EL MALDITO, de Joan Margarit
Morir mientras se espera un inicio de alba
tras esta oscuridad es lo más digno
para un poeta. Pero levantarse temprano,
trabajar todo el día detrás de algún lluvioso
cristal en la ciudad, tener una mujer
cansada ya de versos y de libros,
que cada noche ha de dormirse sola
—él, a esa hora, está escribiendo—
con frecuencia es su suerte.
Muere por nada y por bien poco vive.
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