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lunes, 15 de junio de 2020

EL LEGADO DE BISMARCK. EL MURO DE BERLÍN, de Frederick Taylor

Otto von Bismarck - Wikipedia
EL LEGADO DE BISMARCK. EL MURO DE BERLÍN, de Frederick Taylor 

"...La unificación formal de Alemania se produjo 1870, después de la última de las guerras victoriosas de Bismarck, en este caso contra Francia. Guillermo I de Prusia se convirtió en el emperador Guillermo I de Alemania, y Bismarck en su canciller imperial.

En 1862, Bismarck había declarado con tono grave ante el Parlamento: «Las grandes cuestiones del momento no se solucionarán con discursos ni con decisiones adoptadas por mayoría…, sino con sangre y acero». Por desgracia, tenía razón. Y no sólo en cuanto al siglo  XIX, sino también al siglo  XX.
El escenario estaba preparado por lo que alguien definiría como una «revolución desde arriba». Bismarck sería el arquitecto de este desarrollo nuevo, fascinante y aciago...
(...)
El oficial uniformado se convirtió en una figura de gran prestigio y con grandes privilegios, no sólo en las pequeñas ciudades con guarnición militar, sino incluso en la enorme y cosmopolita ciudad de Berlín. Los oficiales ya no podían pegar a los soldados en público, como hacían en el siglo  XVIII, pero tenían asegurado el primer lugar en la cola de una tienda o una mesa en los restaurantes. Esa actitud única de arrogante invulnerabilidad era lo que más sorprendía a los extranjeros que visitaban el país.
(...)
En 1881, el canciller Von Bismarck creó el primer sistema de asistencia social del mundo controlado por el Estado, en gran medida como una manera de frenar la expansión del socialismo entre la clase trabajadora de Alemania. Convenció al emperador para que aprobase un plan de seguridad social contribuyente, a fin de proteger a los trabajadores contra las consecuencias de la pobreza derivada de la enfermedad o la vejez. De esta manera confiaba en mantener a las masas bajo el statu quo autoritario.

Sin embargo, al mismo tiempo que introducía este sistema de seguridad social, que situó Alemania con varias décadas de adelanto sobre el resto del mundo, Bismarck cometió una seria equivocación por la que el país estaría pagando no sólo durante los años en que él ocupó la cancillería, sino durante las décadas futuras. El canciller intentó no sólo ocultar la expansión del movimiento socialista, sino suprimirlo: calificaba a sus integrantes de «ratas… a las que debemos exterminar».

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