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jueves, 9 de mayo de 2019

FRANCESES DE LA RESISTENCIA III. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

FRANCESES DE LA RESISTENCIA III. COMBATIENTES EN LA SOMBRA, de Robert Gildea

    "Hélène Mordkovitch, quien tiempo después se encontraría con Geneviève de Gaulle en el mismo grupo de la Resistencia, había seguido una trayectoria muy distinta. Su familia estaba dividida entre rusos rojos y rusos blancos. Su padre era un ruso que había servido en el Ejército francés en la Primera Guerra Mundial y que había conocido a su madre mientras ella era estudiante de Medicina en el hospital francorruso. En 1917 su padre regresó a Rusia para tomar parte en la revolución y Hélène, que nació en París ese mismo año, no lo conoció jamás. Su madre contrajo de nuevo matrimonio con un ruso blanco y consiguió un trabajo en las cocinas del colegio ruso en Boulogne-Billancourt, al que asistían emigrantes de la Rusia blanca. En búsqueda de su propia identidad, Hélène optó por ser francesa: «¿No os da vergüenza que una niñita rusa sea la mejor en francés?», preguntaba el maestro a la clase. Entró en la Sorbona en 1937 y, después de que su madre falleciera el año siguiente, se ganó la vida con un trabajo a tiempo parcial como bibliotecaria del departamento de Geografía Física de la Sorbona. En 1940 se unió al éxodo de refugiados que iban rumbo al sur y quedó horrorizada ante el egoísmo y la pasividad que los franceses mostraban ante la derrota. Se hospedó en casa de una familia de Rodez en la que el abuelo se metió en cama y murió, a los padres solo les preocupaba la cosecha de fruta y los niños salieron a aplaudir a los alemanes que marchaban por las calles. «Esas tres generaciones —consideraba— reflejaban a la perfección en qué se había convertido Francia». Hasta ese momento no había tenido conciencia de ser judía, pero el 6 de septiembre de 1940, en un tren de refugiados que regresaban al norte, a París, el guardia dijo que estaba prohibido que los judíos pasaran la frontera de entrada a la zona ocupada. En el puesto de frontera de Vierzon ondeaba una enorme bandera con la esvástica y su reacción fue mejor que la de Madeleine Riffaud: «Estábamos entrando en Alemania. Estaba tan nerviosa que le di un bofetón al soldado alemán que se dirigió a nosotros»"

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