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martes, 26 de septiembre de 2017

LEYENDAS DEL NAZISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg

LEYENDAS DEL NAZISMO. GENTE, AÑOS, VIDA, de Ilya Ehrenburg 

    "A continuación explicaré un relato relacionado conmigo pero que trasciende los límites de la historia personal. En 1944 el comandante del Ejército Norte, con el deseo de elevar la moral de sus hombres, desanimados por la retirada, escribió en el orden del día: «Iliá Ehrenburg incita a los pueblos asiáticos a “beber la sangre” de las mujeres alemanas. Iliá Ehrenburg exige a los asiáticos que violen a las mujeres alemanas. “¡Tomad a las chicas rubias, son vuestras presas!”, ha dicho. Ehrenburg despierta los bajos instintos de la estepa. Sería una vileza retirarse ahora que los soldados alemanes defienden a sus mujeres». Al saber de esta orden, escribí inmediatamente al Krásnaia zvezdá: «Hubo un tiempo en que los alemanes falsificaban importantes documentos estatales; ahora han llegado al punto de falsificar mis artículos. Las palabras que el general alemán me atribuye delatan su autoría: sólo un alemán puede componer semejantes marranadas».
    La leyenda creada por el general hitleriano sobrevivió al colapso del Tercer Reich, al juicio de Núremberg y muchos más acontecimientos.
    En 1960 la ciudad de Viena me invitó a participar en un encuentro entre representantes del arte y la literatura. Poco después recibí una carta del organizador de la reunión, un socialdemócrata austriaco, en la que me preguntaba si era cierto que durante la guerra hice un llamamiento a violar mujeres alemanas. La revista alemana Spiegel explicó que la embajada de la República Federal de Alemania había presentado «documentos» de mi terrible pasado a las autoridades. En fecha reciente, Kindler, que vive en Munich y es el editor de la versión alemana de mis memorias, me hizo llegar unas fotocopias divertidas. Al parecer, en 1950, un tal Jürgen Thorwald había publicado en Stuttgart una historia de la guerra en la que escribió: «Durante tres años Iliá Ehrenburg ha hablado a los soldados del Ejército Rojo abiertamente, con total libertad y dando muestras de todo su odio, diciendo que las mujeres alemanas son un botín de guerra legítimo». Resultó que Jürgen Thorwald no era otro que Heinz Bongartz, quien en 1941 había publicado un libro ensalzando a Hitler con una dedicatoria al criminal de guerra y almirante Raeder.
    En 1962 el periódico de Munich Soldatenzeitung lanzó una campaña contra la publicación de mis memorias en Alemania Occidental. Como es natural el periódico aludía al panfleto ficticio que llamaba a violar a las mujeres alemanas; amenazaron al editor y me calificaron de «mayor criminal de la historia». Algunos escritores, como Ernst Jünger, apoyaron la campaña del periódico fascista. Otros, sin embargo, se indignaron. Kindler demostró que Thorwald se hacía eco de la mentira de Goebbels; aun así, todavía hoy los revanchistas se obstinan en hablar de mi libro como «las memorias del asesino y violador».
    Lo repito: no se trata de mí. Pero entre los cincuenta millones de víctimas de la Segunda Guerra Mundial no figura una: el fascismo. Sobrevivió a mayo de 1945; durante un tiempo languideció, apático, pero sigue con vida.
(...)
    Alemania ... temía que todos los sacrificios, las grandes hazañas del pueblo soviético, el arrojo de los partisanos polacos, yugoslavos y franceses, el dolor y orgullo de Londres, los hornos crematorios de Auschwitz y los ríos de sangre desaparecieran como el fuego de bengala de la victoria y se redujeran a un capítulo más de la historia. En 1944 escribí: «El escritor francés Georges Bernanos, católico militante, al rechazar con desdén las tentativas de algunos demócratas de defender el fascismo, escribió en La Marseillaise: “Antes de la guerra, una buena parte de la opinión pública de Inglaterra, Estados Unidos y Francia justificó, apoyó y ensalzó el fascismo. Y repito, no sólo aceptó el fascismo, sino que lo apoyó con la esperanza, que tildaré de absurda, de controlar esta peste, de utilizarla contra sus oponentes y competidores. […] Múnich no fue un episodio de locura sino el infame epílogo de la especulación empresarial”. Por desgracia hay todavía personas que quieren mantener “en reserva” este contagio, simplemente diluyendo el caldo de cultivo en el que se crían los bacilos de la peste. Debemos recordar que el fascismo nació de la codicia y la estupidez de algunos, y de la perfidia y cobardía de otros. Si la humanidad quiere terminar con la pesadilla sangrienta de estos años tiene que erradicar el fascismo. Si se permite al fascismo reproducirse en cualquier lugar, dentro de diez o veinte años volverán a correr ríos de sangre. El fascismo es un cáncer terrible que no se puede curar con aguas minerales, hay que extirparlo. Y no creo en el buen corazón de la gente que llora por los verdugos; esos seres supuestamente buenos preparan la muerte de millones de inocentes»."

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