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viernes, 26 de octubre de 2018

LA GUERRA DE AFGANISTÁN. LOS MUCHACHOS DE ZINC, de Svetlana Alexievich

LA GUERRA DE AFGANISTÁN. LOS MUCHACHOS DE ZINC, de Svetlana Alexievich

    «La muerte es horrible, pero hay cosas peores… Jamás diga delante de mí que somos unas víctimas, que fue un error. No lo diga en mi presencia. No le doy permiso.
    »Combatíamos bien, valientemente. ¿Por qué nos tratáis ahora de este modo? Yo besaba la bandera como se besa a una mujer. Temblando. Así es como nos habían educado: si besas la bandera, eso es sagrado. Amábamos a la Patria, en ella depositamos nuestra confianza. Vale, vale, vale… [Nervioso, tamborilea con los dedos]. Yo aún estoy allí… En la calle el tubo de escape de un coche da un “petardazo” y siento un miedo cerval. Se oye el estallido del cristal que se rompe… y al instante cualquier pensamiento desaparece, en mi mente solo existe el vacío del estallido… El sonido de una llamada de teléfono me recuerda a disparos… No estoy dispuesto a borrar todo esto, no logro pasar por encima de mis noches sin dormir. De mis sufrimientos. No soy capaz de olvidar el escalofrío mientras el termómetro marcaba cincuenta grados…
    »… Íbamos en camiones y cantábamos a todo pulmón. Llamábamos a todas las chicas que veíamos, las provocábamos, desde la altura del camión todas nos parecían guapas. Estábamos llenos de alegría. Algunos eran unos cobardes.
»—Me negaré a ir… Es mejor la cárcel que la guerra.
»—¡A por él!
    »Les pegábamos. Nos mofábamos de ellos, y algunos se atrevían a fugars
    »Al primer muerto lo extraje por la escotilla. Dijo: “Quiero vivir…”, y se murió. Vale, vale, vale… Después del combate se te hace insoportable contemplar la belleza. Observar las montañas, el desfiladero de color lila escondido en la niebla… Ver un pájaro de plumaje colorido… ¡Sientes ganas de acribillarlo todo a balazos! Disparo… ¡Disparo al aire! O bien te vuelves sosegado, tierno. Un chico al que yo conocía se moría lentamente. Estaba tumbado e, igual que un niño que acaba de aprender a hablar, iba nombrando y repitiendo los nombres de las cosas que pasaban por delante de sus ojos: “Montañas… Árbol… Pájaro… Cielo…”. Así hasta el final…
  »Un joven sarandoy, son como policías allí:
  »—Me moriré, Alá me llevará al cielo. ¿Tú dónde irás?
  »¡¿Adónde iré yo?!
  »Estuve en el hospital. Mi padre vino a verme a Taskent.
  »—Has estado herido, tienes derecho de quedarte en la Unión Soviética.
  »—¿Cómo voy a quedarme si mis amigos están allí?
  »Él es comunista pero iba a la iglesia, encendía velas.
  »—¿Por qué lo haces, padre?
  »—Tengo que depositar mi fe en algo. ¿A quién le ruego si no, para que vuelvas?
  »Tuve un compañero en el hospital. Su madre vino a visitarlo. Vino de Dusambé, trajo fruta y brandy.
  »—Quiero que mi hijo vuelva a casa. ¿A quién se lo debo solicitar?
  »—Venga, madre, ¿qué te parece si brindamos con tu brandy a nuestra salud?
  »Acabamos con su brandy. Una caja entera. El último día nos enteramos de que a uno de nuestra habitación le habían diagnosticado una úlcera estomacal. ¡Canalla! Borramos su rostro de nuestras memorias.
  »Para mí o es negro o es blanco. El gris no existe. Los tonos no existen.
  »No nos cabía en la cabeza que hubiera lugares donde llovía días enteros. Que nuestros mosquitos rusos, los de Arcángel, seguían zumbando por encima del río. Para nosotros solo existían las montañas, calcinadas y rugosas… La arena punzante… Vale, vale, vale… Encima de ella, como en una sábana enorme, yacían nuestros soldados bañados en sangre… Les habían cortado los genitales a todos… Y la nota: “Vuestras mujeres nunca parirán hijos vuestros…”.
  »¡¿Y dice usted que lo olvide?!
  »Regresamos. Algunos con magnetófonos japoneses, algunos chasqueando llamativos mecheros, otros con el uniforme desgastado y el maletín vacío.
  »Combatíamos bien, valientemente. Nos condecoraron con órdenes… Dicen que a nosotros, a los “afganos”, se nos reconoce sin necesidad de ver nuestras condecoraciones, se nos reconoce por la mirada:
»—Chico, ¿eres de Afgán?
  »Me lo dicen mientras camino por la calle, vestido con un abrigo soviético y unos zapatos soviéticos…».

  Soldado, transmisiones

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