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martes, 21 de mayo de 2019

LOS SOVIÉTICOS ESPIAN A ORWELL EN ESPAÑA. EL CASO ORLOV, de Boris Volodarsky

LOS SOVIÉTICOS ESPIAN A ORWELL EN ESPAÑA. EL CASO ORLOV, de Boris Volodarsky

   "George Orwell, amigo de toda la vida de Koestler, también estaba deseoso de contar su experiencia, pero no en una cárcel sino en una batalla real. Orwell llegó a España en diciembre de 1936 con una carta de recomendación de Fenner Brockway, secretario general del ILP, y otra de H. N. Brailsford, un intelectual y periodista socialista. John McNair, al que acudió y que leía y admiraba los libros de Orwell, le preguntó qué podía hacer para ayudarle. «He venido a España para unirme a las milicias y luchar contra el fascismo», explicó Orwell. También le dijo a McNair que «le gustaría escribir sobre la situación e intentar despertar la conciencia de la clase trabajadora de Gran Bretaña y Francia». McNair propuso que Orwell se instalara en sus oficinas y le sugirió que visitara Madrid, Valencia y el frente de Aragón, donde estaba acuartelado el POUM, «y luego se centrara en escribir su libro». Orwell le dijo a McNair que escribir el libro «era secundario y que el principal motivo por el que había ido hasta allí era para combatir el fascismo». McNair lo llevó a las barracas del POUM, donde Orwell se alistó inmediatamente. También le presentó a Víctor Alba, seudónimo de Pere Pagès, entonces un joven periodista que servía como miliciano y propagandista. Otro testigo recordaba: «Durante el primer año de la guerra civil española, estaba con unos amigos en un hotel de Barcelona cuando un hombre alto y delgado de complexión fuerte se acercó a la mesa. Me preguntó si era Jennie Lee, y en caso afirmativo, si le podía decir dónde apuntarse. Dijo que era escritor: le habían dado un adelanto para un libro sobre [Victor] Gollancz, y estaba dispuesto a conducir un coche o hacer cualquier cosa, a poder ser combatir en la línea de frente. Yo desconfiaba y le pregunté qué credenciales podía aportar de Inglaterra. Al parecer no tenía ninguna. No había ido a ver a nadie, simplemente se pagó su viaje. Se ganó mi confianza cuando señaló las botas que llevaba al hombro. Sabía que no podría conseguir botas lo bastante grandes porque medía más de 1,80 m. Era George Orwell y sus botas eran para luchar en España».

    Finalmente, Orwell llegó al frente y participó en la acción. Lo que no se ha sabido hasta hace poco es que un compañero voluntario británico había estado espiando a Orwell bajo las órdenes del NKVD. David Crook, un inglés joven y atractivo de Londres, y otro voluntario británico, David Wickes, eran responsables de informar al NKVD sobre Orwell y su primera esposa, Eileen. En principio Crook fue reclutado por George Soria cuando se recuperaba de una herida grave. Soria, escritor y periodista francés, llegó a España en abril de 1936 como corresponsal de la revista Regards. Cook accedió a «realizar labores especiales para el movimiento internacional» y el 9 de abril de 1937 fue trasladado a Albacete, aparentemente para entrenarse como oficial. Sin embargo, tras un curso de adoctrinamiento en el que le prepararon para el papel de comisario político, lo cambiaron a las «tareas especiales», recibió un curso rápido de español de Ramón Mercader y le dieron instrucciones para su primera misión. Tal y como escribió en una carta cincuenta años después de los hechos, «me asignaron desempeñar un pequeño papel, del que no me siento orgulloso, en la eliminación del POUM». Salió a la luz que Crook pasaba sus informes a Hugh O’Donnell, otro comunista británico cuyo nombre en clave era «O’Brien». Gordon Bowker, cuya biografía George Orwell (2003) sacó a la luz dicha vigilancia, escribe que, a pesar de que Orwell no estaba al corriente, «el hecho de que el personaje de Nineteen Eighty-Four que se gana primero la confianza de Winston Smith y luego le traiciona lleve el apellido O’Brien debe de ser una de las coincidencias más extrañas de la literatura».

