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miércoles, 19 de septiembre de 2018

EL NAUFRAGIO DE LA MEDUSA, de Alexander Corréard

EL NAUFRAGIO DE LA MEDUSA, de Alexander Corréard

    "Al despuntar el día 5, había dos metros y 70 cm de agua en la cala y las bombas ya no podían trabajar. Se decidió que debíamos evacuar lo antes posible. La fragata, se decía, amenazaba con tumbarse; un miedo infantil, sin duda, pero lo que obligaba más imperiosamente al abandono era que el agua había penetrado ya hasta el entrepuente. Se retiró con prisa una cantidad de galleta de la bodega; también se preparó vino y agua. Estas provisiones estaban destinadas a ser dispuestas en las lanchas y en la bolla. Para preservar la galleta del contacto con el agua salada, se guardó en barriles bien provistos de aros de hierro que eran perfectamente adecuados para ese fin. Ignoramos porque esas provisiones, tan cuidadosamente preparadas, no se embarcaron ni en la balsa ni en los botes; la precipitación con la que abandonamos La Medusa fue probablemente la causa de esta negligencia...
... el artefacto se hundió al menos un metro; estábamos de tal forma apretados unos contra otros que era imposible dar un solo paso; en las partes de atrás y de delante el agua nos llegaba hasta la cintura. En el momento de desligar los de la fragata, se nos envío un saco con 25 libras de galleta, que cayó al mar. La recuperamos a duras penas; se había convertido en una pasta. La conservamos a pesar de su estado. Algunos de nosotros, como se ha dicho más arriba tuvimos la sabia precaución de fijar las vasijas de agua y de vino a las traviesas de la balsa, y las vigilamos con una severa exactitud. Así era nuestra situación exacta cuando pusimos proa al mar.
(...)
   10 o 12 infelices cuyas extremidades, inferiores habían quedado atrapadas en los huecos que dejaban entre si las tablas de la balsa y que no pudieron liberarse, habían perdido allí sus vidas. Otros varios habían sido arrastrados por la fuerza del agua. A la hora de la comida nos adjudicábamos nuevos números para no romper la serie: faltaban 20 hombres. No podemos afirmar que no esté número sea exacto, porque descubrimos que algunos soldados, con el fin de aumentar su ración, se habían apropiado de 2 incluso de 3 números. Éramos tantas personas en apretada conclusión de que era absolutamente imposible prevenir esos abusos"
(...)
    "Los vapores del vino pronto llevaron el desorden a sus cerebros, ya debilitados, por la presencia del peligro y la falta de alimentos. Inflamados así, estos hombres se volvieron sordos a la voz de la razón y quisieron arrastrar a la perdición común a todos sus compañeros de desgracias. Abiertamente expresaron su intención de deshacerse de los oficiales que, decían, querían oponerse a sus designios y, a continuación, destruir la balsa cortando las amarras que unían sus diferentes piezas...
  ...creyendo que se había restablecido el orden, habíamos vuelto a nuestra posición en el centro de la balsa, con la única precaución de conservar nuestras almas. Era casi media noche, Tras una hora de aparente tranquilidad, los soldados volvieron a sublevarse. Su espíritu parecía enteramente, alienado se lanzaban sobre nosotros como desesperados, empuñando el cuchillo o el sable... poseían todas sus fuerzas y también estaban armados de nuevo nos vimos obligados emplearnos en nuestra defensa...
    ... tomamos algunos instantes de reposo, reposo aún más terrible que el estado de vigilia. Sueños crueles nos asaltaban y aumentaban el horror de nuestra situación. Devorados por el hambre y la sed, nuestros lamentos a veces arrancaban del sueño al infortunado que descansaba a nuestro lado. El agua nos llegaba hasta las rodillas y, en consecuencia, solo podíamos descansar de pie apretados unos contra los otros para formar una masa inmóvil. Por fin, el cuarto amanecer desde nuestra partida vino a iluminar nuestro desastre y a mostrarnos a 10 o 12 de nuestros compañeros yaciendo sin vida sobre la balsa. Esta visión nos sacudió tanto más vivamente cuanto que nos anunciaba que pronto nuestros cuerpos,privados de la existencia, aparecerían tendidos en el mismo lugar. Dimos a los cadáveres el mar por sepultura, reservando uno solo, destinado a alimentar a aquellos que la víspera habían estrechado sus manos temblorosas mientras les prometían una amistad eterna"



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