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miércoles, 17 de mayo de 2017

UN PASEO POR EL BOSQUE ,  de Bill Bryson



    Pocas, por no decir ninguna hasta el momento, referencias literarias del Trail de los Apalaches existirán a dia de hoy editadas en castellano. Y aunque la visión del conjunto de sus tres mil y pico de kilómetros es muy personal, la narración de Bryson (Des Moines, Iowa, 1951) es muy entretenida e interesante, hasta el punto de haber hecho una película de ella.
    Tenemos a un escritor inglés, viajero y consagrado en este oficio, metiéndose en lo que parece para él mismo, según confesión propia, es un asunto que le venía grande. Lo inicia desde el extremo sur con su amigo Katz, un tipo un poco impresentable pero entrañable. Otro que no se creía lo que acabaría haciendo. Aunque justo es decir que se saltan tramos y que no lo hacen entero ni de un tirón. Hay gente que lo logra incluso en tres meses. Pero en este caso no importa, el relato es ágil, variado, entretenido, un conjunto de páginas disfrutonas.

    Así lo describe National Geographic: "Con más de 3.300 kilómetros de longitud, el sendero de los Montes Apalaches va desde Georgia hasta Maine pasando por 14 estados. Un recorrido que, si bien muchos senderistas experimentados, y también aficcionados, han intentado terminárselo, solo unas 15.500 personas han logrado hacerlo desde los años 30. La gran mayoría, van recorriendo pequeños tramos durante los fines de semana."

    Si algo me ha llamado la atención del personal relato de Bryson, comparándolo especialmente con los libros que se suelen escribir  en Europa del tema, es que en ningún momento se pone transcendental, ni intenta que cambies de vida ni salvarte de tus propios demonios. Muy al contrario aporta bastantes datos sobre la ruta de los Apalaches, sobre la naturaleza en EEUU y las tropelías contra su conservación, además de los divertidos apartados de la relación senderista apetitoso-carnívoro de los bosques (osos, pumas, etc). Y por supuesto, Bryson nos gana para su causa siendo simpático, haciéndonos sonreír y tomándose a si mismo no muy en serio. En ese sentido, nosotros somos mucho mas dados a encumbrarnos en nuestro esfuerzo redentor... parece que tengamos en algún apartado recóndito de nuestro cerebro un cura de tapadillo transmitiendo eslóganes, máximas o directamente ordenes. En eso, Bryson es mucho menos dogmático. El solo va al sendero a tener una buena experiencia, con sus momentos buenos, con otros malos pero superables... y, ciertamente, se nota. Cuando reinicia el viaje sin Katz, ya hay una cierta interiorización de la belleza del paisaje. Esa parte es una cierta ruptura del ritmo de la narración con respecto a las semanas anteriores de senderismo donde todo es sorpresa y novedad, lo cual significa tres cosas: que tener tiempo para hacer la Senda de un tirón es un privilegio de muy pocos, que le apetece cambiar de aires de vez en cuando (un hotel, un restaurante, etc), y de que en ocasiones opta por acercarse a la naturaleza de la forma más común mas habitual: salidas de pocos días a un objetivo concreto, como un pequeño trek o una cima.

    Por lo demás, la vivisección del viaje incluye su desacralización en los detalles diarios: lo que cuesta subir la maldita cuesta, las ganas de pillar una ducha o una buena cama donde dormir, el deseo de más comodidades en el viaje.... ¿Quién no ha pensado alguna vez así? Pero, ¿cuantos escritores de este perfil senderista lo reconocen tan humildemente? Lo que pesa la mochila (que no es más que un maldito pero imprescindible fardo) es un buen ejemplo: Cheryl Strayed, en su libro Salvaje, la sublima con un nombre, creo que Monstruo. Aqui no es más que otro jodido peso, y encima siempre aparece el listillo de turno a examinar el material de acampada con el que viajas para extraer de sus comparaciones un juicio sobre sobre la pericia del senderista. Algo que resulta odioso y no solo para Bryson. Es en esos detalles en los que el autor gana por goleada a muchos otros escritores de experiencias en la naturaleza: la humaniza, la hace atractiva a gente que tal vez nunca se acerque a un bosque durante 3 dias sin, por ello, justificar, en absoluto, la destrucción de la naturaleza con urbanizaciones, instalaciones, carreteras, etc para que venga cualquiera de cualquier modo a "consumir naturaleza" porque mola.
      Particularmente interesante son los ejemplos bien documentados e innegables de la decadencia de cualquier obra humana que arremete contra los bosques y las montañas: acaban perdiendiendo su interés, dejan de ser viables económica, son una cicatriz en la tierra aunque la naturaleza vuelva a surgir entre los cimientos. Sirva como ejemplo los resorts de inicios del siglo XX cerca del monte Washington, un dispendio económico inútil a estas alturas. Un ataque a nuestro único y duradero patrimonio, la Tierra.

    Al final, Bryson y Katz intentan proseguir por el tramo de los Apalaches llamado Las Cien Millas del Bosque Cerrado de Maine. Tras un pequeño susto, abandonan el sendero. Lo idílico del viaje se acaba, salen sus naturalezas urbanas, falta la ambición, el deseo de aventura. Es cierto, a veces pasa. Deseas no estar allí, seguro. Demasiado esfuerzo para quienes no se sienten montañeros de verdad, a todas horas (¿es eso posible?), por vocación. Aun así, han aprendido a admirar tanto el esfuerzo que supone como la naturaleza en que se desarrolla. Es un buen ejemplo de sensibilización social hacia la naturaleza sin la necesidad de ser montañeros. La vida de Bryson se enriquecio un poco mas, de todas formas, y puede añadir una experiencia nueva a su vida, ya de por si inquieta y activa. Porque hemos venido para eso, para vivir experiencias, buenas experiencias (aunque sea al final de ellas).
    El paseo por el bosque de 1400 km ha merecido la pena.

    Una entrevista con Bill Bryson en El Pais
    Reseña, de alguien que ha pasado superficialmente por el libro, en El Pais

UN PASEO POR EL BOSQUE, de Bill Bryson , en RBA Editores, año 2014 sobre un libro editado en EEUU en 1997. Son 355 paginas

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