Ver Viajes del Mundo en un mapa más grande

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL BURDEL DE BENGHAZI. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham

EL BURDEL DE BENGHAZI. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham 

    "Blix prefirió hablar de la dueña del burdel. Con la paciencia de un novelista esperanzado intercambiando un holandés deformado había conseguido sacar de ella una especie de sinopsis de su vida. Era una vida que más valía dejarla en sinopsis, demasiado sórdida y demasiado miserable incluso para permitirse el lujo de hacer un romance.
    A la edad de seis o siete años la robaron de las manos de sus padres y la llevaron a África en barco. Recordaba que el barco era blanco por fuera y que se había mareado durante el viaje, pero no podía recordar nada más. A veces le pegaban, pero no demasiado. No había tenido momentos grandiosos y memorables de terror o sufrimiento, ni tampoco interludios especiales de felicidad como para recordar. Nada estaba muy claro, le había dicho a Blix. No sentía rencor por nada, pero últimamente el pensamiento del primer período cuyas fechas y lugares no recordaba bien había empezado a preocuparle mucho.
   -Tenía unos dieciséis años -dijo Blix- antes de saber que la habían vendido a la prostitución. Algo he leído sobre la trata de blancas, pero jamás supuse que iba a encontrarme con una víctima de ella. Ni siquiera sabía que era trata de blancas hasta que alguien se lo dijo; sólo creía que la vida era así.
   -¿Qué piensa ahora?
   -Quiere salir de aquí, pero no tiene dinero. Quiere volver al país donde nació. Cree que podría ser Holanda, pero no lo sabe. Dice que tiene árboles con fruta y que a veces refrescaba. Es todo lo que sabe. Creo que se ha vuelto imbécil intentando recordar más. Es espantoso que eso le pase a alguien; es como despertarse y no saber dónde has pasado la noche anterior, sólo que peor. ¡Imagínate no saber dónde has nacido!
   -¿Cuál era su idioma original?
   -Eso también es un misterio -dijo Blix-. Aprendió el holandés con un marino holandés y algo de árabe, italiano y otros ligeros conocimientos en uno y otro burdel. Lo mezcla todo.
   -Bueno, es muy triste, pero no puedes hacer nada al respecto.
   -Puedo hacer un poco. Voy a darle algo de dinero.
   Mientras permanecíamos en El Cairo a Blix le habían robado doscientas libras esterlinas en una barbería. Era casi todo lo que había ahorrado de su último safari. Calculé que le quedaban unas cincuenta, pero sabía que era un filántropo incorregible. Imagino que cualquier hombre que intentara timar a Blix un chelín arriesgaría su vida, pero si el mismo hombre le pidiera un chelín, sin duda recibiría veinte.
   -Es tu dinero y tus buenos sentimientos -dije-, pero ¿cómo sabes que dice la verdad?
    Blix se levantó y se encogió de hombros.
   -Cuando te pisotean hasta el fondo del pozo como la han pisoteado a ella, no estás obligado a decir la verdad, pero creo que me ha dicho parte. De todas formas no esperes oír la verdad bíblica por unas cuantas libras.
   Subimos e intentamos dormir un poco. Retiré el colchón de la cama y me estiré encima de los muelles, totalmente vestida. Al cabo de unos diez minutos oí los ronquidos de Blix con magnífica resonancia, pues se había tumbado en el suelo de su habitación, encontrándolo tan cómodo, yo lo sabía, como la tierra de la jungla que durante años había sido su cama.
   No sé cuándo ni cómo le entregó a la mujer su contribución a la cruzada contra la opresión de este mundo; quizá ya lo había hecho cuando me anunció sus intenciones. Por lo menos, cuando nos preparábamos para salir de la lastimosa y triste casa de infamia a las cuatro y media de la mañana, nuestra mesonera estaba levantada y danzando en la cocina.
   No puedo decir que su rostro estuviera iluminado por una nueva esperanza o que sus ojos brillaran con una luz más sugerente. Estaba pálida, desaliñada y todo lo abandonada que podía estar una mujer. Pero preparó una tetera y retiró las omnipresentes cucarachas de la mesa con un gesto indignado. Y después de bebernos el té, cruzar el patio y subir la calle que todavía estaba casi a oscuras, la dueña del burdel permaneció largo rato ante su burdel con la vela encendida que lloraba sebo sobre sus manos. Fue la única luz que pudimos ver en cualquier lugar del jardín de los Dioses."

No hay comentarios: