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sábado, 14 de junio de 2025

BILLETE AL FIN DEL MUNDO, de Christian Wolmar

 BILLETE AL FIN DEL MUNDO, de Christian Wolmar


El libro es un auténtico homenaje al tren más legendario en la historia del ferrocarril. Además de haber cruzado Rusia con él a principios del siglo XXI, el autor nos hace viajar por sus estaciones (con algunas fotos también) desde mediados del siglo XIX, cuando solo era una ilusión de unas cuantas mentes realmente interesadas por el futuro del imperio zarista de Alejandro III. Los inicios fueron de una gran dificultad para aquellos rusos que veían como el resto de Europa les adelantaba por todos los lados. Había mucho aristócrata instalado en la necia comodidad que millones de compatriotas no conocía. El nacimiento del Transiberiano, las dificultades que tuvo que superar, la obtención de financiación para empezarlo, el trazado que se eligió desde Moscú hasta Vladivostok, los tramos que se eligieron para iniciar su construcción... todo ello tiene mucho de epopeya civil, aunque entiendo muy resumida aquí por no acabar siendo prolijos. Pero es toda una batalla contra sectores de la sociedad opuestos y contra un ambiente geográfico tan hostil como lo es Siberia: por poner un ejemplo, sortear el lago Baikal. Por muy precariamente que se acabaran los túneles, puentes, la desecación de terrenos pantanosos, etc, no deja de ser un logro descomunal para una nación tan atrasada y corrupta como lo fueron los últimos reinados de los Romanov. No dejan de recordar aquellos esfuerzos a los trabajos faraónicos que también emprendieron los soviéticos: la industrialización de la nación se erigió sobre los cadáveres de un sin fin de personas, tanto en uno como en el otro régimen. Y no solo fueron los presos lo que pusieron el cuerpo en el empeño, también rusos normales, y muchos chinos. Da la sensación, y eso lo digo yo, de que en ese país la vida de cualquiera sin padrinos no vale gran cosa.

Que los primeros trenes en las primeras vías tuvieran tantas incidencias no amilanó a los rusos, que siguieron invirtiendo mucho dinero para mejorar cada sección del trazado. A la vez, y sin siquiera estar terminado, la economia del pais se vio beneficiada por el Transiberiano. Condujo a personas buscando un nuevo horizonte, llevó a exiliados, ocupó territorios que solo estaban en poder de Rusia nominalmente y le llevó al choque contra Japón por Manchuria en un conflicto difícil de asumir por el imperio ruso. Igualmente extendió la revolución y la Guerra Civil corrió por sus raíles en uno y otro sentido. Algo que Trotsky supo aprovechar. Por alli llego ayuda humanitaria y militar. Si tenemos en cuenta que la línea San Petersburgo-Moscú se terminó en 1851, y que el esfuerzo por llegar al Pacífico en un solo viaje acabó en 1904, y que el gasto económico fue tan brutal como para justificar la revolución de 1905, veremos que hay muchas historias que contar, pero principalmente la de un hombre que lo puso todo de su parte por sacarlo adelante: Serguéi Witte (Tbilisi, 1849-Petrogrado, 1915). Gran parte del libro cuenta cómo planeó todo el proyecto cuando recibió el encargo, y su influencia posterior.

En definitiva un libro escrito por un auténtico entusiasta de la línea (y sus variantes), que la conoció pese a las trabas que pone siempre la administración para hacerlo como si fueras un delincuente o un espía. Wolmer se ha documentado puntualmente y nos da a conocer el significado y la especial relevancia de un viaje de estos capaz de atravesar medio planeta seco con su diversidad de lenguas, culturas, etnias e historias personales. El libro se queda necesariamente en una introducción de todo eso: 9288 km, 8 zonas horarias, 7 días en el mejor de los casos... pero es muy entretenido. Una lectura que se acaba volando.

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