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martes, 29 de enero de 2019

LOS INMIGRANTES. UN ESPÍRITU PRISIONERO, de Marina Tsvietáieva

LOS INMIGRANTES. UN ESPÍRITU PRISIONERO, de Marina Tsvietáieva 

    "Lo que pasa es que cada uno de nosotros está expuesto a que alguien, cualquiera, un borracho o un niño de cinco años, en cualquier momento le grite métèque, y nosotros no podemos gritarle nada. Porque salvo en nuestra patria —cualquiera que ésta sea—, no importa en qué punto del mapa nos encontremos, no tenemos estabilidad aunque no haya sino praderas alrededor: el pie no tiene estabilidad, la tierra no tiene estabilidad… Porque a la menor chispa cae sobre nosotros la ira, esa ira que el pueblo tiene siempre de reserva, una ira legítima de dignidad ofendida, con sus invariables e inadmisibles categorías injustas. Porque aquí cada uno de nosotros, así sea un intrigante, así sea un lobo, es, invariablemente, el corderito de la fábula de Krylov, de antemano culpable de la turbiedad del arroyo. Porque de la lancha de la cual, en medio de la tormenta, habrá que arrojar a alguien, irremediablemente, inocentemente, inevitablemente y, al fin y al cabo, legalmente, seremos lanzados nosotros. Porque todos nosotros, desde el africano hasta el hiperbóreo, somos camarades no de malheur, sino de danger. Porque si todos caminamos bajo la mirada de Dios, estando en una tierra extraña también caminamos bajo la cólera humana.
(...)
    No es que «se viva mal», sino que se puede acabar mal."


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