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sábado, 18 de abril de 2020

EL HOMBRE, UN LOBO PARA EL HOMBRE, de Janusz Bardach

EL HOMBRE, UN LOBO PARA EL HOMBRE,  de Janusz Bardach

   Al cuarto día de estar en el aislador sucedió algo curioso: comencé a extrañar la mina. Extrañaba empujar la carretilla. Extrañaba el pico, la pala, el barracón lleno de gente y el campo, todo lo que había odiado. Incluso a pesar del trabajo, la suciedad, la violencia y la muerte sin sentido, quería volver a talar árboles o a trabajar en las minas. Al menos allí estaba con otras personas, algunas buenas y muchas malas, pero unas pocas que de verdad se preocupan por mí. La vida cotidiana por la supervivencia -cumplir con la cuota, no perder la ración completa, evitar el congelamiento, mantenerse fuerte a pesar del hambre constante, llevarse bien con el jefe de la brigada y sus compinches, no contrario a los urki ni a los guardias- a menudo me hacía pensar solo en mí mismo. No había lugar para sentimientos humanos como la amistad, la compasión o la generosidad. De ahí que hubiera tantas pelea, que se usará de los débiles. Todos buscaban a alguien con quien descargar la propia ir En Burepolom sentí que me convertía en otra persona, aislado de los demá,s menos capaz de ayudar a quien lo necesitaba. Empecé a perder lo que me habían inculcado desde pequeño: calor humano, sensibilidad, buena disposición para brindar ayuda... Mi humanidad y va disminuyendo.
Bardach, Janusz - LIBROS DEL ASTEROIDE    En Bujta Najodka, el doctor Semionov y la doctora Popugayeva me enseñaron a luchar contra lo que parecía ser una degradación inevitable. Logré identificar la decadencia y el revertir el proceso. De no haber contado con ayuda por el camino, probablemente habría acabado siendo una persona insensible y carente de impulsos cívicos o humanos. Quizá fue mi destino conocer a gente que no solo me salvo la vida, sino que me enseñó a no perder la sensibilidad por los de mi alrededor. Conocerlos me dió esperanza y una razón para luchar que iba más allá de la supervivencia. Kolimá me enseñó que la degradación no era una consecuencia de la condiciones en las que vivíamos; formaba parte del plan. No se pretendía simplemente hacer que los prisioneros trabajarán tanto como fuera posible, sino reducirlos a un estado de animalidad.

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