   Según Bowker, Crook admitió que recibía órdenes de la estación del NKVD y que Orwell y los demás miembros del Partido Laborista Independiente (ILP, partido hermano del POUM) eran «de especial interés para mí». El agente se ganó el favor de la oficina del ILP en Barcelona y, durante las pausas para almorzar, robó ficheros y encargó que los fotografiaran en el consulado soviético, la sede central de la estación del NKVD. Crook estaba orgulloso de que en poco tiempo sus superiores rusos ya tuvieran copias de todos los ficheros de la oficina. Dado que en aquel momento Naum Eitingon, alias Leonid Kotov, era el jefe de la subestación del NKVD en Barcelona y también el reclutador y supervisor de Mercader, cabe suponer que estaba a cargo de la operación.

   Tras los hechos de mayo, Crook y su compañero agente fueron acusados por los comunistas de traición y de ser «trotskistas feroces», pero se trataba solo de una cortina de humo. Desde España, Crook fue enviado a Shanghái. Se enroló en la Royal Air Force (RAF) durante la segunda guerra mundial. Al finalizar la guerra, y tras algunos estudios de posgraduado, él y su esposa regresaron a China para iniciar sus dilatadas carreras como profesores de inglés en el Instituto de Idiomas de Pekín (más adelante Universidad de Estudios Extranjeros). Crook estuvo en la universidad hasta su jubilación. En 1967 fue detenido y acusado de espionaje, y pasó más de cinco años en la cárcel, la mayoría en régimen de aislamiento.

    Orwell escribió: «La acusación de espionaje contra el POUM se basaba únicamente en artículos de la prensa comunista y las actividades de la policía secreta controlada por los comunistas. Los dirigentes del POUM, y centenares o miles de seguidores, siguen en la cárcel, y durante los últimos seis meses la prensa comunista ha seguido pidiendo a gritos la ejecución de los “traidores”. Pero Negrín y los demás se han mantenido firmes y se han negado a llevar a cabo una masacre sistemática de “trotskistas”. Teniendo en cuenta la presión a la que se han visto sometidos, dicha reacción les da gran credibilidad. Entretanto, frente a lo que he relatado con anterioridad, resulta muy difícil creer que el POUM fuera realmente una organización de espías fascistas, a menos que uno también crea que Maxton, McGovern, Prieto, Urijo, Zugazagoitia y los demás estén del bando de los fascistas». Por muy perspicaz que fuera con las maquinaciones del NKVD, Orwell no parece darse cuenta de que había enviado a sus agentes a espiarle. No obstante, en Homenaje a Cataluña, escribió: «Parecía que estabas todo el tiempo manteniendo conversaciones entre susurros en rincones de cafeterías y preguntándote si esa persona de la mesa de al lado era un espía de la policía».

    Esa sospecha más tarde hizo que Orwell denunciara a un buen número de intelectuales a los que conocía. Lo hizo en su famosa carta a Celia Kirwan enviada desde su lecho de enfermo el 2 de mayo de 1949. La joven acababa de empezar a trabajar en el Departamento de Investigación de Información (IRD) del Ministerio de Exteriores británico que se ocupaba, entre otras cosas, de producir propaganda anticomunista. La lista de Orwell incluye treinta y ocho nombres de periodistas y escritores que, como escribió a Celia, «en mi opinión son criptocomunistas, compañeros de viaje o con dicha tendencia y no se debería confiar en ellos como propagandistas». De hecho, entre los nombres figuraba el de Peter Smollett que, según comentaba Orwell, «da toda la impresión de ser agente ruso de algún tipo. Una persona excesivamente obsequiosa». En efecto, Smollett era un agente soviético con todas las de la ley, cuyo nombre en clave era «Abo», reclutado con ayuda de Philby en 1939. Además, según Timothy Garton Ash, Smollett fue casi con toda certeza el oficial gracias a cuya recomendación el editor Jonathan Cape descartó Rebelión en la granja por ser un texto enfermizamente antisoviético.

    George Weidenfeld más tarde recordó en sus memorias: «Otro conocido de Londres que se había retirado a su Viena natal era Harry Peter Smollett, alegre y vividor. Smollett es la versión inglesa de su apellido original, Smolka. Era el corresponsal en Europa central de The Times en Londres, que por aquel entonces pasaba por una época de aguda rusofilia. Bajo los auspicios de E. H. Carr [mencionado en la lista de «solo apaciguador»], daba empleo a corresponsales prosoviéticos en Budapest y Moscú que escribían con absoluta obstinación a favor de la política de exteriores soviética. Durante la guerra Smollett había sido el jefe del poderoso departamento soviético del Ministerio de Información, y gran organizador de las relaciones anglosoviéticas».


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