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jueves, 26 de septiembre de 2013

NAVEGANDO EN SOLITARIO ALREDEDOR DEL MUNDO, de Joshua Slocum




    Hace algún tiempo reseñé el primer libro de un hombre de mar como pocos, Bernard Moitessier, el cual tuvo un velero mítico llamado "Joshua" en honor del maestro de este arte de navegar en solitario con el solo empuje del viento, Joshua Slocum. Ambos fueron pioneros, iniciadores de tendencias en su época, reconocidos por el valor y el coraje de hacer lo que hicieron: circunnavegar el mundo a vela, en solitario, por placer, y sin los modernos sistemas de posicionamiento, navegación, construcción de veleros, etc, sin los que no salimos habitualmente de casa. Pero Slocum fue el primero y en quien se inspiró Moitessier.

    Hay que decir que a Slocum le pasaba como a Joseph Conrad, la navegación a vapor estaba dejando en el dique seco la navegación a vela a una velocidad semejante la de cualquier innovación tecnológica actual. Slocum ya había surcado muchas aguas por el mundo, hecho muchos amigos y adquirido un talante comercial que envidiaría cualquier fenicio. Leyendo su obra, también se intuye que promocionó su viaje a los cuatro vientos porque cuando llega a diferentes puertos del mundo los periódicos ya renombran su hazaña al llegar (como en Chile, por ejemplo). De esta manera, hace amigos, recibe consejos y regalos, y puede dar charlas a partir del Cabo de Hornos allí donde se lo piden (Australia, Sudáfrica, Isla de St Helena), recibiendo un dinero con el que llegará buenamente al puerto desde el que dio inicio su singladura, Fairhaven (cerca de Boston, Massachusetts). Allí se encontró a sus 49 años, en 1893 un balandro en la ruina que él reconstruyó pieza a pieza, también solo, a base de conocimientos, pericia y experiencia. Tras el viaje fueron tantos los que se entusiasmaron con el barco que añadió a su libro un apéndice con sus medidas y características de construcción y aparejo. Se dice que desde entonces surcan las aguas marinas más de 800 replicas del "Spray" (Espuma, nombre que recibió). Tras 13 meses de empeño y 533 dolares de gasto, el 24 de abril de 1895 salió con rumbo europeo para completar 72000 km y 3 años, 2 meses y 2 días.



    La navegación le llevo a cruzar el Atlántico por las Azores hasta Gibraltar ("si quieres llevarte bien con un inglés, primero peléate con él"), donde decide poner rumbo al Cabo de Hornos mediando la persecución de un pirata berberisco, la calma oceánica, marsopas, delfines, Pernambuco, Uruguay (donde queda varado en Castillo Chicos; Montevideo) y la costa de Argentina (navidad de 1895). Encuentra la capital en pleno desarrollo urbanístico y dejando atrás su pasado colonial. Por el Estrecho de Magallanes navega en medio de galernas hasta Punta Arenas, una unidad fronteriza sin ley ni orden pero con mucho alcoholismo y estraperlo. Un guarda para 2000 buscavidas. Para cruzar el conocidamente temido estrecho las pasa canutas por lo que busca fondeaderos que le abriguen de los williwaw (vientos huracanados que caen sobre el barco y lo arrastran con ancla y todo contra rocas, bajíos e islas), de las flechas de los indios fueguinos y de las corrientes marinas irresistibles. La naturaleza es grandiosa y amenazadora. Encuentra restos de naufragios, carteles de los navíos que como él buscaron refugio en la misma ensenada, y una tristeza y peligro que ponía los pelos de punta. Slocum atravesó el paso marítimo para encontrarse en el Pacifico con un océano que lo echaba para atrás con sus fuertes vientos. El caso es que vuelve a empezar y empieza a temer por su vida con un miedo muy objetivo. La negrura de alquitrán de días como noches lo hicieron perderse mientras la granizada le laceraba el rostro hasta sangrarle. Son paginas tensas, las más difíciles de describir porque el desastre esta en cada peñasco que el casco de madera del Spray supera por los pelos. Es entonces cuando tras semanas de desesperación, perdido en el laberinto de las islas, de derroches de tenacidad y una pericia técnica fenomenal vuelve a salir al Pacifico como si hubiera vuelto a nacer. Es el 13 de abril de 1896. ("Escapar por los pelos o de milagro no era ya nada nuevo para el Spray"). Una de las cosas que llama la atención de este navegante es como se anticipa con unos actos reflejos a los caprichos del mar y lo rápido que reacciona a los súbitos empujones del viento que lo impelen al desastre. Y esto acumulando horas de fatiga e insomnio.

