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jueves, 7 de marzo de 2019

PATRIA,de Fernando Aramburu

PATRIA,de Fernando Aramburu 

"Miren no le dio tiempo de llevar el paraguas a la bañera. Se lo soltó de sopetón:
—Ha muerto el Txato.
Hacía mucho que no se pronunciaba el mote del amigo de otros tiempos en aquella casa.
—No jodas.
Joxian permaneció un momento inmóvil. Como un poste. Ni pestañeaba. Y sin volver la mirada hacia su mujer, preguntó cómo había ocurrido.
—Pues como ocurren estas cosas. De sorpresa no le ha podido pillar. Ya se lo venían anunciando con pintadas.
—¿Ha sido el que han matado por la tarde? No jodas.
—Pues jodo. Se acabó el Txato. Es lo que tiene la guerra, que deja muertos.
Cagüen la puta, cagüendiós. No paraba de proferir palabrotas con cabeceos disgustados, negadores. Trató de cenar. No pudo. Le temblaba tanto la mano que era incapaz de sujetar la cuchara y esto a Miren la molestó.
—Oye, ¿no te irás a poner triste?
Cagüen la puta, etcétera. Y también:
—Un vasco, uno del pueblo como tú y como yo. Hostia, si dirías un policía, pero ¡el Txato! Yo no lo tengo por mala persona.
—No se trata de buenas o malas personas. Está en juego la vida de un pueblo. ¿Somos abertzales o qué somos? Y no se te olvide que tienes un hijo en la lucha.
Se levantó de la mesa, airada. Fregó los cacharros de la cena en silencio y Joxian no se movió de su sitio, tampoco cuando al cabo de un rato ella vino a la cocina a decirle que estaban hablando en la televisión de lo que había pasado. Que si quería mirar y él respondió que no con la cabeza.
—Pues yo me voy a la cama.
Joxian no se movió de la cocina. Se sirvió un vaso de vino del garrafón que guardaba debajo del fregadero y luego otro y otro. Bebiendo y fumando le dieron las doce, la una, las dos. Cuando se le acabó el vino, se acostó. Miren, con la luz apagada, la voz firme, le dijo que:
—Si lloras por ese, me voy a dormir a otro cuarto.
—Yo lloro por quien me sale de los cojones.
Transcurrieron los últimos restos negros de la noche. Joxian, acostado con la ropa puesta, ¿durmió? Ni medio minuto. En cuanto se llenaron de claridad las rendijas de la persiana, se levantó. Que adónde iba. No hubo respuesta. Desde el cuarto de baño, un largo chorro de orina rompió el silencio de la casa. Y en lugar de volver a la cama, Joxian se marchó a la calle sin desayunar. ¿A esas horas, teniendo turno de tarde? Se fue en bicicleta, sin chubasquero, aunque llovía, por esta carretera, por aquella otra. Le daba igual el rumbo, le daba igual todo. Y a mitad de la cuesta de Orio, en el pequeño puerto donde en viejos tiempos solía echar carreritas con el Txato, que este perdía siempre porque, por mucho corazón que les pusiese a las pedaladas, tenía menos piernas de ciclista que él, se paró a desahogarse sin testigos en el borde de la carretera, cagüendiós."

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