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lunes, 11 de noviembre de 2019

LA ALTANERIA DE LOS ALTOS MANDOS DEL EJÉRCITO NAZI CUANDO SON APRESADOS. PILOTO DE STUKAS, de Ulrich Rudel

LA ALTANERIA DE LOS ALTOS MANDOS DEL EJÉRCITO NAZI CUANDO SON APRESADOS. PILOTO DE STUKAS, de Ulrich Rudel

Resultado de imagen de Ulrich Rudel    "Mi avión es el primero que se posa en la pista. Un soldado americano viene corriendo, amenazándome con una pistola. Abro el techo de la cabina y alarga la mano hacia mi condecoración para arrancármela; lo rechazo para atrás y cierro de nuevo mi cabina. Creo que este contacto hubiera terminado probablemente mal si en este momento no llegan a intervenir unos oficiales americanos que se habían acercado en un «jeep»; echan de allí a su soldado tan codicioso. Al acercarse se dan cuenta de que el vendaje de mi pierna está todo ensangrentado; es una consecuencia de los combates sostenidos en el Saaz. Me llevan primero a su botiquín, donde me hacen una cura. Niermann me acompaña a todas partes y no me pierde de vista. Por último, me instalan en una gran habitación de una de las edificaciones, convertida en el pabellón de oficiales.


    Aquí me encuentro con los demás compañeros; cuando entro se ponen en pie y me saludan en la forma que nos fue ordenado por el Mando Supremo de las Fuerzas Armadas del Reich. En el otro extremo de la sala se encuentran varios oficiales de la U. S. Army; parece que a ellos no les gusta este saludo, pues se levanta un murmullo. Creo que pertenecen a un grupo mixto de caza que está estacionado en esta base con sus Mustangs y Thunderbolt. Se me acerca un intérprete preguntándome si hablo inglés. Me hace saber en seguida que a su comandante no le ha gustado este saludo provocador.

—Aunque supiera hablar el inglés, eso sería lo de menos; aquí estamos en Alemania y hablamos alemán —le contesto—. En lo que al saludo se refiere, éste nos ha sido ordenado así por la superioridad, y como somos soldados estamos acostumbrados a cumplir con las órdenes que nos dan. Además, nos interesa muy poco si este saludo es de su agrado o no. Dígale a su comandante que constituimos la escuadra «Immelmann» y que hemos aterrizado aquí porque no queremos permanecer con los soviets. Tampoco es nuestra intención discutir sobre este asunto. Quisiéramos lavarnos y comer cualquier cosa.

    Algunos de los oficiales siguen poniendo mala cara, pero conseguimos poder lavarnos en el cuarto de baño.
(...)

    Me comunican por la mañana que debo trasladarme inmediatamente al cuartel general de la Novena Fuerza Aérea en Erlangen. Me niego a cumplir la orden hasta tanto no me restituyan todos los objetos robados. Solamente cuando me dan las mayores seguridades de que me devolverán todos mis objetos cuando encuentren a los ladrones, y después de decirme que el asunto es muy importante, me dejo convencer y parto para la ciudad citada, siempre acompañado de Niermann. En la Novena Fuerza Aérea somos interrogados, en primer lugar, por tres jefes del Estado Mayor, todos con el grado de coronel. Para empezar, me muestran varias fotografías de supuestas torturas y barbaridades hechas por nosotros y fotografiadas por ellos. Como nosotros «hemos luchado para eso, somos cómplices y culpables». No quieren creerme cuando les digo que jamás vi ni oí nada sobre campos de concentración. Si efectivamente han ocurrido estas cosas, sería muy lamentable y despreciable en todo sentido y habría que castigar severamente a los verdaderos culpables. Sin embargo, les digo, no solamente en mi patria habría ocurrido esto. En todas las épocas, los pueblos han hecho cosas semejantes. Les recuerdo lo que los ingleses hicieron con los bóers en África del Sur. Por lo tanto, habría que juzgar con justicia. No puedo convencerme que estos montones de cadáveres que figuran en las fotografías sean de campos de concentración. Estas escenas, añado, aparecen sólo sobre el papel; pero cuando en realidad se han visto ha sido después de las incursiones de los cuatrimotores aliados sobre Dresden y Hamburgo y muchas otras ciudades alemanas que fueron atacadas y bombardeadas con bombas explosivas e incendiarias. Millares y millares de mujeres y niños han perecido de esta manera. Si además de esto los señores tienen tanto interés en atrocidades y crueldades, podrán encontrar un abundantísimo material «viviente» en los campos de sus aliados del Este.

    Nunca más vuelven a mostrarme las fotos. Después de mis palabras, un oficial, jefe del protocolo, dice, lanzándonos una mirada envenenada: «¡Típicos oficiales nazis!». No consigo comprender por qué se me cataloga de «típico oficial nazi» si únicamente he dicho la verdad. Parece que estos señores desconocen que nunca hemos luchado por un partido político, sino por Alemania. Cumpliendo este ideal han muerto millones de nuestros compañeros. Cuando les aseguro que algún día se arrepentirán de haber destruido el último bastión contra el comunismo, sólo dan una importancia propagandística a mis palabras y no me lo quieren creer.


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Hans-Ulrich Rudel (izquierda) con Isabel y Juan Perón en Buenos Aires.
    Están convencidos que decimos esto para tratar de separar a los aliados entre sí.
(...)

    El viaje a través de Cherburgo hasta el nuevo campamento, en las cercanías de Carentan, no es muy agradable; la población civil francesa recibe a pedradas hasta a soldados heridos de gravedad. Muchas veces pensamos en la vida tranquila que llevaban sus obreros en Alemania. Muchos de ellos sabían apreciar el hecho de que conteníamos a los rusos en el Este. También los que ahora nos tiran piedras despertarán algún día.

    Las condiciones de vida en este campamento son más o menos las mismas que en Inglaterra. Tampoco aquí me quieren operar, por el momento, ni puedo pensar en que me den de baja debido al empleo militar que ostento. Un buen día me llevan al aeródromo de Cherburgo, y mi primer pensamiento es que me quieren entregar a los rusos. ¡Esto sí que supondría algo para los soviets! Tener en sus manos al mariscal Schocrner, representante de las luchas en tierra, y a mí, exponente de la guerra en el aire. La brújula indica que volamos con rumbo 300 grados. ¿Así que vamos a Inglaterra? ¿Por qué? Aterrizamos a unos 30 kilómetros de la costa, en el campo de Tangmere, donde se halla instalada la escuela de pilotos de la RAF. Aquí me entero de que el group-captain Bader ha sido el promotor de mi traslado. Bader es el as número uno de Inglaterra y a la vez el aviador más popular de la RAF. Durante la campaña de Francia fue derribado por nosotros y desde ese momento vuela con dos piernas artificiales. Se había enterado de que me encontraba en el aeródromo de Carentan. El mismo estuvo prisionero de los alemanes, intentando en varias ocasiones evadirse, y sabe presentar de otra forma las cosas que como lo hacen esos eternos difamadores que nos quieren presentar a toda costa como bárbaros.

    Esta temporada en Inglaterra es como un veraneo para mí en el que puedo recuperar las fuerzas perdidas en los diferentes campamentos; por primera vez vuelvo a experimentar aquí que todavía existe una estimación por las hazañas y los sufrimientos del enemigo, que todavía hay un sentir caballeresco que debería ser común en todos los cuerpos de oficiales del mundo."

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