isla de juan fernandez
    "Leí los nombres de otros muchos barcos, algunos de los cuales copié en mi diario de bitácora. Otros eran ilegibles. Varios de los travesaños estaban carcomidos y caídos por el suelo, y yo conocía muchas de las manos que los habían puesto allí, algunas de las cuales estaban ya inmóviles. Sobre aquel lugar flotaba un halo deprimente, y me apresuré a volver a bordo para olvidarme otra vez de mí mismo en el viaje"


    Después de esto cualquier imprevisto es cosa de niños: llega a la Isla de Juan Fernández para su solaz (persigue los rastros de Robinson Crusoe, es decir de Alexander Selkirk). ¿Y qué hace un navegante solitario en medio del océano vacío? El lo dice: "me sentaba y leía libros, arreglaba mis ropas, o preparaba comidas y las tomaba en paz". Pasa por las Islas Marquesas, por Samoa (donde conoce a Fanny, la viuda de R L Stevenson), la costa este de Australia (Sidney, Melbourne), hasta Tasmania (otra lucha contra el mar que le hace rodear Australia por el Estrecho de Torres al norte). 
    "Ahora me hallaba en comunicación espiritual con lo que me rodeaba, y me veía arrastrado por una gran corriente donde sentía flotar la mano que había creado los mundos"

    Ve pasar apuros a veleros de aficionados, pero luego los pasará él en los arrecifes del Mar del Coral. Recolectores de perlas, fiestas con tribus indonesias y otras aventuras se suceden antes del océano Indico. Por allí están la Isla de Cocos, de Rodrigues, Mauricio hasta su arribo a Natal (Sudáfrica) en cuyo territorio pasa muchas semanas en espera del mejor momento para doblar el Cabo de Buena Esperanza: allí Slocum vuelve a sacar su anecdotario de marinero en tierra. Su socarronería no tiene limites cuando se tropieza al famoso explorador Stanley, a los boers o al mismísimo presidente Kruger que sigue creyendo que la Tierra es plana. En abril de 1898 ya esta en medio del Atlántico, concretamente en St Helena, donde la isla siempre sorprende por lo montañosa y por la ultima residencia del emperador corso.

    "Para mi, siempre que el barco navegó, los días transcurrieron felizmente".

    Parecería que todo va rodado hasta el final, pero aun faltan la aventura de la cabra a bordo, los sargazos en el mar caribe, la preocupación por la guerra de cuba entre españoles y americanos, el robo ya en Estados Unidos a bordo (cosa que no le había pasado antes) y una de las peores tormentas del viaje antes de tocar Long Island. El 3 de julio de 1898 el Spray de Joshua Slocum vuelve a atracar en Fairhaven.

    En definitiva, otro relato del espíritu humano más intenso y positivo. Una aventura que empuja a buscar otras, propias o ajenas, y a reconciliarnos con todo lo bueno que hay en el hombre.

    "El viaje no costó nada a rey, país o tesoro público alguno, y el Spray llevó a cabo todo lo que se había propuesto.
    No obstante, para alcanzar el éxito en cualquier empresa uno tiene que ponerse al trabajo de forma inteligente y estar preparado para cualquier emergencia. Mirando retrospectivamente hacia mi propia pequeña realización, veo tan solo una caja de herramientas de carpintero de ribera, bastante sencilla, un reloj de hojalata y algunas tachuelas de sujetar alfombras, no muchas, para facilitar la empresa descrita en esta historia. Pero, por encima de todo, lo que hay que tener en cuenta son los años de aprendizaje en que yo estudié diligentemente las leyes del mar, leyes que luego obedecí cuando navegué a ultramar, ¡mereció la pena!"

    Con el dinero por el libro se compró una granja. Pero el gusanillo de la aventura era demasiado fuerte. Lo ultimo que se supo de Slocum fue que iba a recorrer el Orinoco con el Spray de nuevo. No sabia nadar. Seguramente el espíritu del viejo marino no ha dejado de capear olas con su buen humor allá donde rompen con furia y restriegan la sal en el rostro de los navegantes que las enfrentan sin miedo.

NAVEGANDO EN SOLITARIO ALREDEDOR DEL MUNDO, de Joshua Slocum. Editorial Juventud, una cuarta edición de 2007 con ilustraciones, alguna foto y 225 paginas

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