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viernes, 17 de marzo de 2017

VOLAR EN CÍRCULOS, de John Le Carre

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JOHN LE CARRE Y GRAHAM GREENE. VOLAR EN CÍRCULOS, de John Le Carre 

    "Pero el más impresionante de los desertores literarios del MI6 es sin duda Graham Greene, aunque dudo que supiera lo cerca que estuvo de seguir las huellas de Mackenzie hacia los tribunales del Old Bailey. Uno de mis recuerdos más preciados de finales de los años cincuenta es un café que tomé con el abogado del MI5, en la excelente cantina de los servicios de seguridad. Era un tipo de aspecto bonachón, aficionado a fumar en pipa, que parecía más un abogado de familia que un burócrata, pero aquella mañana estaba profundamente afligido. Había llegado a su mesa un ejemplar de Nuestro hombre en La Habana, antes de su publicación, y ya iba por la mitad. Cuando le dije que envidiaba su suerte, soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—A ese tipo, Greene —replicó—, habrá que llevarlo a juicio.
Utilizando la información adquirida como oficial del MI6 en tiempos de guerra, había relatado con precisión las relaciones entre un jefe de oficina local en una embajada británica y un agente de campo.
—Y el libro es bueno —se quejó—. Es condenadamente bueno. Ahí está el problema.
A partir de entonces, examiné todos los periódicos en busca de la noticia del arresto de Greene, pero no la encontré. Quizá los barones del MI5 decidieron, después de todo, que era mejor reír que llorar. Veinte años más tarde, Greene les pagó su acto de clemencia con El factor humano, que los retrataba no solamente como idiotas, sino como asesinos. Pero el MI6 le había hecho una advertencia. En el prólogo de El factor humano, Greene se toma el trabajo de asegurarnos que no ha infringido la Ley de Secretos Oficiales. Si buscáis un ejemplar de las primeras ediciones de Nuestro hombre en La Habana, veréis una declaración similar.
Aun así, la historia enseña que nuestros pecados se olvidan con el tiempo. Mackenzie acabó sus días con un título de caballero, y Greene, con la Orden del Mérito.
—En una de sus novelas, señor —me dice con total seriedad un periodista estadounidense—, uno de sus protagonistas afirma que jamás se habría convertido en traidor si hubiera sabido escribir. ¿Podría decirme en qué se habría convertido usted si no hubiera sabido escribir?
Mientras pienso una respuesta poco comprometida a esa peligrosa pregunta, me planteo si nuestros servicios secretos deberían estar agradecidos, después de todo, a sus desertores literarios. En comparación con el jaleo que habríamos podido montar por otros medios, escribir ha sido tan inofensivo como jugar con bloques de construcción. ¿Cuántos de nuestros atormentados espías habrían preferido que Edward Snowden escribiera una novela?"
G Greene/L le Carre

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