado en una catástrofe.
  En el camino de vuelta no comentamos la aventura: el éxito nos quitaba cualquier capacidad de autocrítica. Pero calmados los ardores del entusiasmo, el lunes, con la torpeza de los corvejones que sigue a la galopada dominical, empezamos a razonar. Reunidos en la sede de la Sociedad, examinamos atentamente los errores cometidos: convenimos que si queríamos ir todos juntos, necesitábamos otra cuerda y un cierto número de mosquetones, para no encontrarnos en similares y nada apetecibles trances. Indispensable también subdividirnos en pequeños grupos,"

LA MUERTE DE LA DEMOCRACIA EN EUROPA. COMPORTARSE COMO ADULTOS, de Yanis Varoufakis

LA MUERTE DE LA DEMOCRACIA EN EUROPA. COMPORTARSE COMO ADULTOS, de Yanis Varoufakis

    "Hubo algo que me asusto aún más que el contenido de la declaración de Wolfgang Schäuble, en la que afirmaba que las elecciones eran irrelevantes; y es que no tuvo el menor reparo en reconocer en público su punto de vista. Su razonamiento era muy simple: si cada vez que uno de los 19 estados miembros cambia de gobierno el Eurogrupo tiene que salir otra vez a la pizarra, sus políticas económicas globales acabarían descarrilando. Por supuesto, tenía parte de razón: la democracia ya había muerto desde el momento en que el Eurogrupo se atribuyó la autoridad de dictar la política económica de los Estados miembros sin nada que se parezca a una soberanía democrática federal"

lunes, 14 de mayo de 2018

PROVERBIOS SÁNSCRITOS

PROVERBIOS SÁNSCRITOS

"Mejor vivir un día como un tigre
que cien años como un cordero.
Ni cien edades de los dioses serían suficientes
para describirte todas las bellezas
de Los Himalayas."


Dhaulagiri

DESPUES DE LA GUERRA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

DESPUES DE LA GUERRA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

   "»¿Sabe lo que pensábamos todos durante la guerra? Imaginábamos: “¡Qué feliz será la gente después de la guerra! Qué vida más bella y feliz comenzará. La gente ha pasado por tanto sufrimiento que todos serán buenos, los unos con los otros. Habrá mucho amor. Las personas serán distintas”. No lo dudábamos. Ni por un instante.
   »Querida mía… Todo es igual que antes, las personas se odian entre ellas. Otra vez se matan unos a otros. Es lo que no acabo de entender… ¿Y quiénes son? Somos nosotros… Nosotros…"

jueves, 3 de mayo de 2018

LA PALOMA MENSAJERA. LA BATALLA DE VERDUN, de Georges Blond

LA PALOMA MENSAJERA. LA BATALLA DE VERDUN, de Georges Blond

   "El comandante Raynal envía un mensaje a la ciudadela de Verdún por medio de una paloma mensajera: 'Seguimos resistiendo, pero hemos sufrido un ataque de gas y humos muy peligroso. Es urgente que nos envíen socorros. Pongannos en comunicación óptica con Souville, que no contesta a nuestras llamadas. Esta es nuestra última paloma'
   El comandante Raynal bautizó a aquella paloma con el nombre de 'Mi valiente 787-15'. Vuela tú,  paloma de ojo redondo. Saludadas por las ametralladoras alemanas, abandona estos lugares de demencia y, confiada a su instinto cósmico, vuela por encima del paisaje irreconocible, en línea recta hasta el nido donde te esperan tu pareja y tu progenie. El mensaje enrollado en tu fina pata llegará y, sin embargo, tu familia no te volverá a ver: intoxicada por los gases, la última paloma del Fuerte de Vaux -alado corredor de maratón- expira al llegar al palomar de la ciudadela"
Postal de la paloma 787.15 con el último mensaje manuscrito de Raynal.

