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martes, 24 de octubre de 2017

LA MUERTE DE DENYS FINCHHATTON. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham

LA MUERTE DE DENYS FINCHHATTON. AL OESTE CON LA NOCHE, de Beryl Markham 

    "Un día me pidió que me fuera con él a Voi y por supuesto le dije que sí. Por aquel entonces Voi presumía de ser una ciudad, pero apenas era una palabra bajo un techo de hojalata. Se extiende al sur, al sudeste de Nairobi en el corazón del país de los elefantes, un lugar seco en una bolsa de colinas aún más secas.
    Denys dijo que quería intentar algo que nunca se había hecho antes. Dijo que quería ver si se podía ojear elefantes en avión; pensaba que en caso afirmativo los cazadores estarían dispuestos a pagar muy bien el servicio.
    Me pareció una buena idea, incluso una idea escalofriante, y se lo hice saber a Tom un poco emocionada.
    -Me voy con Denys a Voi. Quiere saber cómo pueden ojearse elefantes desde el aire y si sería posible mantener a una partida de caza más o menos en contacto con una manada en movimiento.
    Tom estaba apoyado en un banco de trabajo del hangar recién construido de la Wilson Airways garabateando cifras en un trozo de papel. Archie Watkins, como sacerdote de los magos del motor, un hombre grande, rubio, tartamudo y con una veneración casi sagrada al himno de los pistones ronroneantes, dio los buenos días con una sonrisa a través de un bosque de cables y perros. Era un día para volar. El hangar abierto daba al aeródromo, a las llanuras y a un pedazo de cielo solitario de nubes.
    Tom se metió el trozo de papel en la chaqueta de cuero que siempre llevaba puesta y asintió:
    -Parece algo muy práctico hasta cierto punto. Encontraréis muchos más elefantes que sitios para aterrizar, una vez que los hayáis encontrado.
    -Sí, seguro, pero merece la pena intentarlo. Las ideas de Denys siempre lo merecen. De cualquier forma sólo iremos a Voi y volveremos. Nada de aterrizajes violentos. Si la cosa funciona será una buena forma de vida. Cuando piensas en toda la gente que viene aquí a buscar elefantes y en todo el tiempo que emplean, y…
    Ya lo sé -dijo Tom-, es una idea excelente.
    Se apartó del banco, salió del hangar y miró el campo. Permaneció allí un minuto más o menos sin moverse y después volvió.
    -Hazlo mañana, Beryl.
    -¿Por el tiempo?
    -No. El tiempo está bien. Sólo hazlo mañana, ¿lo harás?
    -Supongo que sí, si tú me lo pides, pero no veo por qué.
    -Ni yo -dijo Tom-, pero es así.
    Y así fue. Volví a mi cabaña del Muthaiga y me dediqué a poner al día mi diario. Denys salió hacia Voi sin mí. Se llevó a su boy kikuyu y fueron primero a Mombasa, donde tenía una casa en la costa.     AL aterrizar allí, un fragmento de coral astilló su hélice y telegrafió a Tom pidiéndole una pieza de repuesto.
    Tom la envió con un mecánico nativo, a pesar de que Denys se había mostrado inexorable sobre el hecho de que no necesitaba ayuda. En cualquier caso la hélice se montó y un día más tarde
    Denys y el boy kikuyu despegaron de nuevo, dando marcha atrás hacia el interior, hacia Voi.
    La noche en que llegaron allí, Tom y yo cenamos en el Muthaiga. No estuvo silencioso ni malhumorado, pero no se habló mucho de Denys. Tenía la impresión de que Tom había sido un poco estúpido por impedirme hacer el viaje. De todas formas hablamos de otras cosas. Tom pensaba volver a Inglaterra, pensamos en ello y hablamos juntos sobre ese tema.
    Al día siguiente comí en mi cabaña. Arab Ruta cocinó como siempre, sirvió como siempre y actuó como siempre. Pero una hora después, mientras yo estaba trabajando en unos proyectos de navegación irrealizables, Ruta llamó a mi puerta. La llamada fue tímida y su aspecto era tímido cuando entró. Parecía una persona que tuviera muchas cosas en las que pensar y nada que decir, pero al final lo soltó.
    -Memsahib, ¿has tenido noticias de Makanyaga?
    Makanyaga era Denys. Para Arab Ruta, y para la mayoría de los nativos que conocían a Denys, era Makanyaga. Parecía un epíteto insultante pero no lo era. Significa «pisotear». El bwana FinchHatton, según el razonamiento, puede pisotear a los inferiores con la lengua. Puede castigarlos con una palabra y ésa es una maravillosa habilidad.
    Ciertamente lo era, aunque Denys raras veces la ponía en práctica con nadie excepto con aquellos cuyas pretensiones les marcaban al menos como a sus iguales. Y entonces la ponía en práctica con una generosidad libertina.
    Cerré los libros.
    -No, Ruta. ¿Por qué debería tener noticias de Makanyaga?
    -No lo sé, Memsahib. Sólo me lo preguntaba.
    -¿Hay algo nuevo?
    Ruta se encogió de hombros.
  -No he oído nada, Memsahib. Es posible que no sea nada. Se me ocurrió preguntarte, pero seguramente el bwana Black lo sabría.
   El bwana Black lo supo muy pronto y yo también. Esa misma tarde un poco después estábamos sentados en la oficina de la Wilson Airways cuando telefoneó el comisario del distrito diciendo que Denys y el boy kikuyu habían muerto. Su avión despegó de la pista, dio dos vueltas y se lanzó de cabeza al suelo, donde se quemó. Nadie supo nunca por qué.
   Tom me había impedido que realizara el viaje y Arab Ruta me había hecho una pregunta. Ellos lo supieron y yo me he preguntado cómo lo supieron. Y he encontrado la respuesta.
   Denys era la piedra angular de un arco en el que las demás piedras eran otras vidas. Si una piedra angular tiembla, toda la curva del arco recibe el aviso y, si la piedra angular se rompe, el arco se derrumba, deja a las piedras secundarias amontonadas y, por un momento, carentes de diseño.
   La muerte de Denys dejó algunas vidas sin diseño, pero, como las piedras, se construyeron de nuevo con otra forma."
Karen Blixen y Denys Finch Hatton (derecha) en safari

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