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jueves, 2 de mayo de 2024

LAS DOS AMIGAS, de Toni Morrison

LAS DOS AMIGAS, de Toni Morrison



Un pequeño relato de 1983 sobre dos amigas que se conocen en un orfanato, aunque ellas sean las únicas con progenitores vivos. Posteriormente se encontrarán 2 o 3 veces más en la vida, lo que va a ser motivo de equívocos tal y como cada una de ellas piensa que es una antigua amistad. Hay un recuerdo clave del pasado que ambas interpretan de distinta manera con los años, y a eso se suma las diferencias sobre cómo afrontan los temas comunes de su edad. En realidad, cosas que cualquiera de nosotros hemos experimentado con viejas amistades. Algo así como la canción de "20 de abril del 90", de los Celtas Cortos. El problema suele ser la otra, o lo que las define como amigas por separado (si es que al final del relato aun se puede decir que hay amistad). La distinta suerte que corren sabiendo desde el principio, y aquí está la clave, que una es blanca y la otra negra... pero, ¿quién es quién? ¿Se puede separar ambas identidades desde la amistad? ¿Hay identidades diferentes desde el recuerdo? ¿O desde los gustos, o diferentes identidades desde un lenguaje de clase social o el propio de un lugar de existencia? Puedes diferenciar a una amiga de la otra en todo momento, y sabes desde el principio que una es negra y la otra no, pero no sabes de qué color es cada una. Cada lector tiene su pálpito al respecto, pero no la certeza. Y eso, según vemos a las dos mujeres durante los años, dice más de nosotros y nuestros prejuicios que de ellas.

Aquí está el juego que plantea Morrison, el experimento que propone la autora en el que nosotros somos más el sujeto de estudio que las dos amigas. Y en ello profundiza: cuando se enfrentan por un tema del colegio de sus hijos, parece que una quiere privar a otra de un derecho. Podríamos caer en el tópico de que la blanca es la que quita derechos a la negra en esa comunidad y en ese momento. Pero, ¿quién es quién? No está claro, y además el relato no lo pide. Puedes adjudicar un color u otro a cada una y funciona. Otro tanto pasa con la historia de Maggie, el recuerdo clave, la apaleada en el orfanato: ¿nos diferencia el color de la piel o el resentimiento acumulado con los años? Jugar con los posibles colores de las protagonistas, el que primero nos sale, el que acumula posibilidades, arroja más luz sobre nosotros que sobre las dos amigas: de nuestra educación, de nuestra tradición familiar, de lo que leemos, de nuestra ideología, de nuestros amigos (y enemigos). Es dinamita pura eso de señalar el binarismo negro/blanco y todos los prejuicios asociados. O el rico contra el pobre, el atrasado vs. culto, irlandés/inglés, judío/palestino, etc., con todo el efecto deshumanizador que tiene el plantear todo como blanco o negro.

En mi opinión, la intención de este cuento acaba por dinamitar el supremacismo blanco, es decir, la razón de ser de una parte de la historia humana. Incluso eso pasa con la música negra, ¿es negra de verdad? ¿Jimmy Hendrix, el ejemplo planteado en el relato, es música de negros? ¿Y por qué no de blancos? ¿Tenía importancia el color de Hendrix para ser escuchado? Las dos amigas responden a eso. La raza es una condición subjetiva, la experiencia de algo así es de las cosas más propias de uno. Siempre buscamos empatizar de forma natural, no premeditada, con alguien: ¿con cuál de las dos mujeres será en este caso? ¿Y será blanca o negra? Un juego endiablado. Finalmente entra en juego un último binario en torno a la figura de Maggie: los insignificantes/los significados. Un hallazgo, en relación a las dos amigas, genial. Porque resulta que si no es tan importante el color de la piel, si hay algo mes importante que casi siempre pasamos por alto. Ahí lo dejo para los siguientes lectores de Las dos amigas

Efectivamente, uno puede leer el cuento con toda la inocencia del mundo, con algunas lagunas de incomprensión literal y sin haber entendido gran cosa, o cerrar la última página del relato con la sensación de haber salido de una jodida emboscada por parte de Morrison, y llevarse algún que otro coscorrón en la cabeza. Literatura de alto voltaje, de esa que muy poca gente sabe concentrar en 30 o 40 páginas. Fuera paja, fuera artificios argumentales para rellenar libros. Viene con un esplendido estudio del relato que te hace amar la buena literatura, amar a Toni Morrison, y que ofrece un bello y grato ejercicio de cómo leer con intención de descubrir y no solo de pasar el rato. Qué es lo que a mi me ha pasado.

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