LOS MALOS TRATOS HACIA LAS MUJERES EN NEPAL. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

LOS MALOS TRATOS HACIA LAS MUJERES EN NEPAL. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

  "Unos días antes de que Maya me llamara a la escuela, la habían encontrado inconsciente en la puerta de su casa. De repente había perdido la noción del tiempo. Su vientre era prominente, en su séptimo mes de embarazo, cuando enfermó de tifus. El médico le recomendó reposo absoluto, ya que, si continuaba trabajando como una esclava de sol a sol, su vida y la del bebé gestante estaban en peligro. Sin embargo, a las hembras de la casa lo del tifus les pareció sólo una excusa que Maya se había inventado para no trabajar. Se conjuraron contra ella convenciendo a su suegra de que no le concediera ningún privilegio. Cuando Maya le dijo a su suegra que se sentía incapaz de levantarse de la cama, la mujer arremetió contra ella tirándole del pelo y gritándole que era una gandula. Con el griterío y la algarabía acudieron el suegro y el marido de Maya, que se unieron a la escena de violencia, y entre todos le dieron tal atajo de palos que la dejaron tullida. Así la encontré yo, con el cuerpo morado y la cara entumecida por los golpes. Su vientre prominente y oscurecido por los hematomas le daba un aspecto salvaje, como si se tratara de un animal herido. La mujer hermosa, bravía y culta que yo conocía era ahora carne de carroña. Sangrante y desprotegida, me contaba entre sollozos una escena muy típica de la vida cotidiana de Nepal: los malos tratos a las mujeres. Considerado por la sociedad nepalí como mero acto disciplinario, era practicado en todas las esferas sociales y legalmente aceptado.
  Llevada por un sentimiento infranqueable de iniquidad que me unía al sufrimiento de mi amiga, decidí hacer frente a la ley del embudo llamando a un inspector de policía llamado Passang que solía frecuentar la casa de los Shrestha en calidad de amigo. El inspector me aconsejó poner una denuncia como testigo y, después de formalizar los hechos, me presentaba en la calle Bag-Bazar con el jeep de la policía, con el inspector y catorce policías de servicio.
  La calle entera se paralizó. Los paseantes se quedaban a mirar, los tenderos salieron de las tiendas, los niños dejaron de jugar; transeúntes, vendedores ambulantes, todos se unieron al corro que se había formado alrededor del jeep. La multitud aglutinada a banda y banda de la calle había cortado el tráfico. Los conductores exasperados perdían la paciencia, se bajaban de los coches y se unían a los mirones. La gente salía corriendo de todas partes, se les veía llegar con cara de extrañeza, todos voceando la misma pregunta: «¿Qué pasa? ¿Qué pasa?». Había tanta gente merodeando en la puerta de la casa que me tuvieron que escoltar para salir.
  La escalera estaba abarrotada de personas que cuchicheaban en lengua newari; nadie me ubicaba en aquel escenario; todos se preguntaban quién era yo y adónde iba con aquellos policías.
  Cuando entré en la alcoba de Maya, la encontré sentada en su cama. Se diría que la habían obligado a componerse: se había acicalado; su cabello, peinado y ungido en aceites y perfumes, desprendía un brillo especial. El aderezo, sin embargo, no podía ocultar las magulladuras de su cara, que se acentuaban cobrando matices azules alrededor de los ojos y la barbilla. Maya no estaba sola, su marido y sus suegros también se encontraban allí. El marido, sentado junto a ella con actitud sumisa y cariñosa, jugaba a cuidar de su esposa. Ella le miraba enamorada, mostrando la mejor de sus sonrisas. Él le daba comida, le servía té, arropaba su cuerpo y, mirándola a los ojos dulcemente, le hablaba en el más cariñoso de los tonos. Yo me quedé perpleja en el umbral, sin entender nada. Aquella escena no tenía nada que ver con el panorama que había dejado antes de acudir a la comisaría. ¿Qué había sucedido allí? El inspector rompió el silencio bruscamente. Con una maestría adquirida a base de vérselas con gánsteres y maleantes, decidió no dejarse engatusar. Señalando los hematomas que tenía Maya en la cara, le preguntó tajante: «¿Quién te ha hecho estas magulladuras?». Mi amiga contestó que se había caído por las escaleras. Yo no daba crédito a mis oídos. Haciendo un gran esfuerzo por contener la irritación, me abalancé sobre mi amiga, suplicándole que contara lo ocurrido. Ella me cogió las manos fuertemente y, entre sollozos contenidos, repetía la misma frase una y otra vez: «¿No lo entiendes, Vicki? Mi vida corre peligro». El marido de Maya, amenazándome con el dedo, me ordenó que me fuera de su casa. Sobrentendiendo la situación, el inspector, que no estaba para monsergas, cogió al sujeto por el cuello y, apoyándolo contra la pared, lo levantó un palmo del suelo. Aquel verdugo, que horas antes había estado maltratando a su esposa, parecía, entre las manos del policía, un auténtico mamarracho: las piernas lacias, suspendidas en el aire, los ojos desorbitados por el pánico, la flojedad de sus brazos en la pared y su cuerpo colgando estúpidamente, como si se tratara de una marioneta. El inspector, advirtiéndole que cuidara de que su esposa no se volviera a caer por la escalera, lo soltó.
  El espectáculo lo habían seguido algunos mirones que lo contemplaban ávidos desde la puerta. Eran los mismos que se encargaron de divulgar la noticia y de exagerar los hechos.
(...)
  A Father le molestó lo que yo había hecho. La crueldad de sus palabras acrecentó mi sufrimiento y mi frustración. Father alegaba que no tenía que haberme metido en asuntos de familia. Según él, Maya pertenecía enteramente a su marido, el cual estaba autorizado para hacer con ella lo que quisiera. Era tajante y afirmativo en sus argumentos, pero lo que más me entristecía era que su opinión era compartida por la mayoría de los hindúes, que se dedicaban a ejercer la tiranía con toda tranquilidad."


