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jueves, 4 de enero de 2024

EL MINISTERIO DE LA VERDAD, de Dorian Lynskey

EL MINISTERIO DE LA VERDAD, de Dorian Lynskey


Así como hay biografías de personas, con sus progenitores, su nacimiento, formación y despegue en la vida adulta, este libro ofrece lo mismo de un insigne libro como es 1984: quién fue su progenitor (Eric Blair, alias Orwell), de donde nació la idea de 1984 (y el por qué del título), dónde encaja en la producción del autor y en la evolución de sus ideas ya al final de su vida. Cómo fue escrito, dónde, las numerosas influencias que recibió de otros libros. ¿De donde viene el Ministerio de la verdad, el crimental, el doblepiensa? ¿Como se sacó de la manga la idea del Socing o la del Hermano Mayor (y no gran hermano)? Están las experiencias de Orwell durante la Guerra Civil española, vitales para comprenderle a él y a cualquier occidental de la época. Uno ve ciertos episodios de Black Mirror como si fueran algo nuevo, pero no.

Por ello es también una biografía literaria en torno al autor de 1984. Hasta llegar a esta obra, se comentan sus experiencias vitales (expresadas en otras obras suyas), aquellas partes de su vida que lo significaron todo en cada momento: se nos cuenta la experiencia vagabunda, y algo de su trabajo en el sureste del Asia colonizada por el imperio británico. 

Todo ello se describe teniendo en cuenta el carácter idealista y algo ingenuo de Orwell, así como su entrega a las causas en las que cree. Un hombre de humor negro, de fuertes convicciones, pero capaz de ponerlas a prueba y seguir desarrollándolas. De un carácter abrupto, taciturno pero directo si abría la boca en una discusión o un artículo de opinión o una reseña literaria. Muy apreciado por su honradez intelectual (tanto como odiado por ello hasta hoy), y tal vez como efecto de ello, con no muchos amigos. Desde luego, defender el socialismo cuando es el comunismo de Stalin lo que arrastra a la gente no le hizo ganar compañeros de viaje ideológicos, es quedarse en tierra de nadie. Y la derecha tory aprovechó también 1984 para atacar a la izquierda con una lectura sesgada: esa ha sido una de las interpretaciones en Gran Bretaña y EEUU a lo largo de las décadas. 

El libro contiene otros valiosos argumentos: por un lado habla bastante de la otra genialidad de Orwell que es Rebelión en la granja, y eso me ha encantado aunque no sea el centro del libro. Entra menos en el resto de su producción literaria pero si toca puntualmente artículos periodísticos, ensayos valiosos que esclarecer la génesis o el mensaje de 1984 (por ejemplo El león y el unicornio). Eso está muy bien. 

Otra rama de este árbol que es 1984 hace referencia un género que no es el mío, el de la literatura de la distopías, o las utopías que el tiempo vuelve diabólicas cuando se demuestra que no eran unas ideas tan felices. Hay en el libro un conjunto de referencias anteriores a 1984 cuantiosa, muchas desconocidas para mi, pero si cabe citar al menos a Un mundo feliz (Huxley), Ciudad conquistada (Serge), El cero y el infinito (Koestler), las obras de H. G. Wells influenciadas a su vez por Edward Bellamy y por William Morris, Nosotros (Zamiatin), Los viajes de Gulliver (Jonathan Swift), y me dejo muchas. Orwell, además de un gran lector, era un gran reseñador que daba palos especialmente a las obras que más le gustaban por algún motivo, menudo carácter.

La sensación de impotencia ante lo malo que pasa en sus novelas, como en 1984, es resultado de su pesimismo ante el futuro, pero era un sentimiento compartido en esa época. De hecho, la sociedad británica vivió una escasez en momentos posteriores a la guerra aún mayor que durante esta. Y esta estimación que le tuvieron a Orwell sus contemporáneos se engancha con la que han tenido las siguientes generaciones hasta el día de hoy hacia 1984: sus interpretaciones, o malinterpretaciones (las interesadas políticamente), las lecturas alternativas, la capacidad de seducir la imaginación de los lectores como David Bowie o George Lucas (THX 1138), lo que queda de su mensaje, el uso profético de ciertos elementos de la novela (las pantallas que te observan, por ejemplo), el uso de palabras nuevas que luego se han utilizado hasta la saciedad para explicar la realidad, el libro hecho comic, pelicula, canciones y cualquier otra expresión artística contemporánea... Esta última parte ha diluido un poco mi interés por el libro de Lynskey, tal vez porque su afán completista en torno a todo lo que llega transformado desde 1984 hasta nuestros días va perdiendo mi interés. Es un parte pequeña del libro, ya al final, pero todo lo anterior me parece muy valioso tanto para los que leímos esta novela (el autor comenta que es una lectura que engancha especialmente a la gente joven; que es lo que me paso a mi, que me lo regaslaron de adolescente) y nunca la hemos olvidado, como para acercarnos a una visión transversal del siglo XX a través de una obra literaria icónica y sugerente como pocas.

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