LA BANDA DE LOS SACCO, de Andrea Camilleri
"Los Sacco tienen muy claro que, detrás de todas estas maniobras contra ellos, está el verdadero líder de la mafia en Raffadali, el inteligentísimo y poderosísimo abogado C.
Es él quien decide las personas que deben pagar, es él quien establece las cifras, es siempre él quien diseña las estrategias más adecuadas, es decir, a quién matar y a quién no, a quién quemarle la casa y la cosecha, a quién mandarle el último aviso antes de acabar con él.
Pero sabe mantenerse en la sombra, no hay manera de relacionarle con la mafia, aunque todos en el pueblo saben que los mafiosos hacen lo que él quiere.
El abogado C. se desplaza siempre de Raffadali a sus campos con un cochecito de dos plazas, un tílburi que conduce él mismo.
Un día, pasada la hora de comer, el abogado está regresando solo al pueblo. Se le ha hecho tarde, por eso tiene la fusta en la mano y con ella cada tanto incita al caballo a correr.
Y así, en un momento dado, mientras levanta la fusta para hacerla caer sobre el caballo, oye un disparo que proviene de detrás de una mata de hierba silvestre que hay en el margen del camino.
El disparo, muy preciso, ha destrozado la fusta. En la mano no le queda más que la empuñadura.
Ni siquiera tiene tiempo de entender qué está ocurriendo cuando un segundo disparo, tan preciso como el anterior, le hace volar el sombrero. Muerto de miedo, mientras espera el tercer golpe, el que le quitará la vida, se pone a dar voces como un loco animando al caballo a correr.
Al final, el abogado consigue llegar sano y salvo a su casa, y encerrarse dentro. Ha entendido la advertencia.
Pero no puede quedarse eternamente escondido en casa diciéndoles a todos que se siente un poco indispuesto.
Un día u otro deberá salir para ocuparse de sus asuntos.
Y Vanni Sacco lo espera.
Una mañana, antes del amanecer, el abogado sale cautelosamente de su casa, mira a su alrededor y pone un pie fuera. No le ocurre nada.
Al día siguiente hace lo mismo y se siente con ánimos de acercarse hasta la plaza.
Después de una semana recupera su vida y vuelve a ser tan presuntuoso como siempre.
No sabe que Vanni está jugando con él como el gato con el ratón.
Una tarde reúne en su casa de campo a una decena de mafiosos para decidir cómo resolver la situación de los Sacco.
Al oscurecer, la reunión termina y tres o cuatro mafiosos lo esperan a caballo para escoltarlo al pueblo. El abogado está cerrando la puerta con llave cuando una ráfaga de disparos de mosquete estampan su silueta sobre la madera de la puerta.
Cuando los mafiosos advierten que el abogado ha caído desvanecido al suelo, se ponen a disparar, pero están apretando el gatillo en vano: no tienen un blanco, sólo hacen ruido, porque el tirador ha desaparecido.
De vuelta a Raffadali, más muerto que vivo, el abogado se entierra en casa. Sólo saldrá cuando sus secuaces o los carabineros consigan atrapar a los hermanos Sacco.
Pero ha perdido todo su prestigio y todo su poder.
Vanni, Alfonso y Salvatore ahora parecen inasibles.
La población, feliz y contenta de que la desaparición de la mafia los haya ayudado a recuperar la tranquilidad, ayuda a los Sacco con todos los medios posibles.
No sólo el pueblo llano o los aldeanos, sino también algunos «señores» que antes se veían obligados a pagarle grandes cifras a la mafia.
Pero la orden es que hay que coger a los Sacco, vivos o muertos.
También porque ahora hay quien sostiene que, si en la época de la marcha sobre Roma todos los socialistas hubieran actuado como están haciendo ahora los Sacco, el fascismo nunca habría alcanzado el poder."
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