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miércoles, 27 de junio de 2018

EL MEJOR SOLDADO. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo

EL MEJOR SOLDADO. UN RUMOR DE GUERRA, de Philip Caputo 

    "...no pude dejar de admirar su determinación de hacer las cosas como se suponía debían hacerse. Creo que fue la fidelidad a las normas lo que lo mató. Malherido en las piernas, no tenía por qué arriesgarse en el intento de rescatar al enfermero. Podría haber permanecido a cubierto sin perder el honor, pero habían machacado nuestras cabezas diciéndonos que un marine nunca deja a sus heridos expuestos al fuego enemigo. Nunca debíamos dejar a nuestros heridos en el campo de batalla. Debíamos retirarlos, alejarlos del peligro aunque arriesgáramos nuestra propia vida. Ésta era una de las normas que se esperaba cumpliríamos. Yo sabía que no podría haber hecho lo mismo que Levy. Éste se había arrastrado con las piernas heridas y tratado de salvar al enfermero que creía aún vivo. Y probablemente lo había hecho como solía hacerlo todo: con naturalidad y pensando que era lo que debía hacer.
    Pero yo seguía sin poder recordar lo que me había dicho aquella noche en Georgetown. Quiero recordarlo ahora, recordar qué me dijiste, Walter Neville Levy, cuyo fantasma todavía me persigue. No, podía no ser algo importante ni profundo, pero eso no importa. Lo que importa es que entonces estabas vivo, estabas vivo y hablabas. Si pudiera recordar lo que dijiste, podría hacerte hablar en esta página y quizá convertirte en algo tan vivo a los ojos de los demás como sigues siéndolo a los míos.
    Mucho se perdió contigo: mucho talento, mucha inteligencia, mucha dignidad. Fuiste el primero en morir de nuestra clase de 1964. Hubo otros, pero tú fuiste el primero y además encarnabas lo mejor de nosotros. Eras una parte de nosotros y una parte de nosotros murió contigo, la pequeña parte que todavía era joven, que todavía no se había vuelto cínica, amarga y vieja con la muerte. Tu valor fue un ejemplo para nosotros y cualesquiera sean los aciertos y los errores de la guerra, nada puede disminuir la rectitud de lo que intentaste hacer. El tuyo fue el amor más elevado. Moriste por el hombre al que intentabas salvar y moriste pro patria. Tu muerte no fue dulce ni justa pero estoy seguro de que moriste convencido de que era pro patria. Fuiste leal. Tu país no lo es. Mientras escribo, once años después de tu muerte, el país por el que moriste desea olvidar la guerra en que moriste. Nombrarla es una maldición. No hay monumentos a sus héroes, ni estatuas en plazas de poblaciones pequeñas y parques de las ciudades, ni placas, ni coronas públicas, ni conmemoraciones. Porque las placas y las coronas y las conmemoraciones son recordatorios y a tu país le resultaría más difícil hundirse en el olvido que anhela. Desea olvidar y ha olvidado. Pero unos pocos recordamos, gracias a las pequeñas cosas que nos hicieron amarte: tus gestos, tus palabras, tu figura. Te amamos por lo que fuiste y por lo que representabas."

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