miércoles, 2 de mayo de 2018

SENECA. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

SENECA. UNA MAESTRA EN KATHMANDU, de Victoria Subirana

  "...recordé un párrafo del pedagogo Séneca y lo escribí: «Ha de verse si esos profesores enseñan o no la virtud; si no la enseñan, tampoco la comunican; y si la enseñan son filósofos. Pues es tarea más difícil llevar a la práctica los propósitos que concebirlos. Hay que tener perseverancia y acrecentar la robustez con un trabajo asiduo, hasta que la bondad del alma iguale la bondad de la voluntad. Examínate tú mismo y obsérvate por todos lados, y, antes que todo, mira si es en la filosofía donde progresaste o en la vida».
  Decidí dejarles aquellas palabras escritas sobre papel de caligrafía en la mesa que compartían Sharmila y Moni. Luego, con la belleza de aquellas frases retumbando en mi mente, me alejé. Hay que nutrir el alma de cosas bellas: de palabras hermosas, de melodías suaves, de paisajes serenos, de personas bondadosas, y sentir cómo a medida que hacemos uso de esa práctica, la energía positiva que anida en nuestro interior se materializa y nos hace vivir momentos de intensa felicidad."

EL SENTIDO DE LA HISTORIA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

  EL SENTIDO DE LA HISTORIA. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, de Svetlana Alexievich

 "Lo que estoy recopilando lo definiría como «el saber del espíritu». Sigo las pistas de la existencia del alma, hago anotaciones del alma… El camino del alma para mí es mucho más importante que el suceso como tal, eso no es tan importante. El «cómo fue» no está en primer lugar, lo que me inquieta y me espanta es otra cosa: ¿qué le ocurrió allí al ser humano? ¿Qué ha visto y qué ha comprendido? Sobre la vida y la muerte en general. Sobre sí mismo, al fin y al cabo. Escribo la historiografía de los sentimientos… La historia del alma… No se trata de la historia de la guerra o del Estado, ni de la vida de los héroes, sino de la del pequeño hombre expulsado de una existencia trivial hasta las profundidades épicas de un enorme acontecimiento. La Gran Historia."

martes, 1 de mayo de 2018

JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin

JEFE DE CORDADA, de Ricardo Cassin 

"...yo siempre he pensado que, debiendo arriesgar, es mejor poder decidir cómo, y por eso siempre he preferido escalar el primero."

CANTAR. RUMBO A LA GLORIA, de Woody Guthrie

CANTAR. RUMBO A LA GLORIA, de Woody Guthrie

   "Estoy dejándome llevar, y de una manera tan alocada y embrollada como tú, y en un montón de ocasiones me han cogido, tirado y vuelto a coger; pero mis ojos han sido la cámara con la que tomaba fotografías del mundo y mis canciones han formado mensajes que intentaba propagar por los deslunados, a lo largo de los peldaños de las escaleras de incendios, en los alfeizares y a través de los pasillos en película.
(...)
   Decidí que durante un momento, durante un chasquido de dedos en sus vidas, verían pasar por el lugar a un ser humano que no cantaba porque lo hubieran contratado tras decirle que que cantar, sino que simplemente andaba por allí reflexionando sobre el mundo y cantando acerca de ello.
(...)
   Esas gentes se fundieron en una única voz en la penumbra. Yo entreveía en la pantalla de bruma que se asentaba una imagen de mí mismo cantando allá en el piso 65º del Rockefeller Center, interpretando un par de temas y fugándome luego hasta el camerino para fumar y jugar a las cartas durante 2 horas hasta el espectáculo siguiente, para luego seguir fumando y barajando hasta la próxima sesión. Lo único que sabía era que me sentía feliz por haberme librado de esa basura sentimental y soñadora, y aún más feliz por haberme escorado en mi camino hasta llegar a cantar con el pueblo, a cantar algo con bronca, entrañas, carcajadas, fuerza y dinamita dentro."
Woody Guthrie, momma Nora, daddy Charley y little brother George en el porche de su casa