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lunes, 10 de febrero de 2020

EL PILOTO QUE SALVÓ SU VIDA, OCTUBRE DE 1937. YO FUI PILOTO DE CAZA, de Francisco Tarazona

EL PILOTO QUE SALVÓ SU VIDA, OCTUBRE DE 1937. YO FUI PILOTO DE CAZA, de Francisco Tarazona

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    "Hoy bombardearon Gijón varias veces, una vez más después de muchas. Estamos atacando a los bimotores, cuando llegan los cazas. No nos dejan continuar. Los bombarderos pueden empezar tranquilamente a realizar su trabajo de destrucción. Comienzan a arder barcos y casas, y a volar tramos del muelle. Entre tanto, a nosotros se nos va todo el tiempo en subir, bajar, meter gases, picar a la vertical. Tirar la palanca para subir al cielo y apretar los gatillos al ver pasar una marca enemiga. No puede decirse que entable combate con un caza. A nosotros nos toca huir. Huir, y, al mismo tiempo, permanecer en el aire, en el área de combate.

    Hemos tenido —como dijo Toquero— que salvar el pellejo y guardar la ropa. Un bombardero que se ha separado de la formación es alcanzado por Huerta y Llorente. Éste va pegado a la cola del Junkers, cuando varios Heinkel 70 se dejan caer para atacarlo. Meto rápidamente el pedal derecho, y la nariz de mi «Mosca» hace frente al fuego de ellos. Pasan como rayos. Huerta los ha visto y se defiende. Llorente juega con su «Chato» en metro y medio de espacio.

    De repente, siento que me tocan y que el motor empieza a ratear. Me escapo, y vuelvo rápidamente al campo con el motor echando gran cantidad de humo. Estoy virando con el tren de aterrizaje bajado, cuando aparece a mi izquierda un Me 109. Pienso que me derribará. Logro aterrizar. Sin quitarme el paracaídas, salto del «Mosca» y echo a correr buscando dónde protegerme del ametrallamiento de mi perseguidor. A poco, desisto de hacerlo; el paracaídas me pega en las corvas a cada paso que doy, doblándomelas, Me desabrocho desesperadamente sus amarres y me lo coloco encima de la cabeza. En ese mismo momento, el Me 109 pasa disparando sus ametralladoras. Las balas levantan surtidores de tierra a mi alrededor, pero no me tocan. Tiro el paracaídas y vuelvo a correr. Siento que mis pulmones van a estallar. Logro echarme a la acequia que bordea el campo. El piloto alemán se olvida de mí y se dedica al «Mosca», pero no logra meterle ni una sola bala.

    Siento como si hubiera vuelto a nacer; la vida, a pesar de todo, es una cosa muy buena. Hubiera sido más fácil derribarme que dejarme escapar ileso. Hoy es mi día de suerte. Si me vuelvo a ver en las mismas, no lo cuento, por más novato que sea el piloto que me toque."

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